El trastorno de personalidad antisocial (TPA) es uno de los trastornos más dramáticos y se caracteriza por un historial de incumplimiento de normas sociales.
El Dr. Hare los describió en 1993 como “depredadores sociales que encantan, manipulan y se abren camino sin piedad a lo largo de la vida, dejando un amplio rastro de corazones rotos, expectativas hechas trizas y billeteras vacías. Carente de consciencia y empatía, toman en forma egoísta lo que desean y hacen lo que se les place, violando las normas y expectativas de la sociedad sin el más mínimo sentimiento de culpa o remordimiento”.
No muestran arrepentimiento o preocupación por los efectos de sus actos. Son deshonestos, impulsivos. Tienen dificultades para velar por su propia seguridad y la de los demás. Incapacidad para planear su futuro.
El abuso de sustancias es común: se calcula que el 83 % de las personas con trastorno de personalidad antisocial.
Los individuos con trastorno de personalidad antisocial, en general, provienen de hogares con una disciplina paterna inconsistente.
Patterson en 1982 realizó estudios con niños agresivos que podrían desarrollar un T.P.A.. Patterson descubrió que los padres a menudo cedían ante los problemas manifestados por sus hijos. En algún momento, este intercambio se convierte en algo tan aversivo que el padre deja de intervenir y se retira, terminando la pelea. Ceder ante esos problemas, a corto plazo, tiene resultados beneficiosos tanto para el padre (se re-establece la calma en la casa) como para el hijo (que obtiene lo que desea), pero tiene otros problemas.
El niño ha aprendido a seguir peleando y a no ceder y el padre aprende que la única forma de ganar es retirar todas las exigencias. Este proceso familiar de menor implicación paterna ayuda a mantener los comportamientos agresivos.
Tratamiento
Estos individuos pocas veces identifican la propia necesidad de tratamiento, incluso suelen ser manipuladores con sus terapeutas. Suelen utilizar los espacios terapéuticos para obtener algún tipo de beneficio judicial, con la pareja, etc.
Es importante identificar a los niños de alto riesgo de manera de que inicien un tratamiento antes de que lleguen a la edad adulta.
La estrategia más común es el entrenamiento o preparación de los padres, enseñándoles a reconocer los problemas de conducta tempranos y puedan motivar conductas prosociales.
La prevención desde edades tempranas es el mejor método para este tipo de problemáticas.
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