Muchas veces, los analistas simplmente esperan a que surja algo en la cadena significante del discurso del paciente que les dé lugar a la intervención. No se habilitan a preguntar por fuera de lo que el paciente dice y esto trae enormes dificultades en los análisis, sobre todo en algunos pacientes. Pensemos en las dificultades que un neurótico obsesivo tiene para abrir su discurso. El analista, entonces, puede quedar preso y a la espera de que surja algo que difícilmente ocurra.
Los neuróticos obsesivos suelen tener discursos rígidos, al punto que al analista no les deja puntuar. El analista trata de recortar una frase y el paciente le responde que eso no tiene nada que ver. En estos casos, la manera en que se ha enseñado la función del analista encierra a muchos profesionales en un ideal, que los deja en una posición pasiva. Los pacientes se quejan de esto, de que el analista no les habla.
Además de los obsesivos, hay otros pacientes que vienen sin demanda. Por ejemplo, los adolescentes a los que los padres los mandan. En estos casos, el analista no debería estar aterrado por sus ideales. Pensemos en los fantasmas de los pacientes que son llevados contra su voluntad al consultorio: tenemos un Otro super potente, lugar al que no hay que quedar pegado. Esta recomendación, en las psicosis, hay que tenerla en cuenta para evitar desencadenamientos.
Aclaremos primero, que si bien el margen de libertad del analista no es absoluto, es mayor a lo que muchas veces se enseña.
Segundo, el analista es activo.
En los casos de los pacientes enviados (sin demanda), el analista debe aclarar y ubicarse en un lugar por fuera de "las partes" en conflicto. Ej: La escuela y el adolescente, los padres y el niño, etc. Desde afuera, el analista trata de escuchar qué le pasa al paciente.
Lacan dijo que quién sepa abrir al objeto a con un par de tijeras, será amo del deseo. Es algo muy interesante, pues nos da la dirección de la cura. El objeto a está rodeado de capas de significantes, eso que conocemos como cadena de significante. En realidad, se trata más bien de un pentagrama con múltiples entradas y salidas. El analista corta el discurso del amo, señalando las contradicciones, las identificaciones, las repeticiones.
Hay que localizar un punto de horror en el discurso del paciente donde se toca el das ding, la cosa. Frente a eso, el sujeto empieza a desplegar una pregunta. Cuando el analista le muestra al paciente los puntos en los que basa su accionar (ej. la batería significante) y el punto de falla de su discurso, que es donde el paciente fracasa en lo que más intenta, ahí está la escansión.
Por ejemplo, tomemos una viñeta de Altuna:
Acá tenemos un S1 y un S2. El analista en este caso podría preguntar cuál es la relación entre "soy machista y desagradable" y cómo se llega a "No me dan bola y no levanto nada", cómo es que esa es la única opción para el paciente. Acá el analista abre un espacio entre S1 y S2, ubicando al sujeto que está en el intersticio entre ambos significantes.
Los pacientes deben saber en la primera entrevista que lo que diga es importante y que está amparado por el secreto profesional. La única manera de entrar es rompiendo el discurso y por eso Freud hablaba del esquema de la cebolla, que son las capas de significantes. En este caso del ejemplo, ¿Qué es ser machista para ese paciente? ¿Y desagradable? Supongamos que desagradable, para este paciente ficticio, es que levanta mucho la voz... Ahí tendríamos algo del objeto (voz) y de la satisfacción pulsional. No levanta nada por levantar la voz, no le dan bola aunque levante la voz...
Aún así, hay veces los analistas nos topamos con cosas visualmente presentes que el paciente ni puede nombrar. ¿Qué hace el analista, le sigue el juego? El analista puede dar un rodeo a esa palabra innombrada que está ahí, trabajando con el paciente aspectos de su historia que eran a todas luces notorias, pero de las que no se hablaban. El analista es activo, los puntos de detenimientos tienen que ver con la historia del paciente y es allí donde se debe dirigir el analista.
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