Pregunta: En algunos grafos, el moi y el i(a) está invertido de como lo vimos nosotros.
En el último grafo Lacan pone el moi del lado de la derecha porque se encuentra con la imagen del Otro o con la imagen del cuerpo, que es lo que le va a dar consistencia al yo. En realidad, pone al moi del lado izquierdo para marcar que es un sujeto del desconocimiento del yo y primero tiene que pasar por la imagen del Otro. Lacan igualmente lo pone de distintas maneras. El grafo, en la enseñanza de Lacan, va cambiando. Por ejemplo, con los discursos y las fórmulas de la sexuación. Más adelante ya no habla de Ideal del yo, sino de S1.
En el último grafo Lacan pone el moi del lado de la derecha porque se encuentra con la imagen del Otro o con la imagen del cuerpo, que es lo que le va a dar consistencia al yo. En realidad, pone al moi del lado izquierdo para marcar que es un sujeto del desconocimiento del yo y primero tiene que pasar por la imagen del Otro. Lacan igualmente lo pone de distintas maneras. El grafo, en la enseñanza de Lacan, va cambiando. Por ejemplo, con los discursos y las fórmulas de la sexuación. Más adelante ya no habla de Ideal del yo, sino de S1.
Pregunta: ¿Cuál es la relación de la pulsión con el fantasma?
El primer piso del grafo era el círculo infernal de la demanda, como dice lacan, que es cuando el sujeto va a buscar un objeto de la necesidad, se encuentra con el obstáculo y la interposición del tesoro de los significantes: el Otro. Esto va a hacer que su necesidad sea tomada por la demanda y que de esa demanda, siempre haya un más allá. Como la demanda se articula en significantes, nunca puede ser articulada completamente porque no están todos los significantes. Cuando un sujeto viene al consultorio y se queja, siempre vamos a poder preguntarle algo más de lo que dice, porque va a articular en significantes eso que se queja.
Hagamos el grafo en forma simple:
Abajo teníamos el piso del enunciado; arriba, el de la enunciación (demanda inconsciente). En la demanda consciente, articulada en significantes, la sanción de lo que el sujeto demanda va a estar desde el Otro y en el Otro, es el que va a darle el significado de lo que el sujeto demanda [s(A)], que se lo da el Otro en forma retroactiva y lo va a sancionar: “Esto es lo que quieres”. Esto ocurre en el circuito de la demanda primaria.
El sujeto se va a encontrar con el deseo [d], que puede ir al fantasma o hacia S(Ⱥ). Si sacáramos S(Ⱥ), estaríamos en la clínica de la pregunta. Después del Otro, estaría el “Chi vuoi?”, que es el deseo y no estaría todo esto en el medio.
Cuando leemos el grafo, lo primero que vemos es que el sujeto se encuentra con la imagen del Otro. Esta imagen del Otro, le va a dar consistencia al yo (m). Pero cuando el sujeto se encuentra con el código, con el tesoro de los significantes, hay un más allá de la demanda que no puede ser articulada (el deseo) y el deseo es la pregunta por lo que el Otro desea, va a hacer el cierre del circuito en S(Ⱥ), que es el significante de la falta en el Otro. Esto quiere decir que el sujeto se va a encontrar con que el Otro no tiene una respuesta a lo que el sujeto quiere. El sujeto pregunta qué quiero y el Otro le responde con la pregunta “¿Qué quieres?”. Y el sujeto le va a decir “¿Qué me quieres?”. Es como una encerrona de la pregunta que solamente, desde la línea que pasa desde el fantasma hasta el s(A), se le va a dar la respuesta imaginaria a lo que el sujeto quiere o desea. Esa es la respuesta fantasmática.
El fantasma, que va a interferir en el significado del Otro, sería el síntoma y es lo que va a concluir en la respuesta del ideal o del yo. En realidad, la dialéctica del fantasma y el deseo lo que va a determinar es la dialéctica del yo. Va a ser la dialéctica del fantasma y del deseo donde interjuega el registro simbólico, con el sujeto dividido, y con el objeto a. Por supuesto que es un armado imaginario, pero eso va a determinar todas las cualidades del yo. Cuando el sujeto dice lo que desea, va a estar sostenido desde el fantasma.
Decíamos que el sujeto se iba a encontrar con un Otro que es el Otro del significante. Pero recuerden que cuando nosotros hablábamos de cómo nace el sujeto, cuántas veces cabe el sujeto en el Otro, decíamos que el Otro no es solo el del significante, sino que ese Otro tiene un resto de la operación, que es el objeto a. Entonces, nos vamos a encontrar con que el sujeto, relacionándose con la realidad que puede ser el Otro, se encuentra con el Otro como lugar de los significantes, como Otro de la palabra (donde siempre hay un más allá porque no hay palabra que pueda decirlo todo), también se va a encontrar con el Otro del deseo.
Cuando el sujeto se encuentra con el Otro como lugar del deseo, se encuentra con que le falta un significante y que hay un objeto que está perdido y que le falta al Otro. El fantasma implica que como el sujeto está en fading, desvanecido, desmayado, también el objeto está perdido. Estamos hablando de 2 faltas: la del objeto y la falta del sujeto. Tanto uno como otro representan a la falta. El sujeto se encuentra con la demanda consciente del Otro en el primer piso del grafo, pero este Otro también lo mira, le habla, lo agarra, le da la teta… Este Otro, entonces, es el que le va a donar la pulsión. La pulsión es también una demanda, pero es una demanda que está en la cadena inconsciente. Es una demanda que hiere directamente y va al cuerpo. Fíjense $⬨D es la pulsión y D es de demanda, porque la sexualidad en el ser humano no está por fuera de la cadena significante, sino que la constituye la red de significantes. Entonces, es el Otro que desde su demanda inconsciente lo que hace es cortar el cuerpo de acuerdo a los objetos parciales de la pulsión que son corte. El objeto está perdido y ese objeto va a causar el deseo. Pero con ese objeto perdido, van a ir a parar esos objetos que le dona el Otro (por ejemplo, la mirada), con los cuales el sujeto se va a satisfacer. Ahí va a haber una satisfacción pulsional y ese va a ser el objeto del fantasma, el objeto del deseo. No confundir objeto causa de deseo que el objeto de deseo.
Con ese objeto por el cual el sujeto se satisface, que es la relación que tiene con el Otro (la mirada, la voz del Otro), con ese objeto se va a satisfacer y va a armar una gramática pulsional. El sujeto mantiene una relación gramática con ese objeto. El primer piso, que tiene que ver con el Otro de los significantes y con el lenguaje, se replica en la gramática de la pulsión arriba. Es lo que veíamos en la clase pasada como la voz activa, la voz pasiva y la voz reflexiva. Esta gramática pulsional está en íntima relación con el fantasma. esta relación que el sujeto tiene con el Otro, en relación a la demanda del Otro incidiendo en el cuerpo del niño, es una demanda que no se va a satisfacer nunca. La demanda consciente insiste en la enunciación. Cuando escuchamos a un paciente, escuchamos a alguien que demanda, pero está también la enunciación que tiene que ver con la pulsión. Con lo que dice más allá de lo que dice, con lo que se satisface en esos momentos constitutivos, de la relación de ese sujeto con ese objeto que el Otro le donó. Cuando el sujeto se va a dar una respuesta sobre lo que el Otro desea, lo va a tomar de la gramática de la pulsión, porque lo que desea en realidad va a ser un objeto que es evanescente, porque no tiene ningún sentido el objeto en sí. El fantasma tiene una función para el sujeto (sostener el deseo), no importa tanto el objeto. Recuerden que cuando el sujeto en constitución se encuentra con el deseo del Otro, se encuentra con un abismo radical, que es la angustia.
El deseo del Otro genera angustia y el goce del Otro también. Pero cuando se trata del sujeto relacionándose con la demanda inconsciente de la pulsión, también genera angustia, porque está anudado a un objeto que está perdido, que es inasible. Hay una escena que queda marcada como goce y esa escena es la estofa o el material con el cual se constituye el fantasma. El fantasma, a su vez, es la estofa o el material que le da sostén al je del sujeto, que no tiene localización, sino en la represión primordial. El yo no tiene localización, tiene una localización imaginaria como moi. El yo de la enunciación no tiene localización, está reprimido.
De la relación de estas 2 demandas al Otro, consciente e inconsciente, tenemos que la demanda va a insistir siempre, porque no hay satisfacción de la demanda. Y con esa marca de goce en relación al objeto, se va a constituir la frase fantasmática. Esto va a obturar la castración. Este más allá de la demanda no puede ser colmada, pero el fantasma ofrece un objeto como condición absoluta a lo que en realidad sería metonímico. Si nosotros nos quedamos en el circuito de la demanda consciente y del significado del Otro, vamos a ver que son un montón. El punto donde se abrocha para que esto pueda tener un marco es el fantasma y esto es una condición absoluta para que el sujeto pueda desear. Si no, estamos en una metonimia infinita, puede haber un montón de cosas que el Otro quiera de mi. Esto lo vemos en la psicosis, donde el Otro puede significar un montón de cosas. Cuando se trata de la neurosis, la condición absoluta es la del fantasma. El fantasma interfiere en el significado del Otro en forma de condición absoluta. Esa es la manera que interfiere el fantasma en el significado del Otro, que siempre está en la relación porque es el Otro quien significa lo que uno quiere. ¡Pero el Otro es tan caprichoso! Lo que detiene ese capricho es cuando el sujeto le pregunta al Otro “hasta los límites de la demanda del ser”, como dice Lacan, y ante eso el circuito va a retornar, pasando por el significante de la falta del Otro, y el sujeto va a presentarse como sujeto deseante o bien como objeto del deseo. En realidad no hay posibilidad que el sujeto diga “yo deseo”, porque el yo no es el yo, el deseo es el deseo del Otro y la dialéctica del deseo y el fantasma terminan en el yo. Se trata de un sujeto de desconocimiento por todos lados.
Esto es lo que propone Lacan hasta un momento. Luego sale de esta encerrona cuando conceptualiza el objeto a, que a esta altura él no lo había conceptualizado. Por ahora estamos en la clínica de la pregunta y el deseo, pero hay una clínica hacia lo real y el objeto, de la que Lacan va a hablar más tarde. Esto que estamos viendo presupone que el Otro preexiste al sujeto sincrónicamente. El primer piso es sincrónico, mientras que la pulsión es diacrónica, porque tiene que ver con los avatares del Edipo. Supone que esto está ahí antes de que el sujeto aparezca.
Lacan, a partir del año ‘70, dirá que no hay un Otro que preexista al sujeto. Va a decir que primero está el Uno, que está el goce. Este grafo, que no lo trabaja Lacan acá, él ubicará el goce, la castración y la voz. O sea que si al grafo lo leemos desde S(Ⱥ), tenemos al goce primero. Pensemos, ¿Por qué un autista no deviene sujeto? ¿Qué había antes? ¿estaba el lenguaje antes? Si no hay daño neurológico y el lenguaje estaba antes, ¿por qué no lo adquiere? ¿Qué se necesita para que el sujeto incorpore al Otro? Por eso Lacan va a hablar del goce del Uno, que es eso que va a insistir y repetir siempre, que no tiene que ver con la demanda. Esto lo nombra y lo menciona, pero no lo trabaja acá, porque es algo que estaba pensando y articulando.
Pregunta: El fantasma, ¿es a partir de la castración de uno o del Otro?
En el seminario 10, teníamos el cociente:
A partir de la falta en el Otro, el sujeto se escribe como cociente. ¿Cuántas veces entra el sujeto en el Otro? Infinitas. No lo abarca completamente. Entonces, el sujeto aparece como falta en ser y de esta operación hay un resto, que es el objeto a. Si bien entre $ y a no está el rombo, del lado del Otro tendríamos el fantasma, porque se constituye en la trama edípica con el Otro. Y este es el significante de la falta en el Otro.
Cuando yo les decía en la fórmula del fantasma del grafo:
En el lado izquierdo tenemos las respuestas del sujeto. El significado del Otro [s(A)] es el síntoma, pero en realidad está interferido por el fantasma. Cuando lo pensamos así, es el síntoma en relación de sentido permanente. Si nosotros lo pensamos desde acá, lo que va a hacer es metaforizar un significante que va a sustituir uno por otro pero desde el fantasma, que va a interferir con su frase gramatical al síntoma. Por eso, cuando un paciente viene con un síntoma determinado, va a estar intervenido por la frase fantasmática. Esto es un modo de gozar que tiene que ver con la pulsión, con esa demanda que va a insistir permanentemente que es la demanda pulsional, que marcó a ciertos objetos como privilegiados de la pulsión parcial para gozar, que utilizando la gramática pulsional va a gozar del viviente en un “hacerse”, digamos. El sujeto, en relación al objeto, va a repetir en el fantasma el modo de gozar con lo que lo marcó de la pulsión.
Del deseo se puede ir, pasando por el fantasma, al significado del Otro [s(A)] de manera tal que interfiera en ese significado, quedándonos en la estructura fantasmática (repetición), o ir desde el fantasma al significante de la falta en el Otro [S(Ⱥ)]. Esto último tiene que ver con el fin de análisis y con la dirección de la cura. Es decir, apuntar al piso superior del grafo, que es el piso de la pulsión y del significante de la falta en el Otro. Con un análisis, se puede ir al significado del Otro, marcándole al sujeto la relación que tiene en el deseo, el fantasma, etc., quedándonos nada más que en eso. Pero el analista tiene que apuntar a trabajar con el significante de la falta en el Otro, o sea, que en realidad es una ficción, que no hay Otro del Otro, que falta un significante. Hacia ahí es donde un analista debe apuntar. Puede quedarse en la cuestión de la respuesta fantasmática y trabajar solamente con eso, o atravesar el fantasma. Para esto hay que dirigirse al significante de la falta en el Otro. Lacan dice, en La subversión del sujeto:
El deseo se esboza en el margen donde la demanda se desgarra de la necesidad: margen que es el que la demanda, cuyo llamado no puede ser incondicional sino dirigida al Otro, abre bajo la forma de la falla posible que puede aportarle la necesidad, por no tener satisfacción universal [...]
O sea, en el encuentro con el Otro se pierde el objeto de la necesidad por la demanda, y de eso surge el deseo, que…
[...] por más lineal que sea, deja aparecer su vértigo, por poco que no esté recubierto por el pisoteo de elefante del capricho del Otro.
Luego Lacan habla de un desasimiento del sujeto para con la demanda del Otro. la angustia, el más allá de la demanda, genera la pregunta. Se trata de una ganancia, porque va a permitir la pregunta que permite el desasimiento del Otro, porque sino estamos en el círculo infernal de la demanda, donde el Otro nos da una respuesta petrificante, que es el ideal del yo, el S1, o en la respuesta de la significación metonímica del yo.
Por la ganancia obtenida sobre la angustia para con la necesidad, este desasimiento es un logro ya desde su modo más humilde, aquel bajo el cual lo entrevió cierto psicoanalista en su práctica del niño, nombrándolo: el objeto transicional [...]la hilacha del pañal,[...]
Lacan va a decir que el objeto a sería como el objeto transicional.
Digámoslo, esto no es más que un emblema; el representante de la representación en la condición absoluta está en su lugar en el inconsciente, donde causa el deseo según la estructura de la fantasía que vamos a extraer de él.
En realidad, este objeto va a ser un representante. Si es un representante, estamos también en el orden del significante. Un representante de lo que sería la causa del deseo. De la causa del deseo, del objeto perdido por la necesidad que se pierde causando el deseo, se va a estructurar el fantasma. Ante el objeto perdido, se le va a poner nombre al objeto del deseo, que son condición absoluta de goce. No se va a contentar con cualquier cosa, sino con algo que tenga la condición absoluta de goce.
Por eso la cuestión de el Otro que regresa al sujeto desde el lugar de donde espera un oráculo, bajo la etiqueta de un Che voui? ¿Qué quieres?, es la que conduce mejor al camino de su propio deseo [...]
Es decir, encontrándose con el deseo del Otro, es lo que lo va a encaminar hacia su propio deseo.
[...] gracias al savoir-faire de un compañero llamado psicoanalista, aunque fuese sin saberlo bien, en el sentido de un: ¿Qué me quiere?
Esto también pasa con nosotros como analistas. Si nosotros nos ponemos en el lugar del Otro del significante, del Ideal, lo que vamos a hacer es obturar la pregunta por el deseo. Si nos ponemos en el lugar de un Otro deseante, que sería esta cadena intervalar, en l medio de las dos demandas, ahí actuaríamos como analistas: el el intervalo entre la enunciación y el enunciado, ahí lo que va a pasar es que el sujeto pueda preguntarse por la causa de deseo del analista. Y al preguntarse por la causa de deseo del analista, va a aparecer la respuesta fantasmática del sujeto. Si el analista no se posiciona en un lugar deseante, no va a permitir que el paciente pueda preguntarse sobre qué lo quiere el analista. Si el analista responde a la demanda, cierro. Si el paciente pregunta qué me quiere y el analista responde ¿qué quieres?, o el clásico “¿Y vos qué pensás?”, esto va a hacer que se pregunte sobre la causa del deseo del analista y es ¿Qué me quiere el Otro? El sujeto responderá con su fantasma y ahí el analista se va a enterar de la respuesta fantasmática del sujeto, del marco que sostiene el deseo de ese sujeto, que es un marco de repetición con el que goza, porque está implicada la pulsión y el objeto. Para que pueda atravesar este fantasma, el analista apunta el dedo hacia arriba en el grafo, sino cierra el circuito. Por eso es importante que el analista se ubique en ese lugar intervalar y no responda a la demanda. Hay momentos en que hay que actuar de otra manera, pero para que este engranaje actúe es necesario no responder a la demanda.
Pues para volver a encontrar la pertinencia de todo esto, es preciso que un estudio bastante profundizado, y que no puede situarse sino en la experiencia analítica, nos permita completar la estructura de la fantasía ligando esencialmente en ella, cualesquiera que sean sus elisiones ocasionales, a la condición de un objeto [...]
Nos vamos a enterar de la condición del objeto con el que ese sujeto goza y la función fundamental que tiene ese fantasma para ese sujeto. Puede ser ese elemento en distintas estructuras gramaticales. No es que haya un solo fantasma fundamental y a ese fantasma fundamental uno tenga que ir a ver cuál es. Para cada momento de la vida del sujeto, hay un fantasma que tiene una función fundamental, que es la de sostener el deseo en ese momento. Sobre eso tiene que hablar el sujeto, que está sostenido por esa frase y que es una condición absoluta. Acuérdense que el deseo era condición absoluta para la incondicionalidad de la demanda. Lacan dice:
No son significantes trascendentes; son los índices de una significación absoluta, noción que, sin otro comentario, aparecerá, así lo esperamos, adecuada a la condición de fantasía.
Se trata de una significación absoluta que van a ir al síntoma. Interfiere la condición, es eso, no hay otra. Es lo que funciona como condición absoluta al deseo. Entonces, vamos a encontrar pacientes que son de una determinada forma como sea.
El grafo inscribe que el deseo se regula sobre la fantasía así establecida, homólogo a lo que sucede con el yo con respecto a la imagen del cuerpo,[...]
Lo que quiere decir es que así como lo que sucede en el piso de abajo, está que la imagen del Otro es al yo, como el deseo es al fantasma. Es homólogo.
Cuando Lacan habla de la pulsión, dice que el fantasma es paño de ese yo, que se encuentra primordialmente reprimido, por no ser indicable sino en ese fading de la enunciación.
Lacan dice:
Pero si nuestra gráfica nos permite situar a la pulsión como tesoro de ,los significantes, su notación como ($⬨D) mantiene su estructura ligándola a la diacronía.
[...]
Que la demanda permanece también, es cosa que se sobreentiende, con la salvedad de que queda el corte, pues este permanece presente en lo que distingue a la pulsión de la función orgánica que habita[...]
El corte al que se refiere son los agujeros del cuerpo. Esa es la demanda inconsciente, que se da con la interdicción del Otro como corte en el cuerpo (pulsión). El Otro interviene erogeneizando el cuerpo del chico y ahí, en esa erogeneización, establece cortes en el cuerpo y eso es la pulsión. Y en ese objeto que está caído, la pulsión lo va a bordear en un circuito de ida y vuelta y se va a satisfacer en el circuito. Son objetos que van a ir al lugar del objeto perdido que van a hacer de objetos condición del deseo, pero que son una ficción, porque lo que en realidad hacen es taponar que el objeto causa está perdido. Hay escenas donde el sujeto queda marcado por el goce de un objeto que lo satisfizo.
El sujeto puede quedarse solamente en el circuito pulsional, porque la pulsión se satisface a sí misma. ¿Qué hace que esto se anude al deseo y a la demanda? El deseo, la demanda y el goce tienen que estar anudados, porque para que la pulsión no se satisfaga a sí misma tiene que intervenir el Otro como un Otro de amor, como un Otro objeto de amor. Y además el sujeto, identificarse con ese objeto de la demanda de amor. La pulsión es siempre parcial, no hay una sexualidad total. Lo que hace que uno busque la totalidad es el amor, es la demanda de que el Otro se constituya como entero por el amor. Una demanda de amor. Ahí es cuando se pueden anudar el amor a la pulsión y a lo que está más allá del amor, que es el deseo. Entonces, se anudan amor, demanda y deseo.
A veces tenemos que sujetos que vienen con una pulsión permanente, es una demanda pulsional pura: se corta, toxicomanías, ¿dónde está el deseo ahí? ¿Dónde está el amor ahí? Hay que anudar la demanda, hay que anudar el deseo.
Después del S. XI, Lacan va a definir a la pulsión como el montaje a través del cual la sexualidad participa de la vida psíquica, de una manera que tiene que conformarse con una estructura de hiancia, o sea intervalar, característica del inconsciente. La pulsión tiene forma de hiancia, son cortes en el cuerpo. A saber que en lo referente a las instancias de la sexualidad la situación es la misma para todos los sujetos, ya sean niños o adultos. Todos se enfrentan solo con la sexualidad que pasa por las redes de la constitución subjetiva, las redes del significante. O sea, todos se enfrentan con la sexualidad que pasa por las redes del significante. No existe sexualidad que no pase por las redes del significante. Y las redes del significantes es la demanda inconsciente, la demanda del Otro que también incide en los agujeros del cuerpo, porque el Otro no solamente le habla, sino que lo toca, lo mira, y así se constituye la sexualidad. La sexualidad solo se realiza mediante la operación de las pulsiones en la medida en que son pulsiones parciales, respecto de la finalidad biológica de la sexualidad.
¿Hacia dónde vamos en un análisis? ¿Hacia el deseo y su ética, o hacia el goce? Porque si el deseo es el deseo del Otro, ¿cómo se sale de esa encerrona? Por otra parte, el discurso del Otro es el discurso del inconsciente. Lacan le va a dar una vuelta a esto con los 4 discursos y las fórmulas de la sexuación.
Pregunta: ¿Qué valor tiene la pregunta sobre lo que le pasa en la entrada en análisis?
No siempre lo tiene.Puede venir un sujeto con una pregunta determinada sobre lo que le pasa, pero no es la entrada a un análisis. Eso nos dirige al síntoma, nos manda al significante de la falta en el Otro y desde allí nos va a llevar al síntoma, El paciente va a hablar de algo en su historia, va a empezar a hablar de la repetición. Yo tenía un paciente que tenía dificultades para estudiar y él decía que era lento. Ahí ya estamos hablando de algo del orden de un S1 que le está dando una implicación. Ese “lento” no viene de la nada, sino viene por el lado del Otro que le decía que era lento. Por eso el paciente se iba al detalle de lo que tenía que estudiar, pero lento estaba asociado a su vez a “débil” y a “homosexual”, porque él lo era y a la condición pasiva que tenía frente al padre. O sea, toda una cuestión que hacía que él no pudiera rendir psicopatología, que también respondía a una satisfacción pulsional de goce en relación a la pasividad al padre. El paciente viene con una pregunta: no puedo dar psicopatología. Ahora, ¿Cuándo entra en análisis? Cuando puede ubicarse subjetivamente, localizar una condición distinta. Por ejemplo, cuando se estaba bañando, él dice algo del orden del “no”. Dice que él no es lento y que él quiere dar esta materia. Él ahí se localiza de otra manera y ahí entra en análisis, lo que sucedió meses después.
La pregunta por lo que al paciente le pasa es la pregunta por su propia falta. La pregunta por su propia falta lo va a inscribir a él como sujeto dividido entre dos significantes. Uno puede ser lo que quiere y otro puede ser lo que desea. Entre 2 cadenas, en esa condición de intervalo entre S1 y S2, es donde va a estar el sujeto del deseo. ¿Qué hace un analista con esta pregunta? Porque se trata de una articulación significante y por lo tanto es una demanda… ¿Qué le dice? Señala para arriba del piso del grafo y abre a la pregunta por lo que no va a poder nunca hacer ni tener respuesta. Hay algo de la verdad que no se va a poder decir. Primero va a tener que pasar por conocer cuál fue su respuesta frente a eso y qué deseo está sosteniendo (en realidad, el del Otro), en esto de no poder dar psicopatología.
Cuando se pasa a análisis, la transferencia se instaura a partir de un significante desde donde se moviliza el análisis.
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