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miércoles, 19 de noviembre de 2025
Del cálculo modal al nudo borromeo: la lógica nodal inaugurada en el Seminario 21
Topología, estructura y lógica nodal: ¿por qué Lacan no abandona la estructura?
La topología, tomada como estructura, no es un adorno formal, sino el recurso que le permite a Lacan dar un acceso concebible a lo real, en tanto lo demuestra escribiendo su fallo dentro mismo del encadenamiento.
martes, 18 de noviembre de 2025
El corte, la interpretación y la topología: un hacer que desplaza al saber
La topología lacaniana no constituye una teoría en sentido estricto; es antes que nada una manipulación, más cercana a un hacer que a una elucubración. Esta diferencia pone en acto dos modos divergentes de abordar el saber: no es lo mismo tratarlo desde lo que puede articularse conceptualmente que desde la práctica de una operación.
Desde esta perspectiva se vuelve posible situar el corte como operación y, al mismo tiempo, establecer la distancia entre el corte que funda la estructura —condición inaugural— y aquellos cortes que la modifican. Es importante destacar la diferencia entre el singular del primero y el plural del segundo: mientras que el primero compromete el momento fundante, los segundos ponen en juego el valor de la interpretación como operación de corte.
De este modo, asistimos a una reelaboración de la estructura: tanto la estructura que sostiene al hablante en su posición de sujeto, como la estructura misma de la interpretación —apofántica, gramatical y lógica. ¿Por qué no también topológica?
Esta reconsideración de la interpretación forma parte de la indagación lacaniana en búsqueda de un recurso que permita salir de las ficciones de la mundanidad. Lo mencionaba a propósito de la pregunta por cómo ir más allá de la metáfora. Las ficciones de la mundanidad constituyen el campo del ensueño fantasmático; se oponen a la vía del despertar, delineada casi desde el inicio de su enseñanza. La oposición puede retomarse en los términos del Seminario 17: entre la verdad y su impotencia, por un lado, y la potencia que proviene de lo imposible, por el otro. Se trata de orientarse hacia lo real que queda velado por los mitos que lo suplen.
Sin embargo, pensar ese “detrás” induce una ilusión, porque supone volumen, interioridad, profundidad. La topología viene justamente a romper con ese imaginario: sustrae la idea de un adentro y un afuera, desarma la lógica de la profundidad y, con ello, hace posible una lectura no atrapada en la metáfora espacial. Por eso, incluso después de haber trabajado con el encadenamiento tridimensional de la cuerda, Lacan plantea como condición un aplanamiento: sin esa operación, la lectura topológica no deviene efectiva.
Decir, nudo y topología: hacia una nominación más allá de la metáfora
En Modos lógicos del amor de transferencia, Diana Rabinovich destaca la articulación entre lo modal y lo nodal en el inconsciente. Allí señala una convergencia, aunque sin borrar lo asintótico: aquello que persiste como lo que no cesa de no escribirse.
En ese punto se juega tanto lo que ciñe como la falla del anudamiento. Si consideramos la distancia entre decir y dicho, podemos afirmar que el decir —como corte— funda, mientras que el dicho ciñe. Al dicho, el decir le ex-siste; sin esa ex-sistencia, no sería posible calibrar la función del dicho. Se trata de un corte cerrado, de ahí su capacidad de ajuste. Esto permite sostener que no hay sujeto sin lazo: el horizonte de esta afirmación es el planteo lacaniano según el cual el nudo llega a funcionar como soporte del sujeto, especialmente cuando el Otro, supuesto garante, pierde su consistencia.
A partir de la diferencia entre decir y dicho se desprende otra: no toda nominación comporta lo que en La lógica del fantasma se denomina “un sujeto de derecho”. El Seminario 21 lo formula con precisión: existe una nominación real, ligada a ese momento en que el lenguaje “escupe letras”; y existe otra, la nominación simbólica, que introduce el modo lógico y, con él, el síntoma.
La referencia topológica pertinente es la del cross-cap, con la a-esfericidad de su superficie y con el recorte que introduce el hecho de que, en esa estructura, el todo queda “hurtado”. Servirse de esta figura permite abordar una cuestión fundamental: ¿cómo salir de la metáfora?
Si la estructura implica lo real y lo anuda a los otros registros —más allá de su carácter ex-sistente—, entonces es necesario trascender la metáfora, que no alcanza a lo real. De allí la afirmación de Rabinovich: “se hace necesaria una topología”, una topología que permita pensar la estructura sin reducirla a un modelo y que abra la vía para leer lo real en su especificidad, allí donde la metáfora ya no opera.
El goce del síntoma
1. ¿Qué entiende el psicoanálisis por “Goce”?
J. Lacan retoma de S. Freud consideraciones teórico-clínicas fundamentales para elaborar el concepto de “Goce” en su inseparable repercusión sobre la Práctica clínica:- El Síntoma tiene una cara puramente resistencial porque insiste en permanecer a pesar del sufrimiento que le produce al sujeto.
- El síntoma le otorga al sujeto una “satisfacción” más allá del Principio del Placer.
- La satisfacción que el síntoma otorga es para la conciencia del sujeto totalmente desconocida. Desde el plano consciente esa “satisfacción” es vivenciada con un profundo dis-placer.
- Esa satisfacción paradojal contenida en el síntoma es denominada por J. Lacan: “Otra Satisfacción”, “Goce”.
3. Dos Vertientes del Síntoma en Transferencia: Inconsciente y Real
- La Vertiente Inconsciente: Consiste en la cara del síntoma como inconsciente reprimido (Inconsciente Simbólico). Desde esta perspectiva el sujeto lo puede expresar a través de la Asociación Libre, cuya materia es la palabra. La forma de Intervenir del analista en esta vertiente es interpretar y localizar el deseo del sujeto que se haya reprimido. Mientras que al sujeto le cabe ahora la tarea de elaborar ese deseo -hasta aquí desconocido- y obrar frente a él con libertad y responsabilidad subjetiva.
- La Vertiente Real: Consiste en la cara del síntoma como inconsciente no reprimido (Inconsciente Real). Está por fuera del campo de la palabra. Se manifiesta en actos, en el cuerpo y/o en pensamientos del sujeto, atravesados por las Pulsiones que actúan de manera directa, absoluta y sin ley, a la manera de repeticiones compulsivas y/o traumáticas. La forma de Intervenir del analista en esta vertiente es a través del Manejo de la Transferencia, entendida como las intervenciones que provocan un stop en el circuito de la repetición mortífera. El sujeto que ha sido afectado tendrá así la posibilidad -en tanto se haga responsable- de construir su deseo y su consiguiente acto.
5. La Posición del Analista: El Manejo de la Transferencia según J. Lacan
La modalidad de dichas intervenciones posee una definida orientación que es la de introducir un corte en la repetición compulsiva (Goce del Síntoma) que posibilite una transformación en la posición del sujeto en su vida.
La función del analista se sostiene -más que nunca- al hacerse soporte de las condiciones que permitan la emergencia del deseo del sujeto, condición necesaria para que esa mejoría subjetiva sea posible.
7. Ejemplos prácticos de las Intervenciones Performativas
- Un silencio estratégico frente a un decir novedoso que el paciente no advierte por estar concentrado en contarnos, una y otra vez, los detalles de ese padecimiento que no cesa.
- Un acto inesperado por parte del analista como puede ser recoger en silencio los papelitos -envoltorios de caramelos- que el paciente reiteradamente desparrama sobre el suelo del consultorio. Un acto orientado a poner en escena el Goce del Síntoma del paciente, que compulsivamente se repite en su vida: hacerse rechazar por sus consecutivas transgresiones.
*Subversión del sujeto.
Fundamentos, política y formación: el retorno lacaniano como crítica institucional
La discusión que se inaugura formalmente en 1953 —aunque sus antecedentes se remontan algunos años antes— se sostiene, al menos, en dos coordenadas principales. Por un lado, se trata de un debate acerca de los conceptos del psicoanálisis; por otro, pone en juego una perspectiva política en el sentido específico en que dicho campo se estructura dentro del psicoanálisis. En términos generales, podría decirse que la historia del psicoanálisis es también la historia de sus instituciones, puesto que estas se edifican según una cierta manera de leer —o dejar de leer— sus fundamentos.
Lacan denuncia allí un proceso de burocratización que, más que un mero problema administrativo, encubre un estancamiento del saber. Se presuponen verdades incuestionables y se delimitan zonas que no deben ni pueden ser interrogadas. El desplazamiento consiste entonces en abandonar el trabajo sobre los fundamentos para reemplazarlo por un panegírico del psicoanálisis.
En contraposición a esta tendencia, la posición de Lacan consiste en un retorno a los fundamentos, movimiento que retoma en 1964. Ese retorno apunta a reubicar el costado subversivo del descubrimiento freudiano, sin omitir la interrogación de los impasses que pueden leerse en la obra de Freud: lo femenino, la función paterna, el falo, la sexualidad, entre otros.
Un aspecto novedoso de este planteo es que, al articular las dos coordenadas antes mencionadas, Lacan puede afirmar que un analista dirige la cura según el concepto que tiene de los conceptos. Es decir, que su acción dice más que sus enunciados; es su práctica, y no su declamación, la que revela su posición.
Este punto es decisivo, ya que lo que se pone en discusión es la estructura misma de la formación analítica. Desde Freud, el análisis personal del analista constituye el eje principal de dicha formación. ¿Qué consecuencias conlleva, entonces, elegir un analista por razones ajenas a la transferencia? La pregunta cuestiona directamente el ejercicio de un poder institucional representado, por ejemplo, en la existencia de listas predeterminadas y exclusivas.
En algún lugar —que ahora no logro precisar— Lacan afirma que, en última instancia, los desvíos en el psicoanálisis no son sino efectos de un problema en la transferencia con Freud. Este señalamiento, lejos de ser anecdótico, reintroduce el corazón del debate: la formación del analista no se dirime en la burocracia, sino en la relación viva con los fundamentos del psicoanálisis.
El no-todo y la operación topológica del decir fundante
El corte que se instala como correlato del decir fundante implica una tramitación lógica, al mismo tiempo que anticipa un horizonte topológico. Ese horizonte, en la etapa de enseñanza en la que Lacan lo sitúa, se expresa de manera particularmente elocuente en la figura del cross-cap.
En los últimos días mencioné varias veces la operación por la cual el decir fundante produce el no-todo. La pregunta que se abre es entonces: ¿cómo abordar esta operación desde la topología?
Podría plantearse así: ese no-todo, que señala un límite en el funcionamiento de la Bedeutung en tanto sentido, hace aparecer sus efectos allí donde un hombre se “thombrea” y una mujer se “paranotododea”. En ese punto proliferan los neologismos, porque vienen a indicar un uso del lenguaje que desborda la orientación semántica tradicional.
El marco que proporcionan las coordenadas de la sexuación, tal como Lacan las formula, muestra la distancia que establece respecto del Edipo freudiano. Podríamos decirlo de forma clara: no es lo mismo que algo falte a que simplemente no haya. El pasaje hacia lo nodal se vuelve entonces necesario para la práctica analítica, justamente porque compromete al cuerpo.
El lapsus propio de la cadena borromea escribe ese No-hay, señalando el punto donde no se establece relación, lazo o anudamiento. El No-hay se convierte así en un nombre de lo héteros en Lacan. Ese héteros delimita el campo del no-todo, que se formula proposicionalmente como “no-toda” y, en el registro modal, como lo contingente.