viernes, 27 de enero de 2023

Clínica del duelo: impedido- patológico-imposible

RESUMEN: Tomando los desarrollos que Lacan realiza a partir del Seminario 6, El deseo y su interpretación (Lacan, 1958-1959) y el aporte fundamental del Seminario 10, La angustia (Lacan 1962-1963 podemos ubicar respecto del duelo: un primer tiempo, la renegación fálica, segundo el tiempo de la elaboración, los ritos, el Logos, y tercero el tiempo de la sustitución, el suplemento. Pero esos tiempos no siempre son llevados a buen término, dado que o bien puede resultar detenido, impedido de realización, o puede tener un carácter de detención que podríamos llamar crónico o patológico, presente en algunas neurosis graves, sin que por ello resulte en un duelo imposible, como podríamos adscribir a la melancolía. Situamos entonces tres modos en los que el duelo puede presentarse: Impedido, Patológico o Imposible.

En trabajos anteriores hemos situado la función subjetivante e instituyente del duelo ya que el objeto de duelo es efecto de un duelo anterior, estructural que constituye y configura el imperfecto aparato psíquico.

Nos avisa Freud que se necesita tiempo para ejecutar detalle por detalle la orden que procede del examen de realidad que exhorta acusar recibo de la ausencia del objeto amoroso; y cumplido ese trabajo, el yo ha liberado su libido del objeto perdido. Liberación que se da mediante la puesta en marcha del desasimiento y la desatadura.

Los tiempos entonces en que se cumple, el desasimiento libidinal, la desatadura del objeto y su sustitución podemos distinguirlos en tres, organizados de acuerdo a la posición del sujeto frente a la falta en ocasión de esa pérdida:

Tomando los desarrollos que Lacan realiza a partir del Seminario 6, El deseo y su interpretación (Lacan, 1958-1959) y el aporte fundamental del Seminario 10, La angustia (Lacan 1962-1963) respecto de la cuestión del objeto, podemos ubicar: un primer tiempo, la renegación fálica, segundo el tiempo de la elaboración, los ritos, el Logos, y tercero el tiempo de la sustitución, el suplemento.

Pero esos tiempos no siempre son llevados a buen término, dado que o bien puede resultar detenido, impedido de realización, o puede tener un carácter de detención que podríamos llamar crónico o patológico, presente en algunas neurosis graves, sin que por ello resulte en un duelo imposible como podríamos adscribir a la melancolía.

Entonces situamos tres modos en los que el duelo puede presentarse: Impedido, Patológico o Imposible.

El duelo impedido podemos formalizarlo si tenemos en cuenta justamente los tiempos en que el trabajo se lleva a cabo.

El primer tiempo, el de la renegación, podemos resumirlo en el enunciado “No puedo creer que esté muerto”.

En el texto del fetichismo Freud homologa el caso del varón que reniega de la falta de pene en la mujer, con dos niños que no reconocían la muerte del padre. De manera tal que tenemos dos aristas del duelo que están en relación, el duelo por el falo y también ese lugar central en Freud que es el duelo por el padre, dejemos mencionado que al abordar los textos que se refieren al duelo, Freud ya cuenta con Tótem y Tabú (Freud, 1913).

En el caso del duelo por el falo, podemos ubicar el duelo del niño en posición de ser el falo, en donde aparece la pregunta ¿puedes perderme? O sea su propia pérdida. Un punto de pérdida que instituye al sujeto como falta.

O lo que señala Freud del niño desapareciendo de su imagen en el espejo, en el fraseo infantil “bebe ooo”.

Podemos mencionar también el duelo por tener el falo en la declinación del complejo de Edipo. Ahí donde el niño tiene la tarea de habérselas con la castración, en el sentido del complejo de castración.

En el Seminario 6 (Lacan, 1958-1959) retoma esta tesis freudiana, y desarrolla el duelo por el falo, el registro en el que éste se juega y los efectos que se pondrán en marcha en general en todo duelo, bajo el modelo del duelo por el falo.

La teoría de la culminación del duelo como desasimiento libidinal y la posibilidad de encontrar un sustituto incluso mejor que el objeto perdido, se equipara a las consideraciones freudianas acerca de la sexualidad femenina, ya que al parecer nunca se acusa recibo de la falta de pene en la mujer porque ésta es sustituida gracias a las ecuaciones fálicas, de un modo renegatorio.

Así el duelo y la femineidad guardan la misma lógica de sustitución fálica.

El sujeto del duelo tiene que cumplir una tarea que en cierto modo sería la de consumar por segunda vez la perdida provocada por el accidente del destino del objeto amado. La función del duelo es subjetivar esa pérdida, es una reinscripción, un volver a pasar por ese tiempo de institución subjetiva, es un tiempo en que la castración vuelve a nosotros.

Freud ha hecho de la castración la vía de acceso al objeto del deseo y Lacan agrega que el objeto de deseo no se constituye en el fantasma sino sobre la base de un sacrificio, de un duelo, una privación del falo.

Retomando, es en este primer tiempo entonces que veremos aparecer los fenómenos del duelo que conectan con la dimensión del falo:

Lacan, emparenta a la renegación de los fenómenos del duelo con los fenómenos elementales de la psicosis sin serlo, dado que puede llegar a tener carácter alucinatorio.

Si bien es necesario distinguir el duelo de la angustia, en el tiempo en que aparecen los espectros en el trabajo del duelo podemos reconocer la emergencia de ese afecto, al modo de lo unheimlich freudiano, que conectan con el falo, el espectro fálico, el ghost de Hamlet, Lacan lo llama falofanías, neologismo entre fenómeno, falo y epifanía, lo que subsiste en la iluminación de un instante. En este tiempo la posición del sujeto es renegatoria de la falta en el campo de lo imaginario, bajo el mismo modo de la locura colectiva, como la creencia en los fantasmas. El falo que, si aparece no es sin velo. Tanto en lo que respecta a la dialéctica del “ser” como a la de “tener”.

En este tiempo entonces que la posición del sujeto es renegatoria de la falta, dimensión que se juega en el campo de lo imaginario, Lacan recorta de Freud que el duelo por el falo es una exigencia narcisista del sujeto.

Veamos en algunos fragmentos de la práctica los modos en que el duelo se detiene, se cronifica o tiene una imposibilidad en la estructura.

Aclaremos que obviamente no hace falta una pérdida de objeto fáctica para que se evidencie la posibilidad de que el trabajo del duelo se ponga en marcha o se vea dificultado o imposibilitado.

Una paciente relata que en su casa tiene la sensación de presencia de su padre, muerto hace varios años, como si estuviera como siempre, sentado en su sillón. En el transcurso del análisis se puso de manifiesto que dicha presencia era solidaria de una pregunta materna formulada de manera frecuente frente a la demora del retorno de su padre del trabajo, ¿cuándo llegará tu padre?, ¿dónde andará tu padre?

Preguntas retóricas imposibles de responder. Muerto el padre ya nadie hablaba de él ni una palabra, ni siquiera una foto. La falofanía expresión de un duelo detenido se puede pensar como una respuesta a una demanda materna gozosa, imposible de responder.

El segundo tiempo es el del Logos, la elaboración, que es el trabajo efectivo, trabajo de rememoración, el desasimiento de la libido pieza por pieza del objeto perdido, Ideal por Ideal coincide en esto Lacan con Freud, aunque para Freud implican desasimientos, Lacan se pregunta si no son formas de mantener un lazo con el que ya no está. Aparecen los efectos de devaluación del duelo, es el tiempo en que se evidencia el recogimiento, el empobrecimiento libidinal y podemos leer en Freud qué es lo que sucede con el deseo, ya que retoma la metáfora del deseo como capitalista, como lo hizo en La Interpretación de los sueños (Freud, 1900), pero en el duelo lo compara con un especulador que tiene el dinero inmovilizado. Dado que si el yo es requerido por una tarea psíquica particularmente gravosa, como un duelo, se empobrece tanto en su energía disponible que se ve obligado a limitar su gasto, como un especulador que tuviera inmovilizado su dinero en sus empresas.

El vínculo entonces que se trata de restaurar y mantener es con el objeto fundamental, el objeto oculto, el objeto a. Parafraseando a Lacan, llevamos luto y sentimos los efectos de devaluación del duelo, en la medida en que el objeto por el cual llevamos luto era, sin que lo supiéramos, lo que se había constituido, aquello que nosotros habíamos constituido como el soporte de nuestra castración.

Otra modalidad también renegatoria es hacer de “yo era su falta” falta moral. “Por mi culpa/falta”. Tiene la apariencia de no ser renegatoria por el carácter acusatorio, pero el neurótico tiende a cargar con la culpa/falta más fácilmente que con la falta/pérdida, lo cual lo lleva a la situación de desamparo, otra interpretación acerca de la inexistencia del Otro garante.

Una paciente presenta un estado de tristeza permanente. En su relato asegura que ella vino a ocupar el lugar de su hermano muerto, dicho de su madre que estaba de duelo permanente. Un duelo capturado por este tiempo del rito, el duelo por el hermano muerto era un estado permanente de situación. La paciente por un lado se identifica a ese duelo y por otro lado, no pudiendo estar a la altura y ocupar un lugar de yo ideal para la madre, el modo que encuentra de hacerse un lugar en el Otro, no es el de ser amada sino el de ser necesaria y eficiente, incluso bajo el modo que entiende masculino, de ser la que mantiene a su partenaire o sale adelante sola. Apenas comienza a trabajar y por más de 50 años entrega el sobre con su salario, primero a la madre, luego a los maridos, a sus hijos y así sucesivamente hasta que entra en crisis al no tener a quién entregarle su sobre, ya no es necesaria para nadie.

Su duelo por no haber sido amada por el Otro, se expresa en el “mejor no haber nacido” que Lacan recorta en Edipo en Colona. Un duelo que podemos calificar como patológico en el punto en que está suturado con el inestable aunque fijo fantasma de hacerse necesitar, que confirma y mantiene “la no haber sido nunca amada”.

Ahora bien, una cosa es decir que en el duelo hay un punto imposible, dado que todo el sistema significante no puede colmar ese agujero en lo real y otra cosa es decir que hay un duelo imposible, que es el caso de la melancolía.

El agujero en lo real provocado por la pérdida se encuentra en oposición a la Verwerfung, con su clásica definición: lo que es rechazado en lo simbólico reaparece en lo real.

Cuando Lacan conceptualiza la oposición entre la Verwerfung como agujero en lo simbólico versus el duelo como un agujero en lo real, no alude a un observable, la ausencia del objeto, sino topológicamente, el lugar donde se proyecta el significante faltante, el significante cuya ausencia vuelve al Otro impotente para dar una respuesta.

El objeto del duelo comparte con el objeto de deseo la condición estructural de encuentro imposible, lo que nos remite nuevamente a la cuestión del agujero en lo real.

En las lecciones del Seminario 6, El deseo y su interpretación (Lacan, 1958-1959) reflexiona acerca del duelo de Hamlet por Ofelia y pone en relación el duelo y el deseo y nos advierte no tomar rápidamente la categoría de lo imposible como patrimonio de la neurosis obsesiva.

Entonces no alcanza con el dato de estructura de la imposibilidad, es necesario que el sujeto acceda a ella, que construya el objeto ajustándose a esa falta de adecuación, esa falta de correspondencia, lo que equivale a la subjetivación de la misma. Un doble rizo que permita pasar cada vez por la marca de la imposibilidad.

Una paciente relata haber trabajado de prostituta, de “sereno” en un edificio, y otras actividades, indistintamente. Al decir de Hassoun, vivía pasiones devastadoras en un cuerpo que ya no deseaba, la deserotización imperaba en ella. Está de novia, pero se la pasa durmiendo, cuando hay una reunión, nunca está para la foto, no es una sustracción histérica de la escena, no hay luego de estos episodios ningún reclamo al otro, la alteridad no le concierne, como sí de diversa manera a la histérica o al paranoico, o la belle indifference, o la intriga histérica o la inocencia y persecución paranoica. No se trata de ello.

El otro no existe para ella como ella no existe para el otro, cercano al síndrome de Cotard en la que se llega a negar el propio cuerpo, un no existo radical, ni siquiera una demanda. La falta de fe en que algo pueda ser de otro modo, esa modalidad de fijeza no libidinal sino eternización, bajo la modalidad de mortificación del significante, da cuenta de la imposibilidad del duelo, no constituye un lugar de falta en el Otro, ella se retira de la fiesta a la siesta, y nadie la reclama para la foto, tampoco ella.

Tenemos recortados a partir de estos fragmentos tres modalidades del duelo, en el primer caso detenido en la falofanía, organizada a partir de una demanda de goce materno, en el segundo caso un duelo crónico o patológico, cuya modalidad aparece bajo la forma de no ser amada identificada a un duelo materno y al hijo muerto, y el tercero, una forma que refleja la imposibilidad del duelo ya que el sujeto parece no hacerle falta a otro a quién duelar, ni ser ella objeto del duelo del Otro, alguien que pueda perderla.

A partir de estos fragmentos podemos situar que para que el trabajo del duelo sea posible y ponga en marcha sus tiempos de resolución se requiere la condición de poder pasar nuevamente por la lógica de la castración, dado que es el tiempo en que la castración vuelve a nosotros y nos vemos como lo que somos, objeto a en relación al deseo del Otro.

BIBLIOGRAFÍA

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Lacan, J. (1958-1959) El Seminario, Libro 6. El deseo y su interpretación. Ed.Paidós

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Cita: Eisenberg, Estela Sonia (2015). Clínica del duelo: impedido-patológico- imposible. VII Congreso Internacional de Investigación y Práctica Profesional en Psicología XXII Jornadas de Investigación XI Encuentro de Investigadores en Psicología del MERCOSUR. Facultad de Psicología - Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires.

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