viernes, 27 de noviembre de 2020

Diccionario de psicoanálisis. ¿Qué es la letra?

Para comprender el concepto de letra, debemos comenzar sabiendo que tanto en francés como en inglés, el término correspondiente significa las dos cosas: letra y carta. En el sentido de carácter o en el de misiva la letra es a la vez el soporte material del significante y lo que se distingue de él como lo real se distingue de lo simbólico.

Aunque la letra y la escritura no devienen términos psicoanalíticos sino con Lacan, ya existen en Freud numerosas referencias a la escritura, desde el Proyecto de psicología ( 1895) y las cartas [lettres] a Fliess hasta el texto titulado Nota sobre la «pizarra mágica» ( 1924).

La pizarra mágica ilustra la oposición entre el sistema percepción-conciencia y el inconciente. De un lado tenemos la hoja de celuloide, siempre dispuesta a recibir nuevas inscripciones o percepciones, y del otro la pizarra de cera, que guarda indefinidamente todas las huellas escritas, es decir, todas las huellas mnémicas. Esta utilización metafórica de la escritura no prejuzga en nada sobre el papel de la escritura concreta en el funcionamiento psíquico tal como Freud lo pone en evidencia. En primer lugar, en los mecanismos del sueño, que compara de buen grado con el rebus o la escritura egipcia, la imagen tiene valor de significante y no de significación. Si bien el jeroglífico es un dibujo simplificado, no está para representar allí por ejemplo un buitre o un instrumento agrícola. El dibujo es de hecho utilizado por su valor de letra, porque el nombre del objeto representado participa fonéticamente en la composición de un significante que no tiene nada que ver con un pájaro. Del mismo modo, en un sueño, [la imagen de] un águila se podrá leer como una liga. Si bien no se trata de la escritura alfabética usual, se trata de una escritura fonemática, ciertamente privada y fuertemente dependiente de la lengua del soñante. En ocasiones, el sueño no se priva de usar la escritura común, como en el sueño del Hombre de las Ratas, donde las letras «p, O> (para condolencias) [en el texto de Freud, en francés:pour condoléanced], se trasforman mientras escribe en <<p, t» (para felicitar) [ibid., pour féliciter].

En lo concerniente al lapsus calami, en el nivel de la interpretación Freud no lo distingue del lapsus linguae. Sin embargo, hay ejemplos que interesan específicamente a la escritura y no al fonema. Hay que concluir de ello que el inconciente sabe leer [afirmación de Lacan en el Seminario XX, 1972-73, «Aún»]. Numerosos ejemplos clínicos lo demuestran. En el Hombre de los Lobos, la letra V o W juega un papel central. Freud la encuentra en la V del reloj que marca la hora de la escena primaria, en la apertura de las piernas de las muchachas, en el batir de las alas de la mariposa o en las alas arrancadas de la avispa (Wespe), que el Hombre de los Lobos pronuncia «espe», castrándola de su W para encontrar allí las iniciales de su nombre, S. P., arriesgándose a verla resurgir en los lobos (Woife), a los que debe su sobrenombre. 

En el Hombre de las Ratas, Freud, como el Saussure de los anagramas, descompone la fórmula conjuratoria Glejisamen, que debía proteger a su bien-en Gisela y Samen (semen), donde la fusión de las letras realiza lo que estaba evitando.

Melanie Klein, partiendo de los análisis de niños, descubre tras las faltas de ortografia innumerables fantasmas sobre las letras, por ejemplo la imagen fálica vinculada a la letra i o a la cifra 1. Formula la hipótesis de que la escritura pictográfica, fundamento de nuestra escritura, volvería a encontrarse en los fantasmas inconcientes de cada uno. Esto ilustra la vertiente imaginaria de la letra.

LA CARTA ROBADA [lettre = carta/letra]. 
Para Lacan, el significante está en esencia soportado por la voz y se modula en la palabra. Si en La instancia de la letra en el inconciente ( 195 7; Escritos, 1966) Lacan se apoya en la letra y la escritura del algoritmo saussureano S / s, es para mostrar que en el significante hay una estructura localizada, la del fonema entendido como unidad diferencial. Esta estructura localizada de la palabra estaba predestinada a colarse en los caracteres de la escritura, y la escritura, como veremos, esperaba por su lado ser fonetizada. Por ejemplo, cuando Lacan, releyendo a Freud, dice que el sueño se aborda a la letra, precisa que entiende la estructura fonemática como estructura literante.

En el «Seminario sobre "La carta robada"» (1955; Escritos. 1966), Lacan se apoya en el cuento de Edgar Poe [«The purloined letter»] para demostrar el poder del significante. La letra es el sujeto verdadero del cuento y, sin que su contenido sea revelado nunca, regula las evoluciones de todos los personajes; la expresión «estar en posesión de una carta [letra]» revela entonces ser admirablemente ambigua. La letra escapa a la investigación minuciosa de la policía, cuyo error consiste en tomarla como un objeto de la realidad, una basura según el juego de palabras joyceano: a letter /a litter. En lo real, en efecto, nada está escondido; lo que está escondido es del orden de lo simbólico, como lo muestra el ejemplo del libro perdido
aunque presente en la biblioteca, simplemente porque no está en su sitio alfabético. es decir, simbólico. Esta carta/letra pone en cuestión el orden simbólico. la ley que el rey encarna; pero, de hecho, también lo constituye puesto que este orden se basa en la exclusión de una letra. Esto basta para situar la letra como objeto a y, más precisamente, como el falo mismo. En su Introducción al «Seminario sobre "La carta robada"» (Escritos), Lacan presenta la construcción formal de una cadena significante elemental. Esta cadena de letras da cuenta del automatismo de repetición freudiano, de la sobredeterminación simbólica en tanto se distingue de lo real y de la existencia de una represión primaria que funda la ley.

LETRA, RASGO UNARIO y NOMBRE PROPIO. 
Hay en Lacan una teoría de la génesis de la escritura, expuesta en el seminario La identificación (1961-62). La escritura no es primaria, es el producto del lenguaje, pero la escritura esperaba ser fonetizada. Así, las marcas distintivas sobre las cerámicas egipcias se volvieron signos de escritura. Lacan establece el lazo entre el einziger Zug, el «rasgo unario» freudiano, es decir, una de las tres formas de la identificación, la identificación con uno de los rasgos del objeto, y esta génesis de la escritura. En el pretendido ideograma [véase en dibujo], el rasgo es <<lo que resta de lo figurativo que es borrado, reprimido, rechazado». El rasgo retiene algo del objeto. su unidad, que hace uno.

Este resto por lo tanto es del orden del rasgo unario y puede desempeñar el papel de marca entrando en relación con la emisión vocal.

Por ejemplo, el carácter que en sumerio se dice <<an» y designa al cielo o dios es una representación deformada de un astro tomada por los acadios, que dicen cielo y dios de otra manera; tanto más funcionará este carácter entonces por su valor fonético «an». La toma en préstamo de un material de escritura a un pueblo extranjero favorece el proceso de fonetización. El nombre propio juega entonces un papel esencial. A causa de su afinidad con la marca, el nombre propio se conserva de una lengua a otra y permite descifrar una escritura desconocida. Hay un lazo privilegiado entre el nombre propio, el sujeto y el rasgo unario. El sujeto se nombra, y esta nominación equivale a la lectura del rasgo uno, pero enseguida se coagula en ese significante uno y se eclipsa, de tal manera que el sujeto se designa por el borramiento de este trazo, como una tachadura [rature, término que en francés se asocia fácilmente con rater: errar el blanco, verbo muy usado y popular, y con la división del sujeto por la barra -sujeto tachado-]. El corte a la vez simple y doble de la banda de Moebius le da a esto su soporte topológico.

LO REAL DE LA LETRA
En Lituraterre (1971), Lacan, tomando sin duda como interlocutor a Derrida, insiste en decir que la escritura no es de ningún modo primaria. La letra «haría de litoral entre goce y saber». Lacan sitúa así el significante del lado de lo simbólico y la escritura del lado de lo real; «es el surco del torrente del significado ... », es decir, de lo imaginario; la letra es una precipitación del significante. Hay en esta precipitación de la escritura una oposición entre la no identidad consigo del significante y la identidad consigo de la letra, un movimiento del sentido al sinsentido. Existe en el saber del inconciente un agujero que hace incompleto el goce, y Lacan uliliza la letra a para marcar la frontera de ese agujero. El sinsentido radical de la letra obedece a lo real. La letra, distinta del significante, es susceptible de marcar su límite, la intrusión del objeto a como radicalmente otro.

LA LETRA y EL INCONCIENTE
La escritura no es primaria, es el significanante el que es primero y el que condiciona el inconciente y, por lo lanto, la función de la letra. Hay que distinguir por una parte el río del del lenguaje. el significante y la estructura gramatical que participa del sentido, y, por otra parte, los aluviones que se depositan, el lnconciente, lugar de las representaciones de cosa, puro encadenamiento literal, al fin de cuentas, sinsentido radical que funciona fracias a la exclusión de la letra. El análisis es una lectura, las producciones del inconciente se prestan a esta lectura y el psicoanalista lee de una manera distinta en lo que dice el analizante con cierta intención. Por supuesto, esta lectura es equívoca con la ortografia. Pero esto supone entonces una escritura en el inconciente.

En cuanto al síntoma, «si puede ser leído, es porque ya está inscrito en un proceso de escritura», dice Lacan en «El psicoanálisis y su enseñanza» (1957; Escritos). Lo que es importante en un síntoma no es la significación «Sino su relación con una estructura significante que lo determina». Después definirá el síntoma como lo que no cesa de escribirse. El síntoma es una verdadera función matemática donde la letra inconciente hace oficio de argumento. El análisis es una lectura de este inconciente textual e insensato, una lectura que por lo tanto hace equívoco con la ortografía y que, por las cesuras que introduce, hace sentido hasta el extremo de descubrir su sinsentido radical. Esta dialéctica de la escritura y la lectura ha sido explotada por Lacan hasta en los títulos de sus seminarios: Les non-dupes errent o L'insu que sait de l'une bévue s'aile a mourre, que pueden leerse de múltiples maneras [por ejemplo, el primero: los no engañados yerran, o los nombres del padre; el segundo: lo no sabido que sabe de la equivocación «Se alea» (es el alero, el aleteo, el aleas) de la morra, o lo no sabido que sabe del Unbewuβt (inconciente) es el amor]. Del mismo modo, la escritura de los maternas intenta tocar un real de estructura y se ofrece a múltiples lecturas.

LA ESCRITURA NODAL
Con el nudo borromeo, en sus últimos seminarios, Lacan introduce una lectura nueva, precisamente la de los nudos, lo que invierte el sentido de la escritura. En efecto, el nudo borromeo es una verdadera escritura primaria, no una precipitación del significante sino un soporte del significante, puesto que lo simbólico viene a engancharse allí. Así, Lacan analiza la obra de Joyce, su escritura, como la reparación de un error en la escritura de su nudo borromeo.

Fuente: Chemama, Roland (1996) "Diccionario de Psicoanálisis" -. Amorrortu editores. p. 251 - 254

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