El seminario 12, ”Los problemas cruciales para el psicoanálisis” iba a llevar por título “Las posiciones subjetivas del ser”. Un sintagma interesante porque establece cierta discrepancia entre lo que la filosofía entiende, aún en su heterogeneidad, del concepto de ser y lo que el psicoanálisis plantea correlativo al sujeto.
Allí Lacan vuelve a trabajar un ternario que aparece en otros lugares y que resulta fundamental. Hablar allí de pasión nos remite puntualmente a la incidencia del significante, el cual introduce el pathos a nivel del sujeto.
María Moliner asocia la pasión al sentimiento o el estado de ánimo, incluso a una inclinación que no duda en calificar de muy violenta. Dice que la pasión conlleva algo del orden de lo que perturba, de lo anti homeostático, de lo que implica en algún sentido cierta dosis de sufrimiento o malestar.
Es interesante que Lacan aborde esto por el sesgo de las pasiones porque en última instancia, cultura mediante, remite a la pasión de Cristo. Pero no en su valor religioso, sino por ese vínculo sincrónico por el cual se asocia al malestar con la posición del hijo con relación al padre. Esencialmente es la incidencia del lenguaje, por cuanto el padre, a cierto nivel, es una construcción del lenguaje.
Las tres pasiones son, entonces, el amor, el odio y la ignorancia.
Si del lado de los dos primeros se hace posible plantear ciertas formas de anudamiento. En la praxis analítica destaca esencialmente la tercera, la ignorancia.
Ésta da cuenta del no saber que es correlativo del sujeto, en la medida en que el sujeto es falta por faltarle al Otro. Por faltarle en el significante en la medida en que el Otro es un conjunto; pero además en el deseo, por cuanto el Otro está encarnado.
Estructuralmente la ignorancia es el agujero inherente al saber. El cual es abordado en principio vía una referencia exquisita, la “Docta ignorancia” de Nicolás de Cusa, y después a través de las consecuencias del teorema de Gödel.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario