¿Cómo se manifiesta en la clínica la compulsión a la repetición?
Sigmund Freud pudo comprobar y leer en su práctica clínica aquello que denominara “compulsión a la repetición” o “eterno retorno de lo mismo”: pacientes que repetían experiencias desagradables y penosas que causaban sufrimiento a sus vidas, también personas y/o familias enteras atravesadas por un “fatal destino que los persigue”. Asimismo, sujetos en los que toda relación afectiva llegaba a un lamentable desenlace, pesadillas que remitían una y otra vez al acontecimiento traumático e incluso juegos infantiles en donde se observaba que el niño o la niña repetía -lúdicamente- una experiencia desagradable que les ha tocado vivir en un tiempo anterior.
¿Cuál es el funcionamiento psíquico subyacente a la compulsión a la repetición?
Freud nos enseña que el “eterno retorno de lo igual” pone en evidencia al campo pulsional de carácter primario y demoníaco.
El sufrimiento que acarrea la com-pulsión demuestra la existencia de una fuerza psíquica primordial, originaria y muda -que por no poder ser reprimida- no llega a ligarse al inconsciente, razón por la cual no puede ser simbolizada, ni puesta en palabras. Se trata de una fuerza destructiva del aparato psíquico, que se expresa más allá del Principio de Placer, denominada por S. Freud: “Pulsión de Muerte”.
¿De qué modo se relaciona el campo pulsional mortífero con la compulsión a la repetición?
Este campo pulsional, más allá del Principio del Placer, carente de ligazón simbólica, se expresa de forma directa y abrupta en la vida de una persona, induciéndolo a una satisfacción pulsional sin Ley (absoluta), sin falta. En ese momento, queda suspendida, para el sujeto, la operatoria de la castración.
Las presentaciones clínicas más habituales son: las compulsiones alimentarias (anorexia, bulimia), la compulsión al juego (ludopatía), las adicciones de cualquier índole, los actings out y pasajes al acto a repetición.
El sujeto, dominado por la com-pulsión, se hace objeto de la misma.
Tal como J. Lacan lo expresa, aquello que es expulsado del campo simbólico (Pulsión de Muerte sin ligadura al inconsciente) retorna a través de lo real: “No cesa de no inscribirse”, por este motivo, es traumático.
La Pulsión de Muerte fracasa en el intento de ligarse al inconsciente y encuentra su salida y su “satisfacción” a través de la acción compulsiva. Dicha “satisfacción” le resulta al sujeto paradojal, contradictoria, en tanto le retorna como cruel y perturbadora de su subjetividad.
¿Hay salida para la compulsión a la repetición? Todo padecimiento psíquico tiene una salida, aunque en el momento resulte difícil imaginarla. Trabajo terapéutico mediante, se intentará un cambio de posición subjetiva, que implica un pasaje de la posición de pasividad e indefensión -en la que el sujeto está ubicado- a un sujeto agente de su propio deseo.
El proceso de la cura en las Compulsiones
En el proceso de la cura se tratará, en una primera instancia, de ayudar al sujeto a que reconozca aquello que se repite y el sufrimiento que la compulsión le genera (a través de una escucha e intervención activa por parte del analista), para luego situar con el paciente el inicio de sus acciones compulsivas. En este sentido, la orientación de la cura será subjetivar su propia historia, con el propósito de que pueda hacer un corte con la satisfacción absoluta que persigue la pulsión -que, por imposible, retorna en padecimiento-.
La ganancia subjetiva que se obtiene al aceptar no tener una satisfacción absoluta, es poner a operar la castración y, con ella, la dimensión de la falta que engendra el deseo: Sólo podemos desear aquello de lo que estamos faltos.
-Intervenciones Clínicas-
La intervención privilegiada para las Compulsiones en la clínica es lo que Freud denominara “Construcciones en Psicoanálisis”.
El analista, con una escucha activa, donará palabras y decires (campo de lo simbólico) a trazos de la historia infantil que para el sujeto quedaron apartados de la simbolización, en estado mudo (traumático). Hacer hablar al sujeto para luego ir construyendo los tramos de su subjetividad, implica para el analista un trabajo intenso -plagado de resistencias del Ello y del Superyó-. El analista se enfrentará, al decir de Freud, a “una dura batalla a la que debe estar preparado”.
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