lunes, 9 de octubre de 2017

Cortes [en el cuerpo] como efecto de la incidencia de lo social contemporáneo y otros casos.


Finalmente, otro conjunto de autores coinciden en encontrar en los cambios sociales y, con ello, en las coordenadas de la subjetividad contemporánea, la variable determinante de algunos casos de cortes en el cuerpo. Es decir, que ubican en la incidencia de lo social contemporáneo sobre el sujeto el fundamento de esta intervención en el cuerpo para ciertos sujetos.

Dicha incidencia la encuentran, fundamentalmente, en la "delegación" del Otro tanto de la función regulatoria del deseo y el goce, como en la delegación de la operación de tratar simbólicamente el cuerpo en relación a los ideales -que vía las identificaciones sexuales sostenían la formas simbólico-imaginarias de ser mujer y de ser hombre-o También esta incidencia se sitúa en el desbaratamiento del ideal como núcleo del establecimiento del lazo social siendo el objeto y su función de plus de goce la nueva configuración del lazo, y, en la preeminencia de la imagen, de la ilusión que reniega de lo real e inunda el mundo con su virtualidad, que se evidencia tanto en la relación preponderante del sujeto con la imagen (virtual, digital, tecnológica), como en la relación del sujeto a su cuerpo.

1) Sujetos que se cortan como una modalidad de búsqueda de lo real cuando el cuerpo ha devenido pura virtualidad.
Slavoj Žižek, en su artículo "Bienvenidos al desierto de lo real" a propósito de las características de lo contemporáneo, toma en consideración esta práctica de la realización de cortes en el cuerpo.

Žižek ubica al siglo XIX como aquel tiempo basado en proyectos ideales, utópicos y científicos, es decir, un tiempo basado en el orden simbólico. Y describe el pasaje hacia el siglo XX -retomando nociones de Alain Badiou- como el tránsito hacia la época signada por el "encuentro con lo real". Žižek sostiene que el siglo XX se caracterizó por la revolución stalinista y con ella la experiencia de la aniquilación total y la violencia extrema. En este sentido, sostiene que se trató del tiempo de la "experiencia directa de lo real". Describe a la política del siglo XX como aquella que hizo asomar la crueldad, la atrocidad sin límite y sin velo, al modo de una irrupción real intramitable.

Ahora bien, desde esta perspectiva, a diferencia del siglo XX, invadido de la experiencia de lo real del ser hablante bajo la modalidad de la violencia y el desecho, sitlía a la pos modernidad como el tiempo de la "virtualización de la realidad contemporánea", como la época del "puro semblante" . Sostiene que la actualidad se caracteriza por la obsesión de la pura apariencia y que el sujeto habita la realidad desde la lógica del espectáculo teatral. Considera que por la incidencia del discurso capitalista, ya sea como modo de funcionamiento del capital, como forma de consumo y como modalidad de lazo, se ha consolidado la realidad del sujeto como una realidad virtual. Ubica a la égida de nuestro tiempo, el capitalismo, como un "capitalismo virtual", en tanto se trata del capitalismo de la especulación financiera desconectado de la esfera de la producción material. Lo mismo propone para la lógica subjetiva del consumo. Dice: "El paraíso del consumo capitalista es, en su hiperrrealidad, irreal, insustancial, privado de toda inercia material".

Žižek enfatiza el carácter de ficción impuesto a la realidad y al modo de habitar en ella. Denuncia la digitalización del mundo y su consecuencia, la "conciencia de vivir en un universo artificial". Señala que la realidad virtual ha venido al lugar de la realidad material. En este sentido es que Žižek nomina "desierto de lo real" a la época actual.


Ahora, el cuerpo, la realidad del cuerpo no está exenta de esta desertificación. Y, a su vez, el sujeto, frente a esta desertificación, busca salida. Žižek sostiene que existe cierta "búsqueda" de este real que se ha virtualizado, que existen diferentes modalidades que apuntan, lejos de la ficción, a una "pasión de lo real", a una "persecución de lo real". En esta dimensión de la búsqueda de la experiencia de lo real, como tratamiento de un cuerpo invadido por la percepción de inexistencia, es que Žižek ubica la práctica de las autoincisiones para algunos casos. Concibe los cortes como una modalidad patológica de retorno a lo real en el cuerpo, en tanto recurso para encontrar asidero en la realidad, en la realidad del cuerpo. Es decir, propone esta intervención en el cuerpo como una forma contemporánea de "persecución de lo real" como respuesta a la virtualización actual. Žižek postula:


"Así, si la pasión de lo Real acaba en un puro semblante de teatro político, entonces, en una inversión exacta, la pasión 'postrnoderna' del semblante de los últimos hombres acaba en algún tipo de Real. Recuérdese el fenómeno de los 'cutters' (principalmente mujeres que experimentan un irresistible impulso por cortarse o herirse a sí mismas con cutters o navajas de afeitar), estrictamente en correlación a la virtualización de nuestro entorno: representa una estrategia desesperada para retornar a lo real del cuerpo. Como tal, cortarse contrasta con las normales inscripciones, tatuaje en el cuerpo, los cuáles garantizan la inclusión del sujeto en el orden simbólico (virtual). Con los cutters (quiénes se cortan con ellos), el problema es el opuesto, a saber, la aserción de la realidad misma. Lejos de ser suicida, lejos de señalar un deseo por la auto aniquilación, cortarse es el esfuerzo radical para (re)obtener una fortaleza en la realidad, o (otro aspecto del mismo fenómeno) para fundamentar firmemente nuestro ego en nuestra realidad corporal, contra la insufrible ansiedad de percibirse a sí mismo como no-existente. El reporte estándar de los cortadores es que, después de ver la calurosa sangre roja fluyendo fuera -de la herida auto infligida, se perciben vivos de nuevo, firmemente arraigados en la realidad. Así, aunque por supuesto, cortarse es un fenómeno patológico, es, no obstante, un esfuerzo patológico por recobrar algún tipo de normalidad, para evitar caer en la psicosis total."


Žižek denuncia que nos encontramos con casos en los que la experiencia del cuerpo se evapora en la percepción de la inexistencia. Da cuenta de la experiencia en la que el cuerpo, lejos de ser asidero del yo, sede de la dimensión pulsional, base de la inscripción significante, se transforma en una instancia evanescente para el sujeto. Y, es el corte, cuya función en estos casos es el fiuir de la sangre, es lo que devuelve el registro de la existencia.


Asimismo, Pommier se ocupa del tema. En el libro Los cuerpos angélicos de la posmodernidad, en un análisis de las condiciones contemporáneas, especialmente de la "pulverización del patriarcado" y sus consecuencias, presta especial atención a los efectos sobre el cuerpo. Describe varias y distintas formas de afectación del cuerpo. Una de ellas se basa, como en las referencias anteriores, en la "virtualización". Y propone la función del corte como un recurso frente a la percepción de su ausencia. Circunscribe el declive del Ideal y la incidencia semiótico-tecnológica como determinante del desplazamiento de lo real a lo virtual:

"La posición del cuerpo en relación con el ideal se modifica con el paso del modernismo -que tiene un ideal declarado- al posmodernismo, que pretende no necesitarlo. [...] Al dictar la ley desde lo alto, el ideal anclaba la carne en la tierra. Y si el ancla se corta, los cuerpos, reducidos al conjunto de sus funciones, se desunen, ya que solamente el ideal, tan ficticio como eficaz, hacía que se mantuvieran como una totalidad: ahora desarrumados, cada vez más numeroso y transparentes, flamean y flotan. [...] esto significa que dejo de distinguir lo real de lo virtual. En todas partes, en todos los lugares públicos, el sueño me televisa, me celulariza, me internetiza, me webiza. Por otra parte yo también voy en ese sentido: saco fotos, filmo, grabo y lo pongo en un disquete. Me imagino que después vaya usar todas esas imágenes. El desplazamiento en el tiempo me hace desaparecer del espacio actual. [ ... ] En cada momento siento que mi pensamiento es sonsacado: los medios de comunicación piensan en mi lugar sin descanso. Si me dejo ir mi vida puede volverse totalmente virtual."

En este contexto, Pommier plantea la realización de tajos en el cuerpo como una práctica entre otras (escarificación, branding, piercing) cuya función es la de "hacer sentir" el cuerpo, provocar una sensación con el fin de materializarlo contrarrestando su virtualización. De este modo, alude a esta función, sin especificar más sobre el mecanismo de acción:

"El cuerpo como obra de arte contemporáneo, sacralizado a falta de
rituales, va a ser torturado, va a volverse verdadero. Esto se parece al masoquismo o al sadismo, pero no lo es: se hace sólo para intentar sentir vivir un cuerpo que se ausenta. Es para intentar que entre en su caja. Y para nada para que sea reconocido por los otros, como en los antiguos ritos de iniciación. No, es una anti-iniciación, para que salga del lugar social y entre en sí mismo."

Es de esta manera que, nuevamente, se ubica al tajo en el cuerpo como recurso frente a la experiencia de su ausencia.

2) La realización del corte como manifestación de la dificultad de la integración del cuerpo narcisista y pulsional.
El viviente en fragmentos se constituye como una unidad corporal gracias a la función de la imagen especular que brinda a lo real del cuerpo una solución formal de tipo ideal.

Recalcati explica que existe una recuperación de la importancia por la propia imagen especular en la adolescencia. Interés por la imagen que se conjuga con el advenimiento de la dimensión pulsional del cuerpo propia de este período. Es decir, que la importancia por la propia imagen se conecta con las transformaciones puberales del cuerpo que demandan una rectificación de la imagen narcisista del sujeto. Y, dice que la enfática relación con la imagen de sí en la adolescencia puede darse por tratarse de la búsqueda de la confirmación de la propia constitución narcisista frente a la irrupción de lo real de la pubertad.

Ahora bien, Recalcati señala que, por las características de la época y su incidencia, el encuentro con el límite que tiene la imagen narcisista para especularizar esa irrupción de lo real pul si anal puede, en algunos casos, presentar dificultades. Especialmente, Recalcati propone que ciertos casos de jóvenes que se practican cortes en el cuerpo pueden estar referidos a las dificultades de los sujetos de simbolizar la dimensión real del cuerpo pulsional al encontrarse en ausencia de un soporte identificatorio adecuado, el ideal del yo, que es lo que orienta esta tarea.

El declive del Otro contemporáneo en su función, específicamente respecto del Ideal, conllevaría para el sujeto una "identificación simbólica debil" para subjetivar lo real de la sexualidad. Y propone que el corte real en el cuerpo viene al lugar del corte y marca simbólica para la constitución del cuerpo. Recalcati dice:


"[...]la 'adolescencia como síntoma de la pubertad', es un aspecto de esta dificultad de integración de los dos cuerpos - narcisista y pulsional-, que acusa la declinación histórico-social del Otro contemporáneo, es decir, de otro que no ofrece ya recursos de identificación suficientes para simbolizar el suceso puberal. El mismo fenómeno actual de los cutters es otro indicador de esta dificultad, puesto que la proliferación de los cortes reales en el cuerpo entre los jóvenes (grabados, tatuajes, piercings, mutilaciones de partes del cuerpo) parece ser efecto de la ausencia de un corte simbólico socialmente reconocible y ritualizado colectivamente,""

3) Sujetos que se cortan como efecto de la actual segregación social
Goldstein es quien también aborda las autoincisiones como práctica determinada directamente por el contexto social. Y se acerca al fenómeno tomando como objeto de análisis, más que al sujeto que se corta, a grupos de jóvenes que llevan adelante esta acción en el cuerpo. Se entiende como una de las características de la época la égida del nominalismo y de la adecuación funcional. Se trata de la época de la eficacia, la producción de gadgets y el gozo de su consumo. El Otro contemporáneo exige la competitividad en el marco de sus parámetros.

Es, en este punto, que Goldstein concibe a la realización del corte como una acto de "violencia contra sí mismo" tributario de aquellos sujetos que no quieren o no pueden responder a las exigencias de la cultura hipermoderna. Es decir, lo concibe como la práctica de un grupo constituido en y a raíz de la segregación social.

Goldstein postula no sólo que los referentes subjetivos (familia, escuela, etc) no dan lugar a la Singularidad de ciertos jóvenes, sino que la cultura posmoderna profundiza los aspectos segrega torios de los lazos sociales, segregando al pobre, al discapacitado, al feo, etc. Sostiene que todo hecho segregatorio, a su vez, genera universos "concentracionarios". Y define a las tribus urbanas y suburbanas como grupos que se concentran para identificarse y para inscribirse en el lazo y obtener un nombre, emos, dark, punk, etc. Goldstein atribuye a estos grupos segregados la práctica de tajerase la piel, como efecto de la segregación y como remedio frente a ella. La autora define al fenómeno como práctica y lo ubica como característica de un grupo segregado y núcleo de concentración de individuos:

"La práctica de tajearse es un fenómeno de jóvenes y de tribus o sea, jóvenes que se agrupan y concentran en espacios predeterminados para excluirse de su contexto y a la vez alcanzar presencia en ellos, es decir, de algún modo conseguir estar presentes en la escena de! mundo, reincorporarse a alguna escena desde la cual sentir el cuerpo propio."

Otros casos
Cabe mencionar, aún, que se pueden ubicar otros casos donde los cortes cumplen otras funciones y se basan en otros mecanismos psíquicos que, sin embargo, no fueron incluidos en esta clasificación ya que no hay publicaciones que los hayan considerado teóricamente. Y, el desarrollo teórico-clínico de cada uno de ellos en este trabajo excedería el objetivo de la presente investigación que se abocará específicamente al estudio exhaustivo de un grupo particular de casos que se detallará en el capítulo siguiente.

Sin embargo, dejamos al menos consignados sintéticamente algunos de estos otros casos que considero que se pueden distinguir en la clínica y que deberán ser desarrollados y analizados detenidamente:

1. Existen casos de cortes donde no sólo se pone en juego para los sujetos el dolor físico, sino que específicamente se configura como el elemento predominante. Es decir, se trata de casos donde los jóvenes se cortan "para sentir dolor". Dentro de estos, hay casos donde la acción de propiciarse dolor estaría íntimamente asociada a la función de castigo y cabe conjeturar que se trataría de casos donde la incidencia del superyó en su dimensión punitiva se configura como la variable determinante. Joana, de 17 años, en una de sus internaciones y sobre los reiterados cortes en su cuerpo dice "Me pongo agresiva, siempre me peleo en los boliches, vaya Metropolis, tengo una causa por desfiguración de rostro. A mí también me pegaron pero yo aguanto el dolor. Me agarra agresividad y me entro a cortar. Empiezo de a poco hasta que empiezo a sentir el dolor. Me cortaba con un tramontina. Me quería hacer daño a mi misma y pagar las cosas que había hecho. Estaba enojada porque había hecho muchas cosas que no me gustaban, cosas a mis abuelos. Me quería dañar, hacer doler para sacarme el enojo" .

2. Se presentan otros casos, a su vez, donde también producirse dolor físico es el factor determinante y la condición del corte sobre el cuerpo pero bajo otra función. Se trata del dolor físico al lugar del dolor anímico, tal como Freud lo ha enseñado, por medio de la sobreinvestidura libidinal del "lugar doliente del cuerpo". Una paciente describe "Me empiezo a cortar. Me duele. Me voy cortando más profundo y me duele mucho más. Me empieza a salir sangre. La sangre significa que me duele lo suficiente para desplazar todos los otros dolores"." Elocuentes las palabras de Josie, otra joven "Cortarse sustituye el dolor interno con un dolor físico que puedo controlar y que es más fácil de manejar. El dolor ahora es real y tangible".

3. Hay casos donde la acción del corte no responde a una práctica metódica y limitada, sino estrictamente a una compulsión. Se trata de casos donde los sujetos testimonian que luego de comenzar a hacerse tajos en la piel "no pueden parar de cortarse" . Casos, donde, presentados los cortes en su dimensión compulsiva, puede suponerse en la base un trastorno de la pulsión. Un paciente llega a la guardia de la Clínica Psiquiátrica donde me desempeño con su cuerpo lleno de cortes. El paciente relata que hasta que llega la hermana a la casa y le quita la gillette no podía dejar de hacerse cortes, que quería parar pero seguía uno tras otro. Este episodio ya se había repetido dos veces. Y él mismo lo enlaza con lo que llama las "crisis" de su "trastorno bulímico y anoréxico", cortes como atracones de los que no puede salir. El equipo de enfermería informó que el paciente presentaba más de 120 cortes en su cuerpo.

4. Se encuentran casos de cortes donde prima el lugar de la sangre. Es decir, casos donde el objeto del corte es el fluir de la sangre, sujetos que se cortan para sangrar. Se trata de casos en los que en el decir no es el dolor la sustancia del corte sino la sangre, a la manera, podría considerarse, de una condensación de goce en este objeto, como objeto plus de gozar. "Fran de 18 años dice: "Cortarme sin que salga suficiente sangre es como pedir una ensalada y un yogurt en vez de un bife de carne con papas". Lukas dice: "El sentimiento que obtengo cuando la sangre comienza a salir es mejor que cualquier cosa. Es mejor que tomar, es mejor que cualquier droga que alguna vez haya tomado, es mejor que el sexo"."

5. Encontramos también, claro está, cortes que se constituyen como síntoma, como acción sintomática, que vale como retorno de lo reprimido comandado por un significante sustitutivo que implica el ciframiento del inconsciente. Se trata de casos donde el significante enigmático del trauma sexual y el término al que viene a sustituirse en la cadena actual fija una significación, coagulada en el síntoma y conduce a la articulación con otros significantes y a la posibilidad en el dispositivo del despliegue de cadenas asociativas. Estela, de 39 años, llega a la internación por un intento de suicidio con psicofármacos. Viene de una provincia donde vive desde los 17 años y tiene cinco hijos de su primer matrimonio. En la entrevista de admisión comenta que ella tiene "depresión", que está allí por eso y no porque esté loca. Su diagnóstico psiquiátrico la avala nominando su cuadro bajo el rótulo de Depresión mayor. Mostrando las marcas en sus brazos, relata: "En el baño, un día, me empecé a cortar, no sentía dolor, era esa adrenalina, veía la sangre que salía y era una descarga ... No es lindo lo que vaya decir pero era como cuando se le corta el cuello a un animal y sale un chorro de sangre; era sacarme mochilas muy pesadas de la espalda". Dice que esos cortes en ningún caso eran para suicidarse, simplemente era la manera de sacar "la sangre mala", significante que la remitía a toda una historia de violencia que comienza en su infancia. "A los 8 años me abusaron: un tío de la casa, amigo de mi papá. Me tocó, me metió la mano ... Cuando le dije a mi mamá, ella me pegó una cachetada y me rompió el labio. Me dijo que me callara la boca. Por eso nunca se lo dije a mi papá. Pienso que a lo mejor, antes que se muera se lo vaya decir pero él sufre del corazón, mirá si le pasa algo" . La paciente cuenta que el padre de sus hijos, con quien se casó y se fue a vivir a la provincia para escapar de las constantes agresiones de su madre hacia ella, también era "violento". Dice que todo parecía color de rosa al llegar -ella tenía 17 años y estaba embarazada de E, su primer hijo- pero que a los quince días de estar allí, su marido le pegó una cachetada porque ella no le planchaba las camisas como lo hacía su madre. Esa fue la única vez que ella le devolvió el golpe, diciéndole: "Te casaste conmigo, no con tu mamá". Él le volvió a pegar y le rompió el labio"

6. Existen casos de cortes (que en general se conjugan con automutilaciones, quemaduras y otro tipo de intervenciones en el cuerpo) que pueden ser descriptos como "prácticas masoquistas" , pero que se tratan no de una estructura perversa, sino más bien de una suplencia perversa en una psicosis, es decir, casos donde el alcance de las incisiones en el cuerpo, acompañado de otras prácticas, por un lado testimonian el particular modo de anudamiento signado por el desprendimiento de lo imaginario y por un goce no regulado por el límite fálico, al mismo tiempo que configuradas como una práctica perversa otorga un lugar y constituye una solución para ciertos sujetos. Un caso clínico paradigmático al respecto es el caso que presenta Maleval sobre el paciente de M'uzan."

7. Hay casos de cortes en los que se trata de sujetos que, luego de algún desplante del Otro, se generan tajos precipitándose como desecho del Otro, en lo que podría considerarse un pasaje al acto. Aunque, claro está, no siempre la concreción de los tajos tiene que darse de igual manera para enmarcarse como pasaje al acto, he asistido a dos situaciones donde los sujetos, en estas coordenadas, se generan cortes que los dejan des-hechos en la cama de un hospital. No se trata de tajos superficiales en la piel, sino en general de cortes profundos en el cuerpo que si bien no tienen la estructura de un intento de suicidio, requieren de atención médica de urgencia, debiendo acudir a internaciones hospitalarias.

8. Encontramos casos de cortes en la melancolía, o más precisamente, como respuesta a ella. El melancólico, especialmente en los cuadros que no presentan delirio de indignidad, pone en evidencia diversos fenómenos de mortificación, particularmente aquel desprendimiento total de los objetos y de la vida. Es una totalización de la negatividad del lenguaje sin recuperación de goce propio de la castración y por ende la ausencia de valor fálico es lo que se le impone al sujeto. Se configura, en algunos casos, a través de los cortes en el cuerpo, el recurso privilegiado para hacerse existir frente a la experiencia de la vida mortificada. Un paciente explicaba respecto de los cortes: "Era un modo de sentir algo. Yo no siento nada. Nada. Es como estar flotando en la vida. No me alcanza estar para existir. Aunque existir me pesa".

Para finalizar, y a raíz de todo lo expuesto, cabe resaltar -al contrario de lo que muchas veces sucede- que es imposible hablar de "los cortes en el cuerpo" como un fenómeno unívoco. Es elocuente cómo esta práctica, que circula en la cultura, detenta su plasticidad al demostrarse apta para encarnar distintas funciones. Es decir, que esta intervención en el cuerpo puede erigirse frente a diversas coyunturas, instalarse como distintos modos de respuesta del sujeto e, incluso, presentarse del lado de cualquiera de los tres registros (R, S, 1). Más aún, es posible vislumbrar en la clínica que no sólo esta práctica de generarse tajos en la piel puede adquirir distintas funciones (llamado al Otro, goce masoquista, inscripción significante, etc.) en distintos sujetos, sino que para un mismo sujeto, esta intervención en el cuerpo puede implicar más de una función en juego. Y no sólo porque en muchos casos ciertas funciones sean inherentes o compatibles entre sí (cortes que devuelven cierta consistencia al cuerpo al mismo tiempo que pueden operar como un acting out), sino porque ciertos sujetos hallan en este "uso" del cuerpo una suplencia a varios factores en juego. Es decir, que hacen de esta práctica una "multiintervención", una pluralización de la orientación de sus efectos. Análogo -en este punto- a la función del síntoma, son varias, -simultáneas o sucesivas- operaciones que pueden encontrar asidero bajo el mismo cauce, bajo el mismo recurso, sabiendo y al mismo tiempo ignorando el sujeto sobre ellas. Daphne dice: "A veces me corto para hacerme sentir algo, porque estoy totalmente dormida. Otras veces me corto para dormirme porque no puedo tolerar lo que estoy sintiendo, sobre todo lo hago cuando estoy enojada. Tal vez fui criada para no estar enojada o no demostrarlo, pero cuando estoy enojada me hallo a mi misma culpable, entonces me castigo"


Por lo tanto, queda en la virtud del clínico poder ubicar la posición del sujeto, su tipo de respuesta y la función -o las funciones- que el corte viene a adquirir en cada caso.

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