jueves, 17 de septiembre de 2020

Culpa obsesiva y culpa melancólica, ¿Cuál es su diferencia?


En la melancolía, el yo ocupa el lugar del objeto y el yo es el objeto de la libido. Al ocupar el yo el lugar del ojbeto, se describe a sí mismo como si fuera el objeto, se trata a sí mismo como si fuera el objeto, pero no ha adquirido ninguna característica del objeto. De ahí la expresión :"La sombra del objeto cae sobre el yo". Es decir, el yo no es como el objeto, pero habla de sí mismo como si lo fuera. Por eso, los autorreproches del melancólico son formas de reproches al objeto. O de otro modo mas rebuscado, para unos pero más claro para otros: el melancólico habla del objeto en primera persona. 

El melancólico no admite defensa. En el melancólico, la culpa no tiene ninguna resistencia de parte del yo, que la abraza totalmente y rechaza a todo aquel que lo quiere defender. Como si buscara que castigaran a un enemigo. Y es que el melancólico habla del enemigo en primera persona, y cuando habla mal de él es que está hablando del enemigo. El melancólico no adquirió las características del enemigo, sólo se trata a si mismo como si fuera el enemigo.y por eso trata de mantener el castigo. 


El obsesivo, en su martirio interminable, se acusa y se defiende y piden testigos de su inocencia. La culpa obsesiva, retorna como formaciones reactivas contra la culpa: es decir, hacer todo lo contrario con el objeto: cuidarlo, protegerlo, darle todo lo que necesita, apañarlo, etc. defenderlo...bancarlo... 


Otra diferencia que se entiende por como explicamos antes a la culpa obsesiva y la melancólica: el obsesivo siente la culpa conscientemente pero se defiende de ella acudiendo a testigos. El yo del melancólico está de acuerdo con la culpa, está totalmente entregado a ella y no se defiendo y rechaza todo intento de alivio de ese autoreproche. 

En la histeria, la culpa es inconsciente, sufre la misma represión que el deseo que la provoca. En el obsesivo la culpa es consciente pero se defiende de ella y busca testigos y certificados de buena conducta para respaldar su defensa. Por supuesto que esos testigos y certificados por más que lo respalden totalmente no eliminan el reproche, especialmente porque el reproche tiene bases ciertas: el obsesivo se ha dado gustos hostiles en la infancia, formas regresivas de la sexualidad, que impiden que desaparezca la culpa cuando la disculpa es actual. Por otro lado la culpa obsesiva tiene dos raíces: es culpa porque es cruel, y es culpa porque es sexual. 

Karl Abraham demostró que la personalidad de los maníacodepresivos en sus períodos libres se asemejan a las neurosis obsesiva. Se observa muy frecuentemente combinaciones de depresiones y obsesiones y en ambos el dinero juega un papel significativo. En el melancólico acepta totalmente el reproche, en el maníaco niega la importancia del yo y del objeto dañados, y en obsesivo se mantiene el reproche martirizante al mismo tiempo que se defiende de él.


El rastreo y la diferenciación entre las culpas es fundamental en la práctica clínica. 

Al obsesivo no se le debe desmentir su culpa, él tiene razón. Esta se debe a una acción agresiva, pero no actual, sino sexual e infantil. La culpa del obsesivo no debe ser eliminada, sino que debe buscarse su razón de ser.

Si interpretamos al melancólico la culpa a la manera obsesiva, incrementaremos el sentimiento de culpa. Si interpretamos al obsesivo la culpa a la manera melancólica, separamos el sadismo de la sexualidad.

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