miércoles, 23 de noviembre de 2016

La dirección de la cura: Posición del analista en la histeria.

(Apuntes de la conferencia dictada por Raúl Yafar 21 de Octubre de 2014.)

Vamos a tratar de desarrollar un poco el tema de la dirección de la cura, especificando algunos detalles respecto a la estructura histérica y después voy a tratar de ilustrar con tresbreves viñetas clínicas el tema que quiero acentuar.

A mi me resulta muy interesante de tomar, como concepción de la neurosis, un sintagma que utiliza Lacan al pasar en el seminario X, el seminario de la angustia. Él habla ahí, a lo largo de todo el seminario, gira en todo lo que se llama la antinomia deseo ­ goce. O sea, hay una antinomia que define a la neurosis entre el deseo y el goce. Por supuesto que ésto con Lacan tendrá una serie de torsiones luego, es decir, de cambios importantísimos, pero en ese momento que es casi culminante, porque luego de ese seminario Lacan es expulsado de la Internacional y él retoma su enseñanza con el seminario, no el de los nombres del padre sino con el famoso seminario de los 4 conceptos, donde en alguna manera plantea y resume la cuestión de lo que él piensa que es el psicoanálisis. En ese seminario XI, posterior al de la angustia, hay un primer esbozo en la clase 19 y 20 de la temática del final de análisis. En realidad uno podría hacer la reflexión de que el famoso retorno a Freud es característico de los primeros años de Lacan y de algún modo tiene un resumen en la articulación que se produce en el Seminario VII, en el seminario de La Ética. A partir del S. VII, Lacan va desplegando el registro que había dejado más olvidado, que es el registro de lo real, y paso a paso en cada seminario va articulando lo que él llama el objeto a. El modo que él tiene de llegar a situar el objeto es mediante una manifestación clínica, que es la de la angustia. En el seminario 7, 8 , 9 y 10 llega a desplegar la idea de real mucho más articuladamente, que en el retorno a Freud no lo había podido hacer. Ahí es donde él puede empezar a pensar en una idea del final de análisis. Entonces, gracias al S. X, puede empezar a armar este sintagma que ustedes habrán escuchado hablar tanto, que es el atravesamiento del fantasma. Es decir, toda la temática de la dirección de la cura en el análisis y su final, pasa por la idea de una metamorfosis, de una transformación de la idea del fantasma en esa época.

En el seminario del sujeto, el S. XII, sobre el objeto, en el S. XIII y en la idea del fantasma, es una nueva incorporación más depurada aún con respecto al final de análisis y esto concluye en el seminario del acto analítico y la presentación del dispositivo institucional para registrar este fenómeno. Es decir, ustedes pueden tomar del seminario VII al XV toda una etapa donde Lacan está articulando una idea, una primera idea fuerte de él, de lo que sería el final de análisis. En el medio de esa caracterización que concluye en el dispositivo institucional que se llama “el pase”. El pase es el fenómeno que se registra mediante el testimonio institucional de lo ocurrido en los análisis. En el medio es lo que aparece entonces la definición de la neurosis como oposición o antinomia entre el deseo y el goce. Todo el seminario de la angustia está tramado en torno a esto. Incluso hay sectores del seminario donde directamente es planteado que la angustia es un mediador entre el deseo y el goce. También aparece el amor como otro mediador entre el deseo y el goce. Entonces, aparecen distintos mediadores, pero la antinomia, el choque o cruce, es entre deseo y goce. Esto es consustancial a esta etapa de Lacan, que podríamos situar hasta el S. XV y el armado de la escuela y el dispositivo del pase. Después vienen otras elaboraciones con respecto al goce, la palabra deseo va desapareciendo, habla un poco de fantasma, hay otro Lacan a partir del S. XX. Pero yo me voy a centrar en esto porque es lo que más he estado trabajando y mi libro que es sobre el fantasma, está cernido en este período de la obra de Lacan.

¿Qué quiere decir que hay una antinomia entre deseo y goce? El deseo, podríamos decir, desea gozar. Nuestro deseo nos lleva a gozar y no lo logramos. Este es el resorte último de la definición de la neurosis. Pero no lo logra porque lo que caracteriza a la neurosis, esto ya está en el S. VII, es que el deseo no avanza hacia el goce, sino que se desvía de su meta​. Esto aparece bien articulado en el seminario de la ética, el deseo avanza, pero cuando se está por aproximar al goce, huye de él. Ahí está toda la articulación del das ­ding, de la cosa, la influencia Heideggeriana. El deseo está en el camino del gran Otro, se desvía hacia el Otro y se desvía de la cosa​, en el seminario de ética, por el horror que le produce la cosa. En el seminario de la angustia, 3 años después, porque la angustia no es superable.​Entonces como nadie quiere soportar el fenómeno de la angustia, la certeza de la angustia, se desvía hacia el campo del Otro. Por lo tanto, se abre una especie de encrucijada neurótica nombrada como antinomia deseo ­ goce. De un lado queda el deseo, como deseo del Otro, del cual Lacan había hablado en muchos escritos, y del otro lado la angustia, la pulsión, el más allá del gran Otro.

En el caso de la histeria, el deseo, que funciona antinómico del goce, al modo de la matriz de insatisfacción. Es decir, lo que Lacan llama el deseo ­defensa tiene sus 3 vertientes como deseo insatisfecho en la histeria, deseo imposible en la neurosis obsesiva y deseo prevenido en la fobia. Es decir, el modo de desear del neurótico es un modo que evita el goce, aspirando a él, que el neurótico dice que quiere gozar y no lo consigue. Pero en realidad desea de un modo defensivo que lo aleja del goce. En el caso de la histeria, el deseo, que se desvía hacia el Otro, el deseo como deseo del Otro es el deseo insatisfecho es el deseo del padre imaginario. La histérica lo que desea es el deseo del padre. Pero ya, en el seminario XI, no es el único modo de desear. En algún párrafo del seminario de la angustia, dice que el deseo se le desdobla, como hay un deseo obligado al Otro y un más allá del Otro, habla de un deseo defensivo: el deseo en acto. Ya el concepto de deseo se comienza a partir.

Pero lo que nos interesa, en la antinomia deseo ­ goce, es el deseo defensivo, el deseo insatisfecho. Por supuesto, lo que empieza a esbozar Lacan en esas charlas últimas del seminario de la angustia, es que el psicoanálisis propondría, si tuviera un fin, una superación de la antinomia, más allá de las neurosis. Lo que caracteriza al neurótico es quedar sumergido en la antinomia. La superación, dice, se da mediante un pasaje. No habla de pase aún, pero dice que la superación de ese goce se da mediante un pasaje. En un análisis no es ético dejar a una mujer sumergida en una posición histérica, en posición de antinomizar su deseo y su goce. El análisis vendría más allá. La histeria está bajo el ala del amor al padre. El deseo de la histérica, es el deseo del Otro paterno. En el S. VII tienen, entonces, de un lado todo lo que es deseo, ley, el padre, el gran otro, los caminos del inconsciente, todo lo que nos aleja de la dimensión del das ­ding. Ese alejamiento va a ser explicitado después como alejamiento por motivo de una angustia. Pero no habla de una angustia del S. VII todavía. Sí habla de la ética del psicoanálisis, en ese seminario que emparenta con la tragedia, que acercaría al tema del das­ ding, alguna experiencia relativa al más allá del Otro, sin mencionar la palabra angustia.

En el S. X, siguiendo con esta diferenciación, introduce algo que va a dejar de lado, que es la duplicidad de las 2 faltas: la verdadera y la falsa falta. Falsa falta es la que atañe al falo, al gran Otro, al padre, a la demanda de amor, al completamiento narcisista, la falta fálica. Esa es la falsa falta. La verdadera falta en el seminario de la angustia es la que atañe a la causa, es decir, al objeto a, a la angustia, al circuito, al trazado pulsional. Si bien en el seminario de la angustia no menciona demasiadas veces la palabra pulsión, está esbozando una teoría de final de análisis que atañe a algún tipo de re­orientación y de transformación de las relaciones del sujeto con la pulsión. No en el sentido freudiano de domeñar las pulsiones, sino de subjetivar las pulsiones. Esto va a conducir a una teoría de la pulsión muy novedosa donde la pulsión es definida como trazado en acto. Es decir, en la neurosis, antinomia entre el deseo y el goce pulsional. Atravesamiento posible con alguna elaboración de la angustia, lo cual le permite al sujeto un pacto renovado, un contacto novedoso con la pulsión subjetivada. Ahí tienen el esquema del S. XI el de Moi, ai, que es el trayecto, y el gol como la marca subjetiva, el trayecto y el contorneo de objeto, está la idea de montaje, doy por sentado que algunas lecturas de Lacan tienen.

¿Cómo se manifiesta esta antinomia en la histeria? Uno de los modos de la antinomia, que aparece también en todo neurótico pero tiene una especificidad en la histeria, y que nos va a marcar la dirección de la cura que vamos a tener que desarrollar, es la que observamos en el fenómeno que observamos en la degradación de la vida amorosa. Es decir, la degradación de la vida amorosa, en términos muy genéricos, es la división entre la corriente tierna y la corriente sensual, como la llama Freud, o del amor y del goce. Es decir, hay una separación, también una antinomia, una falta de conjugación (según Freud) o una superación (según Lacan) como pasaje entre lo que concierne al amor y lo que concierne al goce. Esto se manifiesta con distintos modos. La escisión de la vida amorosa, la escisión de las corrientes, en el caso del hombre se presenta entre la pareja oficial y lo que en la época de Freud se llama la prostituta. Pero en la obra aparece esta división entre el amor ubicado en un objeto (la esposa, la novia) escindido en relación al objeto degradado (una mujer de inferior situación cultural, social, económica, una empleada, prostituta, sirvienta y todas las presentaciones clínicas alrededor de ésto). Por supuesto, lo que ese hombre juzgue como inferior. Freud trabajaba con hombres con poder adquisitivo alto, con posibilidades, de la burguesía vienesa y es esa burguesía encontraba que no podía mantener una vida sexual dichosa con sus parejas y volcaba su sexualidad hacia el objeto degradado, envilecido o disminuido. En el caso de la mujer, lo que dice Freud es que no aparece la noción de degradación sino la idea de secreto, ocultación, clandestinidad. En el caso de la mujer, la escisión, la antinomia, se presenta entre un objeto insatisfactorio, léase el marido o el novio, y un objeto de exaltación erótica donde sí se puede obtener el goce y este objeto aparece secreto y clandestino. Por supuesto esto es muy esquemático, en realidad en el hombre también hay una dimensión de secreto y de clandestinidad puesta en el burdel. El burdel tiene a los objetos degradados, pero al mismo tiempo es un lugar semi ­clandestino. Y por otro lado el objeto de exaltación de la mujer, secreto y clandestino, también tiene que ver con un objeto con el cual no se casaría, no haría pareja. Les recuerdo que en esa época también sale el libro de Lawrence “El amante de Lady Chaterville”, una obra bastante famosa y complicada para esa época de una mujer de alta alcurnia, que está casada con un hombre de mucho dinero, que vive en un palacio. El hombre sufre un accidente en donde queda paralizado, en silla de ruedas, y ella se empieza a enamorar del jardinero. Por supuesto un jardinero musculoso, tostado por el sol... Y ella encuentra la exaltación en un objeto donde según la alcurnia de esa clase social a la que ella pertenece con su marido, es también un objeto envilecido. Lo explosivo para esa época, según el libro termina, es que ella deja al marido y se va con el jardinero. Esto le valió a Laurence la condena, la quema de los libros, etc. Una cosa era que una dama de sociedad tuviera algo con el jardinero y otra que dejara al marido para irse con el jardinero. ¿Qué quiere decir esto, cómo aplicamos la antinomia deseo ­goce aquí? Les dije que el deseo es calificado como Lacan como deseo­defensa, deseo defensivo, deseo metonímico, deseo insatisfactorio. Todo está implicado, por supuesto, a la imposibilidad de tener un goce, por ejemplo en el caso de Lady Chaterville de tener un goce que su marido, paralizado por un accidente. Por lo tanto, en la pareja encuentra la insatisfacción. Y si no la encuentra, se la inventa, se acuerdan la bella carnicera, que se inventa la historia del caviar. Toda la historia del caviar no es otra cosa que histeriquear al marido. Es decir, el marido es un carnicero apasionado y ella lo que que hacía era sacarlo de eje mandándolo al campo del Otro, diciéndole “Yo lo que quiero es caviar, no quiero caviar, sí quiero caviar”. Se construye un deseo insatisfecho ella misma. En el caso de Lady Chaterville, no necesita construírselo ella misma porque el marido sufrió un accidente que lo dejó paralizado.

Bien, ¿Qué pasa con el goce? El deseo funciona así, como deseo insatisfecho. Dentro del campo del Otro, que debería proveernos un goce y no nos lo da. Lo único que encontramos en el campo del Otro son significantes: caviar, salmón ahumado, miles de significantes. Ninguno trae un goce. Lo que ocurre, en la degradación de la vida amorosa a fenómeno global, o en la clandestinidad de la vida erótica, por tomarse la cuestión de la histeria, es que ese goce del cual el sujeto se aleja (les dije, hay una antinomia: el sujeto se inserta en el campo del Otro y desea, como el burro tras la zanahoria busca el objeto sin encontrarlo), Lo que ocurre es que el goce queda eyectado hacia afuera, fuera del campo. Piensen en una mujer victoriana, con un marido impotente, ella absolutamente frígida, alejada de todo goce. Insatisfecha, coleccionando latas de caviar pero no yendo mucho más allá. Ese goce que es eyectado, esa es la hipótesis de mi último libro y desarrollo allí, que ese goce que es eyectado antinómico del deseo, retorna en una formación escenográfica que es uno de los modos de representación del fantasma​. Esto aparece en el análisis como transferencia negativa, como neurosis de destino (ahí hay que ir a “Más allá del principio del placer”), la remisión más allá, la presentación de algo que nunca fue ni podrá ser disfrutable pero que se repite. El goce es posible de obtener por un desarrollo, un circuito pulsional pleno, que condujese, en términos del S. XI, al gol, a la barra subjetiva, a la subjetivación de la pulsión, retorna como un goce pesado, melodramático, destinario, en más allá del principio del placer en las escenografías fantasmáticas. Ahora vamos a ver unas de ellas. De todos modos, en la escenografía que yo planteo, hablamos de un goce denso, cargado, exaltado, febril, pero no una realización pulsional, sino una escenografía. ¿Qué estoy diciendo con esto? Estoy tomando como teoría de la pulsión definitiva de la carta del S. XI, entonces no hay goce pulsional en cualquier lado, solo hay trazado en acto pulsional cuando hay efecto sujeto. Nosotros podemos hablar de goce para muchas cosas, goce en la anorexia, goce del síntoma, goce por todos lados. Pero el goce pulsional en Lacan es específicamente cuando la pulsión cumple un trazado en acto y produce subjetivación, sino no hay funcionamiento pulsional. Está en el S. XI, lo cual lo aparta a Lacan bastante de Freud.

Veamos ahora 3 materiales clínicos,​con distinta resolución, el primero no tuvo un tiempo mayor. Los otros dos son de análisis muy breves, interrumpidos. Son todos materiales de hace muchos años, pero yo voy a tomar solo una pequeña viñeta que conciernen precisamente a la degradación de la vida amorosa​.

Caso 1​: Una mujer está en pareja con un muchacho, según su descripción, muy callado, hipoafectivo, poco expresivo, distante. La consulta de ella por un lado es porque siempre hace pareja con hombres poco expresivos, poco comunicativos y silenciosos. Es muy importante en este caso el tema del silencio. Y el otro síntoma por el cual consulta es la frigidez, es decir, no puede alcanzar el goce sexual con sus parejas. Ella lo que inventa es una especie de truco: Cuando tiene relaciones con su pareja, siempre ella está arriba de él y hace un intenso despliegue de sensualidad actuada, dirigida a la mirada del hombre que está impasible debajo de ella. El hombre tiende a eyacular muy rápidamente, la relación es muy breve, pero ella le hace un auténtico show, sin sentir nada, pero dramatizando una escenografía de alto voltaje erótico totalmente desplegada a nivel de la actuación. Cuando él se queda dormido, ella se iba al baño y se masturbaba. Es decir, lo que no aparece como realización forzosa en la cama con su pareja, es decir que queda como deseo insatisfecho (porque por más despliegue escenográfico que hiciera en la situación erótica, ella queda insatisfecha), esa no realización pulsional se traslada a la escena de masturbación enel baño, donde siempre fantasea lo mismo: que la violan 4 o 5 hombres. En la escena ella siempre está indefensa, en un lugar apartado, secreto, los hombres son desconocidos; ella no tiene forma de pedir auxilio, nunca la Maltratan ni la lastiman y estos hombres hablan continuamente. Además hay ruido de fondo, como si fuera una casa abandonada, y se escuchan autos y colectivos y gente que pasa. Es decir, ella está sumergida en sonidos. Ahí tienen un anticipo en esa escenografía fantasmática, en que ella sueña en su masturbación, lo que sería para ella un objeto posible gozoso, no del todo constituido, pero que tiene que ver con la voz. Lo que pasa es que en ella funciona de este modo: ella está sola en el baño, no hay ningún hombre, sino que es una fantasía donde ella es tomada y se necesitan varios hombres para hacerla gozar, y donde ella escucha sonidos, como conversaciones entre ellos, frases de alto contenido erótico. No la lastiman pero la poseen reiteradamente. Mientras ella fantasea esto, puede masturbarse y alcanzar el orgasmo. Lo que ella nunca hace es hablar de lo que le pasa con su pareja. Nunca se pone en primer plano y poder llegar a conducir algo que sea un problema de los 2, el goce de ella. Está instalada una escena repetitiva e insatisfactoria donde ella le hace el show, él termina y se duerme rápidamente, no habla absolutamente nada y ella se va al baño donde encuentra su goce, totalmente escindido del deseo insatisfecho. Ahí tienen la antinomia deseo­goce. Ahora, la antinomia está presentada de modo neurótico, porque en términos de Freud, no hace nada para conjugar el deseo y el goce y superar la antinomia por algún tipo de pasaje que la acercara a que el hombre que ama pudiera hacerla gozar. Es decir, está completamente escindido, eyectado al costado de un pequeño fantasma de violación controlada. Un goce autoerótico, en este caso. 

Entonces, desde el punto de vista deseante, está insatisfecha; desde el punto de vista de la escena del goce, sólo lo alcanza a través de la masturbación. Ahora, cuando una mujer es de muchos hombres, no es de ninguno. No hay ningún hombre donde ella pueda decir que su goce está puesto en él. Con lo cual, esta escena erótica masturbatoria infantil la deja prendada, no del todo ligada más que por el amor a su hombre, y lo que hay detrás de todo esto es la figura paterna. No hay un desasimiento del padre y de los hombres de la familia. No voy a dar detalles, pero en esta escena masturbatoria ella no es de ningún hombre y sigue ligada a la figura del padre. Hay una cuestión transferencial que ella empieza a tener en un momento, una serie de sueños conmigo, en donde ella me pide tener relaciones con ella pero para que le dé clases de cómo se hace para gozar. La figura del maestro aparece erotizada, pero tampoco se trata de una fantasía erótica, es decir, es una fantasía de enseñanza erótica. Me parece que en este caso, la dirección a la cura tenía que ver con que ella pudiese empezar a hablar de lo que le pasaba con su pareja para poder romper un poco este circuito entre el dormitorio y el baño. El fantasma está más cerca del baño que de la alcoba, dice Lacan al final del S. XIV. Algo de este orden, juntar un poco los cuartos. Esta antinomia de deseo y goce, esta antinomia entre corriente sensual y la tierna, se grafica en esta división entre el dormitorio, donde el hombre no sabe qué le pasa a su mujer ni le pregunta, y algo que a ella le pasa consigo misma, con su cuerpo relacionado con el circuito de la pulsión pero que él no tiene nada que ver con eso. Ella fantasea con una escena cruda donde es tomada por cualquiera. Son violadores, no tienen nombre, no tienen cara y solo se escucha un murmullo que le excita y le permite llegar al goce masturbatorio. Entonces, la orientación a la cura en este caso, que me parece toda orientación a la cura, es alguna otra alianza del sujeto con su pulsión de otro orden, que no las incluya en el sentido autoerótico, por fuera de las relaciones que tiene en el campo del Otro, es decir, las parejas o las relaciones oficiales. Algún tipo de relación entre ambas cosas. La cura con esta muchacha pasó por la idea de hablarlo con la pareja, establecer algún tipo de código de comunicación, plantearle que con él no se puede hablar de nada, movilizar esto dentro de la pareja y que más allá del despliegue dramático que ella hace, no siente absolutamente nada. Esto es poner en crisis la pareja, o poner en tela las posibilidades de esa pareja. En este sentido, la transferencia es negativa, resistencial, porque son sueños (los de tomar clases con el analista) donde ella encuentra una coartada.

Caso 2: Otra muchacha, que viene a consultar porque el padre está enfermo de cáncer y aparentemente le queda muy poco tiempo de vida. O sea que en la inminencia de la pérdida del padre, ella hace la consulta y las entrevistas. Esta viñeta es más corta, porque cuando el padre falleció, ella faltó y no vino nunca más. Es decir, las entrevistas preliminares a un análisis posible, la acompañaron durante el vislumbre de la muerte del padre hasta el deceso efectivo. Es decir, donde ella no puede negarse a que el padre está en los últimos tramos, así que es probable que un médico le haya dicho que no había nada que hacer y le haya recomendado terapia. Además de acompañar al paciente en un trance doloroso, ¿qué nos interesa?

Ella desarrolla una conducta fantasmática cuando se entera que el padre está enfermo. Su síntoma era también la frigidez. Es decir, con su pareja, un novio de muchos años, no podía alcanzar el orgasmo. Entonces inventa un truco, más complicado que el anterior, pero más efectivo: le dice al novio que mientras están teniendo relaciones, él la tiene que llamar con otros nombres, con nombres de chicas conocidas, amigas de él, o amigas o compañeras de trabajo de la facultad de ella. Tiene que elegir en el acto sexual a alguna otra, con nombre y apellido y con ciertas dotes atractivas. Él tiene que hablarle a ella durante todo el coito como si ella fuera la otra, de un modo apasionado, insistente y haciendo hincapié, más allá del cuerpo de esta muchacha, en las características atractivas que tienen ellas. En lugar de tener una relación insatisfactoria como la primera, ella se masturbaba con él, pero no pensando que otros hombres la tomaban, sino que él tomaba a otras mujeres. Entonces, él siempre tenía que tener un repertorio de chicas y laboriosamente tenía él que decir todo lo que iba haciendo, buscando que él se exaltase y hablara de cosas cada vez más cargadas eróticamente y así había descubierto que alcanzaba el orgasmo, pensando que él tenía una relación intensa con la amiga de ella. Lo que ella tenía era un obsesivo laborioso, obediente, que hacía todo lo que la novia le decía. Esto ella lo había descubierto como truco, que la había curado de la frigidez coital, cuando se enteró que el padre estaba enfermo. Ahora, el truco estaba tan bien hecho y el novio era tan obediente, que ella no lo traía como síntoma. Ella lo que trajo como motivo de consulta era la pena de darse cuenta lo que le iba pasando al papá, hasta que el padre muere y ella se va, es decir, no llega a constituirse un síntoma en transferencia. Lo que pasa con el fantasma, es que cuando está muy bien armado y produce algún tipo de satisfacción sustitutiva, si quieren, es que es muy difícil tocarlo. Ella no se pregunta por qué tiene relaciones así, no trae la frigidez como síntoma en la transferencia, por lo tanto ella en el amor del padre podía haber comenzado un análisis para hablar de lo que le pasaba a ella con sus pulsiones. Pero ella utiliza este truco que es masturbatorio, esto lo pescó bien Sandor Ferenczi, quien tiene varios artículos sobre la masturbación, que en realidad la masturbación va más allá de la cuestión del autoerotismo, que en un coito también puede haber masturbación. En realidad, lo que ella hace es usar al novio como un consolador. En realidad de masturbarse ella, se masturbaba él, pero con una escenografía que es autoerótica.


Con esta paciente no se llegó a realizar ningún circuito porque vino en la emergencia de la muerte del padre inminente y concluyó con la muerte del padre. Nunca vino con el padre muerto, porque la última vez falta cuando ya no tiene padre. Nunca vino como una mujer huérfana que no tiene padre, a una entrevista más. Ella no vino nunca más, yo nunca la vi huérfana.

Caso 3: Viene una mujer mayor que las mujeres de los casos anteriores, que eran veinteañeras. Esta es una mujer cercana a los 40, que viene en plan de transferencia negativa, insistiendo en que el psicoanálisis no sirve para nada. Tiene una actitud muy despectiva e insiste en que “los analistas son todos unos pajeros”. Dice que lo único que producen los analistas es lo que ella llama “la paja de la interpretación”. Pero además, cuenta que se viene a analizar conmigo por sexta vez y con los primeros 5 analistas, psiquiatras o terapeutas, terminó teniendo relaciones. Siempre fueron experiencias frustradas, a destiempo, lo único que hacían vía el acting out, derrumbar los tratamientos con los cuales esos hombres se enganchaban, hayan llegado hasta donde sea, esos hombres se enganchaban. No era tan sencillo no engancharse, porque ella venía a la entrevista con los botones de la blusa desabrochados, se buscaba o ponía el dedo dentro del corpiño, se tocaba el pezón. No era tan sencillo, no no tener relaciones con ella, sino no ver estando frente a ella. Este era el comienzo de mi práctica, hoy haría otras cosas. Pero en ese momento me quedaba todo duro y trataba de no mirar nada de todo lo que mostraba, mientras pensaba cómo manejar eso. Un despliegue de acting out que hoy cortaría más rápidamente, tendría alguna intervención sobre la conducta, más al grano.

En ese momento, yo recuerdo que con esta mujer, que vino 5 veces nada más, yo estaba bastante incómodo. Todo el tiempo estaba pensando “¿Cómo hago para no ser un pajero?”. Pude al final, en la última de estas entrevistas, sacarla un poco el tema de que me contara un poco los detalles de sus paseos por el campo del psicoanálisis y preguntarle por ella, por la relación con su cuerpo, con la maternidad, y aparecen algunos datos. Ella también era frígida en una época. Después de tener su primer hijo pudo acceder a empezar a tocarse ella, y mediante la masturbación alcanzaba un placer orgásmico, tocándose, y después con el tiempo pudo introducirlo en la relación con su marido y de a poco, primero con toqueteos los 2 juntos, luego con penetración, de poco pudo empezar a experimentar el placer sexual. Es decir, un recorrido en relación a su cuerpo. Entonces yo le dije, qué distinto sonaba en boca de ella cuando decía tan despectivamente la palabra “paja” y en cambio cuando decía “masturbación” sonó completamente distinto. En realidad, si bien pareciera que las 2 palabras remiten a la misma escenografía, en boca de ella eran completamente distintas: en un caso, era una cosa despectiva, dirigida al otro, en el lugar de un hombre degradado, ella quedaba implicada mediante un truco rebelde de provocación dirigida a los hombres en una escena también tortuosa, actuada, que no conducía a una satisfacción sexual verdadera, ni a un análisis. En cambio, cuando ella pudo hablar un poco de su cuerpo, de su maternidad, del reencuentro con su cuerpo de mujer, con poder explorar ese cuerpo, conocerlo, alcanzar algún goce masturbatorio que después pudo extender a su vida marital, ahí la palabra “masturbación” tenía una nobleza que no tenía en la forma que ella se dirigía cuando decía la palabra “paja”. Cuando le dije esto, se derrumbó subjetivamente adelante mío, como si hubiese cambiado su posición en el sillón, se puso a llorar, dijo que no podía aguantar esto, que era mucho para ella y no vino más.

Hoy yo podría pensar muchas cosas en cómo trabajé yo con este caso. Con los años, uno dice “hubiera hecho esto, aquello”, es interminable. Pero quizás hoy yo actuaría de un modo más expeditivo, más en esas primeras entrevistas que lo único que hacía era provocarme. Probablemente se hubiera ido antes, es decir, venía totalmente sacada en la actitud de acting out contínuo, y algo de cortar la serie de los que se engancharon, por lo que dudo que hubiera seguido. Y me parece que la intervención, que juega con el significante, pero que lo usa abriendo una puerta de sentido completamente distinta, es un poco precipitada porque se da en las entrevistas. Pero me cuesta pensar qué otra cosa podría haberle dicho ante lo que ella estaba contando y en realidad el derrumbe casi melancólico que ella experiementa, o sea, el derrumbe subjetivo, fue tan poderoso que no pudo seguir viniendo. De todos modos, me quedé pensando que alguna serie del acting out se cortó, como se pudo, aunque sea brevemente y no conduciendo un análisis, pero algo de esa conducta actuada se cortó en esa experiencia. En este caso, la dirección va hacia algún tipo de subjetivación del relato, ligada a la subjetivación de la propia pulsión. Digamos, eso que ella encontró como un goce posible en su cuerpo, después pudo llevar a su relación de pareja, tiene que ver con su propio cuerpo, con su forma de experiencia propia de la relación con la pulsión.

Bueno, estos son los 3 materiales, charlemos un rato.

Pregunta: En el último caso, el goce se corta en el momento en el que ud. le hace a comparación entre 2 significantes y que pareciera que hay un contacto de esta paciente con un deseo no conocido. Se me ocurre esto porque es la única manera de entender el derrumbe. No creo que esta paciente fuera melancólica.

Raul Yafar: En este último caso, todo es mucho. Desde hasta dónde es capaz de llegar, el modo de presentación de ella cuando vino a mi consulta, el derrumbe cuando le digo una primera intervención que la podría conducir a una zona un poquito menos desértica, porque ella venía de hablar del desierto del goce fantasmático, de las actuaciones, de experiencias frustradas entre ella y sus terapeutas. Cuando ella se encontró con una situación más amorosa con ella misma, relatándome lo que pasaba con su cuerpo y yo superando un poco la incomodidad de esas primeras consultas, la sitúo, la dirijo más hacia una zona más noble de sí misma, de más respeto, incluso con su cuerpo de mujer, ella ahí experimenta algo donde su yo se fragmenta, se diluye y no lo puede tolerar. Ahí podría haber empezado el análisis. También podemos pensar que ella vino para eso.

Pregunta:​ En este último caso, ¿Cuál era el motivo de consulta?

R. Yafar: Yo recuerdo que me venía a hablar mal de mí, de los analistas y del campo psicoanalítico kleiniano, winnicottiano, freudiano y lacaniano, que éramos todos iguales.

Pregunta:​ En el segundo caso, [inaudible]

R. Yafar: Hasta que ella inventa el truco fantasmático masturbatorio que le permite tener un goce, en lugar de tenerlo en el baño fantaseando que la violan, lo tiene con la pareja. Si él no hablara de otra, ella estaría absolutamente satisfecha. De hecho, hasta que el padre se enferma, las relaciones con este novio eran totalmente insatisfactorias. La consulta no era por frigidez, era por el padre. Ella, a lo largo de las consultas, va asumiendo que el padre va a fallecer y colateralmente va surgiendo todo esto, pero no es un tema importante para ella. Porque podría haber sido objeto de análisis luego de la muerte del padre. A ella no le genera angustia esto. Hay por un lado un padre idealizado y por el otro un novio muy obediente.

Pregunta​: Ese goce que presenta el fantasma, ¿No sería el goce de la frustración, a estar frustrada?

R. Yafar: El deseo llamalo frustrado, insatisfactorio, pero cuando ella se masturba, alcanza un goce autoerótico y a ella le alcanza. A la primer paciente le hacía más problema esta dicotomía entre el baño y la alcoba. A la segunda no, era un juego, un truco, llamativo pero que ella no se hacía mucho problema. El uso del fantasma es ingenioso, astuto y eficaz. No es un acting out ni es dañino, en ese sentido. Pobre en la relación intersubjetiva con el novio, pero no era ni doloroso, ni andaba de acting en acting como la tercera.

Pregunta: El padre de ella va a análisis porque a ella se le está muriendo el padre y aparecen cosas que van siendo construídas por tus preguntas, tu investigación como analista. Yo pensaba cuánto tendría que ver esto con esta neurosis la escena primaria, con la caída y la muerte del padre.

R. Yafar: Uno puede decirte que una niña en su cuarto puede fantasear la escena primaria que los padres están viviendo en otro dormitorio y gracias a esas construcciones lúdico sexuales típicas de la infancia, va conociendo su cuerpo de niña, alcanzar alguna satisfacción al modo que lo haría una niña pequeña, y con eso construir después alguna escena posible para su futuro. Neurosis infantil, metamorfosis de la pubertad... Quizás aquí no era momento para indagar cómo era la sexualidad de los padres, porque el padre se estaba muriendo y ella solo lloraba. En esas entrevistas ella lloraba todo el tiempo. Al pasar ese momento y preguntarle yo algo por el novio, me contó esto y me llamó la atención. Le pregunté un poco más porque es un truco que inventó cuando el padre se enfermó. Pero bueno, falta todo el análisis.

Pregunta: La histérica sostiene el deseo del padre y desde ese lugar es su deseo insatisfecho. ¿Lo ubicás como la perspectiva freudiana o hacés alguna diferencia a partir de la lectura de Lacan?

R. Yafar: Me parece que en Freud hay una descripción del deseo insatisfecho que es el fragmento de la escena de la mujer del carnicero arquetípico, que Freud analiza, cuenta el sueño, etc. Lacan lo toma, en un principio, al pie de la letra, pero después parece que lo tuerce y él mismo, al principio del S. XI, lo que dice es que ya sabemos que el deseo de la histérica es insatisfecho, pero ¿Por qué solo puede desear así? Esta pregunta no la hacía el primer Lacan. El Lacan de la dirección de la cura no preguntaría por qué solo desearía así. Lo que nos revela la histérica ­diría­ es que el deseo es el deseo del Otro, la estructura del deseo como metonímico... Lacan se apoyaba en la histeria para decir que todo deseo era histérico. Ya en el S. X y XI, ya empieza a decir que a este deseo se llamaba, no estructura normal del deseo y metonímico, sino deseo defensa. Cuando el deseo nos defiende, nos aleja de la cosa, que ya venía hablando en el VII. En el X ya es un deseo defensivo y en el XI dice que el deseo de la histeria es el deseo del padre, es histérica porque es neurótica. Hay un más allá de la histeria.

Pregunta:​ Con respecto a Dora, ¿dónde ubicás el deseo defensivo?

R. Yafar: Dora está insatisfecha, suponiendo que está la otra mujer, la sra K, que tiene algún goce posible. Al mismo tiempo, descree de ese goce porque el padre era impotente. Por otro lado, si había un goce que podía obtener del señor K, a ella no le interesaba, sino en tanto y en cuanto era el esposo de la sra. K.

Pregunta: ¿Cómo esa antinomia, propia de la neurosis, del deseo y el goce se supera...? En las viñetas clínicas vos hablás de que se haga lazo con el Otro, como si el Otro fuera parte importante y primordial para salir del fantasma, que nos ubica en nosotros, en lo masturbatorio...

R. Yafar: No llegué tan lejos pero tenés razón, me parece que la subjetivación de la pulsión no es sin sin una experiencia del cuerpo de un otro que nos hace contactarnos con eso que esto que el maestro llamaba que no hay relación sexual, pero no es sin otro y estando con otro es que experimentábamos o atravesábamos esa imposibilidad misma. El que se masturba se evita la experiencia de la imposibilidad de la relación sexual. Y el que tiene algo con el otro, podrá experimentar que cada uno tiene su pulsión, con su goce. Por eso en el seminario XVI de Lacan se llama “De un Otro al otro”. Hace una jerarquización, una inversión del pequeño otro, medio degradado en el espejo que aparece resaltado como la dirección a la cura, que apunta al pequeño otro. Desde al gran Otro, tantos que hay, al pequeño otro.​¿Cuál es el rol del otro, que en el fondo es una experiencia de muerte de cada uno? Sin embargo el Otro está ahí como soporte de eso. De eso también habla también Winnicot, en la capacidad de estar a solas. Uno de los ejemplos que él pone es el post­coito. Cada uno está consigo mismo, pero no es sin la presencia del otro estando a solas en presencia de él.

Pregunta:​ ¿Cuál sería el goce en relación al padre en la histeria?

R. Yafar: La palabra goce se usa para el todo, el goce del alcoholismo, el goce de las adicciones, el goce de la anorexia, el goce de la histérica, el goce del síntoma, es un listado interminable de goces. Yo traté hoy de mantenerme en la antinomia, cuál es el goce de la insatisfacción ya sería meterse con el goce pulsional. Eso no es un trazado en acto. ¿Cuál es el goce del burro en ir atrás de la zanahoria sin morderla nunca? Y, es el goce de evitar el goce, de evitar el das­ding. El goce del no goce. Hay tantas cosas cruzadas en relación a los términos, degradación de la vida erótica, deseo...

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