domingo, 28 de noviembre de 2021

¿Vale la pena perdir perdón? El perdón en lo simbólico

La deuda se instala en el orden simbólico.
Cuando uno es des-tratado (o maltratado), se instala en el registro del vínculo una falta; ninguno puede hacerse el tonto -o más bien, si se puede, pero se siente una incomodidad silenciosa (lo que los Yankees llaman “el elefante en la habitación”).

En algunos casos el tiempo hace su trabajo y todo vuelve a la normalidad, o casi (probablemente porque no fue tan grave). Pero en otros la tensión se enquista y tiñe todo el vínculo de ahí en adelante.

Eso que no puede dejarse atrás hasta permanecerá hasta que no sea reconocido, admitido, asumido por el otro. La falta instalada debe ser ubicada en algún lugar, no puede desaparecer. Por lo tanto, hay 3 posibilidades de ubicación:

✅La asume el que la cometió, cargando ese peso y responsabilidad.
La asume la víctima (se culpa a sí misma, dejando al otro no-barrado)
Se la intenta diluir, negando responsabilidad alguna para alguien, como un mecanismo para evitar culpabilizar al otro. (Se distribuye equitativamente entre las partes involucradas; se la atribuye a un malentendido; o algún tipo de elemento externo o azar)

Las ubicaciones de la falta 2 y 3 son insatisfactorias, y provocan una continua revisión de la situación por el psiquismo; volvemos a ella una y otra vez hasta que se acomode de la forma que ordena la lógica simbólica.

Una vez ubicada la falta correctamente en el orden simbólico, algo se alivia: este es el sentido del perdón.

Pero este perdón no puede darse si la falta no se acomoda donde va; como si hubiera un sentido innato de la justicia. Esto, en muchos casos, permite que el vínculo continúe. Sino se corta.

Quizás el corte instala a la fuerza lo que no fue admitido.

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