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Continuando con el abordaje psicopatológico freudiano, seguiremos con la neurosis: histeria, fobia y neurosis obsesiva. En Freud, estas neurosis están fundamentalmente propuestas a través de casos clínicos. La estructura explícita hay que extraerla de esos casos clínicos. Todo lo que veremos hoy está en la escritura freudiana, aunque Freud no haya sido un ordenador de su propia teoría. Este fue uno de los principales problemas del psicoanálisis.
A las tres grandes neurosis que han quedado ordenadas, podríamos agregarle neurosis de angustia. Hoy empezaremos con la más conocida y la que inaugura el psicoanálisis: la neurosis histérica.
Las tres neurosis tienen fijación al Complejo de Edipo, con predominancia al C. de E. heterosexual, pero sabemos que siempre el complejo es hétero y homosexual, o sea, que siempre hay cierta complicación o ciertos elementos de una fijación al complejo de Edipo homosexual. Un conflicto típico de la neurosis es cierto conflicto hetero u homosexual. Este conflicto no se da de la misma manera en las tres. En la neurosis obsesiva este conflicto es mucho más intenso.
Además de estar fijadas al complejo de Edipo y a sus fallas en su naufragio, podemos decir que en las tres neurosis el Edipo ha naufragado. Esto quiere decir que se sobreinviste el complejo de Edipo y se constituye el yo de realidad definitivo con constitución de superyó. Es decir, son estructuras patológicas que han tenido ciertas fallas por la fijaciones, pero que han logrado la estructuración del aparato psíquico. Tienen una cantidad indeseable de fijaciones a los complejos de Edipo y castración.
Estas fijaciones, a su vez, en cada neurosis presentan una combinatoria particular de otra fijación. En la neurosis hustérica, esta combinatoria es una fijación oral combinada con las fijaciones al complejo de Edipo. Se sabe que hay varones histéricos, pero tradicionalmente es una neurosis que se ha visto mucho más en las mujeres. En Freud, el caso célebre es Dora.
La neurosis histérica sigue bastante bien la problemática del Edipo femenino. El Edipo femenino, que es distinto del masculino, tiene un drama principal, que es la separación de la madre por motivos diferentes a como se separa de la madre el varón. Tan mal se ha hablado del complejo de castración en Freud, que no se ha entendido que el valor del pene para Freud es que es el significante de la posibilidad de acceso de retorno a la madre. Según lo que la nena sufre hacia los 5 años, es la toma de conciencia de que lo que la madre desea del padre es lo que ella no tiene. Por lo tanto, pierde toda esperanza de acceder alguna vez a un sustituto simbólico de la madre. Esto es un extrañamiento total del objeto madre que no sufre el varón, que cuando naufraga el complejo de Edipo recibe el premio consuelo de que alguna vez va a recibir un sustituto simbólico de la madre.
La niña pasa al padre después de un duelo muy grande y una rabia muy acentuada por la pérdida radical de la madre. En este sentido, el padre -aunque es querido- es una investidura segunda respecto a la pérdida y el duelo que se hace por la madre. Si este es el complejo femenino, en el caso de las histerias es lo que pasa con Dora.
Hay una fijación oral (Freud señala que Dora era una chupeteadora). La fijación oral va a grabar esta llegada a este momento en el que se tiene que desprender de la madre y este desprendimiento lo hará compensándolo con una reivindicación narcisista que Freud dice que es una reivindicación fálica con la que pasa al padre. Es decir, pasa al padre en la espectativa de que le dé primero el falo. El padre, por supuesto, no se lo da y la segunda reivindicación es "dame un bebé", que tampoco se lo da. Freud dice que en esta esperanza, tanto de falo como de bebé, las mujeres se quedan pegadas mucho más tiempo al padre de lo que dura el Edipo masculino, que sale por terror al padre. Este es el duelo normal, ¿Pero qué pasa en la histeria?
Si la mujer es histérica, viene con la demanda oral que tiñe el duelo por la pérdida de la madre y pasa al padre, intensificando la reivindicación narcisista, la histeria va a transformar esa demanda de falo y de bebé en "nombrame la número 1 de la belleza". Esta es una versión más entendible de lo que los psicoanalistas han dicho sobre la histérica que se propone como falo. La histeria sale del complejo con cierta patología, que es la de esperar que los hombres la consideren la única deseable. La histérica se propone a cada uno pidiéndole que le diga la número uno, la más bella. Un ejemplo es la madre de Blancanieves, pidiéndole al Espejo.
¿Quién puede satisfacer ese pedido? Se trata de un pedido imposible, pero es el pedido que la histérica hace y se propone. Por supuesto que va a fallar, entonces vengativamente castra y frustra al hombre que a su vez la ha frsutrado a ella: nadie la nombra falo, la número uno del deseo. Las histéricas van frustrando el deseo del otro y frsutrándose ellas mismas. Ella se inviste a sí misma fálicamente y esta es la reivindicación que hace a las trempranas fallas en el narcisismo. La histérica lleva una herida en la primera herida de la madre, que es la pérdida de la teta y que después determina y agrava el complejo de Edipo.
La mujer, más allá de la histeria, sale más lentamente del Edipo y es más doloroso dejar la relación con la madre. Lo que no se elabora del complejo de Edipo es la bronca con la madre y un duelo que no ha sido elaborado del todo. Dirige su reivindicación fálica hacia el padre, que si respeta la ley del incesto, la defraudará.
La mujer histérica no ha superado completamente el complejo de Edipo: sale de él con un síntoma. La esposa de Hugo Bleichmar tiene un libro muy interesante que se llama El feminismo de la histeria, donde dice que la histérica se reivindica a través de la belleza. En la mujer hay un dolor muy grande en la entrada al complejo de Edipo y después la angustia ante la frustración y a perder el amor del objeto. Esto lo va superando, porque la pérdida más grande de amor es a la entrada, cuando pasa de la madre al padre. Mientras el varón sale del complejo de Edipo por temor a la castración, la mujer entra porque se siente castrada.
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