En “Après nous le déluge”, Peter Sloterdijk diagnostica una ruptura de la transmisión en nuestras sociedades. El pasado está custodiado por otros, desde el psiquiatra hasta la “nube”, y el futuro parece paralizado, entre deudas y desastres.
“Al comienzo de los tiempos modernos, tras una paradójica inversión de los polos, las tendencias a huir del mundo se transformaron en una fuerza de sumisión al mundo. […] De hecho, los tiempos modernos han reemplazado la lógica de la reproducción con la ética de la optimización”.
Esta es la tesis defendida brillantemente por Peter Sloterdijk en su nuevo libro, After us the diluvio (edición Payot). Su título es la exclamación de Madame de Pompadour una tarde de 1757 cuando se enteró de la derrota del ejército francés contra las pequeñas tropas de Federico II de Prusia. Regente secreta de Francia, nacida como Poisson antes de convertirse en la favorita del rey, demostró con su ironía que en realidad era una hija del Siglo de las Luces.
Palabra profética, piensa Sloterdijk, que definiría nuestro tiempo. Durante mucho tiempo, la cultura se construyó sobre la deseada repetición del mundo antiguo. Cada generación fue fiel a la anterior, con cortes por supuesto, pero reverenciando la deuda que ellos, los herederos, habían contraído con quienes les habían transmitido vida y sentido.
Es en el cristianismo donde Sloterdijk ve el primer gran hiato de la tradición, siendo el mensaje cristiano: abandona todo, familia, convenciones, si quieres seguirme. Es el advenimiento de lo que construirá un cierto ideal occidental: la ruptura con el pasado y el mundo de los padres. Ruptura que examina ilustrando esta “existencia en el hiato” en un capítulo titulado “Hacia la caída libre” con fechas simbólicas de la historia, por ejemplo bajo el Terror, el 22 de enero de 1773, o este día de 1916 de la Revolución de Octubre.
El tono del ensayo es pesimista pero con una energía que incita al pensamiento y la acción. Llaman la atención las páginas donde Sloterdijk describe en 27 propuestas la escalada de promesas insostenibles que firman nuestro tiempo. Esta ruptura de la lógica de transmisión en el trabajo no es recuperada por un discurso conservador, al contrario. Resaltando el potlatch colectivo en el que habríamos entrado irreversiblemente, negándonos a ser herederos de un pasado que piensa el futuro, quisiéramos un mundo sin verticalidad ni suelo originario, indefinido e infinitamente plástico.
Esta crisis de herencia explica en gran medida la carrera hacia el abismo perpetuo de las finanzas internacionales. Las deudas nunca serán pagadas. Todo el mundo lo sabe pero los peces más grandes tienen que fingir que los pequeños tienen que cumplir algún día. Para no ser ellos mismos declarados insolventes: “Las viejas deudas sólo se trasladan a un mañana permanentemente paralizado por una cascada de nuevas deudas”.
En la clínica de un psicoanalista, ¿a qué correspondería este atraco del futuro sobre los fondos del pasado? La petición al terapeuta ha cambiado en los últimos años, no el ser humano, sino el tiempo y la forma en que nos influye, nuestros deseos, nuestros miedos. “No nos hagan volver al pasado, se quejan. Ya no lo queremos... Danos un futuro libre, no pesado, fluido, funcional, que se adapte al deseo, déjanos olvidar"... Memoria, hay lugares para eso: la “nube” es una dimensión que prescinde de tener que recordar y por tanto también actuar según lo que fue. Las fotos, las imágenes, los secretos se guardarán en otro lugar y por otros. Hoy ya no le pedimos al psicoanalista que nos acompañe en un esfuerzo, de pensar y de "cambiar de vida", pero muchas veces para no ser más que el puro receptáculo de nuestros recuerdos, nuestras quejas y nuestros miedos. “Otro esfuerzo por ser revolucionarios”, no como nos invitaba Sade, no… Más bien divertirse ante la catástrofe, abandonarse al fluir de promesas que no se cumplen, palabras sin consecuencias.
“Los tiempos modernos no son tanto los motivos de la autoafirmación y la autoconservación, […] sino el motivo de la autodispensación. […] En la modernidad poscristiana, ¿no es el hombre en primer lugar el ser que se sale de todo hablando y más aún el que imagina argumentos para hacerse inacusable? Tal afirmación me deja pensativo. Freud arma la culpa como una bomba de relojería en el fondo del asunto. El superyó acosa constantemente al ego para que someta sus impulsos al orden deseado (paterno y social). El psicoanálisis se sitúa entre la contrición y la autorización para gozar. El alivio de toda culpa que a menudo se le pide que permita ahora, ¿es parte de una casualidad, incluso de una negación frente al pasado y las demandas que pide cumplir para el futuro?
Este es el magistral diagnóstico de Peter Sloterdijk. “Al mismo tiempo que el orden simbólico en su conjunto, el lenguaje también se había hundido en el abismo de la ilegitimidad”, observa además. ¿Es obtener inmunidad general, hacer de la irresponsabilidad un derecho humano -inmaduro para la vida- la nueva conquista que una época le exige al psicoanálisis ya todas las instituciones que se supone que lo estructuran? Al querer prescindir del pasado, el presente perpetuo de nuestro mundo bien podría acabar privándonos de un futuro, es decir, de una esperanza.
Fuente: Anne Dufourmantelle (2016) "El hombre sin pasado no tiene futuro"
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