Todo ser humano, por efecto conjugado de sus disposiciones innatas y de los influjos que recibe en su infancia, adquiere una especificidad determinada para el ejercicio de su vida amorosa, o sea, para las condiciones de amor que establecerá y las pulsiones que satisfará, así como para las metas que habrá de fijarse. Esto digamos da por resultado un cliché que se repite de una manera regular.
Un sector de las mociones determinantes para la vida amorosa ha recorrido el pleno desarrollo psíquico, ese sector esta vuelto hacia la realidad objetiva, disponible para la personalidad consciente.
Otra parte de las mociones libidinosas ha sido demorada en el desarrollo, esta apartada de la personalidad consciente así como de la realidad objetiva, y sólo tiene permitido desplegarse en la fantasía o bien ha permanecido por entero en lo inconsciente, siendo entonces no consabida para la consciencia de la personalidad.
Es de todo normal que la investidura libidinal aprontada en la expectativa de alguien que esta parcialmente insatisfecho se vuelva hacia el médico.
La libido se ha internado en el camino de la regresión y reanima los imagos infantiles. Y bien, hasta allí surge la cura analítica, que quiere pillarla, volverla de nuevo asequible a la consciencia y por última ponerla al servicio de la realidad objetiva.
Toda vez que la investigación analítica tropieza con la libido retirada, no puede menos que estallar en un combate, todas las fuerzas que causaron la regresión de la libido se elevaran como unas resistencias al trabajo, para conservar ese nuevo estado.
Para liberarla es preciso ahora vencer esa atracción de lo inconsciente, cancelar la represión de las pulsiones inconscientes y de sus producciones.
Si se persigue un complejo patógeno desde su subrogación en lo consciente (llamativa como síntoma) hasta su raíz inconsciente, enseguida se entrará en una región donde la resistencia se hace valer con mucha nitidez.
En este punto, sobreviene la transferencia.
Si algo del material del complejo (su contenido) es apropiado para ser transferido sobre la persona del médico, esta transferencia se produce, da por resultado la ocurrencia inmediata y se anuncia mediante los inicios de una resistencia.
De esta experiencia inferimos que la idea transferencial ha irrumpido hasta la conciencia porque presta acatamiento también a la resistencia.
Siempre que uno se aproxima a un complejo patógeno, primero se adelanta hasta la conciencia la parte del complejo susceptible de ser transferida.
Estas constelaciones se van encaminando hacia una situación en que todos los conflictos tienen que libertarse en el terreno de la trasferencia.
El mecanismo de la transferencia se averigua reconduciéndolo al apronte de la libido que ha permanecido en posesión de imagos infantiles, pero el esclarecimiento de su papel en la cura, solo si uno penetra en sus vínculos con la resistencia.
Todos nuestros vínculos de sentimiento de empatia, amistad, confianza, similares que valorizamos en la vida, se enlazan genéticamente con la sexualidad y se han desarrollado por el debilitamiento de la meta sexual.
La transferencia sobre médico solo resulta apropiada como resistencia dentro de la cura cuando es una transferencia negativa o una positiva de mociones eróticas reprimidas.
Cuando nosotros cancelamos la resistencia haciéndola conciente, solo hacemos desarsirce de la persona del médico esos dos componentes del acto del sentimiento. En cuanto al otro componente susceptible de conciencia y no chocante subsiste y es el psicoanálisis al igual que otros métodos de tratamiento, el portador del éxito.
En las formas curables de psiconeurosis se encuentra junto a la transferencia tierna (la transferencia negativa) a menudo dirigida de manera simultánea sobre la misma persona
Bleuler, señala esto como ambivalencia.
Una ambivalencia así de los sentimientos parece ser normal hasta cierto punto, pero un grado más alto de ella es sin duda una marca particular de las personas neuróticas.
La ambivalencia de las orientaciones del sentimiento es lo que mejor nos explica la aptitud de los neuróticos para poner sus transferencias al servicio de las resistencias.
La lucha entre el médico y el paciente, entre el intelecto y la vida pulsional, entre el discernir y el querer actuar, se desenvuelve casi exclusivamente en torno de los fenómenos transferenciales.
Los fenómenos de la transferencia nos brindan el servicio de volver actuales y manifiestas las mociones de amor escondidas y olvidadas en los pacientes.
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