Una densa neblina de gases lacrimógenos cubría la Avenida de Mayo, donde menos de doscientas personas envueltas en banderas arcoíris y carteles con mensajes de resistencia se enfrentaban a un despliegue brutal de la policía antidisturbios. El icónico Obelisco, iluminado por un cielo gris plomizo, se erigía como un testigo frío de la desesperación y la rabia que atraviesa la ciudad.
El estruendo de los balazos de goma y las sirenas se mezclaban con gritos de protesta y dolor. "¡No volveremos al clóset!" es el eco desgarrador que intenta prevalecer sobre el ruido de los escudos chocando contra el asfalto. Las pancartas, muchas con los colores desvaídos de la bandera LGBTTI, fueron arrancadas de las manos de quienes las levantan. Algunas personas intentaron protegerse detrás de barricadas improvisadas hechas con contenedores volcados, mientras otras corrieron hacia las calles laterales para evitar ser alcanzadas por la represión.
Una figura joven, con pintura facial que empieza a escurrirse por las lágrimas y el sudor, sostiene con fuerza un cartel que dice: "Mi existencia no es un delito". Frente a ellos, una fila de uniformados avanzó con precisión mecánica, levantando bastones. En el aire se percibían los ecos de canciones de lucha, interrumpidas por los gritos de quienes son arrestados o heridos.
Las calles, que alguna vez fueron escenario de celebraciones del orgullo, ahora están una vez más teñidas de sangre y colores deslavados. La estatua de Mafalda en San Telmo, usualmente rodeada de risas, observa inmóvil mientras alguien, con una mano temblorosa, escribe en un muro cercano: "Amor es resistencia".
El Río de la Plata, indiferente a la violencia, parecía susurrar desde la distancia, recordando tiempos de lucha y esperanza, mientras la ciudad vibraba al ritmo frenético de un corazón en resistencia. Un corazón que, a duras penas, aún latía pese a los golpes.
Dos años y medio antes de que los eventos políticos cambiaran el curso de la historia, Patricio vivía una vida aparentemente perfecta. Estaba en pareja con Maximiliano, un hombre cariñoso y exitoso, aunque por momentos caprichoso, que había heredado un laboratorio de insumos médicos de su familia. Patricio era abogado, pero trabajaba como gerente de Recursos Humanos en el mismo laboratorio, y la familia de Maxi lo había aceptado con brazos abiertos.
Todo parecía ir bien. Patricio y Maxi compartían una hermosa casa en un barrio tranquilo, y su relación era fuerte y llena de amor. La familia de Maxi los incluía en todas las celebraciones y eventos familiares, y Patricio se sentía parte de la familia.
Pero un día, todo cambió.
La madre de Maxi era una mujer tradicional y liberal y por accidente descubrió a su hijo con otro hombre. No se trataba de un desliz puntual, sino de una nueva relación paralela que se gestaba. La sorpresa y la decepción fueron enormes. La señora no podía creer que su hijo, el heredero del laboratorio familiar, estuviera traicionando a Patricio de esa manera.
La noticia se propagó rápidamente por la familia, y pronto todos conocieron el secreto. La reacción fue mixta. Algunos miembros de la familia se sintieron escandalizados y decepcionados, mientras que otros intentaron ser más comprensivos.
Patricio fue el último en enterarse de esta situación y la noticia lo devastó. No solo había perdido la confianza en su pareja, sino que también se sentía humillado y traicionado. La relación que creía tener con Maxi y su familia se desmoronó en un instante.
La confrontación entre Patricio y Maximiliano fue intensa y dolorosa. Patricio, sintiendo que había sido traicionado, enfrentó a Maximiliano con lágrimas de rabia y dolor en los ojos. Maxi, por su parte, se sintió atrapado. En un principio, intentó explicarle a Patricio que había sido un error, que no había significado nada. Pero Patricio no quiso escuchar porque todo apuntaba con mucha claridad que Maximiliano había formado una nueva relación afectiva.
Maximiliano, con una expresión de culpa y resignación, no tuvo más opción que confesar y asintió con la cabeza.
—Sí, Patricio. Lo siento. No quería lastimarte.
La confirmación fue como un golpe en el estómago para Patricio. Se sintió devastado, traicionado y humillado. La pelea que siguió fue intensa, con ambos hombres diciendo cosas que no podrían retractar. La relación entre Patricio y Maxi se terminó de manera abrupta. Patricio se mudó de la casa y comenzó una nueva vida, intentando olvidar el dolor y la traición, con el desafío que implicaba haberse quedado simultáneamente sin pareja, sin hogar y sin trabajo, pues se sentía incapaz de regresar al laboratorio de Maximiliano.
La herida no sanó fácilmente. Patricio se cerró emocionalmente, y su confianza en los demás se resintió. La experiencia lo había enseñado a ser más cauteloso, más reservado.
Fue entonces cuando Alejandro, un amigo de la comunidad LGBT, se enteró de la situación y se acercó a Patricio. Alejandro le ofreció un lugar en su casa, un techo bajo el que podría refugiarse mientras se recuperaba de la ruptura.
Pese a ser abogado, los años en el laboratorio de Maximiliano habían vuelto obsoleto a su título, por falta de ejercicio de la profesión. Para salir del apuro, Alejandro le consiguió un trabajo en Gelé Plantas, una pequeña empresa que producía flores y otros productos botánicos. Patricio se sintió agradecido por la ayuda de Alejandro, y comenzó a trabajar en el taller de coronas funerarias, aunque luego comenzó a especializarse en el cuidado de plantas.
El trabajo era duro, pero Patricio se sintió reconfortado por la rutina y la sensación de tener algo que hacer. La casa de Alejandro se convirtió en su refugio, un lugar donde podría sanar y recuperarse de la herida.
Con el tiempo, Patricio comenzó a reconstruir su vida lentamente, pieza por pieza. La herida de la traición de Maximiliano todavía estaba allí, latente y dolorosa y Patricio se preguntaba si podría confiar en alguien nuevamente, si podría dejar que alguien más se acercara a él. Ese ámbito de aislamiento y rutina, pero rebosante de vida, era exactamente lo que Patricio necesitaba. Las plantas tenían un maravilloso don: el de no hablar. Y por otra parte, parecían escuchar, siendo tremendamente generosas al regalarle a Patricio flores, brisas de olor a flores.
A los meses de la ruptura, la ultragonorrea azotó el mundo y los cambios que la epidemia generó a Patricio le resultaron indiferentes, pues nada de todo aquello le afectaba. La deshonrosa enfermedad circulaba entre personas, no en viveros. El único riesgo para Patricio, según bromeaba, era que lo picara alguna araña o se pinchara el dedo con una espina. ¿La anulación de los matrimonios igualitarios? Patricio estaba soltero. ¿Las razzias policiales, la represión de las manifestaciones? Patricio no participaba de nada de todo aquello.
Patricio se sumergió en su trabajo en Gelé Plantas, encontrando consuelo en la rutina y la belleza de las plantas y flores. Su tristeza aún persistía, pero su ética laboral y dedicación lo llevaron a descubrir todo un mundo secreto donde él era parte. Pronto se convirtió en un experto en el cuidado y cultivo de las más delicadas y exóticas especies.
Sin embargo, el mundo exterior estaba cambiando drásticamente. El brote de resistente gonorrea había estallado, y las autoridades endurecieron las leyes, restringiendo la libertad y los derechos de las personas en nombre de la salud pública. Patricio se mantuvo ajeno a la situación, enfocado en su trabajo y su pequeño círculo de amigos de clorofila.
Pero cierto día, mientras arrancaba hojas un periódico para envolver macetas, Patricio se topó con una noticia que lo dejó helado. Los bebés de los matrimonios igualitarios estaban siendo judicializados, y las parejas eran separadas de sus hijos. La foto de Maximiliano junto a su nueva pareja, Federico, ese por quien había sido dejado, acompañaba el artículo.
Patricio se sintió como si hubiera recibido un golpe en el estómago. Sí, esos eran ellos. Según pudo reconstruir por la lectura de la noticia, ellos se habían casado y tenido un hijo, lo que inicialmente lo llenó de una mezcla de emociones: sorpresa, tristeza y rabia.
Pero lo que realmente lo sacudió fue leer que a la pareja nueva se le negó la paternidad y su vínculo matrimonial y que Federico había sido arrestado por resistirse al proceso, que fue muy doloroso y perfectamente documentado por la prensa. Al parecer, la pareja se había resistido con uñas y dientes a que los separaran, lo que requirió la intervención policial cuando Federico quiso huir con el niño.
Patricio se sintió culpable por no haber sabido nada sobre el hijo de Maximiliano, aunque agradeció no haber sabido del matrimonio hasta ese día, pues la noticia lo hubiera entristecido más. Se preguntó si debió haber hecho algo para evitar eso, lo cual consideró que era una estupidez.
La noticia lo sacó de su burbuja de ignorancia y lo enfrentó a la cruda realidad del mundo que lo rodeaba. La homofobia ya no era algo lejano, que le ocurría a personas indeterminadas; era una realidad que afectaba a quienes conocía y amaba. Patricio se dio cuenta de que no podía mantenerse ajeno a la situación. La noticia también despertó sentimientos contradictorios hacia Maximiliano. ¿Podría perdonarlo por lo que había pasado? ¿Podría entender su situación actual?
Patricio se sintió perdido, pero con una sola certeza: “Ese pude haber sido yo, eso pudo pasarme a mi”
Desde ese día, Patricio se sintió transformado. La noticia sobre Maximiliano y su hijo había sido un catalizador que lo había sacado de su estado de letargo emocional. Se sentía más alerta, más consciente de la realidad que lo rodeaba.
Ese mismo día, al regresar al pequeño departamento donde vivía junto a Alejandro, su amigo notó inmediatamente el cambio en él. Patricio parecía más enfocado, más determinado.
¿Qué pasa, Patricio? —preguntó Alejandro, intrigado.
Tenemos que movernos rápido —respondió Patricio, sin preámbulos. —La situación está cambiando rápidamente y debemos tomar medidas.
Alejandro se sorprendió por la urgencia en la voz de Patricio, pero también se sintió intrigado. —¿Qué medidas?— preguntó.
Patricio comenzó a explicar su plan. —Las casas grandes están en oferta ahora. Debemos comprar una y convertirla en un refugio para aquellos que lo necesiten.
¿Un refugio? —Alejandro se quedó atónito —¿Para quién?
Patricio se encogió de hombros.
—Para nosotros dos, en primera instancia. Estuve sacando cuentas y si en una casa grande de esas pusiéramos un vivero para cultivar noctaflora, podríamos hasta quintuplicar lo que yo ganaba en Gelé Plantas.
Alejandro se sintió conmovido por la determinación de Patricio.
¿Noctaflora la planta alucinógena? Oh si, estoy contigo —dijo. —Vamos a hacerlo.
La emoción del momento había llevado a Patricio y Alejandro a un gesto espontáneo y apasionado. El beso había sido una expresión de alegría y entusiasmo por el proyecto que estaban a punto de embarcar. Pero la cosa no terminó allí. Esa noche, la tensión entre ellos no se disipó sino hasta que se acostaron juntos, dejando que sus emociones y deseos tomaran el control.
Al día siguiente, Patricio se despertó con una sonrisa en el rostro y se acercó a Alejandro.
Gracias por anoche —dijo, con una voz suave. —Necesitaba eso.
Alejandro se sorprendió por la franqueza de Patricio. No había esperado que él reconociera abiertamente lo que había pasado entre ellos. Se sintió consternado, ya que no había estado preparado para una conversación al respecto, aunque Patricio no había parecido requerirla tampoco. De esta manera, en lugar de decir algo, Alejandro simplemente asintió con la cabeza y dejó pasar el hecho. No quería arruinar el momento ni hacer que Patricio se sintiera incómodo.
La relación entre Patricio y Alejandro había cambiado en un instante. La línea entre la amistad y algo más había sido cruzada, y ahora debían navegar por ese nuevo territorio.
Juntos, Patricio y Alejandro comenzaron a buscar una casa adecuada. Encontraron una casa enorme en un barrio que antes había sido exclusivo, pero ahora estaba casi abandonado, pues las familias numerosas escaseaban. Ya hacía años que si una pareja decidía tener hijos, uno o dos era el tope. Eso si lo lograban, porque la ultragonorrea había dejado estériles a varias personas en edad reproductiva.
La casa adquirida era un símbolo más de la decadencia de la sociedad, pero Patricio y Alejandro la vieron como una oportunidad. La compraron y comenzaron a planificar su conversión en un refugio seguro en un mundo que parecía estar cada vez más en contra de ellos. Mientras tanto, el proyecto del vivero y la casa refugio seguía adelante. Patricio y Alejandro comenzaron a trabajar en el jardín y en las habitaciones dedicadas exclusivamente al cultivo, plantando noctaflora que les permitieran generar ingresos.
La casa grande se estaba convirtiendo en un lugar de esperanza y renovación, no solo para ellos, sino también para aquellos que pronto buscarían refugio allí.
La llegada de Elena marcó un cambio en la dinámica del hogar, aunque en un principio Elena solía pasar mucho tiempo en la casa de Romina también. La intimidad que Patricio y Alejandro habían compartido se vio parcialmente interrumpida, si bien la presencia de Elena trajo una nueva energía y un toque femenino al espacio. Elena, que había estado cansada de vivir con sus padres religiosos, se sintió liberada en su nuevo hogar. La aceptación y la comprensión que encontró en Patricio y Alejandro la hicieron sentirse segura y valorada.
Alejandro, sin embargo, extrañaba la libertad que había tenido con Patricio. Disfrutaba verlo paseándose por la casa sin remera, lleno de barro y oliendo a granja. La presencia de Elena había hecho que Patricio se volviera más consciente de su apariencia y cuidara un poco más su limpieza. Patricio, por su parte, se sentía contento de tener a Elena en la casa. Su presencia había agregado una nueva dimensión a su vida y le había permitido ver a Alejandro desde una perspectiva diferente.
A medida que pasaban los días, la casa se convirtió en un hogar verdadero. Elena se integró rápidamente en la rutina diaria, ayudando con las tareas domésticas y compartiendo historias y risas con Patricio y Alejandro.
La tensión entre Patricio y Alejandro seguía presente, pero ahora se veía amortiguada por la presencia de Elena. La relación entre los tres se estaba convirtiendo en una especie de familia, donde cada uno encontraba su lugar y su sentido.
La llegada de Martín fue como un soplo de aire fresco en la casa. Alejandro lo había conocido en una Veloria de un amigo en común.
Martín, un hombre apasionado y carismático, se estaba enfrentando a un momento difícil en su vida. Su trabajo como profesor en las escuelas estaba llegando a su fin, y necesitaba reinventarse para encontrar un nuevo propósito.
La casa de Patricio y Alejandro se convirtió en el refugio perfecto para Martín. La energía positiva y la aceptación que reinaban en el hogar lo hicieron sentirse cómodo y valorado.
Patricio, que había estado trabajando en su proyecto de vivero, vio en Martín una oportunidad para expandir su negocio.
—¿Por qué no te quedas aquí y nos ayudas con el vivero?— le sugirió. —Necesito más puntos de venta que ese cementerio.
Martín se iluminó con la idea. —Me encanta—, dijo.
Así, Martín se unió a la familia y comenzó a trabajar en el vivero. Su presencia trajo una nueva dinámica al hogar, y la relación entre Patricio, Alejandro y Elena se vio enriquecida por su energía y entusiasmo. La casa se estaba convirtiendo en un verdadero refugio, un lugar donde la creatividad y la innovación florecían.
La llegada de Carlos trajo una nueva capa de complejidad al hogar. El viudo del amigo fallecido de Martín y Alejandro había pasado por una experiencia devastadora. Después de perder a su pareja, Carlos había sido despedido de su trabajo como gerente de banco debido a una denuncia falsa de ser portador de ultragonorrea. La ironía era que una semana anterior Carlos ya había sido recategorizado en su DNI color rosado por el simple hecho de haber estado casado.
La humillación y la discriminación que Carlos había sufrido eran palpables. Su confianza y autoestima habían sido golpeadas duramente. Patricio, Alejandro, Martín y Elena lo acogieron con brazos abiertos, ofreciéndole un refugio seguro y libre de juicios.
Carlos se sintió agradecido por la aceptación y el apoyo de su nueva familia. Comenzó a trabajar en el vivero, también ayudaba a Martín a promocionar su actividad deportiva y gestionaba muy bien los recursos económicos de la casa. La rutina y el propósito le ayudaron a recuperar su confianza.
Sin embargo, el color en su DNI seguía siendo un recordatorio constante de la discriminación y la injusticia que había sufrido. Carlos sabía que debía luchar para recuperar su dignidad y su lugar en la sociedad.
La presencia de Carlos en la casa también hizo que los demás reflexionaran sobre la situación en la que vivían. La creciente discriminación había creado un clima de miedo y hostilidad hacia aquellos que eran diferentes y para todos, la casa se estaba convirtiendo en un símbolo de resistencia y esperanza.
Finalmente, estuvo el caso de La Giorgio. Su nombre aún evocaba una mezcla de emociones en la casa, pues había sido una persona que dejó una huella indeleble en la vida de Patricio, Alejandro, Martín, Elena y Carlos.
La Giorgio era un hombre andrógino apasionado e histriónico, conocido por sus relaciones tumultuosas y escandalosas. Sus parejas siempre parecían ser complicadas, desbordadas, celosas y sus rupturas casi siempre eran explosivas. Todos habían sido testigos de más de un escándalo en la puerta, con La Giorgio en el centro de la tormenta.
Esos escándalos habían atraído la atención de los vecinos y lo que es peor, la policía, en más de una ocasión. Esto era lo último cosa que la casa necesitaba. El invernadero ilegal que habían creado era un secreto que debían mantener oculto si no querían ir todos presos y La Giorgio había puesto en peligro esa secrecía repetidas veces.
Fueron Patricio y Alejandro quienes idearon un plan para enviar a La Giorgio a Las Flores del Sol, la casa de Luciana y otras chicas, convenciéndolo de que era un lugar donde podría encontrar un nuevo hogar y una nueva familia. Debieron ser muy cautelosos al tratar el tema con La Giorgio para no ofenderlo, pero debieron ser firmes ante su comportamiento histriónico y sus relaciones complicadas, que habían puesto en peligro a todos.
En esta nueva realidad, imperaba un clima de miedo y hostilidad generalizados; el histrionismo de La Giorgio podía pagarse muy caro. Patricio y Alejandro sabían que debían proteger a su amigo y encontrar un lugar donde pudiera vivir sin ponerse en peligro a sí mismo ni a los demás. Las Flores del Sol era el lugar perfecto. Luciana vivía con otras chicas trans, y allí La Giorgio podría encontrar un lugar cuya seguridad ya hubiera sido comprobada. Patricio y Alejandro convencieron a La Giorgio de que era la mejor opción, y después de alguna resistencia inicial, él aceptó.
La despedida fue emotiva, pero Patricio y Alejandro sabían que estaban haciendo lo mejor para su amigo. La Giorgio se fue con una mezcla de tristeza y esperanza, sabiendo que estaba comenzando una nueva etapa en su vida. Las Flores del Sol resultó ser un refugio perfecto para La Giorgio. Allí encontró una familia que lo aceptó tal como era, sin juzgarlo. La Giorgio pudo ser él mismo, sin temor a represalias o discriminación.
Patricio y Alejandro se sintieron aliviados al saber que su amigo estaba seguro y feliz. Habían tomado una decisión difícil, pero sabían que era la correcta.
La experiencia con La Giorgio, sin embargo, había sido un recordatorio claro de la importancia de mantener a la policía lejos. En esta nueva sociedad, cualquier reunión de sospechosa podía ser intervenida bajo el pretexto de "conducta inmoral" o "riesgosa para la salud pública", incluso tratándose de viviendas o ámbitos privados. Con la excusa del resguardo de la salud pública, eran frecuentes las imputaciones por los delitos de propagación de enfermedad peligrosa y todo tipo de abuso por parte de las autoridades estaba justificado.
Los bares gay, aquellos lugares de encuentro y diversión, habían sido clausurados por la misma razón. La comunidad LGBT había sido obligada a esconderse, a vivir en la sombra. Cualquier manifestación de afecto o identidad podía traer consecuencias más o menos graves, si uno se encontraba en el tiempo y lugar equivocados.
Aunque la casa de Patricio y Alejandro se había convertido en un refugio, también sabían que debían ser cautelosos, que cualquier error podía tener consecuencias graves. Patricio a menudo les recordaba que la seguridad no estaba garantizada y que su duración dependía del trabajo conjunto de todos. Los cinco se encargaban de mantener ordenada la fachada y el frente de la casa; además, eran cuidadosos de no armar fiestas que pudieran llamar la atención indeseada. La idea era apostar a la invisibilidad, cosa que Martín detestaba profundamente, aunque sabía que era una buena estrategia.
La paranoia se había apoderado de la comunidad. Nadie sabía quién era confidente de la policía o quién podría delatarlos. En este clima de miedo y represión, la tensión era palpable. Las relaciones eran un tema delicado y peligroso, teniendo en cuenta el contexto de la época. El miedo al despecho y a las represalias eran constantes. Cualquier ciudadano podía denunciar a alguien o a algún lugar considerado "inmoral" sin necesidad de pruebas, y las consecuencias podían ser devastadoras.
Una ex pareja despechada podía vengarse denunciando a su anterior compañero o compañera, acusándolos de "conducta inmoral" o "riesgosa para la salud pública". Esto podía generar un daño mayúsculo, no solo a la persona denunciada, sino también a su familia, amigos y comunidad. La denuncia podía llevar a la pérdida del empleo, la expulsión de la vivienda, la separación de los seres queridos y, en casos extremos, incluso la detención y el encarcelamiento. La vida de la persona denunciada podía ser destruida en un instante. En las cárceles, la violencia entre los internos casi siempre dejaba secuelas graves; a veces, resultaba en una sentencia de muerte segura.
Por eso, las relaciones se habían vuelto clandestinas, secretas y llenas de miedo. La gente se reunía en lugares ocultos, sin decir sus verdaderos nombres, sin saber si alguien los estaba vigilando o si serían denunciados. La confianza era un lujo que pocos se podían permitir.
En la casa de Patricio y Alejandro, la atmósfera era por momentos bastante tensa. Todos sabían que cualquier error podía tener consecuencias graves, porque además de homosexualidad, gran parte de la abundancia de la casa se debía al comercio de noctaflora. De esta manera, la casa era un refugio, pero también era un lugar de vulnerabilidad. Todos sabían que debían estar alerta, que cualquier momento podía ser el último de su libertad.
La tensión emocional, sin embargo, no impedía que puertas adentro surgieran otros sentimientos. Alejandro había notado el enamoramiento de Martín hacia Patricio desde el momento en que llegó a la casa. Esto había despertado, retroactivamente, una sensación de inseguridad y celos en Alejandro, quien temía perder a Patricio. La única noche que Alejandro y Patricio habían pasado juntos se había convertido en un recuerdo preciado y obsesivo para Alejandro. No quería compartir a Patricio con nadie, especialmente con Martín, quien parecía ser una amenaza a su relación.
Sin embargo, Alejandro no expresaba sus sentimientos abiertamente. Se guardaba sus emociones, temiendo que Patricio se distanciara de él o que Martín se sintiera incómodo. Alejandro no estaba dispuesto a pasar por los múltiples rechazos que Patricio le había hecho a Martóin. La casa, que había sido un refugio de aceptación y amor, se había convertido en un lugar de secretos y tensiones emocionales.
Nadie sabía de los sentimientos de Alejandro, ni siquiera Martín, quien continuaba siendo amigo y compañero de Patricio sin sospechar la tensión que se estaba desarrollando. La relación entre Patricio y Alejandro se mantenía en una especie de limbo, sin saber qué pasaría próximo.
Mientras tanto, Patricio se ocupaba de sus asuntos sin darse cuenta de la lucha emocional que se libraba a su alrededor. Su relación con Alejandro seguía siendo intensa, pero también había desarrollado una conexión con Martín, quien se había convertido en un amigo cercano.
Hacía un tiempo, Martín se había sentado junto a Alejandro en el jardín, con una mezcla de nerviosismo y determinación.
—Alejandro, necesito hablar contigo sobre algo importante —dijo, mirándolo a los ojos.
Alejandro se preparó para escuchar, intuyendo que se trataba de algo personal.
—¿Qué pasa, Martín?
Martín tomó una respiración profunda antes de continuar.
—Me he enamorado de Patricio. Lo he intentado todo para que se fije en mí, pero no parece funcionar. He pensado que, como tú lo conoces mejor, podrías darme algún consejo".
Alejandro se sintió sorprendido, pero también aliviado de que Martín hubiera confiado en él. Sin embargo, su corazón se tensó al escuchar que Martín se había enamorado de Patricio.
Martín, Patricio es alguien simple —comenzó Alejandro, intentando ser objetivo. —No hay ningún misterio ni nada especial más que el que tú te creas. Él es directo y honesto, y no juega juegos.
Martín se frustró un poco. —Eso es justo lo que no entiendo. ¿Por qué no se fija en mí? ¿Qué estoy haciendo mal?"
Alejandro sonrió suavemente. —Martín, no se trata de ti. Patricio es así. No busca complicaciones ni dramas. Simplemente vive el momento".
Martín se quedó pensativo, intentando procesar las palabras de Alejandro. —¿Crees que tengo alguna posibilidad con él?"
Aquella charla había terminado en el momento mismo en que Patricio irrumpió en la escena.
¿Qué está pasando acá y cuál es el motivo para no estar ayudando con la cocina ni poniendo la mesa? —preguntó Patricio —Vamos, menos reunión de consorcio y más acción, que la cena no va hacerse sola.
¡Si, mi Capitán! —bromeó Martín.
Martín se levantó para irse y al entrar, recibió una nalgada cariñosa de Patricio.
—¡Vamos, vamos!
Alejandro se había quedado sentado, reflexionando sobre la conversación. Luego, se levantó y fue a poner la mesa, celoso por no haber recibido una nalgada también.
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