Nuestros pacientes llegan a consulta con fobias, inhibiciones, angustias, pánico, ansiedad generalizada, estados melancólicos.
El analista puede verse tentado a intentar eliminar de forma rápida los síntomas. Freud denominó a este propósito “furor curandis”: querer “curar” de forma apresurada al paciente, obtener “resultados maravillosos” y así finalizar el tratamiento.
Debemos pensar… ¿Qué sentido tienen los síntomas?
Freud nos enseña que los síntomas poseen un valor enorme para la subjetividad: si bien hacen sufrir, también una de sus funciones es aportar una solución a una problemática de la estructura psíquica, ocasionada en los tiempos tempranos de su constitución.
Entonces, el síntoma es un material precioso al que se debe dejar hablar y expresarse como única manera de entender para qué le sirve al sujeto y qué problemática de su estructura viene a remediar.
Los síntomas se necesitan para mantener el equilibrio psíquico y, si se quitan bruscamente, podrían desencadenar una crisis grave.
Por eso, resulta muy peligroso intentar eliminar los síntomas sin dar tiempo a la elaboración subjetiva, a que el propio sujeto encuentre otro recurso (menos sufriente) que acuda a ese lugar.
¡Importante!
El psicoanálisis plantea una terapéutica curativa: pero la obtiene por una vía diferente a la prisa que demanda la sociedad en la actualidad.
Tal como Fernando Ulloa lo expresa: “la única subversión que el psicoanálisis propone es que el sujeto asuma su propio deseo”.
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