martes, 7 de mayo de 2019

Inhibición, síntoma y angustia. Posibles equivocaciones clínicas.


Notas de la conferencia dictada por Enrique Millán, el 31/10/2017

Es difícil pensar la inhibición, el síntoma o la angustia sin alguna referencia a los otros dos. Voy a partir de una idea de Lacan del seminario “Aún”: el concepto de equivocación. Él escribe una fórmula en el pizarrón y dice “esto es una enorme equivocación”. Esto nos hace pensar en la diferencia entre el equívoco del inconsciente, efecto del significante, la posibilidad que la polisemia nos permite en la vida, en la clínica, etc. Pero acá Lacan reemplaza la idea por equivocación. La equivocación es del orden de la lógica. 

El psicoanálisis transforma a un héroe trágico en un hombre común. Un héroe trágico está pensado en términos de la tragedia griega, de la poética de Aristóteles. Un hombre común sería un hombre que se puede seriar en la lista de los hombres como primer paso y que en un segundo momento puedan aparecer las diferencias. Hay un momento de Borges que dice “Soy descendiente de esto, de aquello…” y termina con “se resigna a estos versos”. Eso es un hombre común. Que luego sea considerado genio, un gran artista o filósofo, etc. Un gran hombres es el que puede dialogar con grandes hombres, con grandes obras o con grandes pensamientos. Borges, para poder haber sido eso, tuvo que haber sido un escritor más, un argentino más. 

Lacan pone al otro lado al héroe trágico, que no es otro que el del Edipo. Cuando recibimos un paciente en análisis, recibimos a un héroe trágico. La tragedia no es mostrar cosas desagradables, como una batalla. Una tragedia es lo que se desencadena por la equivocación de un protagonista. Un protagonista se equivoca, por ejemplo Edipo, que cree que está matando a otro hombre cuando en realidad está matando al padre y que está teniendo relaciones con otra mujer, cuando las está teniendo con la madre. Eso es una equivocación y eso genera una tragedia. La podemos pensar en Antígona, en Electra… La tragedia surge de una equivocación del protagonista y por eso el héroe trágico está equivocado, sacó una conclusión errónea. El Edipo no es más que eso, es haber sacado una conclusión errónea. Por eso, Lacan pone en el centro del inconsciente una equivocación. A partir de ahí podemos pensar qué es una equivocación en la clínica. Ejemplo, una paciente que no podía llegar al orgasmo y que se quejaba de una madre represora, asexuada, religiosa, moralista. Ella atribuía sus dificultades sexuales a esta señora. Un día me cuenta que era tan represora, que cuando a ella le empezaron a salir tetas, la madre la envió al cuarto para que se tape, porque el padre estaba llegando a la casa. Lo que nos dimos cuenta es que una madre que hace esto, es capaz de significar sexualmente al padre, y a ella, haciéndole esta invitación a que se cubra el cuerpo. Esta madre represora aparece como una señora que registra la sexualidad de su marido, de su hija, etc.

Cuando pensamos en el Edipo, lo que descubrimos ahí es una equivocación. Es decir, se saca una conclusión a partir de ciertos datos que están equivocados. En ese punto Lacan ubica al inconsciente. Para que haya una equivocación lógica hace falta que ésta esté sostenida sobre el significante. No es que reniega que haya pasado con el significante, sino que sostiene que a partir de un significante, de algo que no puede significarse a sí mismo, es que se producen las equivocaciones. 

¿Cuáles son las equivocaciones de los psicoanalistas? Las grandes equivocaciones no son importantes en un análisis, porque el paciente se aviva y se va. Los pacientes graves tienen una extrema lucidez para pescar cuando el analista está en cualquiera. Las equivocaciones que nos afectan profundamente son las pequeñas. Son graves porque justamente están cerca de la verdad, por ejemplo una interpretación, y entonces el paciente puede sentirse escuchado y tomar como verdad lo que dice el psicoanalista. Yo una vez trabajé la relación entre el masoquismo y la melancolía. Si uno toma el discurso manifiesto masoquista y el melancólico, son muy parecidos. Por ejemplo, la queja, la autocrítica, una retórica muy parecida. Pero no es lo mismo leer una situación desde la melancolía que desde el masoquismo. 
  • Cuando uno escucha a la melancolía, seguramente va a buscar la identificación a un objeto perdido. 
  • En cambio, en el masoquismo lo que el sujeto hace es presentarse como objeto en las escenas y los actos sexuales. 

Pero resulta que en lo más superficial, es muy fácil confundirse y que el paciente se sienta escuchado y que piense que es verdad. Son los casos en que los pacientes se quedan, se quedan y nunca pasa nada, sin cambios de posición porque se siente escuchado. 

Hay otras equivocaciones, como confundir masculinidad con neurosis obsesiva. O femineidad con histeria. Cuando las mujeres se quejan de los hombres, muchas veces lo dicen por los obsesivos. Históricamente, la neurosis obsesiva estaba asociada a la masculinidad y en realidad un obsesivo no es un hombre, sino un cuadro psicopatológica. Lo mismo pasa con la histeria y la femineidad. Hoy en día es difícil encontrar histéricas, porque el discurso obsesivo está colgado totalmente en las mujeres. Tanto en la obsesión, en la histeria, en el masoquismo o la melancolía, la dirección a la cura es totalmente distinta.

Equivocaciones graves en los conceptos. La angustia no es un síntoma. A Freud le tomó más de 10 años cernirla y yo me preguntaba por qué Freud puso los 3 conceptos juntos para después separarlos. El analizante tiene todo el derecho a querer hacer pasar la angustia por un síntoma, con la ilusión de que se le pase o se le cure. Pero eso no habilita a hacerlo al que dirige la cura, por ejemplo, lo que hacen los americanos con el ataque de pánico. El ataque de pánico es tomar la angustia como síntoma y esto lo pueden hacer los psicoanalistas también. Si tomamos la angustia como síntoma, no tiene cura. E ilusionamos al paciente con algo imposible, metiéndolo en una carrera en una dirección que es de un padecimiento y de una imposibilidad absolutas. Vender la idea de que se puede curar así, es una estafa casi canalla. Desde antes de Freud los psiquiatras sabían que la angustia no era un síntoma. 

¿Pero qué es entonces la angustia? La angustia es estructural, eso lo sabemos desde Freud. El psicoanalista debe despsicopatologizar a la angustia. Uno no puede haber terminado de leer el seminario de la angustia y seguir pensando que es un síntoma. La angustia es como la luz roja de un auto, que anuncia que hay algo que está funcionando mal en el aparato. Particularmente, la angustia avisa que uno está en una situación contraria a su deseo. Cuando uno se entera de qué situación causa esto, la angustia desciende absolutamente. En el seminario de la angustia, Lacan la define como lo que aparece cuando la falta falta. Surge cuando se tapona la falta y tiene la función de ponerle un límite al goce. Y define el goce como un movimiento hacia obturar la falta. La angustia pone un límite a eso y permite relanzar el deseo. La angustia aparece en el momento del acto, en el momento de poder relanzar el deseo. 

El neurótico hace pasar la inestabilidad del yo como algo estable y la estabilidad del deseo como algo inestable. Si uno tiene un deseo, en alguna manera, se produce algo de la fragmentación yoica, de la imagen yoica de uno. En el deseo sexual, pone la idea de entrar en un coito y por más satisfactorio que se suponga, se pone en juego la demanda del Otro frente al deseo. Frente al acto, en relación a las fantasías y al deseo, aparece la angustia, que aparece cuando falta la falta. Hace 26 años yo estaba casado con una señora y se había embarazado 3 veces y las 3 veces había perdido el embarazo. La 4° vez, yo iba en un taxi a buscar el resultado de un análisis del 4° embarazo. Yo estaba en el taxi con un nivel de angustia infernal, que iba super despacio. En un determinado momento, yo pensé en si el análisis fuese negativo. Cuando pensé eso, sentí como bajaba la angustia en mi cuerpo. Esto que yo no quería que pase, puede pasar. Ubicar esta otra posición que es un movimiento a obturar la falta, eso que yo no quiero que pase, puede pasar. Y la angustia desciende, porque algo falta. El tema está en ubicar en qué punto la falta está faltando cuando un sujeto está en un momento de angustia. 

Hay 2 niveles de angustia, con la angustia propia y otra con la angustia ajena. Muchas veces la angustia ajena angustia muchísimo. Esto pasa en una guardia, en una sesión o en la vida. Por ejemplo, la posición del padre respecto a la angustia del hijo. No se debe correr a hacer cosas para que baje la angustia. A veces el analista se pone a preguntarle cosas a los padres, qué hizo a los 3 años y los padres están que el hijo quema la casa. Pero de alguna forma, ellos hablan y la angustia baja. No sirve lo que uno hace para que la angustia baje. Hay que poder bancarse la castración de que el otro esté angustiado y que uno no pueda hacer mucho más que estar. La angustia se corre del lugar del síntoma y es un fenómeno que no tiene nada que ver con el síntoma, aunque promueve la decisión de querer curarse de eso. La posición freudiana es que la angustia es necesaria para la estructura. No es una contingencia ni un síntoma. 

Inhibición. La inhibición está pensada en relación al movimiento, en relación al impedimento. El impedimento viene de impedicare, que viene de pie. Es algo que frena el movimiento. Lacan pone el ejemplo de la trampa para los animales, que cuando la pisan caen en la trampa y no pueden seguir caminando. Se puede impedir el movimiento de la cura, del deseo, del acto… Lacan marca que en la inhibición, el sujeto cae en la trampa del narcisismo. Esto quiere decir que si uno piensa en la imagen yoica, esto impide el acto y el movimiento. “¿Se me va a parar o no? Va a pensar que mi pija es chica, que no sé coger, me va a ver la celulitis, las tetas se me cayeron, voy a dar una charla y me voy a equivocar…”. La imagen que está en juego entra en la imposibilidad del acto y el sujeto queda atrapado en esa trampa. 

Esta no es la única cuestión, porque el impedimento en el seminario, aparece además que como trampa del narcisismo, como cualquier cuestión que obstaculice el avance, el palo en la rueda que impide seguir adelante. Esta detención es distinta a la angustia del sujeto, frente a algo que le impide avanzar y que no es necesariamente la trampa del narcisismo. Es esta oscilación entre la totalidad y la fragmentación yoica.

La inhibición, dice Lacan, es un síntoma puesto en el museo. Esto a mi me tomó un tiempo pensarlo, pero gracias a una paciente pude imaginarlo mejor. Supongamos un plato egipcio en el museo. En aquel momento, ese plato servía para comer, por ejemplo. Pero en el museo no sirve para eso. Está ahí puesto como representando lo que fue la escena original donde la gente comía con ese plato. Entonces esto me hizo pensar en la dirección a la cura, porque uno encuentra que ciertas cosas que le pasan a un paciente en realidad tuvieron pertinencia y sentido de síntoma, con una escena donde se jugó, en la infancia, por ejemplo. Así como el plato servía para comer, puede haber pasado que una pelea con uno de los padres cuando el chico era chico quede retenida y funcionando, pero ya sin esa escena. Por eso es un síntoma puesto en el museo.

Ejemplo: una paciente tenía una profunda dificultad para divertirse, para reírse o participar en festejos. Ella se quejaba de esto y llegamos a una escena infantil donde ella estaba muy peleada y enojada con los padres. Ella estaba en el jardín y recordó que pensó en que no se iba a divertir nunca más. Este síntoma, que tenía sentido en ese momento, quedó conservado y ya fuera de toda esa escena quedó en el museo. 

La inhibición le puede traer problema al sujeto con los otros, al dejar de dar clases o no ir a un lugar. Pero es un momento donde se está tranquilo y protegido de un peligro inmediato, no es como el síntoma. Ir a la búsqueda de la escena que ahora es inhibición pero que antes fue un síntoma, encontrarle el sentido al síntoma en ese momento, es algo que es profundamente aliviante, porque permite perder la escena de la que se trata. 

Antes del concepto de represión, Freud junto con Breuer tenían la idea de las 3 neurosis: neurosis de retención, la neurosis hipnoide y la neurosis de defensa. La que se aproxima más a la idea de represión es la neurosis de defensa: no quiero saber nada de eso, de ese pensamiento. El concepto de retención es muy interesante, porque se trata de que remite a otra escena que posteriormente el sujeto pueda soltar. El tercer punto para trabajar la inhibición es cuando Lacan, en los finales del seminario de la angustia, habla de distintos lugares del objeto a en el cuadro. En un momento dice que lo que nos enseña la neurosis obsesiva es el tema de la retención. Es tan obvio en la neurosis obsesiva, que uno lo ve fácilmente. La retención propia de la inhibición está en todo sujeto y en todo acto. La inhibición él la ve como un punto previo al acto del deseo. Todo deseo tiene primer un momento de retención y después se suelta. Esto ocurre en cualquier estructura, ya sea obsesiva, histérica o lo que sea. En el primer momento hay retención y en un segundo momento se lo suelta. Este primer momento de retención se lo suele patologizar. 

Síntoma.
Quería destacar el último momento de Lacan acerca del síntoma. Freud presenta al síntoma como una contradicción, un desencuentro. El síntoma obsesivo, referido al pensamiento; el síntoma histérico, en el cuerpo. Lacan retoma esta diferenciación y dice que el neurótico sufre del pensamiento o sufre del cuerpo. Son los 2 lugares donde se puede sufrir. Vemos que mucha gente no hizo casi nada en la vida y sufren de cosas que se le ocurrieron pensar. 

¿Qué hacemos con el síntoma? Uno puede trabajar el síntoma por la vía significante, por la vía del objeto (mirada, voz...), pero hay un punto donde no alcanza el trabajo ni por la vía significante ni por la vía del objeto y es “un saber hacer con eso”. El psicoanálisis es justamente el sinthome del analista. Es decir, al analista le pueden pasar muchas cosas, pero cuando se sienta en el consultorio, el problema es del otro. Muchas veces yo he estado hecho mierda por un duelo, por ejemplo, llego al consultorio y se pasa. Yo pensaba en distintas cuestiones que tienen que ver con un “saber hacer” con algo que fue un síntoma para uno. Yo recuerdo que mi padre me contaba todas las noches un cuento distinto que inventaba él, hasta los 4 o 5 años. Luego nunca más me los contó y yo entendí por qué a mi me gusta tanto mi trabajo, de que me cuenten cosas, de cómo fue, cuándo empezó… Esto es hacer algo con ese resto del síntoma. 

La configuración del síntoma requiere de la participación del analista. Nada puede ser un síntoma si no hay colaboración del analista para que esto sea así. Un paciente puede venir diciendo que tiene una úlcera y no darle pelota. La úlcera no es un síntoma psicoanalítico sino genera pregunta, aunque sea un síntoma médico. Para que algo sea síntoma, debe necesitar de la colaboración activa del analista. El analista puede sancionar qué es un síntoma, por ejemplo en un caso que tuve donde todo el análisis se desarrolló en asociaciones en base a la eyaculación precoz. En un momento este síntoma desapareció y un día vuelve el tema. Ahí la responsabilidad de uno es ¿lo sanciono nuevamente como síntoma o el síntoma ya cayó? Hasta ese punto es importante que el analista sea cómplice del síntoma. Es lo que le pasa a Freud con Isabel, cuando Freud rechaza la consulta de Isabel porque ella había bailado en una fiesta y le pidió que no volviera a hablar de eso.

Pregunta: (inaudible)
E.M.: Sobre un equívoco se funda el inconsciente. Lo que dice Lacan diferente es que la equivocación está sostenida sobre un significante, cuando hablaba de la polisemia del significante. Un ejemplo de equivocación, en una supervisión de una analista de hospital, con una adolescente. La chica venía quejándose de que no había tenido relaciones sexuales, mientras que todas sus compañeras sí. Clínica de la inhibición, ella relata que estaba un poco molesta por eso y la analista le pregunta “¿Y vos por qué no cogés?”. La paciente se va y no vuelve más. La supervisión se produce cuando tiempo después, con otra paciente le pregunta si este es el servicio donde se autoriza a coger. La analista se pregunta qué pasó. Esa pregunta apuntaba a la causa de por qué la paciente no podía tener relaciones sexuales. Esto es muy frecuente en la clínica de la inhibición, porque uno queda mal parado, porque la piba la escuchó con otra intención. Esto está favorecido por la estructura del significante. La paciente desde la lógica sacó una conclusión sostenida en el equívoco. Las equivocaciones se producen siempre sobre equívocos, por eso yo nombraba a Aristóteles que daba importancia a la gran equivocación que supone el héroe trágico. La megalomanía es un ejemplo claro: me miró, entonces quiere decir que me está proponiendo matrimonio. Pasa en la vida cotidiana también.

Pregunta: Me gustó el desarrollo respecto a la equivocación. A veces el analista se apresura a comprender y darle sentido. 
E.M.: La moral sexual es realmente siniestra, es la resistencia lacaniana al psicoanálisis. Se sabe de todo, menos de cómo se coge. Por ahí viene una paciente que dice que estuvo con algunos hombres y el psicoanalista pregunta “¿Por qué te hacés eso?”. Eso es una moral católica terrible. El analista no debe creer que estar con una sola persona es más sano. O que si no está en pareja algo le pasa. 

Pregunta: (inaudible)
E.M.: Una de las cosas más difíciles de entender. En la transferencia hay un solo inconsciente y un solo sujeto, con suerte. Este es un concepto muy difícil de incorporar para el analista. Cuando hay 2, se detiene la transferencia. 

El obsesivo, que uno puede pensar que no le pasa nada pero le pasa de todo afuera. Él necesita creer que está todo igual. Si al obsesivo le pasara algo, se podría desencadenar el deseo de muerte con el analista. De repente, por un lapsus o una equivocación, el analista puede darse cuenta que afuera cambió un montón pero en el análisis necesita sostener que no pasa nada. 

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