Apuntes de la conferencia dictada por Víctor Iunger el 06/09/2016.
La primera consideración que hay que hacer sobre este tema es ubicarlo en un plano descriptivo. Es un poco osado decir que la gravedad es un concepto del psicoanálisis. Más vale, es una situación que el término gravedad nombra bastante bien. Una de las cosas que yo aprendí con Klimovsky era que una de las operaciones científicas más importantes es la elucidación de los términos de una teoría. Elucidar es ver cómo es el uso que determinada comunidad le da a un término. Entonces, con respecto a la gravedad, es un término que si bien es abordado teóricamente, no es exactamente un concepto del psicoanálisis, pero podemos definir un costado fenoménico, es decir, cuando hablamos de gravedad hablamos de algo situable psicoanalíticamente que tiene un respaldo teórico en cuanto a cómo entender una situación de gravedad de acuerdo a una teoría psicoanalítica y lo que se deriva de eso, desde el punto de vista de lo que se hace con esa cuestión cuando se nos presenta a los psicoanalistas. En este punto, hay que distinguir entre lo que sería la práctica psicoanalítica de lo que serían los campos de aplicación del psicoanálisis.
En la época de Freud, el psicoanálisis nació estrictamente vinculado a la clínica de la histeria. Se extendió a la clínica de la neurosis obsesiva. Si bien los caminos que Freud mismo deslumbró, en sus escritos técnicos, el psicoanálisis pasó de tener un solo campo de aplicación a tener una aplicación bastante amplia. Es decir, el psicoanálisis hoy opera desde una sala de guardia en una situación de emergencia, opera con la psicosis, opera con pacientes gravemente enfermos y necesitan algún tipo de asistencia y hay que tener presente que el hecho de que el psicoanalista ya no se define tanto por tener un consultorio o un diván practicando el tratamiento psicoanalítico en el sentido clásico, aunque sigue siendo el núcleo de la pràctica, pero lo que define a la acción de un psicoanalista son los parámetros estratégicos desde los cuales actúa. Es decir, hay ciertas invariantes, ciertas cuestiones comunes a los distintos campos de aplicación, que permiten pensar a la operación como una operación psicoanalítica. Para darle algunos ejemplos: transferencia, pulsión, discurso, escucha… Son operaciones básicas que hacen que una intervención de un psicoanalista en un campo no clásico, en lo que sería un tratamiento psicoanalítico, sin embargo se puede nombrar como una práctica psicoanalítica, porque la define básicamente es que así se trate de una emergencia, se trata de discurso donde el psicoanalista opera, un discurso como estructura social y un discurso como despliegue de la palabra en una estructura social y ciertas dimensiones que se ponen en juego y que el psicoanalista toma en cuenta cuando opera, en cualquiera de los contextos en donde está.
Para tomar esta cuestión de la gravedad, voy a introducir algún intento de dilucidar el término. Freud mismo y los psicoanalistas en general hablamos de gravedad, cuándo un paciente nos resulta grave. Decíamos que es un concepto descriptivo. Esta diferencia entre un concepto descriptivo y lo que podría ser la dimensión argumental de un concepto teórico, es que un caso describe y en el otro se transforma en un concepto de la teoría. Por ejemplo, si ustedes leen La interpretación de los sueños hasta Lacan, lo que hoy es un concepto fuerte en la teoría psicoanalítica, que es el ombligo del sueño, no era tomado como un concepto, sino que era algo argumental sino descriptivo. Sin embargo, gracias al descubrimiento de Lacan, se convirtió en un concepto. Esto ocurre muy frecuentemente, ese pasaje de lo descriptivo a lo conceptual. De todas maneras, nos quedamos en lo descriptivo, al menos por ahora.
¿Cuándo decimos que estamos frente a un paciente grave? El primer parámetro es el grado de sufrimiento del sujeto. El psicoanálisis no hace metafísica. El hecho de que haya una cierta corriente metafísica o un poco filosófica de lo que es el objetivo del análisis… Es verdad que el análisis está comprometido con la verdad, etc., pero el psicoanálisis se creó y sigue existiendo para asistir al sujeto que sufre. Eso quiere decir abalanzarse sobre el síntoma y todas esas críticas sobre el furor curandis, que son clásicas. No hace falta el furor curandis para pensar que un psicoanalista se ocupa del sufrimiento con las mejores herramientas del análisis y que cuando uno va al analista, hasta donde yo sé, es para buscar algún tipo de alivio a un malestar o sufrimiento. Nadie va para conocerse a sí mismo, ni para hacer el pase, ni para llegar a la esencia metafísica de su ser. Eso puede ocurrir a veces, pero la causa de que uno va análisis es que no se siente bien. Lo lamento mucho, pero es así.
Cuando ese sufrimiento es demasiado intenso, en el sentido más común de la palabra, al punto de que el sujeto no puede hacer algo con eso, no lo puede tramitar, al punto que ese sufrimiento puede estar causado por una razón traumática; el sufrimiento traumático es uno de los parámetros esenciales para hablar de gravedad. Eso no puede faltar para pensar la cuestión de la gravedad en el psicoanálisis. Siempre tiene que ver con el sufrimiento. Después hay algo más particular, pero que también es importante para la definición de la gravedad y es el hecho de que cuando tomamos en cuenta la dificultad que existe en solucionar eso. Solucionar en el sentido más común de la palabra: se supone que cuando hay una situación de gravedad, el análisis se supone que pueda hacer algo con esto y cuando las dificultades son grandes, esto también influye en la gravedad. Tendrían que estar las 2 cosas, por un lado un sufrimiento demasiado importante, traumático, y por otro lado una dificultad para tratarlo. Son 2 cosas en mi opinión necesarias y de hecho se usan en estos 2 sentidos. Y esta cuestión del malestar tiene consecuencias. El sujeto puede sufrir de cosas que lo inhabilitan, que le generan restricciones importantes en su vida, que pueden implicar complejidades, problemas en su entorno. A veces la situación sintomática grave, hace que la presencia del sujeto en el entorno sea difícil para él o para otros. Eso también es un parámetro que acompaña muchas veces, o que muchas veces nos hacen pensar en alguien que está pasando por situaciones graves.
La cuestión de la gravedad no es propia de un cuadro psicopatológico. Cualquier cuadro psicopatológico puede llegar a un grado tal de cumplir estos parámetros que hace que nosotros pensemos en algo grave. La psicosis, en general, es considerada grave. Hay un grado muy importante de sufrimiento, hay un grado de dificultad en la inserción en el lazo social y la posibilidad de hacer algo con la psicosis es una cosa dificultosa, aunque hay cosas que se pueden hacer. También hay fobias e histerias gravísimas. De hecho, las histéricas con las que Freud descubrió e inventó el psicoanálisis, eran histerias que se podrían considerar graves, hoy y en aquella época. De hecho, a Freud le mandaban los pacientes graves. En esa época no había muchos instrumentos para tratar la -comillas- “enfermedad mental”, pero cuando las cosas llegaban a cierto punto, sabían de la existencia de Freud y le mandaban los pacientes graves, como el Hombre de los Lobos. No sabían qué hacer con él, anduvo por media Europa hasta que fue a parar a Freud. Entonces, hay fobias gravísimas, hay neurosis obsesivas muy graves, y también instancias clínicas, como el acting out, que muchas veces es relativamente benigno, pero que a veces implica cosas muy severas, especialmente si el acting out se juega por fuera del marco de un análisis en la vida del sujeto y además, cuando persiste. Cuando el acting out se instala, como dice [....]. esta autora habla de acting out permanente. Ella consideraba que había pacientes con acting out. El acting out no estaba definido en la cura, sino en la vida. No es lo mismo definir el acting out en la cura que en la vida. lacan lo estableció con mucha claridad y dio pistas muy importantes del acting out en el análisis. Y gracias a la definición en el análisis se puede llegar a pensar en lo que pasa con el acting out más allá del análisis, en la vida diaria. Es una cuestión seria con el Otro, al cual se dirige, un Otro que no reconoce el deseo del sujeto. Pueden haber acting outs muy graves. Lo mismo pasa en el pasaje al acto. El pasaje al acto puede ser relativamente benigno, o puede conducir a instancias más dramáticas, que conocemos habitualmente: suicidio, homicidio… La médula del pasaje al acto no es exactamente la gravedad, basta que haya una ruptura de la escena y que el sujeto salga de ella constituyendo el objeto de goce del Otro.
Otras circunstancias que abundan en la gravedad, la gravedad de los síntomas, es el involucramiento de un narcisismo mal estatuido. El narcisismo se estructura, todos nosotros tenemos una dimensión narcisista que si no la tenemos, como se dice en la calle, estamos en el horno. Sin narcisismo no podemos estar, pero hay narcisismo bien constituidos y narcisismo mal constituido. Con el narcisismo mal constituido se está bastante cerca de lo que puede ser grave. Incluso las patologías de la psicosis -que implican un trastorno a nivel de todos los registros- pero en registro narcisista es importante. Por ejemplo, piensen en la esquizofrenia, lo que es el cuerpo del esquizofrénico. El esquizofrénico tiene un narcisimoo fragmentado, o tiene una fragmentación narcisista que le fragmenta el cuerpo. El paranoico tiene un narcisismo cuyo problema es el inverso: tiene un narcisismo que implica un yo que es como un bloque. Es un macizo indestructible e impenetrable. Eso es característico de cómo funciona el narcisismo en la paranoia. Una mala estructuraciónº narcisista también puede incidir fuertemente en la gravedad de una estructura. Por ejemplo, una histeria, una neurosis obsesiva, lo que sea, es donde el factor negativo de narcisismo tiene una incidencia muy grande y eso hace muy difícil el tratamiento, generan un sufrimiento muy grave y hacen a la definición de gravedad. Lo mismo ocurre con cualquiera de los cuadros.
A la neurosis obsesiva, con respecto a la gravedad, hay que agregarle algo muy importante, que es la incidencia de la ambivalencia. En la neurosis obsesiva, la ambivalencia al modo de eros-tanatos, tiene consecuencias bastante importantes en el obsesivo. Hay obsesivos buenos, demasiado buenos. Uno de los problemas en la clínica de la neurosis obsesiva es la obediencia de la neurosis obsesiva. Eso, cuando uno psicoanaliza a un paciente neurótico obsesivo, nos aliviana la vida, pero eso no quiere decir que sea muy bueno para él. Ahora, también en la neurosis obsesiva la ambivalencia genera dificultades muy importantes. Entonces, no sólo el sujeto la pasa mal, sino que la gravedad se inclina para el lado del análisis. No siempre las cosas son tan dramáticas, pero si vamos a hablar de gravedad, puede que una de sus instancias en la neurosis obsesiva sea esa.
El concepto de inanalizabilidad que estuvo vigente hasta hace 30 años -ahora cayó bastante-, ya no sigue vigente porque el psicoanálisis no retrocede ante las dificultades. Hoy en día hay que pensar que cualquier paciente es abordable, aunque no siempre quiere decir que el análisis pueda ir muy lejos. Pero, en principio, no hay que excluir a alguien de la dimensión del análisis, salvo que la gravedad que están cuestión hagan imposible el análisis, cualquier tipo de establecimiento del análisis. Un ejemplo típico es lo que se suele llamar un psicópata, o un perverso que entra en la dimensión psicopática. No necesariamente el perverso es inanalizable, aunque presenta dificultades importantes, porque un análisis siempre implica confrontarse, justamente, en forma directa en la estructura del análisis, con aquello que en la estructura misma el perverso evita. Entonces, por eso se hace difícil el abordaje del perverso.
Freud, cuando usó la palabra gravedad, que la usó bastantes veces, la usa de acuerdo al nivel de malestar, pero recién a partir de la 2ª tópica freudiana, cuando él pasa del esquema psíquico consciente, preconsciente e inconsciente a ello, yo y superyó, ahí en la 2ª tópica plantea una tópica distinta aunque nunca abandona la anterior. Y en ese pasaje, aunque Freud no lo explicita, él pasa a la segunda tópica al empezar a centrar su clínica un poco más en el yo, pero eso también lo llevó a centrar su clínica en la pulsión. La 2ª tópica freudiana tiene como eje la pulsión. Desde la conceptualización de Lacan, nosotros diríamos que Freud pasó de tener el eje de la relación entre la pulsión con un ramal dedicado al narcisismo; la cuestión central en la primera tópica era la relación entre pulsión y representación, dicho en términos de Lacan, entre el goce pulsional y el significante. Cuando freud define la represión primaria, constitutiva del sujeto, implica la fijación de la pulsión a la representación, formando lo que él llamaba el representante de la representación psíquica de la pulsión y a partir de ahí funciona como inconsciente. Después, o casi simultáneamente, pero de costado agrega la cuestión del narcisismo. Si vamos a la teoría de Lacan, primero articuló lo real pulsional con lo simbólico de la representación y después se vio precisado a entrar en la cuestión del narcisismo. Es interesante, porque si ustedes toman Lo inconsciente, no aparece la cuestión del narcisismo. Sin embargo, el narcisismo lo formula en esa misma época, en Introducción al Narcisismo. Pero es como que aparece de costado.
Una vez leí en una conferencia que Miller decía que en Freud no había una teoría de lo real. Bueno, no coincido con este autor. En Freud había una teoría muy fuerte de lo real, solo que no usó ese término. Cuando Freud habla del ombligo del sueño, de la pulsión, la dimensión cuantitativa de la pulsión, más allá del principio de placer, la pulsión de muerte, etc. En Freud lo real estaba muy presente, también lo simbólico. Es muy importante tener en cuenta que Lacan no partió de la nada. Hoy en día hay una cierta tendencia a olvidarse de Freud, pero si uno se olvida de Freud, no va a entender la teoría de Lacan. A partir de la teoría de las representaciones, Lacan le dio mucha importancia al lenguaje. Solo que Freud no había a leído a Saussure, lo cual es una paradoja, porque coincidieron bastante tiempo. Sin embargo, Freud no tenía esa conceptualización teórica sobre el lenguaje. Él tenía la terminología que venía de la psicología clásica. Por eso él hablaba de representaciones. Y si ustedes hacen una lectura, van a ver que Freud buscaba un concepto al carácter lingüístico del inconsciente. Lo que Lacan formuló muy bien, al decir que el inconsciente está estructurado como un lenguaje. Todos nosotros conocemos esa formulación. Freud buscaba con qué nombrarlo, solo que no había con qué en el lenguaje de esa época. Después se pasó de las neuronas a las representaciones inconscientes, ideas inconscientes. Después complejizó: representantes de la representación. Después habló de representación-cosa y representación palabra. Todos esos conceptos, en mi opinión, pareciera que Freud los iba inventando o los iba tomando para dar cuenta de algo sin tener lo conceptual. Lacan ahí puso un término: significante. Y con eso definió la dimensión simbólica.
Volviendo a lo que les decía, en la primera tópica el aparato que tenía Freud para pensar la gravedad estaba limitado, porque Freud pensaba muy ligado a la cuestión simbólico - imaginario, relacionado a la cuestión del narcisismo y de lo pulsional, muy articulado a la representación. Cuando pasa a la segunda tópica, Freud da por concluida la teoría de la representación. El aparato simbólico, para Freud era una cosa establecida a partir de su teoría de las representaciones. Tal es así, que en El yo y el ello, que es el documento escrito que tenemos para pensar la segunda tópica, él dedica una parte importante del capítulo a despachar el tema de las representaciones. Y después se dedica a la pulsión en el ello, en el yo y en el superyó. Y es en ese concepto que la definición de gravedad alcanza un soporte teórico importante. Si tuviera que resumir, ahora si desde la teoría, yo me podría servir de Freud nuevamente de Análisis terminable e interminable.
Análisis terminable e interminable es uno de los textos que más, definidamente, está enfocado sobre lo real. Es un texto sobre el real. Hay otros, pero ese en mi opinión es el más importante y ahí, cuando Freud analiza o presenta el tema de la gravedad -lo presenta desde la dificultad en el análisis- al comenzar Freud dice que se dedica a los análisis didácticos y al de los pacientes graves. Y todo el texto es una descripción de qué cuestiones se le plantean en función de esta gravedad. Y él nos la resume en una frase, que es muy interesante, porque Freud a veces tenía ciertos rasgos de humor. Dice que si queremos enfocar este problema de la dificultad del análisis -la gravedad la agarra de costado- tenemos que llamar en nuestro auxilio a la bruja. La bruja era la metapsicología. Usa esa palabra “bruja” por El Fauno de Goethe, que cuando tenía cierta dificultad, invocaba a la bruja. La bruja, para Freud, era la metapsicología. Pero no toda la metapsicología, sino la dimensión económica de la metapsicología, lo que él llamaba el factor cuantitativo. Y en mi opinión, la concepción económica -Freud la llamaba así- del factor cuantitativo, sigue siendo algo vigente a pesar de que Lacan prefirió usar otros conceptos. El concepto de factor cuantitativo, a mi me parece que es necesario para dar cuenta de muchas cosas, por ejemplo de la gravedad, porque finalmente, si uno tiene que resumir lo que yo les dije sobre la gravedad, para Freud era una cuestión económica, era una cuestión cuantitativa. Es decir, el enfrentamiento entre instancias psíquicas en conflicto con una incidencia de mayor o menor escala en lo cuantitativo, en la energía pulsional en juego. Para Freud, todo el aparato psíquico estaba investido pasionalmente. Incluso, en la primera tópica la pulsión siempre estaba ligada a la representación. En la segunda tópica hay toda una parte de la pulsión que queda por fuera de la representación. No sé si ustedes tienen presente el esquema que hace Freud del yo y el ello del aparato psíquico.
En ese esquema hay una zona, que es el ello, que está por fuera de la represión, que se conecta directamente, por un lado, con el yo y por otro lado con el superyo y no hay un límite preciso entre el yo y el ello, como no hay un límite preciso entre ello y superyó. Por lo cual, el ello, que es básicamente el lugar de la pulsión, inviste sin solución de continuidad al yo e inviste sin solución de continuidad al superyó. Entonces, para Freud, ¿cuál era la cuestión?
Ustedes recuerdan que en la parte final de El Yo y el Ello, Freud describe los vasallajes del yo. También se puede decir la dependencia del yo. El tema es que el yo se la tenía que arreglar con el mundo externo, con el ello y con el superyó. En realidad, el yo se las arregla bastante bien, por eso andamos por la calle y no nos internan en el Borda. Pero eso ocurre en la medida que el yo está lo suficientemente cargado de energía pulsional para poder tratar con un quantum de energía con los problemas que le plantean con su cantidad de energía el superyó, el ello y la pulsión y el mundo externo. Del mundo externo provienen estímulos, circunstancias.
Hay que entender bien qué era para Freud el yo. Lacan divide la concepción del yo en 3 instancias:
- El yo freudiano en su dimensión narcisista (la que Lacan plantea como imaginario). Cuando los americanos hablaban del yo fuerte, concepto que tomaron de Freud pero hay que ver qué es un yo fuerte, porque de ahí se desprendieron críticas acerca de este concepto de fortaleza del yo. Para los americanos, la fortaleza del yo es la fortaleza de lo imaginario del yo, lo que Lacan colocaba en el espejo más una dosis de cumplimiento de cierto ideal social: éxito, genitalidad, etc.
- El sujeto, el que habla. Hay un tramo donde Lacan plantea que el Je, en francés, el sujeto de la enunciación es el sujeto. Después lo hace caer y ya lo lama el sujeto.
- El costado real del yo, que es el costado del yo investido pulsionalmente.
Pregunta: En “El proyecto…” me encontré, para mi sorpresa, que Freud dice que el yo actuaba como un regulador inhibidor de las magnitudes de excitación que se desplazaban por el aparato.
V.I.: Correcto, en El proyecto..., a partir de hacer una especie de formalización, Freud planteó que en primera instancia hay que postular que en el aparato psíquico habría una libre circulación de la energía. Eso no existe, porque en realidad existe lo que se llama la inhibición de esa libre circulación, que es lo que va generando la estructura del aparato psíquico. esa función del yo ya no es la función imaginaria. Para poder cumplir esa función inhibidora, tiene que a su vez tener carga para poder impedir el libre fluir de la carga. Efectivamente, eso tiene que ver con la fuerza del yo.
Lo grave es cuando ese balance se rompe. La gravedad ocurre cuando el yo no logra arreglársela con la incidencia del superyó, con la incidencia del ello, y con la incidencia de la realidad. Y eso podría estar determinado por otros factores, si uno lo toma en el eje temporal de la constitución del sujeto, por factores hereditarios, de experiencias infantiles y por las situaciones traumáticas actuales. Freud decía en Análisis terminable e interminable, en este eje, que un tratamiento era más difícil en la medida en que primero, desde el punto de vista de la génesis de su trastorno, el origen es más constitucional que traumático. Acuérdense que Freud utilizaba un concepto de neurosis que hoy en día está un poco diluido. Para Freud había una diferencia tajante entre la neurosis y lo que sería la estructura del carácter. En aquella época, Freud pensaba que analizaba neurosis. Terminó analizando carácter. Y hoy en día, nosotros no hacemos esa diferencia. No decimos “yo analizo la neurosis de alguien”, nosotros pensamos que analizamos una estructura en vez de un síntoma o una crisis determinada. De todos modos, el concepto de neurosis puede tener sentido si pensamos en una crisis puntual de un sujeto.
Entonces, ¿qué sería lo grave desde ese punto de vista? Primero, que fuera constitucional. Es decir, que no se pueda situar en el análisis, o que no se pueda abordar algo en el análisis porque se supone -y quizá no se equivocaba tanto- de que eso venía hereditariamente. Y si bien llegar a esa dimensión implica un recorrido clínico determinado…
Pregunta: ¿Cómo se plantea ahí lo hereditario?
V.I.: Para Freud hereditario es hereditario, en el sentido más corriente del término. Hoy en día, a eso nosotros lo llamaríamos predisposición genética y no lo podemos descartar. Pongo el foco porque hay una tendencia a ignorarlo y eso no es cierto. Por otra parte, no siempre que se medica es que haya una incidencia del factor hereditario. Pero cuando hay una incidencia importante del factor hereditario, sin la medicación el paciente no puede resolver. El ejemplo más clásico son ciertas predisposiciones. En general el factor hereditario es más bien predisponente que determinante. Es necesario, pero no suficiente. Para que haya un desencadenamiento o una producción de patología con sustento hereditario, es necesario que pasen cosas en la vida de un sujeto, pero la predisposición está. Y eso se ve muchísimo, por ejemplo, se ve muchísimo en las melancolías, en las esquizofrenias. Yo no hablaría de hereditario tanto en las fobias, en las histerias o en las neurosis obsesivas. Si hay predisposiciones, hay predisposiciones para otras cosas, pero no para eso. Ahora, para Freud lo hereditario era un factor muy importante. Si era traumático el origen de la neurosis, tenía buen pronóstico. Y si era constitucional, no tenía tan buen pronóstico. Más vale, caía en todas las dificultades que se menciona en Análisis terminable e interminable. Lo traumático sería lo actual, una situación x o una crisis que hace que el sujeto produzca una neurosis, una crisis sintomática.
Nosotros actualmente tendemos a analizar el carácter que el síntoma. Hay una diferencia central entre síntoma y carácter. El carácter es algo establecido y hace al yo. Son las instancias de estructuración subjetivas más estables. Son los rasgos más estables que constituyen a un sujeto. Freud, en El yo y el ello, tiene una definición interesante, dice que el carácter es el precipitado de la internalización de los objetos perdidos a lo largo de la historia libidinal. Esto es muy acorde con la teoría de la identificación de Freud, donde la identificación se produce a partir de la pérdida de los objetos eróticos y eso va a constituir el carácter del yo.
Cualquier circunstancia sobre un trasfondo adecuado infantil, ciertas vicisitudes edípicas no resueltas y algún tipo de instancia actual puede desencadenar una neurosis. Esos serían los factores traumáticos. El trauma, por definición en psicoanálisis, es aquella instancia pulsionalmente fuerte que el sujeto no puede tramitar. El trauma es eso, un advenimiento de energía que el aparato psíquico no puede tramitar. Entonces, para Freud las neurosis eran de mejor pronóstico cuando eran traumáticas que cuando eran determinadas constitucionalmente. Por otro lado, él le daba muchísima importancia a lo que él llamaba el factor cuantitativo, es decir, el balance que había entre la pulsión y la posibilidad del yo de manejar la cuestión de la pulsión. Lo mismo con el superyó y la realidad.
La otra cuestión que era importante era que hay un exceso de energía pulsional que viene, ya sea mediatizada por la realidad, ya sea desde el superyó o del ello y el yo no pueda con eso. Eso constituye un cuadro grave, según lo que Freud plantea en Análisis terminable e interminable. Ustedes ven que todas son derivaciones de esa formulación de la bruja, donde se tiene en cuenta el factor cuantitativo. Para Freud, la metapsicología tenía que ver con una tópica, con una dinámica y una económica. Tópica era una teoría de los espacios psíquicos, dinámica es el enfrentamiento de fuerzas y el factor económico es el quantum, la energía que hay. Para Freud, una teorización metapsicológica es la que toma en cuenta los 3 parámetros. Pero en Análisis terminable e interminable, él hace una pequeña autocrítica en donde dice que hasta ahora él siempre habló de tópica y de dinámica y que ahora va a hablar de factor cuantitativo. Así, dedica en todo Análisis terminable e interminable definiendo la metapsicología por al factor cuantitativo. También define la gravedad por el factor cuantitativo. Lo grave es cuando el yo no puede con estas cosas.
Una última consideración teórica, antes de pasar a la clínica. Freud planteaba, en Análisis terminable e interminable, una descripción de los problemas pulsionales, los problemas cuantitativos que puede haber. Y dice, en primer lugar y como factores constitutivos, factores de la pulsión que ya vienen en la estructura -y no determinadas por la vida del sujeto, sino el factor hereditario-, hacen a la cantidad pulsional. Entonces, él da una serie de características de lo que puede pasar con la cantidad pulsional. Una es que haya la viscosidad de la pulsión (en la traducción castellana). La viscosidad de la libido era el hecho de que la libido tendiera a quedarse fijada, no del todo, pero que tendiera a fijarse en los objetos. También se habla de libido adhesivida. Freud describe ahí una cierta lentitud del aparato psíquico por esa fijación libidinal. Es una cosa que venía constitutivamente en la libido. Otro de los factores cuantitativos de la libido es lo contrario: la labilidad de la libido, es decir, que la libido pueda trasladarse fácilmente de un lado para el otro. Eso a veces uno lo ve clínicamente en los sujetos, no solamente con las personas, sino todos los demás objetos definidos desde el punto de vista psicoanalítico. Los objetos, desde el punto de vista psicoanalítico, puede ser el otro, pero en realidad ahí Freud se refiere a los objetos parciales. El sujeto da vueltas de un lado para el otro por la labilidad de la libido. Después, Freud también habla de la inercia psíquica. La inercia es la labilidad o la viscosidad llevadas al extremo. Cuando hay inercia, dice Freud, directamente el sujeto no puede mover nada. Es decir, el sujeto está fijo e inmutable, en determinadas circunstancias, en determinados aspectos de su vida y son inamovibles. Son factores que inciden en la gravedad.
Después, Freud entra en otro terreno y plantea algo distinto. Dice que en realidad, en el aparto psíquico -esto desde la segunda tópica- se produce una relación que todos conocemos, entre pulsiones de vida y pulsiones de muerte. Freud hablaba de pulsiones en plural y no de pulsión de vida y pulsiones de muerte. En las pulsiones de vida estarían las cuestiones vinculadas a Eros y en las pulsiones de muerte estarían la pulsión de destrucción y la tendencia a volver a lo inanimado. Si uno piensa, son 2 dimensiones distintas de la pulsión de muerte. No es lo mismo la destrucción que volver a lo inanimado, aunque pueden tener relación. Freud usa las 2 dimensiones y dice que el sujeto tiene una mezcla de esto. El problema, dice Freud, es cuando se produce una desmezcla de las pulsiones. Nosotros podríamos pensar ahí en una desestabilización pulsional. Y la desmezcla de las pulsiones, segun Freud, es el resultado de una fuerte incidencia de la pulsión de muerte: gravedad nuevamente. La pulsión de muerte, clínicamente, se manifiesta en sentimientos de culpa, autocastigos conscientes, que son la punta del iceberg, que nos permiten pensar en la naturaleza inconsciente del autocastigo o del sentimiento inconsciente de culpa. El autocastigo se nota cuando el sujeto fracasa todo el tiempo, cuando el sujeto ofrece una resistencia al análisis que ningún tipo de movimiento interpretativo o maniobra analítica permite resolver. Lo que se ve en el texto del análisis es la incidencia superyoica. La incidencia superyoica siempre está en filigrana en el texto, pero lo más grave es que a partir de eso se puede pensar que hay una incidencia de la pulsión de muerte que ni siquiera aparece en el texto y que solo se puede pensar a partir de los efectos. Es una hipótesis fuerte, pero Freud pensaba que era necesaria y no sé cuál es la experiencia de ustedes, pero por lo menos en la mía, para pensar las cosas a veces tengo que recurrir a este concepto. Pulsión de muerte, sentimiento de culpa inconsciente, lo cual es una especie de paradoja, pues Freud dice que no hay sentimientos inconscientes. Pero no usa la palabra “sentimientos” en el mismo sentido. Freud dice que no hay afectos inconscientes y habla de sentimiento de culpa inconsciente pero no es necesariamente un afecto, sino un complejo de cosas. El autocastigo es un efecto de eso. La persistencia de la enfermedad es otro efecto. Y esos son otros parámetros que definen la gravedad.
¿Qué puede hacer un analista con estas gravedades?
En primer lugar, cuando un paciente viene a vernos y presenta un cuadro grave, la maniobra inicial es escucharlo. La gravedad del cuadro y lo espectacular que puede tener un cuadro, no puede impedirnos de escuchar. No podemos hacer nada, desde el punto de vista del psicoanálisis sin escuchar y sin leer. Y a veces la gravedad no nos deja demasiado espacio para eso, así que lo tenemos que provocar. Primero se escucha y después se puede, posiblemente, escuchar. Esta operación, que parece banal, es básica.
En general, las cosas graves tienen una presión temporal de intervención. Es decir, exigen -ya sea que el sujeto lo pida o nos veamos impulsados- a hacer algo con eso de manera rápida. Sin postergarlo al infinito, si se puede, hay que introducir el factor tiempo. Aún si estamos en una guardia atendiendo una crisis. Hablo de lograr tiempo en el sentido más común del término. Hay que bajar los cambios, como se dice vulgarmente, porque el que está en una situación de gravedad no puede bajar los cambios.
En tercer lugar, conseguir que el paciente nos cuente lo que le pasa. Es muy importante, porque nosotros ahí apuntamos al síntoma. Freud, en las primeras épocas, descubrió el psicoanálisis partiendo de los síntomas. Él agarraba los síntomas y los empezaba a analizar. Después, Freud mismo lo fue dejando de lado y él ya no analizaba a partir del síntoma. Sin embargo, en un primer momento del análisis, sin abalanzarse sobre el síntoma, lo primero que hay que hacer, es tratar de ordenarlo. El síntoma no es unitario, sino que hay varias dimensiones del síntoma. El paciente nos viene con X cuestión y uno empieza escuchar; si escucha atentamente uno va a encontrar que son varios síntomas en uno solo. La operación de despejar esa maraña, que es una maniobra bastante elemental de interrogar, preguntando por qué, por qué y por qué, entonces empiezan a aparecer hilos sintomáticos. Es un modo muy importante de empezar a reducir la gravedad. El propio instrumento de desmenuzar el síntoma, aunque sea en una guardia, es algo que uno tiene que hacer.
Hay otro instrumento muy importante: la transferencia. Se supone que esta se instaura con el tiempo, lo cual es cierto, pero no es la única forma en que una dimensión transferencial se instaura. Si uno escucha y a veces hace la pregunta adecuada, o una intervención (Y hay que tratar de no tirarle la teoría psicoanalítica, una interpretación… Ese tipo de cosas no hay que hacerlas nunca, ni con graves ni sin graves). Hay que escuchar e intervenir en el discurso. Ahora, cuando uno dice algo pertinente con lo que al sujeto le está pasando, es muy posible que se despierte algún punto de transferencia. Aunque sea muy puntual, es un buen modo de enfrentar la gravedad. La eficacia de la transferencia, uno podría preguntarse, cómo lograrla sin tiempo. Basta con poder hacer una pregunta que toque al sujeto. Ni que hablar si se le puede decir algo más que una pregunta. A veces basta con preguntarle el origen del apellido, por ejemplo. Es muy importante la pregunta. Si ustedes leen los primeros historiales de Freud, van a ver hasta qué punto él interrogaba. Con la gravedad, esto es muy importante.
Pregunta: ¿Y por qué esa transferencia surte efecto para bajar la gravedad?
V.I.: Yo diría que en el punto en que hay transferencia entre el analista y el analizante, 2 discursos se transforman en uno. Por eso es eficaz la intervención del analista. Si no se produce esto, el analista puede hablar hasta pasado mañana. Yo estoy hablando de cosas que dan posibilidad de funcionamiento en una situación de gravedad, pero la transferencia puede instalarse simplemente por un efecto discursivo a lo largo del tiempo. El analista tiene muchas posibilidades de provocar la transferencia ¿y cómo la provoca? la provoca cuando da pruebas, cuando dice cosas que son pertinentes. Eso tiene que ver con la escucha y uno de los errores más severos que yo veo en los colegas es que caen demasiado rápidamente en la necesidad explicativa, en enchufarle al paciente una lectura determinadas sobre determinadas cosas. Para llegar a eso, primero es importante preguntarle a alguien por qué dice algo, que decirle una lectura. Porque si uno pregunta, está casi seguro que lo que va a surgir le atañe al sujeto. Si uno no hace una lectura, puede no servir y en general no sirve. Para llegar al punto de la lectura, se tiene que derivar prácticamente del analizante mismo. Uno en la gravedad, lee e interpreta y es eficaz, pero siempre y cuando se produzca a partir de ese hecho transferencial, que si uno lo plantea desde el punto de vista discursivo, es que de 2 discursos -el del analista y del analizante-, se produce uno solo: el discurso del análisis. Eso no ocurre todo el tiempo, sino en los momentos donde la transferencia es eficaz.
Pregunta: [inaudible]
V.I.: Cualquier cosa dicha puede ser interrogada con un poco de sensatez.
Pregunta: ¿Qué pasa cuando hay sufrimiento, pero no hay vocación o ganas de contar? ¿Cómo se aborda?
V.I.: Depende qué tipo de padecimiento y de la apreciación que puede hacer de por qué la palabra no puede ser eficaz. A veces la palabra no es eficaz porque hay que esperar a que el discurso se despliegue. Y entonces la palabra tiene la eficacia de sostener la situación, no tiene una eficacia resolutiva. Ahora, a veces también ocurre que la palabra no es eficaz porque el balance económico -volviendo a Freud- es de tal naturaleza que la fuerza pulsional, ya sea erótica y peor aún si se trata de la pulsión de muerte y la cosa superyoica, impiden el trabajo simbólico. Porque finalmente, lo más importante que nosotros tenemos es el discurso. Es importante tener en cuenta que el psicoanálisis no es una práctica de corte, sino una pràctica de discurso. El corte es un elemento discursivo. Si se quiere reemplazar el discurso con el corte, eso ya no es psicoanálisis. Puede servir -yo creo que no- pero el psicoanálisis es siempre una práctica de discurso. Ahora, cuando no ocurre, depende de cuál es la situación clínica. Hay situaciones clínicas donde primero es necesario resolver el problema cuantitativo, el problema de la carga pulsional, a un nivel que quizá no es puramente discursivo. A veces hay que medicar al paciente para que puede hablar.
Hay 2 tipos de medicación, la que tapa la palabra y la que permite hablar, la que permite pensar, en cuadros psicóticos. A veces no hace falta que sea una psicosis, puede ser una depresión importante -grave, justamente- y uno se pregunta cómo pensar metapsicológicamente la incidencia del medicamento. El medicamento actúa al nivel de lo constitucional, al nivel de la predisposición. Nosotros no tenemos aparato psíquico sin el hardware, me refiero al cerebro. Es una operación poco sensata pensar que en la ecuación no interviene. Ahora, interviene con sus límites. Cuando no hay ninguna eficacia de la palabra, es porque está cortada la relación de la palabra con lo que está ocurriendo a nivel cuantitativo. Es decir, la pulsión no llega a ser tocada por la palabra. O hay un avance de aquello que permite que lo simbólico funcione y entonces hay que intervenir de otra manera, pero no con la medicación.
A veces tenemos que recurrir a los familiares de un paciente. Lo que ocurre, desde el punto de vista teórico, es que se plantea el problema de intervenir a nivel del sujeto o del Otro. Uno interviene a nivel del Otro, cuando en la realidad -y no confundir con lo real- uno necesita hacer intervenir al Otro directamente porque el sujeto no lo puede hacer presente en el discurso en el análisis. Cuando el paciente puede hacer presente en el análisis su Otro, no hace falta recurrir al otro en lo real. Pero cuando hay que recurrir al otro en lo real es porque el sujeto no se clivó suficientemente del Otro. No se constituyó en esa instancia, digamos. A veces la cosa está tramada de tal manera que eso se juega por ejemplo en la relación amorosa, en una pareja o en un matrimonio. Uno ve que no se trata del papá ni la mamá… Bueno, más o menos. Una de las grandes funciones del matrimonio es restituir papá, mamá y los hermanitos, además de tener a alguien de quien quejarse.
A veces, también fracasamos. A veces el goce de la enfermedad es cuantío y es tan grande la incidencia superyoica que el análisis no puede. No siempre el análisis puede. A veces la ambivalencia de la transferencia, por ejemplo en el obsesivo, es tan ambivalente que no se puede analizar en paz. Hay una circunstancia transferencial que uno define a veces como una transferencia mierdosa. Es anal, es encarajinada, es muy poco colaboradora con el análisis. Mejor dicho, hay transferencia, pero hay un combate de transferencia y eso no digo que no se pueda resolver, pero mi experiencia, hasta donde yo pude manejar este tipo de situaciones... Porque muchas veces estas cosas concluyen con que el paciente no siga en análisis. Finalmente, hay una cierta soberanía -gracias a Dios- del analizante que se puede ir. Pero digamos, el grado de agresividad que se juega en la transferencia genera un obstáculo importante. No digo que se pueda resolver, pero el arte del analista ahí es no tomar parte en el asunto. El analista debe abstenerse en entrar en la escena del combate discursivo que se plantea. Es interesante, porque el analista dice algo y el analizante lo discute. El problema no es que lo discuta, sino que lo discuta para neutralizar lo dicho o para neutralizar el movimiento del análisis. Entonces, en mi opinión, lo único que sirve en ese tipo de instancia es tener mucha paciencia y esperar a que el paciente pueda desplegar esa ambivalencia y confiar en Dios.
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