miércoles, 18 de octubre de 2017

La angustia en la pubertad: presentaciones clínicas.


Apuntes de la conferencia dictada por Pablo Kovalovsky, el martes 18 de Octubre de 2016


Adolescencia - pubertad. En 1993 comencé escribiendo un trabajo para un congreso lacanoamericano que trabajaba a la pubertad desde el punto de vista de lo que me interrogaba la clínica de lo que en ese momento desarrollaba. Me interrogaban las adicciones, de por qué los adictos, si bien podían consultar a los veintipico de años, en la historia aparecía que el comienzo de la adicción era en la pubertad. Este fue el punto de partida en mi indagación. Allí escribí un trabajo, donde lo primero que me surgió fue la diferencia entre la pubertad y la adolescencia. Me interrogué acerca de cómo se daría el pasaje de ese estado puberal al adolescente. Allí tuve que recorrer varios textos y muchos años después trabajé acerca de un ritual puberal descrita por un autor japonés Mishima, que tiene un libro que se llama “El marinero que perdió la gracia del mar”. Se los recomiendo, porque en su crudeza, Mishima describe exactamente, quizá por su propia experiencia de vida, lo que implica la posición del púber y el pasaje al adolescente, con determinados ritos de la pubertad. Con esto estoy diciendo algo, que los ritos de pasaje ancestrales que se encuentran en las tribus aborígenes, que están profusamente descritos en un libro que Freud consultó mucho, que es el de Frazer, que es “La rama dorada” y que en su última parte va a hablar sobre la máscara, la resurrección y los pasajes puberales. Vale decir que implica esa dimensión de la pérdida, de la muerte y del duelo, que se tramita a través de esos pasajes puberales.

En cuanto al segundo despertar sexual, Lacan va a hacer el prólogo de un libro de Wedekind, que se llama “El despertar de primavera”, del cual se hizo un musical en Broadway y en Buenos Aires también, y trata de un grupo de adolescentes. Hay una serie disquisiciones que Lacan hace sobre ese punto, que yo menciono solamente como referencia para marcar los lugares donde podemos pensar bibliográficamente el tema. “La metamorfosis de la pubertad” de Freud, el libro de Mishima y el libro de Wedekind vastamente citado y prologado por Lacan y que en 1974, Lacan lo vuelve a retomar en uno de sus seminarios.

Freud dice, ilusoriamente, en Metamorfosis de la Pubertad de los 3 ensayos...(1905), que en la pubertad se trata de constituir un túnel que unirá la corriente tierna de la sexualidad, una corriente ligada al placer preliminar infantil, con la nueva corriente que es la sensual, que por el desarrollo sexual de la metamorfosis puberal, implicaría la evacuación de los productos genésicos. Vale decir que esta unión con la cual se imagina Freud y nos propone la idea de que hay que unir ambas cosas, nos deja también con la pregunta picando: ¿es posible que se unan estas 2 corrientes? No lo hace explícitamente. Yo les diré algo de la complejidad de la unión de estas 2 corrientes:

En principio, tenemos la corriente tierna ligada al placer preliminar. Fíjense que la ternura ligada al placer preliminar implica esa dimensión de los orificios corporales, donde adquieren prevalencia situaciones que implican un defecto o un exceso del estímulo. Un exceso del estímulo de esa erogeneidad preliminar puede implicar un aumento de la tensión y un dolor concomitante. Imaginémonos por un momento que estamos hablando de algo concreto, por ejemplo de la succión, ligada a una función vital que es la de la alimentación. Freud va a ubicar un término. Una de las acepciones es apoyo, función vital en la erogeneidad del orificio, por ejemplo, oral. Un chico para succionar debe tener una erogeneidad en el orificio oral, sino no se alimenta. Si hay un exceso de erogeneidad, también trae una discordancia y se alimenta demasiado, que es por ejemplo lo que pasa cuando las madres se lastiman el pezón por exceso de succión. Cuando ya no hay más leche, el chico sigue succionando sin límite, fíjense que ya está allí, en esa noción de apoyo, este lugar del Otro primordial, el Otro materno en este caso, que es aquel encargado de regular el modo en que pueden enlazarse esta erogeneidad orificial a lo que Freud llama la ternura. En principio no tendría esto una dimensión gozosa, pero sin embargo utiliza el término de placer y goce. El término es lust, entonces uno se pregunta si acaso la ternura no está desligada del goce. Parece ser que si esto no se anuda de alguna manera, no funciona. Ahí aparecen las puericultoras, que están horas y horas con las mam´ñas tratando de que el niño se alimente.

El término de apoyo, en realidad, se podría traducir mejor como cercanía y mejor aún como entornamiento. vale decir que lo vital queda entornado en función de ese orificio erogeneizado. Digamos que si a una mamá se le dice deserogeneizadamente y deslibidinizadamente una modalidad estricta “usted le debe dar la teta cada X tiempo, no se la vaya a dar antes porque de lo contrario ocasionará…”, esto tiende a instaurar, más que un orden, una dimensión de vaciamiento de erogeneidad, porque la regla no sigue la normativa del juego erógeno que posibilita que el niño se alimente. Entonces ya hay una discordancia a reunir en el término ternura, ligado al placer preliminar, ya en el inicio. Y luego esto tiene que unirse en la pubertad con la nueva dimensión donde el niño se ha transformado en productor de material hormonal que le hace producir productos genésicos y que tiene que vérselas con eso. Se dan cuenta que es bastante compleja la unión de ese túnel.

¿Qué pasa también si este niño, desde la mirada del Otro -materno, paterno- se le es renegada su nueva situación y se lo sigue tratando como un niño? O si se lo trata directamente como un adulto. “¡Salió en calzoncillos de la pieza, como si tuviera 11 años y ya tiene 13, qué barbaridad!” Todo el sistema de normativa casera empieza girar alrededor de dónde está el punto, desde dónde se respeta este estado que hace eclosión dentro de la relación de cada sujeto con el cómo se mira. Digo, porque el término metamorfosis significa “cambio de forma”. Cómo se mira en el espejo y cómo se siente a su propio cuerpo. Además, la mirada de los otros y cómo se conjuga esa dimensión para que se transite esta etapa con la menor cantidad de eclosiones de situaciones que están dentro del campo de lo no dicho, de lo que el niño y el púber no se pueden decir. El púber está gobernado por el no dicho, se encierra en su habitación aturdido, turbado, perturbado, extrañado.
  • Nota: El extrañamiento o embarazo implica la confusión con el entorno. está descrito muy bien por Rocher Caillois al hablar del mimetismo. Propone que un animal se camufla con el entorno, para evitar ser presa de un depredador, pero con consecuencias corporales. Su libro “Langosta y compañía”. Callois dice que el mimetismo tiene una función de dilución de los bordes de la imagen, donde la imagen ya no se recorta entre afuera y adentro y queda sumergida en un afuera, donde es capaz de perder algo de su propio cuerpo.

Si nosotros vamos a los términos de la turbación, o el extrañamiento, diríamos que así como Freud situó en un determinado momento como constitutiva del yo la diferencia con un afuera, del no-yo, donde el yo acoge lo que es apreciado, el yo placer, y lo displacentero queda afuera como hostil, se refiere a la constitución de un borde. Ese borde, en la pubertad, queda puesto en cuestión. Entonces, el extrañamiento implica una suerte de dimensión en la cual el sujeto tiende a disolverse, a mimetizarse con el entorno. Vale decir que este yo y el no-yo queda en cierto momento desdibujado. Entonces, ¿cómo lo restituye? Saliendo de esa escena, donde hay algo de desapropiación, en principio, de su propio cuerpo. Y el efecto que sucede a este extrañamiento de sí mismo, es lo que se llama el pasaje al acto: sale como puede.

El púber sale como puede de ese lugar donde está inmerso o sino se encierra. Ustedes habrán visto que difícilmente compartan la mesa familiar. Arman tabiques donde antes no los hubo. Se encierran en la pieza, salen de la escena. Y mejor no entrar en la pieza, porque tiene todas las poluciones, mocos, poluciones propiamente dichas, suciedad... La pieza del púber no es aconsejable para una madre que sufre de psicosis de ama de casa. Ese tabique que implica un fuera de escena, este punto hace salir de alguien que se siente sumergido en una escena que no es propia, con tal de esa escena, sale como puede: si no puede salir como sujeto, sale como objeto y llena de objetos que cuanto más roñosos sean, más se afirma en ellos.

La otra vertiente, que toca el otro borde de la angustia, la turbación o la perturbación, implica una perturbación, que es que el púber siente en esta confrontación con el espejo, que es él y no es él, una cierta duplicidad. Esa duplicidad hace que el púber pierda la palabra, pero tiene una salida: el acting-out. Es una salida maníaca, una salida y un actuar fuera de sí. Al mismo tiempo que hace algo, el púber se está mirando desde el Otro hacerlo. Quizá nos resulte difícil, por eso les puse el ejemplo de la voz porque es un ejemplo equivalente.

Estadío puberal. Si bien nosotros hablamos de estadío, estadío quiere decir que si bien hay un tiempo cronológico donde esto se despierta, se exacerba, pero tanto en el estadío del espejo que Lacan formalizó tomando a Wallon, que había trabajado este tema en su texto “Los orígenes del carácter en el niño”, donde había trabajado la dimensión que ocurría desde los 6 a los 18 meses de vida del niño, donde el niño sentía una tensión con agresividad. No se trata de una agresión efectiva, sino que implica una agresividad que implica la inhibición de una acción, por ejemplo, de la palabra. Fíjense que el título completo del trabajo de Lacan es “El estadío del espejo y la constitución del yo”, en el sentido del sujeto de la enunciación, del sujeto que habla, cómo es que el niño, cuando dice yo, no piensa en que el yo es el pronombre de la primer persona del singular, sino que está hablando de él. Cómo se apropia con eso que él llama shifter o embrague, que es un embrague para apropiarse del lenguaje. Entonces, para reconocerse a el, en una acción que comienza cuando empieza a decir yo. Hay 2 tiempos en el estadio del espejo.

  • La desagregación corporal donde el chico no puede coordinar aún y siente propioceptivamente las distintas partes de su cuerpo fragmentadamente.
  • Lo que la imagen le devuelve, que es una imagen unificada con un borde. Hay una discordancia y una tensión entre una situación imaginaria que es el bode de la imagen y una situación real que es el niño sintiendo acerca de su propio cuerpo, que no coinciden.

En principio Lacan lo plantea así y luego en el cincuenta y pico se puede empezar a hablar de que hay, además del estadío del espejo, un estado. El niño, dice Lacan, va a mirar a aquel a quien lo sostiene y va a encontrar en esa manera una función simbólica que le otorga un asentimiento que le valida que aquel que está mirando esa imagen, es a la cual le valida la identificación de eso desagregado, a eso unificado. Fíjense que allí tiene que intervenir una terceridad, pero es una terceridad que tiene una pequeña falla que tiene que estar anudada nuevamente: la mirada es un objeto, entonces cuando se encuentra la mirada del Otro y luego vuelve a mirarse en el espejo y a partir de esa mirada del Otro puede girar la cabeza y vuelve a mirarse; encuentra la mirada del Otro también en el espejo, entonces el niño puede lograr esa identificación. Pero no deja de ser un objeto, fíjense si esa mirada no estuviera anudada a una función simbólica, no estaría localizada. La función simbólica pacífica la agresividad, localizando la mirada. La función simbólica tiene la función de pacificar localizando. Si no se localiza la mirada, esa mirada se va a pasear sola, puede aparecer en cualquier lugar. Yo les estoy hablando a ustedes, pero puedo pensar que hay un montón de gente detrás mío que me está mirando. Esto no es algo grato, hasta puede llegar a ser algo siniestro. Esta mirada se llama nili-oblicua, que puede situarse en ningún lugar. O sino, pregúntenle a algún agorafóbico cuando salga a la calle, que les va a contar lo que es esa mirada no localizada en ningún lugar. Se los va a decir con mucha claridad y sin haber leído a Freud ni a Lacan. les va a explicar cómo puede ser mirado desde cualquier lugar. vale decir que algo de lo simbólico falla y el desencadenamiento en el caso de la fobia es de una situación de angustia irrefrenable que se llama ataque de pánico, pero que se trata de un modo en que se reedita un estadío del espejo que está anudado, pero que se puede desanudar.

Con respecto a la pubertad, lo que intento preguntar es: ¿Estadío/etapa o estado que se reedita a lo largo de la vida en determinados momentos? En especial donde hay momentos de pérdidas, duelos, cambios, mudanzas, donde el entorno cambia; en última instancia, pérdidas. Donde hay una pérdida de una función que localice y pacifique. Entonces, yo intento, al hablar de pubertad, en los mismos términos en que hablaría del Estadío del espejo, que se dio en llamar a partir de esta última observación de Lacan, ya no una etapa del niño de 6 a 18 meses, sino una pubertad que puede reeditarse en distintos momentos de la vida.

Hay tribus aborígenes - dice Frazer- donde los púberes empieza a hablar a media lengua y a caminar deambulando, perdiendo el paso, como si remedrasen a un chico en los tiempos de la constitución subjetiva del estadío del espejo. Es muy interesante esta descripción que hace Frazer, que parte de la observación de lo que él como antropólogo había trabajado en tribus aborígenes, de relatos y cosas que sacó directamente.

Pensemos que si en la pubertad necesitamos de ese Otro, así como en el espejo necesitamos de ese Otro, ese Otro en la pubertad tiene que ver con lo que socialmente se llama ritos de pasaje. Cuando uno trabaja con adictos se da cuenta inmediatamente que algo de ese pasaje quedó detenido y entonces, aunque ya Freud nos había advertido, cosa que a mi me llamaba la atención que Lacan no retomara, es que Freud había advertido en Totem y Tabú que la culpa quedaba repartida entre todos los miembros del banquete totémico. Cada uno era uno en relación a otros. Ustedes saben que en ese mito no se hace referencia a las mujeres, con lo cual la sexualidad femenina retornó, tanto en Freud que se pasó la vida preguntándose qué quiere una mujer, o Lacan que tuvo que diagramar conjuntos infinitos para ver dónde estaba el goce femenino. Es como que el banquete totémico Freud lo arma de tal manera que no aparecen las mujeres participando. Lo que les estoy transmitiendo es que hay algo, un punto de partida. Si hay algo que el psicoanálisis no es, es hegeliano. Hegel decía que todo lo real es racional. Decir eso es genial, otra que “cambiemos”, gana siempre. Entra bien, al punto que Hegel tenía el aula repleta de gente. En el aula de al lado daba clase un señor que se llamaba Schopenhauer. Creo que iban 2 primos, un amigo y alguna vecina del barrio en la misma universidad. ¿Qué decía el pobre Schopenhauer? Schopenhauer, cuyo máximo seguidor fue Nietzsche y Freud, que tomó profusamente sus textos, Schopenhauer decía que no todo lo real es racional, vale decir que no cerraba. No es que hegel haya sido un tipo simplista ni nada por el estilo, pero en última instancia su objetivo era racionalizar todo lo real. Es como que yo les dijese que todo un análisis se basa en interpretar y en darle un sentido interpretable y que no queden restos de ningún síntoma, que no quede nada de lo insaciable de este sujeto.

La pregunta de Lacan es que esto no puede ser, entonces el final del análisis, ¿qué pasa con lo insaciable de la pulsión? Porque lo que yo les estoy hablando, tanto con el estadío del espejo, como con el tema de la pubertad, es que al no quedar cerrado, ahí adquiere el estatuto de “estado”, que retorna, porque algo no se cierra. No es que se cierra una etapa y pasamos a la siguiente y esta no retornas. Incluso la re-petición es volver a pedir. Es un juego de palabras que utiliza Lacan para repetición. Está mal traducido un seminario, que se llama en francés Ancore, como “Aún” o “Todavía”. Está mal traducido, porque ancore quiere decir “más, otra vez”. Es como cuando volvemos a casa y los chicos quieren que les contemos un cuento. Una vez. De nuevo. Otra vez. Más… Hay algo de lo insaciable que se presenta constantemente en todo vínculo con el Otro. Esta demanda al otro y la insaciabilidad, fíjense que se trata de este punto crucial de la estructura, que es lo que no cierra. Lo podemos llamar, con Lacan, lo real, lo infinito o lo interminable (con Freud). Es ese real que retorna y cuando retorna, lo hace de diferentes maneras.

En la pubertad, por ejemplo, lo real retorna bajo la forma de la adicción. La adicción es como si el chico atravesase con la aguja entre cuero y carne, intenta suturar lo que no tiene suturado, como si tuviera que autoinfligirse un dolor para recién ahí sentir el cuerpo vido. O cortarse, porque ustedes saben que es muy frecuente los cortes y ¿qué es lo que buscan los cortes? Sentir ese dolor del cual nos otorga el signo más vital que existe. No hay signo más vital que el dolor mismo.

Yo hace muchos años supervisaba en el hospital a una analista, que cuenta de un chico que se cortaba, se cortaba y se cortaba y exhibía los cortes. Y ella estaba muy torturada y dijo, en la supervisión, que no aguantaba más, porque cada vez se cortaba más profundo y el chico no sentía dolor. Entonces, a mi se me ocurrió sugerirle que le preste su cuerpo a ese chico y que le diga que a ella le dolía mucho ver cómo se lastimaba. A la vez siguiente que la fui a supervisar, me dijo este chico vino, ella le dijo eso y 2 semanas después le dijo que se cortó y fue la primera vez que le dolió. ¿Qué significa esto, cuál es la función del analista? Tenemos la de asentimiento, este lugar social que los aborígenes tienen de lugar de pasaje, que está ritualizado, pero que apunta fundamentalmente a enmarcar una instancia que posibilite que algo se tramite allí y tenemos la función del analista que en principio toma como punto de partida el asentimiento. Lo que nosotros hacemos es validar que el analizante dijo lo que dijo. Somos testigos y validamos que este sujeto ha dicho lo que ha dicho. Lo validamos como sujeto en el decir. Parece ser que va de perogrullo, pero no lo es. Es una función constitutiva de que en cada análisis se reedita esta función constitutiva. cada análisis empieza por la represión primaria. Por esta represión primaria que Freud ubica como una operación de incorporación, pero que es incompleta. Tenemos que convivir con esa incompletitud. Un analizante me decía que lo pacificaba ver documentales de animales. Un león, si no tiene hambre, no mata. Pero los seres hablantes somos insaciables, entonces matamos por matar. Si tenemos 50 millones de dólares podríamos tener un buen pasar, pero sin embargo queremos tener 100 millones. ¿Qué locura es esta? Estoy dirigiéndome al punto loco que está más incentivado y en ese punto es que las tribus aborígenes tienden a pacificar. Tratan a su medio ambiente no de un modo depredador, sin llegar a un discurso ambientalista, pero tómenlo en relación a esto que no voy a dañar aquello por el hecho de dañarlo mismo. Voy a cuidar mi tierra. En este sentido hay ejemplos muy elocuentes y muy lindos.

Yo vi un documental donde había un rito puberal que consistía en lo siguiente: a determinada edad, los niños que se transformaban en púberes eran retirados a un lugar oscuro de la selva y en ese lugar unos se pintaban a los otros con pinturas vegetales y una vez habiendo pasado la noche afuera, al día siguiente desfilaban desnudos frente a sus madres y a sus hermanas, que lloraban copiosamente mirándolos. ¿Qué quiere decir esto? Estas madres ya no miraban el cuerpo desnudo, era el cuerpo ya adulto de un púber desarrollado; miraban las pinturas. Había habido un cambio de mirada, una deposición. No escudriñaban incestuosamente en el cuerpo del niño hecho adulto, sino que ese cambio de mirada implicaba a su vez -el llanto lo atestiguaba- la dimensión de una pérdida por ese cambio de mirada misma. Me pareció muy elocuente y muy conmovedor porque como analistas, nosotros muchas veces tenemos que hacer esa misma operación, de poner la mirada para que algo fluya de otra manera y que no devenga una presentificación o una transparencia del cuerpo. Aunque evidentemente el testimonio de los analizantes nos trae situaciones ocurridas en la infancia que son recordadas en la pubertad. Un analizante, un señor de cincuenta y pico,  separado, me decía que estaba saliendo con una mujer de treinta y pico. Decía que se sentía muy a gusto, muy bien, salvo que ella no sabe besar. Yo le pregunté qué quería decir con esto que no sabía besar y él me dijo que ella abría la boca pero no besaba. Después fue más preciso: no succionaba. El beso está emparentado con la succión. Entonces, esa no-succión lo llevó a pensar algo que esta mujer le había contado, de que había tenido serias dificultades en el amamantamiento y que luego se habían vuelto a repetir en determinadas situaciones en relación con ese Otro materno, donde la marca de la erogeneidad del orificio oral que posibilita la succión. Esta persona, que no tenía absolutamente nada que ver con el psicoanálisis ni con ninguna ciencia humana, pudo detectar eso porque le pareció extraño. Por eso estado y no estadío.

En la pubertad, lo que gobierna por este extrañamiento, por esta turbación, ya sea que se asimile al entorno o que quede duplicado el sujeto allí en la turbación y que haya una salida maníaca por el acting out, esta duplicidad que se ve como una escena sobre la escena. Vemos esta duplicidad en la adicción, donde hay una adicción a la mentira. Yo lo que hago cuando tomo en análisis a un adicto, lo primero que le digo es que no me mientan. Que si consumen, que me cuenten; si no consumen, que me cuenten. Hay una adicción a la mentira, porque esta duplicidad es permanentemente tentador. Además hay un no-dicho que hace presentificar ese real que no se puede decir. Un chico me decía que cada vez que tomaba, se le disparaban las ganas de consumir cocaína. Una vez dijo que consumió cuando se fue a hacer un análisis clínico frente a Tribunales. Como le dijeron que tenía que esperar una hora, se tomó 10 cervezas. Él no sabía por qué 10, me dice que porque tenía $100. O sea, que si tenía $1000, se compraba 100. Otras de las expresiones que se escuchan cuando uno pregunta por el consumo es “porque pintó”. esta palabra rellena todo, sirve para todo.  Al no decir nada, es el no-dicho por excelencia. Mi idea es que pudiera articular algo de ese agujero real.

¿Qué es lo que cambia en la adolescencia? En la adolescencia no es solamente lo etimológico de que lo puberal viene de pubis. Adolescere tiene una acepción que es crecer, no solamente el dolor de crecer. Desplegar, también. Un niño se ha estructurado, luego del estadío del espejo, cuando se pacifica su imagen, entonces puede relacionarse con otros y puede formar el complejo del semejante: juega con otros niños sin pegar. En la adolescencia lo que ocurre es que lo solitario se transforma en algo más solidario. Se genera un cierto espíritu de pertenencia, de grupo, aunque muchas veces ese espíritu grupal para ser uno entre otros, como no se puede dejar de participar, ese ritual que puede constituirse en un tatuaje… El tatuaje marca la incrustación en el cuerpo. Este es uno de los rituales de pasaje más frecuentes. También me dijeron algunos pacientes que cuando alguien se empieza a tatuar hay una cuestión de insaciabilidad. No puede dejar de tatuarse, es como una cuestión de que no quede ningún lugar sin cubrir por el tatuaje, es un cuerpo que queda invisibilizado por el dibujo que eligen. Eso marca un fracaso de lograr un punto de detenimiento.

Hay una diferencia que marcaba entre pubertad y adolescencia, y es que en la adolescencia la pertenencia grupal hacía que se pueda sostener algo del orden de un blasón, de un blasón que implique como un escudo, de un carácter en sentido de una letra. La letra viene a reemplazar a lo no dicho en la pubertad y esa letra se transforma en un carácter que es el dibujo de la letra. Por eso no sé cuando termina la adolescencia, porque a veces escucho cómo hablan en grupos de intercambio entre colegas y siento que la jerga es tan cerrada que opera como un tatuaje, como una reafirmación del ser donde se debe pasar por ahí. ¡Nadie, por favor, que sea psicoanalista que deje hablar del goce, porque sino no es analista! ¡Nadie que deje hablar de lo real y de lo que no hay de relación sexual porque sino no es analista! Pueden ser afirmaciones que en un contexto de palabras, adquiere una significación, pero esta ritualización que libidiniza el cuerpo, que le da una significación simbólica al cuerpo, que le da una pertenencia, a veces se hace demasiado rígida y el grupo se hace muy cerrado y endogámico. Es difícil que ahí surja algo nuevo, porque si alguien puede llegar a decir algo que no entra dentro de ese canon, es segregado del grupo. Los adolescentes segregan si alguien no trae un pantalón chupín. Entonces, entre colegas hay chupines psicoanalíticos. Esto tiene una perduración a lo largo de los años y yo no me siento exento de esto. A veces nos cuesta dimensionar el carácter pragmático del psicoanálisis.

En el caso del niño que no ha logrado constituir su yo, estabilizar su imagen porque no tuvo el asentimiento, esa mirada del Otro que se lo posibilitara, no es que no conozca el significado de las palabras. Es como el famoso caso Dick de Melanie Klein. El chico conoce todas las palabras, dispone de ese saber, pero no habla porque no sabe para qué sirve hablar. ¿Para qué sirve hablar? Para llamar al otro. Solo lo puede hacer cuando se angustia y entonces la angustia le posibilita hacer un llamado al analista. vale decir que tuvo que haber una intervención ordenadora para que este chico localice el sentido que tiene decir algo. demás está decirles que yo pienso que la primer traducción que hubo de los seminarios de Lacan diciendo que era estructuralista, fue un craso error. Lacan no era estructuralista, sino pragmático. Por eso los títulos de sus seminarios siempre apuntan a producir un efecto en el otro.

Todos estamos habitados por un no-saber y cada uno lo bordea con su estilo. Lo que yo dije hoy fue mi estilo por bordear lo que no sé acerca del tema que les anuncié. Eso se llama estilo y cada uno tiene el suyo, porque cada uno tiene su historia y su modo de bordear el no-saber. Si no advertimos eso, un analizante que nos viene a hablar desde un punto de vista -por ejemplo, desde un estudiante de ingeniería- no podríamos escucharlo, porque él a su estilo también, con sus términos va a bordear su no-saber. Y nosotros tenemos que poder plegarnos a ese no saber.

Pregunta: El encuentro con el otro sexo, Freud lo nombra en la metamorfosis de la pubertad como un drama que tiene que atravesar el púber en cuanto a novedoso. Yo no escuché que vos lo nombraras.
P.K: El púber está demasiado atormentado por su propio extrañamiento con respecto a su cuerpo como para preguntarse. Por ejemplo, el púber se pregunta cómo se besa. Un púber que yo atendí, huérfano de padre, decía que él no podía correr porque cuando se corría se pateaba las bolas. Él usaba calzoncillos que la madre le compraba que son los que usan los modelos, que no son para correr. Hay que meterse con el cuerpo, y el púber todavía no se puede preguntar esto concretamente. De todas formas, en rasgos generales, esto que retorna de la sexualidad femenina es lo no incorporado del padre primordial, ese real que retorna bajo las formas más siniestras.

Pregunta: Hay una postura de una analista argentina, Silvia Wainstein, que plantea un tercer despertar sexual, que es esa vuelta que acontece luego de haber pasado por un análisis.
P.K.: Ponerle palabras a lo no-dicho, o tratar de ablandar la letra y hacerla pasar y localizarla a partir de la palabra. No empezamos por la letra. Por eso, cuando el chico dijo que no sabía besar, yo no elucubré nada, a ver qué quería decir con eso. Y él solo sacó las conclusiones. Esta persona, que era economista, no tiene nada que ver con el psicoanálsis

Pregunta: ¿Qué relaciones hay entre la pubertad y los problemas de aprendizaje?
P.K.: No sé si te pueda contestar precisamente, pero entiendo que este tiempo casi hipnótico puberal, hace que muchos chicos se duerman en el colegio, por ejemplo. Hay algo de lo discursivo que no llega a conmoverlos. El éxito de lo que se llaman redes sociales, los neologismos, este código que ayuda a no despliegue del sentido, sino a que hace obstáculo a que pueda avanzar allí. Los docentes deben despertar a los alumnos de esa hipnosis, hacer soñar a estos chicos dormidos. Poder construirles algún sueño para que puedan darle otro estatuto a este estado hipnótico.

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