De lo más patético (pathos) que pude escuchar últimamente, fue el relato de un señor de 47 años, preocupado por las acciones legales de su novia de Badoo, motivo por el cual él temía que su hijo quedara huérfano si a él lo arrestaban. Tamaña fue mi sorpresa al enterarme que “las acciones” de su novia consistían en una merecida perimetral que ella le puso y él sistemáticamente violaba… y que el hijo en cuestión era un perro. Gracias a Dios -digámoslo- era un perro.
Cuando escucho a alguien que trata a su perro como a su hijo, honestamente, no sé si me están jodiendo, si está alucinando o si se trata de algo más. Es una pregunta válida que sostengo en silencio y que no me apresuro a responder. Menos a confrontar al paciente. Es claro que ninguna de las personas que hablan de sus perrhijos (si, existe el neologismo) lo hace desde el síntoma o la pregunta. Si lo está diciendo como una joda, el interlocutor eventualmente lo sancionará como tal. Y si se trata de una psicosis alucinatoria de deseo, bueno: habrá que sostener y trabajar con ese delirio del perro como hijo, que también podría haber sido un leño.
Sin pensar en la amencia de Meynert, lo que observé en estas personas son dos cosas. Una, que tienen pronunciadas dificultades para establecer y sostener ciertos vínculos. La segunda, es que les hubiera gustado/les gustaría vivir esos vínculos (o lo que idealizaron de ellos) y quizá sus frutos, como un hijo. Entonces, suelo pensar al perrhijo como una estrategia para suplir el objeto que jamás llegó a la cita de aquel deseo. Es decir, el perro como hijo puede ser la curita del dolor de no haber podido tener hijos, ya sea por infertilidad, o por alguna otra razón.
También, a veces los animales son llamados como sucedáneos vinculares. A propósito del tema, escribe una usuaria en Twitter:
No sabéis el miedo que me da escuchar la frase "los perros son mejores que las personas". Mucha gente quiere a sus mascotas porque no implica ceder, ni tener que respetar al prójimo. Es una relación de amo-siervo y un amor tiránico, porque un perro no puede protestar.
René Käes propone que para que haya vínculo, debe haber una negatividad de obligación, algo que no debe emerger. Se trata del sacrificio de ciertas partes de uno mismo y del otro en aquello que debe ser objeto de la renuncia pulsional, de la represión de una representación, de un afecto, son necesarias para que se vuelva posible la vida en común, para que el vínculo se organice y mantenga unidos a sus elementos constitutivos. En pocas palabras, para que haya vínculo tienen que haber límites.
Los animales no solo no pueden protestar, sino que tampoco pueden hablar, ni desear, ni decidir. Los animales domésticos no demandan otra cosa que la satisfacción de sus necesidades. Al estar gobernados por el instinto, un conocimiento acerca del objeto de satisfacción, el animal no duda lo que tiene que hacer en su vida diaria. Ningún animal necesita de la ética para orientarse, de manera que no es mejor ni peor que las personas, porque no tienen que -ni pueden- elegir hacer otra cosa que lo que hacen.
Meterse en un vínculo siempre implica vérselas con el deseo, el amor, lo ajeno del otro y de uno mismo, lo incierto, el tropiezo, lo que no encaja, los pactos, los goces, y muchas cosas más que en el universo de los animales no existen. Habrá quien confunda el instinto de agruparse en manadas de un perro con el amor, cosa que el perro podría hacerlo con cualquiera o con otros perros.
Los sucedáneos vinculares pueden tomar la forma de animales, pero también máquinas y hasta aplicaciones con inteligencia artificial. Allí, casi ninguna satisfacción queda por fuera, pues no se trata de sujetos. La película “Hable con ella” tiene mucho de esta unión idílica.
Veamos el caso…
Benigno es un enfermero que cuida a Alicia una joven bailarina ha sufrido un accidente automovilístico debido al cual quedó en coma. La película nos sitúa a cuatro años de ese accidente, donde Benigno la cuida con esmero: le pone crema en las manos, le corta el pelo igual al corte que tenía “por si despierta”. Él le habla a ella sobre la cotidianeidad de su vida. El decodifica como ella se siente. Le muestra revistas, conversa con ella.
Por la película, sabemos que cuatro años él la había visto a ella bailar desde su ventana, que daba a la academia de baile situada frente a su casa. En un momento, aprovecha que a ella se le cayó la billetera para entablar una conversación con ella. A ella le gusta bailar y el cine mudo. Hasta entonces, él vivía con su madre, la cual falleció dos meses antes de que se conocieran.
Sabemos que Benigno se ocupó de su madre hasta su muerte, no moviéndose de su lado. Además de enfermería, él había aprendido a maquillar y a hacerle las uñas a su madre, calificada por Benigno como perezosa. No tiene relación con su padre. No ha tenido nunca relaciones sexuales.
El padre de Alicia, el dr. Roncero, es psiquiatra. Él pide una cita con él, para intentar ver a Alicia. Al salir de la consulta, se mete en su habitación y la encuentra saliendo de bañar. Al poco tiempo, Alicia sufre el accidente que la deja en coma. El padre decide contratar a Benigno como enfermero.
El dr. Roncero indaga sobre su orientación sexual, mientras él masajeaba los muslos de Alicia. Miente que es homosexual.
Sobre su experiencia con las mujeres, a la pregunta de Marco, Benigno dice “He vivido 20 años con una y 4 años con esta”. La primera mujer ha sido su madre.
En la clínica, se detecta que Alicia lleva dos semanas de retraso en su período menstrual. Benigno es separado de la guardia, él no sabe lo que le pasa. Le confiesa a Marcos su intención de casarse con Alicia, a lo que Marcos le responde que Alicia está en coma. Él responde que se lleva mejor que cualquier matrimonio. Marcos, conmovido, dice que Laura no puede decir con ninguna parte de su cuerpo “Si, quiero”.
A su vez, se abre una investigación a partir de que se descubre que Laura está embarazada. Benigno es culpado y echado de la empresa. Se lo manda a prisión acusado de haber violado a Alicia Romero. El bebé, sin embargo, nace muerto.
Meses después, Alicia despierta. Benigno jamás lo sabrá, pues él intenta suicidarse tomando pastillas.
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