viernes, 22 de agosto de 2025

El sujeto en el retorno a Freud: efecto del lenguaje y descentramiento

Al situar la preexistencia del lenguaje como marco epistémico del “Retorno a Freud”, se abre necesariamente la cuestión del estatuto del sujeto. ¿Por qué? Porque el modo de abordarlo —a partir del tríptico división, evanescencia y suposición— implica que el lenguaje antecede al sujeto, y que éste no es origen sino efecto.

Aunque Lacan no incluye al sujeto entre sus cuatro conceptos fundamentales, lo coloca en el centro de su lectura de Freud. Se trata de un término ausente en la obra freudiana, pero que Lacan extrae a través de una operación de lectura de su letra. Es, por tanto, una construcción conceptual en torno a un término esquivo.

La clave se encuentra en la discrepancia entre dos fórmulas freudianas de la cura: “hacer consciente lo inconsciente” y Was es war, soll Ich werden. Es precisamente en el Ich de esta última sentencia donde Lacan ubica la función del sujeto, más allá de la literalidad idiomática. Allí se delimita al sujeto como un lugar y una función vinculados a un advenir.

Con este giro, la cuestión del sujeto se inscribe en la discusión que Lacan sostiene con el psicoanálisis de su tiempo: si el retorno pasa por revalorizar el campo del lenguaje y la función de la palabra, entonces la noción de sujeto no puede quedar fuera de ese marco.

Desde temprano, Lacan plantea que el sujeto está marcado por la división, lo que lo hace solidario de un descentramiento. Esto lo diferencia radicalmente de la ilusión del yo como centro de síntesis y unidad. En ese descentramiento se juega también la correlación entre sujeto y deseo: el deseo es aquello que descoloca al sujeto, lo inquieta y lo mantiene fuera de eje.

El “Incidente Freud” y la centralidad de lo simbólico

El llamado “incidente” Freud —si puede nombrarse así el efecto de conmoción que produjo— puso en primer plano la eficacia simbólica. De allí que Lacan haya elegido como pilares de su “Retorno a Freud” un tríptico fundamental: La interpretación de los sueños, El chiste y su relación con lo inconsciente y Psicopatología de la vida cotidiana. Estos textos muestran que el inconsciente se inscribe en un entramado simbólico legible, mientras que el efecto de sentido resulta un aspecto secundario.

Lo que Lacan denuncia en el contexto psicoanalítico de su tiempo es que ese valor de la eficacia simbólica había quedado opacado. La crítica central apunta a que el campo se había desplazado hacia lo imaginario, privilegiando sus taponamientos en detrimento de la potencia del significante.

El “Retorno a Freud” se define, entonces, como la recuperación del resorte simbólico en la manifestación del inconsciente, entendido éste como aquello que se hace presente en la palabra, en su discontinuidad.

Avanzando por esta senda freudiana, aunque con desarrollos propios, Lacan señala que en cierto punto emerge un obstáculo para la cura. Allí aparecen las resistencias —no sólo las imaginarias que dependen del analista— y la reacción terapéutica negativa. Dicho obstáculo se despliega, en última instancia, en el campo de la transferencia.

Esta dimensión inercial del hablante se revela en los límites de lo que la palabra puede articular, especialmente en sus bordes. Y es precisamente allí donde Lacan sitúa la originalidad freudiana: el recurso a la letra. En el rebus, en esa escritura que organiza al texto inconsciente, se localizan los puntos de fijación que marcan los lugares en los que el inconsciente se inscribe y puede ser leído.

jueves, 21 de agosto de 2025

El eterno retorno

 ¿Qué pasaría si un día o una noche un demonio se desliza furtivo en tu más solitaria soledad y te dijera: "Esta vida, tal como la vives ahora y tal como la has vivido, la tendrás que vivir una vez más e incontables veces más; y no habrá nada nuevo en ella, sino que cada dolor, cada placer, cada pensamiento, suspiro y todo lo indeciblemente pequeño y grande de tu vida tendrá que retornar a ti y todo en la misma serie y en la misma sucesión- e igualmente esta araña y este claro de luna entre los árboles, e igualmente este instante y yo mismo. El eterno reloj de la arena de la existencia será girado siempre de nuevo- y tú con él, mota de polvo del polvo" [...] ¿Cómo tendrías que quererte a ti y a la vida para no pretender nada más que esta confirmación última, que este último sello?"

-La Gaya ciencia- Friedrich Nietzsche.

La idea del Eterno Retorno, se refiere a un concepto circular de la historia o los acontecimientos. La historia no sería lineal, sino cíclica. Una vez que se cumplan este ciclo de hechos, estos volverán a ocurrir con otras circunstancias, pero básicamente siendo los mismos.
El eterno retorno, es una concepción filosófica del tiempo postulada en forma escrita por primera vez en Occidente por el estoicismo que planteaba una repetición del mundo en donde este se extingue para volver a crearse. Bajo esta concepción, el mundo era vuelto a su origen por medio de una conflagración donde todo ardía en fuego. Una vez quemado, se reconstruye para que los mismos actos ocurrieran una vez más en él. Para la filosofía oriental, la existencia sigue siendo un hecho cíclico, en donde cada acto, cada instante y acontecimiento se repetirán eternamente.
En el "eterno retorno" como en una visión circular del tiempo, los acontecimientos siguen reglas de causalidad (Causa y efecto), A diferencia de Nietzsche, que él plantea que no sólo los acontecimientos son los que se repiten, sino también los pensamientos, sentimientos e ideas, vez tras vez, en una repetición infinita e incansable.
Numerosos escritores han tocado el tema del Eterno Retorno. Borges (uno de mis favoritos) por ejemplo usa la idea del eterno retorno como tema para algunos de sus cuentos. Asimismo le dedicó dos noticias asombrosas, en las que exploró los precedentes (y algunas variaciones) de esa visión ("La doctrina de los ciclos" y "El tiempo circular", en Historia de la eternidad ).
Herman Hesse en su libro Siddhartha hace uso de este concepto cuando su protagonista, quien lleva el mismo nombre de la obra, mira cómo la historia de desobediencia y sufrimiento que vivieron él y su padre respectivamente se repite entre él y su hijo.
El uróboros, es una serpiente que se está comiendo la cola y a su vez de cola que come, es un símbolo que muestra a una serpiente o dragón engullendo su propia cola y formando un círculo con su cuerpo. Simboliza el esfuerzo eterno, la lucha eterna o el esfuerzo inútil de las cosas, el eterno retorno y otros conceptos que vuelven a comenzar a pesar de las acciones para impedirlo.

El diagnóstico de estructura ¿Etiqueta u orienta la cura?

1) El diagnóstico de estructura se construye escuchando los decires del paciente

Lejos de hacer un listado de “signos patológicos” de tal o cual trastorno, desde el psicoanálisis se entiende que sólo el sujeto puede decir lo que no marcha para él, lo que lo detiene en el sufrimiento (aunque ignore la causa).

2) El diagnóstico de estructura define el tipo de intervenciones del analista

. La estructura neurótica está representada por las formaciones del inconsciente (inhibición, síntoma y angustia), siendo la intervención tipo la interpretación.

. La estructura psicótica se manifiesta por un simbólico desanudado. Las construcciones son las que promueven mayormente el anudamiento de esa subjetividad.

3) Tomar al diagnóstico como una deducción en suspenso

Como analistas debemos estar abiertos y atentos a lo novedoso que pueda surgir en las entrevistas preliminares, de acuerdo al despliegue de su palabra y de nuestras propias intervenciones

¿Cómo distinguir entre neurosis y psicosis?

Realizar un diagnóstico de estructura en psicoanálisis puede ser una tarea compleja. Por eso te compartimos algunos conocimientos a tener en cuenta sobre la distinción entre neurosis y psicosis.

Distinción entre neurosis y psicosis

. El mecanismo psíquico constitutivo de la neurosis es: la represión (Verdrángung)

. El mecanismo psíquico constitutivo de la psicosis es: el rechazo/forclusión (Verwerfung)

Neurosis:

¿Qué es la represión?
Es el mecanismo psíquico de la estructura neurótica. Actúa apartando al sujeto de una representación inconciliable, que es discordante con su yo. El afecto no se reprime, hallando una satisfacción sustitutiva en el síntoma (retorno de lo reprimido).

Indicadores clínicos de la represión (neurosis):
En la estructura neurótica, cuando se produce la represión de una moción pulsional inaceptable para el yo, el sujeto neurótico se refugia en satisfacer dicha pulsión a través de su fantasía, su fantasma. Dicho fantasma conserva la realidad de forma distorsionada y sustitutiva.

El sujeto neurótico en tratamiento:
. Puede historizar y metaforizar su presente
. Puede otorgar un saber al analista
. Puede hacer uso de palabras corrientes y compartidas

Psicosis:

¿Qué es el rechazo/forclusión?
Es el mecanismo psíquico de la estructura psicótica. Consiste en un rechazo del significante de la ley (Nombre del Padre) a nivel del registro de lo simbólico (inconsciente). Dicho significante retorna, entonces, desde el registro de lo real.

Indicadores clínicos del rechazo/forclusión (psicosis):
En la estructura psicótica, como consecuencia del rechazo del significante primordial (de la ley), se pierde contacto con la realidad y se intenta sustituirla a través de delirios y/o alucinaciones.

El sujeto psicótico en tratamiento:
- Manifestará perturbaciones en el lenguaje
- No podrá formular ni comprender metáforas
- Presentará un déficit en el control de las pulsiones
- Expresará afirmaciones fundadas en certezas, sin registro de la duda


martes, 19 de agosto de 2025

Freud y el corte epistémico: de la interpretación al discurso

Freud es uno de esos autores cuya obra conmueve los cimientos epistémicos de su tiempo, instaurando un nuevo horizonte. En julio de 1964, Michel Foucault sitúa el alcance de este corte al interrogarse por las “técnicas de la interpretación”. Con ello no solo plantea la cuestión de cómo se interpreta, sino también si existe algo más allá de las interpretaciones mismas. Se trata de una pregunta sobre la naturaleza de los hechos, retomada por Lacan bajo la fórmula de “la necesidad de discurso”, y que en Foucault abre el trabajo sobre el campo de la hermenéutica.

El psicoanálisis es, indudablemente, una experiencia clínica que se ocupa del sufrimiento humano. Pero también conlleva una perspectiva epistémica anudada a las condiciones simbólicas e históricas de su surgimiento. Freud, a quien Foucault ubica junto a Marx y Nietzsche, no agrega un nuevo sentido a los problemas ya existentes; más bien, transforma el modo en que el signo mismo debe leerse.

Así, allí donde la psiquiatría prefreudiana entendía el signo como producto de un proceso biológico, Freud introduce una torsión decisiva: lee en el síntoma —y no en el signo— las huellas de un conflicto ignorado por el sujeto. De este modo instituye un nuevo campo discursivo y clínico que hasta entonces no existía.

Este gesto inaugural resulta decisivo para comprender la posterior enseñanza de Jacques Lacan. No se trata aquí de su figura personal, sino de la transmisión de su pensamiento: Lacan se sostiene sobre el corte freudiano para radicalizar las consecuencias de un abordaje distinto del sujeto.

El acontecimiento Freud y la subversión del Otro

El planteo freudiano inaugura un modo inédito de lectura del signo: el síntoma deja de ser una mera manifestación clínica para testimoniar de Otra cosa. Desde allí, el acceso al inconsciente sólo es posible a través de la interpretación. En este sentido, las formaciones del inconsciente —incluyendo o no al síntoma, según se discuta— son ya interpretaciones de lo real del inconsciente.

Esto le permite a Freud delimitar, más allá del determinismo inconsciente y su eficacia, un punto de impasse: lo irreductible, lo no simbolizable.

En el capítulo 19 del Seminario 3, titulado “Freud en el siglo” —conferencia en homenaje al centenario del nacimiento de Freud en 1956—, Lacan subraya que el acontecimiento Freud excede toda referencia cronológica. Ese acontecimiento marca una ruptura fundamental: la conmoción de las bases simbólicas del Otro.

El Otro, concebido históricamente como el lugar donde se reúnen los signos y las creencias de una época, sostenía el semblante desde sus distintas encarnaciones. Con Freud, en cambio, el Otro se reduce a un puro lugar, despojado de imaginaciones y encarnaduras. El inconsciente se presenta entonces como ese Otro escenario, radicalmente distinto al sujeto mismo, un espacio topológico imposible de someter a la geometría euclidiana.

En este sentido, Freud anticipa —mucho antes de su tiempo— la lógica de lo virtual. Al transformar la causalidad en el campo del padecimiento humano, su obra produce una subversión que trastoca el punto de apoyo desde el cual abordar al sujeto y su sufrimiento.

El “Incidente Freud” y el Retorno al Eje Simbólico

El “incidente” Freud, si puede llamarse así por la conmoción que introduce, coloca en primer plano la eficacia simbólica. No es casual que los tres textos que sirven de sostén al “Retorno a Freud” propuesto por Lacan sean La interpretación de los sueños, El chiste y su relación con lo inconsciente y Psicopatología de la vida cotidiana. En ellos se evidencia un entramado simbólico en el cual el inconsciente se ofrece a la lectura, quedando el efecto de sentido en un lugar secundario.

Lacan advierte, sin embargo, que en el medio psicoanalítico de su época este punto había quedado relegado. Su principal crítica se dirige al abandono del valor de la eficacia simbólica en favor de lo imaginario y de los tapones que éste provee. El “Retorno a Freud” consistirá, entonces, en restituir al resorte simbólico el lugar central en la manifestación del inconsciente, entendiendo que éste se revela en la palabra y bajo la forma de la discontinuidad.

Recorriendo la senda freudiana, aunque con desarrollos propios, Lacan muestra cómo a partir de dicha eficacia simbólica se llega a un límite: un “algo” que aparece como obstáculo en la cura. Se trata de fenómenos que abarcan desde las resistencias —no sólo las imaginarias, que quedan a cargo del analista— hasta la reacción terapéutica negativa. El obstáculo, en definitiva, se juega en el campo de la transferencia.

Este punto inercial del hablante surge allí donde la palabra encuentra sus bordes, sus imposibles. Es precisamente en ese borde donde Lacan ubica la originalidad freudiana: el recurso a la letra. En el rebus, en la escritura que configura el texto inconsciente, se hallan los puntos inerciales que permiten delimitar los modos en que el inconsciente se fija y se lee.

La nominación como operación de escritura

Que la nominación se sostenga en letras que diferencian lo simbólico de lo imaginario y de lo real, implica enlazar la letra —concepto complejo y extensamente trabajado— con la operación misma de dar nombre. De allí surge una espiral lógica: el síntoma, función de la letra en el inconsciente, se revela como uno de los Nombres del Padre.

Esta operación de nombrar no equivale a describir un objeto ya existente, como ocurre en el relato bíblico de la creación, donde se pretende encubrir que aquello nombrado ya estaba previamente nombrado. Nombrar, en el sentido que aquí interesa, se apoya más bien en la dimensión del concepto (Begriff, en alemán), que Freud tematizó en diversas oportunidades. Begriff no designa un simple acto de elaboración intelectual, sino que configura una forma de escritura. Recordemos que en Los cuatro conceptos fundamentales… Lacan se pregunta por su naturaleza y no vacila en situarlo del lado de lo que se escribe.

El falo condensa con particular fuerza lo que está en juego: en tanto concepto, un real le ex-siste, y a partir de ello se desprende una cierta modalidad de pensar el goce; al mismo tiempo, el falo da consistencia a ese goce.

El término inglés naming resulta útil para situar el alcance de esta operación: se trata de nombrar, no de comunicar. La nominación horada lo real a través de lo simbólico, pero siempre requiere del sostén imaginario como consistencia.

De ahí que Lacan recupere el realismo nominalista de la controversia medieval, pues subraya el efecto de un decir que introduce un menos, efecto que se representa en lo imaginario. Es allí donde Lacan puede ubicar la función paterna: dar nombre, un decir en acto, el Padre en su función de S1.

Más allá del Padre: la nominación en el cruce de RSI

Una vez establecida la distinción entre lo serial, lo modal y lo nodal —un recorrido que a Lacan le tomó décadas— se abre la posibilidad de precisar la diferencia entre el inconsciente como suposición y el inconsciente como ex-sistencia. Esta diferencia se vincula estrechamente con la pregunta por aquello de real que hay en el inconsciente, es decir, lo que a él le ex-siste.

Considerar a lo Real, lo Simbólico y lo Imaginario como categorías implica introducir entre ellos una medida común, de modo que ninguno queda jerárquicamente por encima del otro. Lacan subraya que se trata de letras, y en tanto tales habilitan a pensarlas como modalidades de la nominación. Entre este seminario y Le sinthome explora, al menos, tres posibilidades.

Ex-sistencia corresponde al agujero propio de lo real; consistencia al del imaginario; e insistencia al del simbólico. Pero también podemos pensarlo en paralelo con otro tríptico freudiano: inhibición, síntoma y angustia. Lacan enlaza ambos conjuntos y sostiene que RSI son los Nombres del Padre, aunque la misma afirmación podría hacerse de inhibición-síntoma-angustia.

La pregunta crucial sigue siendo la función del cuarto. Lacan la rastrea en Freud, en la realidad psíquica y en la referencia edípica, y apuesta a que ese cuarto término permita a la nominación dar un paso más allá. Con ello abre un margen característico de la praxis analítica: servirse del Padre para atravesarlo, ir más allá de él.

Tal vez sea este mismo movimiento el que lo conduzca, ya en el Seminario 23, a plantear otras dos vías posibles de la nominación: el coloreado o una cuarta consistencia. Su inclinación, sin embargo, apunta hacia esta última, pues lo decisivo en estas modalidades es el estatuto de la diferencia que trazan.