miércoles, 10 de septiembre de 2025

El sujeto como corte: topología, objeto y lo real de la división

Definir al sujeto como corte exige situarlo en una dimensión topológica, pues la serialidad del significante, aunque necesaria, no alcanza para dar cuenta de lo real que lo desborda. En este punto se introduce la función del objeto a, inseparable de la operación que instituye al sujeto.

Precisar el estatuto del objeto supone reconocer su caída: ya no objeto parcial, sino producto de un corte. Ese corte y la caída concomitante participan en la estructuración misma del sujeto, señalando que su constitución no se reduce al orden significante. El objeto que cae da testimonio de la implicación del cuerpo en esa operación.

La indagación topológica resulta entonces ineludible. Lacan recurre a superficies uniláteras porque permiten formalizar lo real del sujeto más allá del campo intuitivo de las tres dimensiones. El problema que se abre es decisivo: si el sujeto está dividido, y esa división lo enlaza con lo imposible, ¿cómo se estructura un agujero? La respuesta articula la división del sujeto con la precipitación del objeto a.

En este marco, dos superficies cobran especial relevancia: la banda de Möebius y el cross-cap. La primera, en tanto “su esencia es el corte”, condensa la potencia de la operación misma: es el corte lo que instituye la superficie. El cross-cap, por su parte, funciona como recurso para inscribir en el espacio tridimensional un plano proyectivo, introduciendo un “gorro cruzado” que abre nuevas posibilidades de formalización.

De este modo, la topología ofrece un modo de escribir la división del sujeto y el lugar del objeto a, allí donde el significante fracasa en hacerlo.

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