Las primeras entrevistas con el analista suelen ser casi como al estilo de un confesionario, por lo precipitado. Es como que el paciente se viene guardando mucho, así que cuando asiste, descarga. Muchas veces, el analista comete el error de escarbar eso y ponerse "buscar petróleo". A veces el paciente confiesa cosas que es mejor tomarlas en consideración y no trabajarlas inmediatamente, como es el caso de los abusos.
Para Lacan, no hay nada más parecido a la neurosis que una pre-psicosis. Helene Deutsch hace un trabajo magnífico de las personalidades "como si". Ya en el siglo XIX, Moreau de Tours hablaba de los sujetos exentos, que eran sujetos que no eran neuróticos pero tampoco psicóticos. Hay una clínica de borde que obliga al diagnóstico diferencial.
Por ejemplo, hay pacientes que aparecen con una presentación fóbica y de repente uno se da cuenta que no era una fobia, sino una manera de poner una interposición a su afectación, de manera que al ponerle antidepresivos estallaban en una manifestación delirante.
Caso: Un paciente de 65 años relata un abuso a los 10 años. Registra problemas con el juego. Dice que conoció a su primera mujer a los 12 años y desde ahí se registra una proliferación maníaca de mujeres. En su discurso se escucha un deseo de ser heterosexual, como si fuera un empuje. Aparece un semblante "soy heterosexual" recalcado muchas veces, al tiempo que rechazaba a la homosexualidad. Es decir, pasó 55 años de su vida bajo una lógica que no es la del automatón. De su padre, dice que él no funcionó como ideal y lo describe como muerto en vida.
En la clínica muchas veces se escuchan discursos sostenidos por una inercia dialéctica en algo que puede ser del orden de la realidad. Ahora, este caso no alcanzan los elementos para ser pensado como una psicosis. Pero si no podemos pensar tampoco en una estructura neurótica, ¿Qué podría ser? Una melancolía.
El tema de la melancolía fue tomada como psicosis para algunos, mientras que para otros se trata de una neurosis narcisista. Esta última posición es la de Freud.
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En el caso, hay una salida maníaca a esa melancolía: la proliferación de mujeres con las que andaba y el juego. ¿Podríamos pensarlo como una compulsión obsesiva? La diacronía de la vida de ese paciente dice que no. Lo capital para pensar este caso es la inscripción del nombre del padre, pero la identificación al padre muerto.
Dice Freud, en Panorama de las neurosis de transferencia:
76) El duelo por el padre primitivo surge de la identificación con él y ya hemos demostrado que dicha identificación es condición para el mecanismo de la melancolía.
En Kant con Sade, Lacan habla del dolor puro de existir de la melancolía:
El dolor puro de existir es una buena referencia, del que Pura Cancina hizo un libro. El eje del superyó también es válido para evaluar estos casos. Freud se pregunta por qué el neurótico puede resistir al autorreproche. Justamente, es la estructura del yo y del ideal del yo. En la melancolía, como no hay atravesamiento de la novela edípica, no hay ideal del yo ni yo ideal que intercepten al autorreproche. Por eso aparece la crudeza del relato en un sujeto que está en función de la existencia pura.
Por otro lado, el rasgo característico del melancólico es que la función del amor, cuando se produce, es un amor que lo cautiva. Cautiva de tal manera que si se pierde ese amor, el sujeto queda arrasado con eso que se pierde. Lo que el paciente del caso refiere de su sexualidad es un semblante, no lo presenta a la forma de una fantasía. Las mujeres aquí confirman que él es heterosexual. La función del objeto es en tanto ideal.
En estos pacientes, la transferencia que se esperan no es la analítica, sino la de trabajo: la conformación de un relato. El relato a veces sirve como un espejo que a al paciente le refleja algo que ha renegado, aunque sea ficticio. Se trata de una salida parafrénica, que sirve como forma de compensación para algunas psicosis.
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