miércoles, 19 de noviembre de 2025

Del cálculo modal al nudo borromeo: la lógica nodal inaugurada en el Seminario 21

El Seminario 21 ocupa un lugar decisivo en la construcción de una lógica nodal, porque es allí donde Lacan establece, por primera vez con precisión, las condiciones formales que definen a un anudamiento como borromeo.
Aunque estas elaboraciones seguirán afinándose en los seminarios posteriores —RSI y El sinthome—, el punto de partida conceptual y formal se encuentra en este año de trabajo.
Por eso es pertinente trazar una serie que marca el pasaje de lo modal a lo nodal: Aún, L’Étourdit y el Seminario 21.

Entre las clases dictadas entre diciembre de 1973 y febrero de 1974, Lacan consigue formalizar la estructura borromea del anudamiento.
Elabora primero la condición mínima: tres consistencias.
Un nudo es borromeo cuando cortar cualquiera de sus anillos implica la disolución total del conjunto.
Este criterio —tan simple como radical— le permite distinguir el nudo borromeo del nudo olímpico, cuya estructura no responde a esa condición.
El aporte no es geométrico sino lógico: la función del nudo no depende de su forma sino de las condiciones de enlace.

Esta propiedad borromea —que podríamos caracterizar como una condición de necesidad lógica— le permite a Lacan verificar la equivalencia estricta de los tres registros.
Real, Simbólico e Imaginario ya no pueden pensarse como elementos jerarquizados: ningún registro funda a los otros ni resulta primordial.
De este modo Lacan rompe definitivamente con la lógica de la serialidad que, en tiempos anteriores, atribuía una primacía estructural a lo simbólico.

La definición borromea del anudamiento justifica también el recurso a la noción aristotélica de categoría: R, S e I aparecen como tres modos heterogéneos del decir, irreductibles entre sí pero inexorablemente enlazados.
La equivalencia categorial no borra la diferencia, pero sí subraya que la estructura depende del modo de enlace, no del contenido de cada consistencia.

Desde este punto puede entenderse por qué conviene hablar de lógica del nudo.
No importa cuántos anillos haya sino cómo se anudan. De allí surge una de las preguntas que orientan este período del trabajo de Lacan: ¿cuántas consistencias pueden anudarse borromeanamente sin perder esa condición?

Esta cuestión abre la vía hacia el pasaje de la cadena a la trenza, desplazamiento que se plasma en el mismo título del seminario: Les non-dupes errentLa trenza introduce una formalización que permite pensar extensiones del borromeo sin perder la referencia al punto crucial: la manera en que un nudo puede hacer existir un real.

Topología, estructura y lógica nodal: ¿por qué Lacan no abandona la estructura?

Si retomamos nuevamente este punto es porque suele prestarse a confusión: la topología lacaniana no es metáfora ni analogía, y por lo tanto no sustituye a la estructura, sino que la redefine desde otro planoCon esto se disipa la lectura que supone que, en los últimos seminarios, Lacan habría abandonado la noción de estructura para privilegiar únicamente la letra.

En realidad, la estructura que Lacan propone a esta altura solo puede pensarse como retroacción del orden de la cadena significante —es decir, del modo en que el lenguaje, al encadenarse, se escribe. Esta definición, que ya se perfila desde La identificación, implica una reformulación del campo del lenguaje, donde la estructura no depende del orden serial de los significantes, sino de la orientación del encadenamiento.

Dicho de otro modo: en el punto en que la castración se inscribe en la estructura del lenguaje, lo serial se vuelve insuficienteEl discurso aparece entonces como una suplencia, una forma que intenta responder al lapsus estructural propio de la cadena.

En clave topológica, eso lapsado es lo a-esférico, lo que no puede cerrarse en un volumen pleno. Por eso, entre L’Etourdit y RSI, Lacan oscila entre una topología de superficies y una topología nodal, analizando cuál de ellas da mejor cuenta de aquello que falla en el encadenamiento.

¿Por qué es necesario elevar la topología al nivel de la estructura?
Porque solo una estructura topológica permite conectar el corte primordial con las vueltas dichas, es decir, con la repetición que hace posible la modificación estructural. No hay análisis —ni cambio— sin repetición.

La topología, tomada como estructura, no es un adorno formal, sino el recurso que le permite a Lacan dar un acceso concebible a lo real, en tanto lo demuestra escribiendo su fallo dentro mismo del encadenamiento.

Por esa razón, Lacan forja finalmente una lógica nodal: un modo de pensar sostenido en el anudamiento borromeo. Lo que está en juego es encontrar una formalización que permita operar sobre un borde, es decir, anudar la ex-sistencia a los otros registros sin anular su carácter de ex-sistente.
En suma, se trata de demostrar lo real, y para ello la topología deviene la forma misma de la estructura.

martes, 18 de noviembre de 2025

El corte, la interpretación y la topología: un hacer que desplaza al saber

La topología lacaniana no constituye una teoría en sentido estricto; es antes que nada una manipulación, más cercana a un hacer que a una elucubración. Esta diferencia pone en acto dos modos divergentes de abordar el saber: no es lo mismo tratarlo desde lo que puede articularse conceptualmente que desde la práctica de una operación.

Desde esta perspectiva se vuelve posible situar el corte como operación y, al mismo tiempo, establecer la distancia entre el corte que funda la estructura —condición inaugural— y aquellos cortes que la modifican. Es importante destacar la diferencia entre el singular del primero y el plural del segundo: mientras que el primero compromete el momento fundante, los segundos ponen en juego el valor de la interpretación como operación de corte.

De este modo, asistimos a una reelaboración de la estructura: tanto la estructura que sostiene al hablante en su posición de sujeto, como la estructura misma de la interpretación —apofántica, gramatical y lógica. ¿Por qué no también topológica?

Esta reconsideración de la interpretación forma parte de la indagación lacaniana en búsqueda de un recurso que permita salir de las ficciones de la mundanidad. Lo mencionaba a propósito de la pregunta por cómo ir más allá de la metáfora. Las ficciones de la mundanidad constituyen el campo del ensueño fantasmático; se oponen a la vía del despertar, delineada casi desde el inicio de su enseñanza. La oposición puede retomarse en los términos del Seminario 17: entre la verdad y su impotencia, por un lado, y la potencia que proviene de lo imposible, por el otro. Se trata de orientarse hacia lo real que queda velado por los mitos que lo suplen.

Sin embargo, pensar ese “detrás” induce una ilusión, porque supone volumen, interioridad, profundidad. La topología viene justamente a romper con ese imaginario: sustrae la idea de un adentro y un afuera, desarma la lógica de la profundidad y, con ello, hace posible una lectura no atrapada en la metáfora espacial. Por eso, incluso después de haber trabajado con el encadenamiento tridimensional de la cuerda, Lacan plantea como condición un aplanamiento: sin esa operación, la lectura topológica no deviene efectiva.

Decir, nudo y topología: hacia una nominación más allá de la metáfora

En Modos lógicos del amor de transferencia, Diana Rabinovich destaca la articulación entre lo modal y lo nodal en el inconsciente. Allí señala una convergencia, aunque sin borrar lo asintótico: aquello que persiste como lo que no cesa de no escribirse.

En ese punto se juega tanto lo que ciñe como la falla del anudamiento. Si consideramos la distancia entre decir y dicho, podemos afirmar que el decir —como corte— funda, mientras que el dicho ciñe. Al dicho, el decir le ex-siste; sin esa ex-sistencia, no sería posible calibrar la función del dicho. Se trata de un corte cerrado, de ahí su capacidad de ajuste. Esto permite sostener que no hay sujeto sin lazo: el horizonte de esta afirmación es el planteo lacaniano según el cual el nudo llega a funcionar como soporte del sujeto, especialmente cuando el Otro, supuesto garante, pierde su consistencia.

A partir de la diferencia entre decir y dicho se desprende otra: no toda nominación comporta lo que en La lógica del fantasma se denomina “un sujeto de derecho”. El Seminario 21 lo formula con precisión: existe una nominación real, ligada a ese momento en que el lenguaje “escupe letras”; y existe otra, la nominación simbólica, que introduce el modo lógico y, con él, el síntoma.

La referencia topológica pertinente es la del cross-cap, con la a-esfericidad de su superficie y con el recorte que introduce el hecho de que, en esa estructura, el todo queda “hurtado”. Servirse de esta figura permite abordar una cuestión fundamental: ¿cómo salir de la metáfora?

Si la estructura implica lo real y lo anuda a los otros registros —más allá de su carácter ex-sistente—, entonces es necesario trascender la metáfora, que no alcanza a lo real. De allí la afirmación de Rabinovich: “se hace necesaria una topología”, una topología que permita pensar la estructura sin reducirla a un modelo y que abra la vía para leer lo real en su especificidad, allí donde la metáfora ya no opera.

El goce del síntoma

 1. ¿Qué entiende el psicoanálisis por “Goce”?

 J. Lacan retoma de S. Freud consideraciones teórico-clínicas fundamentales para elaborar el concepto de “Goce” en su inseparable repercusión sobre la Práctica clínica: 
  • El Síntoma tiene una cara puramente resistencial porque insiste en permanecer a pesar del sufrimiento que le produce al sujeto. 
  • El síntoma le otorga al sujeto una “satisfacción” más allá del Principio del Placer. 
  • La satisfacción que el síntoma otorga es para la conciencia del sujeto totalmente desconocida. Desde el plano consciente esa “satisfacción” es vivenciada con un profundo dis-placer. 
  • Esa satisfacción paradojal contenida en el síntoma es denominada por J. Lacan: “Otra Satisfacción”, “Goce”. 
2. Un Ejemplo Clínico freudiana  del Goce del Síntoma.
 
Cuando Ernst Lanzer -denominado por S. Freud el “Hombre de las Ratas”- le relata su enorme padecimiento que consistía en su temor obsesivo, repetitivo y altamente tormentoso de que tanto su padre como su amada sufrirían el “Tormento de las Ratas”, S. Freud realiza una enorme observancia clínica: “en el curso del relato advertí que el paciente experimentaba un placer que él mismo no reconocía, mezcla de horror y fascinación.” 

3. Dos Vertientes del Síntoma en Transferencia: Inconsciente y Real
  • La Vertiente Inconsciente: Consiste en la cara del síntoma como inconsciente reprimido (Inconsciente Simbólico). Desde esta perspectiva el sujeto lo puede expresar a través de la Asociación Libre, cuya materia es la palabra. La forma de Intervenir del analista en esta vertiente es interpretar y localizar el deseo del sujeto que se haya reprimido. Mientras que al sujeto le cabe ahora la tarea de elaborar ese deseo -hasta aquí desconocido- y obrar frente a él con libertad y responsabilidad subjetiva. 
  • La Vertiente Real: Consiste en la cara del síntoma como inconsciente no reprimido (Inconsciente Real). Está por fuera del campo de la palabra. Se manifiesta en actos, en el cuerpo y/o en pensamientos del sujeto, atravesados por las Pulsiones que actúan de manera directa, absoluta y sin ley, a la manera de repeticiones compulsivas y/o traumáticas. La forma de Intervenir del analista en esta vertiente es a través del Manejo de la Transferencia, entendida como las intervenciones que provocan un stop en el circuito de la repetición mortífera. El sujeto que ha sido afectado tendrá así la posibilidad -en tanto se haga responsable- de construir su deseo y su consiguiente acto. 
4. La forma de Intervenir con la Vertiente Real del Síntoma: El Manejo de la Transferencia.
 
Continuamos con el Ejemplo Clínico freudiano 
 
Cuando el “Hombre de las Ratas” en medio del relato que le hace a S. Freud de su síntoma obsesivo y atormentador, en un estado de perplejidad -fuera de sí- le expresa: “Mi capitán cruel”, S. Freud lejos de interpretar lo que el paciente le dice en Transferencia de manera compulsiva, pronuncia: “Yo no soy el capitán cruel”. De esta forma S. Freud como analista le manifiesta que no está dispuesto a encarnar la “satisfacción cruel y sufriente” que le otorga su síntoma obsesivo-compulsivo. Con esta comunicación hace un corte en acto con el Goce el Síntoma en el cual el Hombre de las Ratas se haya atrapado. 

5. La Posición del Analista: El Manejo de la Transferencia según J. Lacan
 
J. Lacan define el concepto del Manejo de la Transferencia para la Vertiente Real del Síntoma como la posición del analista en relación a su Deseo, entendido aquí como un corrimiento en su posición de Sujeto Supuesto Saber (función interpretativa en el campo simbólico, de la palabra, el significante). Cuando el analista se confronta al puro real del síntoma (goce) pasa a ocupar el lugar de un Vacío de saber, en cuyos bordes el sujeto tendrá la chance de encontrar las condiciones para crear y descubrir el objeto de su deseo, imposibilitado de constituirse en el circuito del Goce del Síntoma que comanda una satisfacción pulsional directa sin castración, ni ley, ni falta. 
 
6. Las Intervenciones Performativas: ¿Qué son y hacia dónde se orientan?
 
Las Intervenciones Performativas son propuestas por J. Lacan para intervenir con el Goce del Síntoma en el marco del Manejo de la Transferencia. 

La modalidad de dichas intervenciones posee una definida orientación que es la de introducir un corte en la repetición compulsiva (Goce del Síntoma) que posibilite una transformación en la posición del sujeto en su vida.

La función del analista se sostiene -más que nunca- al hacerse soporte de las condiciones que permitan la emergencia del deseo del sujeto, condición necesaria para que esa mejoría subjetiva sea posible.


7. Ejemplos prácticos de las Intervenciones Performativas 
  • Un silencio estratégico frente a un decir novedoso que el paciente no advierte por estar concentrado en contarnos, una y otra vez, los detalles de ese padecimiento que no cesa.
  • Un acto inesperado por parte del analista como puede ser recoger en silencio los papelitos -envoltorios de caramelos- que el paciente reiteradamente desparrama sobre el suelo del consultorio. Un acto orientado a poner en escena el Goce del Síntoma del paciente, que compulsivamente se repite en su vida: hacerse rechazar por sus consecutivas transgresiones.
     
La acción analítica performativa -momentos especiales- cuya pertinencia se sostiene en la transferencia, se dirige a efectuar un corte en el Goce que no puede ser expresado con palabras y producir así, al decir de J. Lacan, “que este Goce sea rechazado para que pueda ser alcanzado en la escala invertida de la Ley del Deseo”. *

*Subversión del sujeto.

Fundamentos, política y formación: el retorno lacaniano como crítica institucional

La discusión que se inaugura formalmente en 1953 —aunque sus antecedentes se remontan algunos años antes— se sostiene, al menos, en dos coordenadas principales. Por un lado, se trata de un debate acerca de los conceptos del psicoanálisis; por otro, pone en juego una perspectiva política en el sentido específico en que dicho campo se estructura dentro del psicoanálisis. En términos generales, podría decirse que la historia del psicoanálisis es también la historia de sus instituciones, puesto que estas se edifican según una cierta manera de leer —o dejar de leer— sus fundamentos.

Lacan denuncia allí un proceso de burocratización que, más que un mero problema administrativo, encubre un estancamiento del saber. Se presuponen verdades incuestionables y se delimitan zonas que no deben ni pueden ser interrogadas. El desplazamiento consiste entonces en abandonar el trabajo sobre los fundamentos para reemplazarlo por un panegírico del psicoanálisis.

En contraposición a esta tendencia, la posición de Lacan consiste en un retorno a los fundamentos, movimiento que retoma en 1964. Ese retorno apunta a reubicar el costado subversivo del descubrimiento freudiano, sin omitir la interrogación de los impasses que pueden leerse en la obra de Freud: lo femenino, la función paterna, el falo, la sexualidad, entre otros.

Un aspecto novedoso de este planteo es que, al articular las dos coordenadas antes mencionadas, Lacan puede afirmar que un analista dirige la cura según el concepto que tiene de los conceptos. Es decir, que su acción dice más que sus enunciados; es su práctica, y no su declamación, la que revela su posición.

Este punto es decisivo, ya que lo que se pone en discusión es la estructura misma de la formación analítica. Desde Freud, el análisis personal del analista constituye el eje principal de dicha formación. ¿Qué consecuencias conlleva, entonces, elegir un analista por razones ajenas a la transferencia? La pregunta cuestiona directamente el ejercicio de un poder institucional representado, por ejemplo, en la existencia de listas predeterminadas y exclusivas.

En algún lugar —que ahora no logro precisar— Lacan afirma que, en última instancia, los desvíos en el psicoanálisis no son sino efectos de un problema en la transferencia con Freud. Este señalamiento, lejos de ser anecdótico, reintroduce el corazón del debate: la formación del analista no se dirime en la burocracia, sino en la relación viva con los fundamentos del psicoanálisis.

El no-todo y la operación topológica del decir fundante

El corte que se instala como correlato del decir fundante implica una tramitación lógica, al mismo tiempo que anticipa un horizonte topológico. Ese horizonte, en la etapa de enseñanza en la que Lacan lo sitúa, se expresa de manera particularmente elocuente en la figura del cross-cap.

En los últimos días mencioné varias veces la operación por la cual el decir fundante produce el no-todo. La pregunta que se abre es entonces: ¿cómo abordar esta operación desde la topología?

Podría plantearse así: ese no-todo, que señala un límite en el funcionamiento de la Bedeutung en tanto sentido, hace aparecer sus efectos allí donde un hombre se “thombrea” y una mujer se “paranotododea”. En ese punto proliferan los neologismos, porque vienen a indicar un uso del lenguaje que desborda la orientación semántica tradicional.

El marco que proporcionan las coordenadas de la sexuación, tal como Lacan las formula, muestra la distancia que establece respecto del Edipo freudiano. Podríamos decirlo de forma clara: no es lo mismo que algo falte a que simplemente no haya. El pasaje hacia lo nodal se vuelve entonces necesario para la práctica analítica, justamente porque compromete al cuerpo.

El lapsus propio de la cadena borromea escribe ese No-hay, señalando el punto donde no se establece relación, lazo o anudamiento. El No-hay se convierte así en un nombre de lo héteros en Lacan. Ese héteros delimita el campo del no-todo, que se formula proposicionalmente como “no-toda” y, en el registro modal, como lo contingente.