lunes, 3 de diciembre de 2018

Angustias: ¿Por qué es un recurso eficaz del sujeto?


Apuntes de la conferencia dicata por Silvia Amigo el 22/08/2017

El psicoanálisis aparece en la era de la razón, en la época del “pienso, luego existo” cartesiano, donde nació la ciencia moderna y todos los avances que se hicieron permitieron pasar de la expectativa de vida de 25 años del homo sapiens de la edad media hasta los 70-80 y pico en la época actual. No podemos desdeñar la ciencia, pero Freud le recuerda alguna cosas importantes al afán totalizante de la ciencia. Hay algunos fenómenos de los que Freud se ocupa, que son fenómenos que no sirven para nada, como el deseo, el goce y que cualquier intento científico de organizar el lazo social nunca funcionó cuando se impidió a la gente hacer su deseo. El psicoanálisis se va a ocupar de los productos de desecho -fallidos, sueños, inhibiciones, síntomas y angustias- que hacen a eso que molesta a lo que René Descartes (que inicia la edad moderna) llamará la mathesis universalis. Es decir, poder reducir la naturaleza a fórmulas. El psicoanálisis se ocupa más bien de lo que arruina la elegancia matemática de las fórmulas de la ciencia. Eso no quiere decir que el psicoanálisis sea oscurantista. El psicoanálisis va a descubrir, contra cualquier oscurantismo, que en eso que Freud llamó la otra escena de la vida psíquica, la vida inconsciente, rige no un universo de pasiones desenfrenadas, sino una lógica precisa, que es otra lógica de la del proceso secundario. Se va a ocupar, entonces, de escuchar eso que no es la elegancia matemática de la pretensión totalizante de la ciencia. Por eso dice, cuando viaja a EEUU, “No saben que les traigo la peste”. Es algo que le va a venir a poner un límite al voltaje del siglo de las luces.


Antes los sueños se consideraban como un producto desorganizado neuronales del aparato nervioso y que no servían para nada. Freud, cuando habla de los sueños, dice “si no puedo convocar a las fuerzas superiores, las de la razón, me referiré a los infiernos”. Él va a remover esa materia infernal que es el deseo, el goce del sujeto y entonces vamos a considerar algunas cosas que tienen que ver con la angustia.


Si bien Freud aproximó el concepto que Lacan desarrolló ampliamente que es el de goce, Freud lo hizo al esquematizar el más allá del principio del placer. Sabemos que todo goce va más allá del principio del placer. Por ejemplo, si a uno le gusta mucho andar en bicicleta, tiene que ponerse las zapatillas, las calzas y violentar el principio del placer, que es la menor cantidad de tensión posible que da la posición horizontal para salir a gozar del paisaje. Lo que vamos a tratar de ver es que el goce puede ser lo peor que le pase al sujeto, lo más demoníaco que lo lleve a repeticiones de fracaso, de pérdida y de daño, o puede ser un aporte para el sujeto, si hace que el tránsito por la vida, que es muy complicada y dolorosa, y que ese dolor de existir es compensada por algunos goces que tenemos. ¿Cuándo es lo peor y cuándo es lo mejor ese goce?

Moustafa Safouan plantea que hay un goce amigo de la vida, pese a que todo goce está más allá del principio de placer. Hay goces amigos de la vida y otros enemigos de la vida. Hay un más allá enemigo de la vida y un más allá amigo de la vida. Yo voy a adelantar la hipótesis que está en Freud y tratar de trabajarla, para ver si puedo sostener por qué la angustia es un recurso eficaz del sujeto. El gozne, entre el goce enemigo de la vida y el goce amigo de la vida, la frontera entre esos 2 goces lo da la señal de angustia. La señal de angustia alerta cuándo vamos a estar en peligro de que un goce sea nuestro enemigo y voy a tratar de justificarlo.


Tengo que comentar que por algo en esto que Freud llamaba señal de alarma de la angustia, Lacan la va a llamar “hoja de ruta”. También va a decir que la angustia es aquello que no engaña. No engaña, lo voy a tratar de demostrar, de que estamos en ese punto de ese gozne.


Freud plantea a la angustia como un peligro que acecha al ich. No digo ich para hacerme la germano parlante, sino para comentar que ich en alemán es sujeto, es el yo de la frase gramatical, mientras que el das ich es el yo como instancia psíquica. Según el contexto en el que ustedes lean a Freud, ich puede ir al sujeto (no solo el gramatical, sino el sujeto), o al yo como instancia yoica. Siempre Freud va a comentar que la angustia es un afecto que alerta al yo de un peligro. Reitero que el peligro es de un goce que nos acecha , enemigo de la vida. Comento entonces cómo Freud desde el inicio imagina el aparato psiquico, que no va a cambiar nunca esta concepción, diciendo que en el aparato psíquico hay unidades de inscripción de los acontecimientos y esas unidades de inscripción donde se anota eso que pasa desde que uno nace (en absoluta inmadurez e indefensión del cachorro humano). El cachorro humano es lanzado al exterior con mínimas aptitudes corticales, con mínimas posibilidades de subsistir. Respira si es un bebé a término, pero no puede comer si alguien no lo lleva al pecho. Tampoco está cubierto de pelos para protegerse del frío, depende absolutamente de la buena o mala voluntad del Otro, de lo que le transmita. Lo que transmite ese Otro va a ser anotado en unidades de inscripción. Muy temprano en Freud, él habla -en un escrito que nunca dio publicidad, que es Proyecto de una psicología para neurólogos- de la diferencia entre memoria biológica y memoria inconsciente. En ese momento, Freud habló de la neurona como unidad de inscripción de la experiencia que viene del Otro, en la medida de que el bebé depende totalmente para su sobrevida del Otro. No sobreviviría más de unas horas sin el auxilio de otro. Más tarde, Freud empieza a usar el término de “huella mnésica” para referirse al ello y “representación” para referirse al inconsciente.


Vamos a hacer una diferencia para que se dejen fascinar por el retorno de un discurso totalizante de la ciencia, que son las neurociencias aplicadas al padecimiento vital. Hay una memoria biológica clara en cualquier animal que tenga sistema nervioso. Se establecen precipitados químicos en las terminales nerviosas que constituyen la memoria biológica. Si eso fuera lo inconsciente, entonces todos los animales -desde un perro hasta un mosquito- tendrían un inconsciente de pleno derecho. Hay una memoria biológica, pero el inconsciente no está ahí. La sustancia extensa de Descartes, la sustancia pensante que es el cerebro, y el único cerebro que está preparado para poder inscribir el lenguaje y emitirlo es el humano… Siempre que esté adecuadamente estimulado por el Otro. Hay cerebros totalmente normales pero donde el sujeto jamás va a hablar, como en los autismos puramente psicógenos. El inconsciente en Freud es sustancia pensante. Es capaz de lo que ningún animal con sistema nervioso puede, que es condensar, desplazar, reprimir, cambiar la orientación temporal, resignificar lo que pasó antes y lo que pasará después con el concepto de apres-coup, eso no lo puede hacer ningún sistema nervioso. Y no se puede arreglar ningún inconsciente con acondicionamiento. En cambio, se puede arreglar la memoria biológica por acondicionamiento. Por ejemplo, como cuando se aprende a manejar y se incorpora los movimientos. Si en cambio se produce un fallido, ya es otra cosa. Freud pasa a decir que hay unidades de inscripción escritas a mano por el Otro que auxilia al niño. Hay fuerzas de palabra, de mirada, de abrazo, de alimentación y libido que es afecto, la carga de energía que da el Otro, Otro que le habla… ¿Pero por qué una madre se ocupa del inmenso trabajo de cuidar a un chico? Porque de esas inscripciones insconscientes, no biológicas, hay algo que nos va a faltar siempre, porque todo del Otro no podemos inscribir. Todo de ese Otro que nos cuidó resulta imposible de simbolizar. Dice Freud, cuando nadie lo había dicho y cuando la teoría de la neurona estaba en su apogeo (la teoría de Freud es contemporánea a Golgi y a Ramón y Cajal). Hay algo -dice Freud-, el das ding, la cosa incestuosa de la que estamos separados para siempre. No hay forma de que podamos inscribir por entero al Otro.


Por ahora no existe un método que reemplace al útero de la mujer como matriz. Si esa madre tiene una maternidad normativa, tendrá hijos para colmar una falta, a la vez que le va a transmitir esa falta a ese hijo, porque él tampoco va a poder inscribir todo de esa madre. El hijo, si es una maternidad normativa, va a recibir esas inscripciones y esa carga libidinal del Otro que lo trajo al mundo para figurar que hay algo que le falta. Por eso el empeño en tener un niño al que hay que alimentar. Hay cosas que la madre invierte porque gana algo. Freud dice que hay unidades de inscripción que no son ubicables en el cerebro, porque unidades de inscripción psíquicas son la sustancia pensante que es el inconsciente y que se refleja en el cuerpo erógeno. El cuerpo erógeno no es el cuerpo biológico y nuestro cuerpo erógeno dice mucho de nosotros. Uno puede ver el aspecto bizarro de un psicótico, y no es porque tenga o no dinero. El cuerpo de la melancolía es caído, con cara triste. O también el cuerpo espectáculo de la histérica. O el cuerpo hiper-prolijo del obsesivo. Es decir, la memoria de cómo hemos armado nuestro psiquismo está inscripta en nuestro inconsciente, que es el cuerpo erógeno.


La energía libidinal viene, entonces, de algo que tiene la madre cuando nos ofrece el pecho, el abrazo, o nos mira a los ojos. Ustedes saben que si un bebito no es mirado a los ojos, no va a fijar la mirada, va a tener una mirada que vuele por la superficie que mire. Los bebés muy tempranamente miran a los ojos. Si lo mira a los ojos, eso se va a inscribir como libido. La libido no es natural al cuerpo biológico. Nosotros podemos tener hambre como cuerpo biológico, pero no pulsión oral. La pulsión oral es otra cosa que el hambre, la pulsión oral es el antojo de algo, por ejemplo. O querer comerme a besos a alguien. En esa energía libidinal y las unidades de inscripción, Freud va a diferenciar en energía ligada a representaciones que colorean a esa libido de cualquier manera que sea, como afecto de amor o de tristeza… La libido viene pegada a representaciones. También va a estar la libido desligada: es la que pasa al yo -dice Freud- como afecto libre, cantidad de libido que es percibida por el yo como displacentero, que lo llama angustia.


Cuando se desliga de la representación que lo amarra, aparece la angustia. Estamos en la primera tópica, sin cambiar esta base de sustentación. Ahora veremos qué libido provoca angustia, que es la que tiene que ver con el goce enemigo de la vida, el que hace daño, para que produzca esa señal que hace que Lacan diga de la angustia de que se trata de un fenómeno temporal. Es decir, la angustia nos obliga a hacer algo. Es insoportable.


En la segunda tópica, Freud va a decir que el yo es la verdadera sede de la angustia. Dice que no solo recibe la libido, sino que a veces produce la descarga de energía para alertar de un peligro que viene de lo que Freud llama el ello, siendo que el ello es la acumulación de huellas mnésicas de lo que han hecho con nosotros. No es algo que viene con el bebé ya listo, sino que se tiene que armar. El bebé cuando nace es cuerpo biológico, se hace sujeto a través de los cuidados o descuidos de la madre. Freud dice que el yo es la verdadera sede de la angustia e indica un peligro. Esto Freud nunca lo va a cambiar. Y del peligro que se trata es de un peligro libidinal. Veamos qué es eso.


¿Cómo hace el yo para lanzar la señal de angustia? Simplemente desprende energía de una representación preconsciente y la lanza como energía libre, convirtiéndose en angustia. O sea, puede recibir libido desde dentro del aparato psíquico o puede desprenderse de la representación de palabra y emitir él mismo la señal de alerta.


Vamos a hablar de algo que quizá nos ayude a comprender por qué y cómo un goce puede ser enemigo de la vida o “el más allá demoníaco” -citando a Freud- o si el goce puede ser recuperado a escala subjetiva -citando a Lacan- en la escala de la ley del deseo del sujeto. El goce puede ser subjetivado y ser lo mejor que le suceda. ¿Cuáles son las valencias del niño para la madre en Freud y en Lacan? Son muy importantes y van a marcar la diferencia entre uno y otro goce.


Freud es el primero que comenta que a través del Edipo de la madre, ella sabe que está en falta y que el niño es una de las formas de obtener un falo. Esta es una de las formas, la mujer también puede obtener valencia fálica con el dinero, la profesión, teniendo una propiedad, etc. En la época que Freud dice que el Edipo femenino se resolvía con el niño, si bien Freud sigue manteniendo la pregunta de qué quiere una mujer en tanto mujer y no madre, habían muy pocas equivalencias fálicas para la mujer. El falo=niño hace del niño el símbolo de la falta de la madre (falo simbólico). Como falo, el niño viene a recordar lo que le falta a la madre. Es un recordatorio de que hay un deseo en la madre. Un deseo es algo que nos falta y el niño como fálico va a recordar la falta de la madre. Ustedes saben que el desarrollo de la mielinización hace que el niño levante el cuello: erección. A los 6 meses se sienta, erección. A los 9 meses se para agarrándose, erección. A los 12 meses, se para y tiene motricidad. Es decir, eso no solamente es mielinización, sino identificación al falo. Fíjense que los niños gravemente dañados -psíquicamente- son hipotónicos. No se erectan, no se identifican al falo. Es decir, no basta con la actividad neurológica para adquirir la posición en la que estamos todos en este momento. El niño, tanto en Freud como Lacan, aparece en los pasos felices como símbolo del deseo de la madre. Es decir, simbolizando lo que le falta. Pero el niño es también objeto de la madre, objeto de su fantasma. El famoso objeto a de Lacan es objeto del goce de la madre, del bolsón de goce que pone la mejor de las madres ahí. Las más de las veces, puestos por la propia madre.


O sea, un niño no es solo simboliza la falta de la madre, sino que viene al lugar de un objeto de goce de la madre. No de su deseo, sino de su goce del cual el niño va a tener noticia por la demanda de la madre. Esta demanda está en general recubierta por racionalizaciones. Me contaba un paciente que tenía la compulsión de contarle todo a su mujer. Imagínense si uno le contara todo al cónyuge… Se armaban unos líos espantosos. Lo que va a aparecer en el análisis es que la madre le pedía que le contara todo lo que había pasado bajo la idea de que ella podía ayudarlo. La racionalización siempre existe. Esto no es un caso de incesto espantoso, pero él se sentaba, contaba y contaba. Ahí vemos el origen de su compulsión a contarle todo, incluso cosas absolutamente inútiles que no aportaban más que problemas y a no reservarse nada. A la vez, estábamos viendo que la madre necesitaba con quien hablar. Pero esto era inconsciente, la madre no era una malvada. Entonces, el niño por un lado viene al lugar de símbolo de la falta de la madre, pero también el lugar de objeto de su goce, en general ignorado por ella misma. El niño va a poder detectar ese goce ue haría de él la presa de un goce que anularía la falta de la made. Ese falo es símbolo de la falta de la madre y el niño le recuerda a ella cuánto le falta. Hablo de la madre como cualquiera que tome el rol materno. Por ejemplo, el padre de Schreber era una madre malvada, era un señor que tomaba al hijo para hacer experimentos de pediatra ortopedista. Cuando digo madre, no digo una mujer, sino alguien que toma como objeto de goce al chico, como una niñera.


A los chicos uno no les anula los cuentos de Caperucita, el lobo… Uno podría pensar por qué la necesidad de un lobo feroz. O una madrastra malvada que envidie la juventud y la belleza de la Cenicienta. Eso es porque la madre también es esa madrastra. En el cuento infantil se desdobla el rol de la madre y el niño necesita elaborar eso que podemos llamar “maldito”, que es el goce al que convocamos a nuestro hijo, ya no para que nos recuerde la falta -falo- sino para que colme nuestro goce. Entonces, ¿Cuál es la diferencia entre uno y otro?


Vamos a hablar un poco de la paradoja del cocodrilo. Ustedes saben que yo siempre me quejé de esto que Lacan decía de que la madre es un cocodrilo y que la madre está ahí y se lo quiere comer… Yo diría que si la madre no tuviera apetito, el chico, ¿cómo sabría que es apetecible? ¿Cómo se sentiría importante? En la clínica de adultos, vemos hombres que les encanta que les tengan celos. Quieren ser apetecibles, que los vuelvan locos y los controles. Después se quejan un poco, pero hay una voluptuosidad en sentirse importantes para alguien. El asunto es que es el falo el que mantiene la boca abierta, pero no como una terceridad que viene a imponerle a la madre que cierre la boca. Yo apuesto a que traten de cerrar la boca de una madre que no la quiere cerrar, no se puede. La madre… ¡O el padre de Schreber! Si vieron la hermosa película Claroscuro, la del pianista David Helfgott (Helfgott significa “ayuda de Dios” en alemán), quien está bajo la garra de un padre que lo toma como objeto de su goce y que quiere que toque sólo para él, no para el público. El factor psicotizante es el padre, que toma al hijo como objeto de goce. Con lo cual, el chico jamás puede tomar dignidad fálica.


El falo que cierra la boca del cocodrilo, es decir, una detención del apetito en la propia madre. Es una ley que opera en la propia madre. La madre good enough (apenas buena) deja que el chico se matrice en sus fauces como objeto amable, objeto deseable, que se sienta seguro, pero que mantenga la dignidad fálica, con ese falo que abre las mandíbulas y que no se cierren, desde el interior de ella misma. Una madre good enough tiene sus bolsones de goce y el chico los va a tener que deducir en análisis. Clínicamente en un análisis, lo más importante hacia sus finales es haber comprendido qué clase de objeto éramos para el Otro. Los que estamos aquí tenemos la suerte de que nos educaron, nos vistieron, nos llevaron al colegio… Lo que tienen que deducir son los bolsones de goce para los que fueron objeto de goce del Otro. Siempre nos quedan huellas de eso. Entonces, ¿de qué peligro nos alerta la angustia?


La angustia nos alerta siempre de aquel momento en el que estamos por ser presa del goce de Otro. Sea del Otro primordial que nos toma como objeto de su propio goce, sea de algún otro importante (un amigo, un maestro, una pareja) que nos está gozando. El momento de la angustia es el peligro libidinal de que nos transformemos en un objeto indigno, en un objeto gozado. La angustia, tan desagradable, tan espantosa, no debemos acallarla hasta no saber cuál es el peligro del que nos alerta. Eso no quiere decir que el analista deba dejar que el paciente se inunde de angustia. El manejo y la graduación de la angustia es una cosa del saber hacer de un analista: el analisis del analista y los años y años de práctica de no aliviar rápido ni dejar que inunde. Dejar que la angustia haga la pregunta que debe hacer. ¿Qué peligro lo acecha? ¿A qué escena remite esto que le pasa hoy? Por eso, Freud va a decir que el humano va a depender, a lo largo de su vida, del amor de Otro.


¿Qué es el amor? En alemán, la palabra lust significa tanto placer como goce y la palabra liebe, amor. En castellano tenemos 3 palabras: amor, deseo y goce, que nos hacen algunas consideraciones diferenciales. ¿Por qué la madre no cierra la boca, se come al chico y lo deglute? O el padre de Schreber, que sí lo hizo, ¿por qué lo hace? Hay algo que detiene la devoración, que detiene el goce y es el amor. El amor no solo en su vertiente imaginaria, sino también simbólica y real. El amor impide que hagamos presa de nuestro goce a quien amamos. Por eso es que Lacan va a decir un aforismo, que dicho sin entenderlo es un bla bla bla. Dice “El amor permite al goce condescender al deseo”. El amor hace que en vez de cerrarse las mandíbulas y masticarlo en el goce, mantengamos un límite de lo que consumimos del otro para que podamos seguir deseándolo. Si trituro al otro en mis mandíbulas, lo trago, lo como y lo deshecho. Se ve mucho en los sujetos cómo no quieren ser “objeto sexual”. No hay nada moral en eso, pero habitualmente no quieren ser amados. Es decir, que no solo sean depredados por el goce, sino que el amor venga a hacer digna la situación. No solo el deseo, el amor.


Voy a dar un ejemplo clínico, el caso Juanito (Herbert Graff), que todos lo conocemos. Juanito es hijo de una señora que se analizaba con Freud y es hijo de Max Graff. El papá era un hombre muy culto de Viena que frecuentaba el círculo de las reuniones de los miércoles, que es la primera institución psicoanalítica que existió. Estas actas se pueden comprar en cualquier librería de psicoanálisis. El nene no solo era muy deseado, sino que era el nene psicoanalítico. Sabemos que Juanito nació y era muy esperado. La madre lo tenía un tanto pegada a sí misma: dormía con él, lo llevaba al baño porque él chillaba. Era un nene fálicamente bien resuelto, que jugaba, preguntaba, un chico contento con este plus y un papá que le decía al nene “No tenés que hacer eso” y el nene lo seguía haciendo. O sea que la palabra del padre estaba, pero el nene no escuchaba. Hay un momento de irrupción, que escuando Juanito descubre su wiwi-macher, su cosita de hacer pipí. Se toca y goza él, tiene un goce propio. La madre le dice que eso es una porquería y a la noche, para que no se toque, le pone unos pijamas cerrados, que están descritos en el historial, que impedían que el chico se tocara. Uno le puede decir al chico que eso no se hace en público, o frente de uno… ¿Pero cómo, él podía dormir con ella, podía ir al baño con ella? Y al mismo tiempo, la madre está embarazada y va a tener un falo cero km. El día que nace Hanna, la madre de Juanito, esa noche lo sacan de la pieza de los padres y lo ponen en otra. Entonces, Juanito es al mismo tiempo un falo usado -porque viene su hermanita- y a la vez no puede tocar su pito. Sus goces propios están anulados y súbitamente por capricho, es desalojado cuando a ellos se les canta. Lo primero que le dicen a Juanito es que se angustia. La angustia le hace saber a Juanito de un peligro libidinal, que venía siendo sin que él se diera cuenta. Además del ni{o fálico que era, porque era inteligente, jugaba, etc., se da cuenta que es un objeto del goce y encima desechado. Es entonces que la angustia le ofrece una solución.


¿Cuál es la solución de la angustia? Si uno tiene recursos, uno va a soportar la situación de ser un objeto indigno de goce. Esto le pasa a los que tienen recursos, pero un chico de 4 años no los tiene. Entonces Juanito hace una fobia. Hace un retroceso a la formación de síntoma, que resuelve su angustia. ¿Y con qué hace la fobia? Pensemos que los animales vegetarianos de gran tamaño como las vacas, los caballos y las jirafas, se la pasan todo el día comiendo y pastando. Lo primero que Juanito dice cuando hace la fobia es que teme la mordida del caballo. Teme que se lo devore alguien y al hace en su inconsciente -no tiene solo memoria biológica- un desplazamiento de la madre al caballo. Y al tener una fobia al caballo, a ese bicho que come todo el tiempo, no se le acerca. Es en la única sesión que tiene con Freud -porque Freud dirigía el tratamiento que hacía su papá-. Otro animal herbívoro de gran tamaño es la jirafa, y Freud contaba la importancia de que dibuje una jirafa gigante, le ponga el wiwi-macher y arrugue el papel. Es decir, domina al animal comedor. Es en la sesión con Freud que el síntoma de Juanito, que Freud dice que las anteojeras del caballo eran los anteojos del padre, y lo negro que estaba en la boca del caballo eran los bigotes del padre. Es decir, le daba un carácter paterno y transforma a la jirafa en el padre real que le falta a Juanito, en el padre eficaz que le falta a Juanito. Pero su primer padre fue su síntoma. Por eso, ni la angustia ni el síntoma es algo que los analistas ataquemos de frente para intentar abolir. No es que no usemos psicofármacos, pero yo soy psiquiatra y puedo darlos si quisiera. No es que no los dé, pero el analista no quiere abolir la angustia ni resolver el síntoma, sino saber qué significan, para qué le sirven al sujeto y cómo puede prescindir de ellos cuando sea el momento de prescindir de ellos.


Si estoy diciendo que la angustia es una alerta útil y eficaz para que el sujeto no se haga presa del goce predador de quien fuere, cuando la angustia falta a la cita, cuando la gente se sobreadapta y no se angustia, vamos a tener un índice claro de una gravedad. Cuando se hacen las anamnesis de los casos del dr. Córdova, por ejemplo, vemos niños que las madres dicen que eran geniales cuando eran chicos, no molestaban nunca y se quedaban sentados todo el día. ¡Los chicos molestan! Cuando un niño se sobreadapta a una situación sin angustia, va a un caso grave como la psicosis o va a hacer una alteración de carácter para toda la vida, que el análisis podrá resolver con mucha dificultad. Ustedes saben que es más sencillo trabajar con síntomas, porque el sujeto tiene ganas de resolver la situación sintomática, y es mucho más difícil perforar el carácter. Entonces, cuando la angustia falta a la cita, estamos en problemas. No hay infancia que no transcurra por momentos de angustia. No hay vida amorosa que no transcurra por momentos de angustia. No hay formación -por ejemplo en una universidad, un curso- o con algo comprometido en la vida que no transcurra con momentos de angustia. La angustia puede ser un momento, un salto rápido o como cuando Lacan la llama “el nombre real del padre”. No quiero meterme con esto, pero les explico por qué va a tener este rol esencial.


Lacan hace una sola mención acerca de la angustia, en una clase que es la última del seminario “Los nombres del padre”, que es la última que da en el seno de la IPA antes de que lo excomulguen. Él ahí va a hablar del sacrificio de Abraham. Abraham es un seleccionado por Elohim, que le pide que abandone su patria, que vaya a las tierras de Canaan y funde una nueva dinastía con Sarah, que es su mujer. Abraham no va a tener hijos con Sarah, pues ella es estéril. Él tiene hijos con algunas de sus esclavas. Milagrosamente, a los 90 años, Dios le da a Abraham y a Sarah un hijo llamado Itzjak. Itzjak es el heredero de la bendición divina. Este hijo va a llevar esa marca. Elohim se le aparece y le pide que sacrifique a Itzjak en la piedra del sacrificio. Abraham se desespera y piensa. Kierkegaard hace un desarrollo de las opciones que Abraham pudo haber imaginado, pero Abraham obedece a Elohim. Lleva a Itzjak a la piedra de sacrificio, apoya la cabeza en la piedra y cuando le está por cortar la cabeza, aparece un ángel que le retira el brazo y en su lugar pone el famoso chivo expiatorio, el carnero de sacrificio. El shofar es el cuerno del carnero, que es el último grito del Dios del goce, cuando es reemplazado por el Dios de la ley, que prohíbe apropiarse del cuerpo del hijo. Lo que sucede en su lugar es el pacto con la ley. El dios de goce vira al Dios de la ley, que prohíbe el sacrificio del hijo: asesinar es la apropiación absoluta del cuerpo del otro. Por eso, Freud decía que un asesinato equivale a un incesto, porque me arrobo del derecho de apropiarme por entero del cuerpo del Otro. En lugar de la muerte viene la circuncisión, pequeño recorte del órgano de goce.


En esa clase que Lacan habla ampliamente del paso adelante de la civilización -el paso del politeísmo (dioses del goce) al monoteísmo (Dios de la ley)- en esa clase Lacan da este ejemplo clínico. Dice que el niño nace y no sabe que el pecho no es de él. Él siente el cuerpo de la madre como prolongación de su propio cuerpo. Cuando la madre le pide que tome el pecho, el chico se angustia. Es la misma clase que Lacan habla del sello de la ley del Dios de la ley. Lacan dice que el niño se angustia porque ya no sabe si tiene hambre él… O si la madre tiene hambre de él. ¿De quién es el hambre? Recién la pulsión oral va a aparecer cuando el chico sepa que el goce oral es de él y no del Otro. Esto es simplemente para dar un pantallazo de cómo la angustia es el nombre real del padre. Nos alerta de que el peligro sea hambre del Otro sobre nuestro cuerpo. Cualquier hambre del Otro.


Pregunta: Vos dijiste que Moustafa Safouan caracterizó 2 tipos de goce, el amigo de la vida que es el propio, el subjetivado, y otro más allá, que es enemigo de la vida. También dijiste que la angustia es el peligro de la inminencia de un goce. La pregunta es cómo distinguir si ese preámbulo es hacia un goce mortífero o amigo de la vida. ¿Cómo se puede saberlo?

S.A.: Con el caso Juanito intenté ilustrar que la angustia nos alerta de que vamos a ser presa pasiva del goce del Otro. Los psicoanalistas siempre tenemos que buscar clínicamente cuál es la otra escena, cuál es el puente actual que une la escena actual con la otra. Juanito, como es un niño, hace por primera vez angustia cuando se da cuenta que fue seducido y abandonado, como dice el tanto, “la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser”, que no era amado por la madre sino utilizado… De todas maneras a Herbert Graff le fue muy bien. La angustia es justamente el gozne que hace que sintamos el peligro. Por ejemplo, que sintamos frente a un peligro.


Vayamos a otros casos de los que hay que encontrar la otra escena. Seguramente a ustedes les habrá pasado que tienen que ir a un examen y tienen angustia, por ejemplo a que los reprueben y entonces ser objeto de una reprobación. Es decir, objeto de no sentirse lo suficiente para lo que fuere. Eso puede provenir de que no se prepararon bien, o sea que bienvenida la angustia, en el sentido que quizás hay que volver a preparar del examen, o puede venir de alguien que los descalificó en algún momento de la vida. Hay que buscar la otra escena, porque quizás hay gente que está bien preparada y se angustia de más y no puede ir. Necesita de la ayuda analítica para desentrañar a qué escena de goce está ligada la angustia. Pero hay un peligro que no engaña, lo que puede haber es un falso enlace. Al tener un inconsciente vivimos haciendo falsos enlaces. Falso enlace es creer que algo nos va a pasar ahora porque remite a una situación anterior. Por eso en el caso de este paciente que le contaba todo a la mujer y resulta que era por la madre, a la que le tenía que contar todo lo que había hecho para que la madre viviera la vida que ella no tenía.


Nadie puede saber certeramente, pero Juanito en su síntoma fue certero. El síntoma de Juanito es una verdad que pone en orden la relación de Juanito con el mundo que lo circunda, a un precio muy alto. Juanito vivía en una época donde habían muy pocos tranvías y muchos carruajes. El automóvil era una novedad que había llegado a unas pocas familias. Juanito tenía una restricción funcional importante, pero a Juanito lo salvó el psiquismo. Por eso en la infancia la angustia como formadora de síntomas suele ser la que se suele llamar plataforma giratoria hacia la neurosis. Es la que permite que Juanito ingrese a la neurosis: más tarde, en la situación de angustia de la vida adulto o verdaderamente que estemos por ser presa de un goce. O que remita a una escena anterior que tenemos que desentrañar en análisis. O sea, hay una frontera de un gozne, sin goce esta vida es demasiado difícil y no tendría sentido.


Freud decía que el análisis de lo que se trataba era de sentirse feliz por vivir. No de la gloria ni el éxtasis. Pasar de la miseria neurótica al infortunio corriente. Pero el infortunio corriente se soporta mejor si tenemos una cuota de esos goces amigos de la vida, que podría ser algo tan simple como andar en bicicleta.


(Pregunta inaudible)


La importancia del amor en psicoanálisis es enorme. El diagnóstico precoz no se puede hacer, porque nadie se da cuenta que un chico abajo de una mesa no funciona. Siempre se dijo y Lacan también lo dice: no hay crianza que pueda regularse con un Juez, porque no puede regular los goces. Es algo que pasa dentro de una casa, si una tía se hubiera dado cuenta el chico estaría salvado. Pero parecía bárbaro que el chico no se angustiara nunca.


Pregunta: Cuando se dice esto de que no hay angustia sin objeto, yo me preguntaba cuál será ese objeto.


S.A.: Voy a tratar de explicar el aforismo “La angustia no es sin objeto”. Freud parece contradecirlo, porque dice que la angustia es por la pérdida del objeto de amor. La angustia viene cada vez que nosotros vamos a ser reducidos a objeto. Que no es sin objeto es que somos nosotros ese objeto para el goce del Otro. No es sin el objeto al que nos está reduciendo, o creemos que nos reducen. El objeto sin el cual no es la angustia es uno mismo al que va a ser reducido ante cualquier devorador goce del Otro.


Pregunta: ¿Hay una definición de goce general como amigo de la vida o enemigo? ¿Por qué se habla de goce de la madre y se lo asimila sólo a la parte mortífera?


S.A.: La madre es paradojal por excelencia. Una madre good enough es paradojal, porque si la madre no quisiera comerse al pibe, el pibe estaría en problemas porque no sentiría que alguien lo apetece. Pero si la madre no detiene su apetito, el niño es devorado indignamente. Entonces, lo que tengo para decirte es que la madre es una paradoja viva. Necesita tener que gozar del chico y tiene que poder detener su goce. Es como encargar un catering para decir “que rico” y no comérselo, ¡que se lo coma otra! Winnicott decía que una madre apenas buena es una madre que libidiniza al hijo en el corte. En los casamientos las madres lloramos, esa es la paradoja de las madres, está lo peor y lo mejor en ese goce que se detiene frente al niño-banquete.


Pregunta: ¿Qué formas de goce hay en las toxicomanías y si la droga no sirve para acallar la angustia? ¿Cómo relacionarlo con la subjetividad de la época?


S.A.:  Son 2 preguntas en una. La toxicomanía no es una estructura clínica, sino un epifenómeno de cualquier estructura… que empeora cualquier estructura. Es decir, hay neuróticos, perversos y psicóticos toxicómanos. Antes del fenómeno clínico, tenemos que diferenciar la estructura. La droga empasta cualquier diagnóstico, porque no sabemos si un delirio es toxifrénico, por ejemplo, o si es un delirio que hubiera tenido aún sin la sustancia. Yo no puedo adscribir la toxicomanía a una estructura.


Lo que sí puedo decir de la subjetividad de la época, perdón por la frase, es que el discurso de la posmodernidad fabrica letosas. “osas” quiere decir sustancias, letein quiere decir olvidar en griego. Y aletein quiere decir verdad. O sea que las letosas son sustancias fabricadas para olvidar la verdad de lo que deseamos. El último I-pad, el último celular… Las sustancias de consumo también pueden ser sustancias químicas. No siempre son drogas ilegales, muchas veces son legales, o pueden ser comida. Siempre que hay un objeto tapón, es consumido sin deseo y sin amor. Es consumido sin que uno sepa ni siquiera por qué. A todos nos ha pasado de sentirnos mal y comprarnos algo que después no sabemos ni para qué nos sirve.


Para las toxicomanías, cuidado porque son epifenómenos de cualquier estructura. Es como la homosexualidad, es un epifenómeno de cualquier estructura. Hay homosexuales neuróticos, perversos y psicóticos. Uno no puede decir que la toxicomanía es un cuadro clínico, aunque es un grave problema sanitario, sin ninguna duda. Pero esto no la hace una estructura clínica.


Pregunta: Es la primera vez que escucho que es la madre la que debe frenar su apetito y me quedé pensando cómo hace esa madre para hacerlo, si bien dijiste que es el amor una forma. ¿Logra el amor siempre logra detener ese goce? ¿Y el padre?


S.A.: ¿Se acuerdan de privación, frustración y castración? El agente de la frustración es el padre simbólico. El padre simbólico es el que Freud llamó “padre muerto”. Es el padre que si no opera en la madre, nadie lo puede introducir. Es el padre que está en la madre y tiene el falo para que el cocodrilo no cierre la boca. Tratar de poner un padre exterior que intervenga sobre una madre que no le funciona el padre simbólico para determinado hijo (por ahí le funciona para un hijo y para otro no), no hay forma de entrar. El padre de la frustración como agente simbólico es el padre que opera en la madre.


Luego, las otras figuras del padre -el padre ideal, padre imaginario, agente de la privación- y el padre real, agente de la castración, son figuras de terceridad. Pero ese primer momento donde la madre detiene el goce aunque apetezca, es el padre que opera en ella. Y si no opera en ella, no hay forma de hacerlo ingresar. Es decir, el agente simbólico de la frustración es el padre que opera desde la palabra de la madre.

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