Uno de los escándalos psi del año que pudimos leer en las redes sociales fue acerca de la paciente plantada por su psicólogo por Whatsapp, en dónde éste le confesaba su enamoramiento y la consiguiente interrupción del tratamiento. La (ex)paciente tomó captura de pantalla y la compartió en la página de Facebook Psicólogas y Psicólogos de Argentina.
Dicho sea de paso, hay que observar la desinteligencia del profesional de dejar evidencia digital de estos temas tan delicados. Teniendo en cuenta que las redes sociales se manejan con imágenes y sonido, yo no recomendaría dejar constancia sobre todo aquello que por su contenido pulsional, se prestan fácilmente a la viralización. De hecho, esta noticia fue levantada por algún que otro portal.
Más allá de tomar una actitud expectadora ante el caso, podemos preguntarnos qué podría hacerse en estos casos si nos ocurriera a nosotros. Tomemos la advertencia del antiguo escritor romano Publilio Siro de que "Nadie escapa del amor ni de la muerte" y estemos advertidos de que, efectivamente, el enamoramiento puede infiltrarse en un análisis. El tema en sí no es ninguna novedad ni un misterio. En el texto de 1914, Freud explica cómo el amor de transferencia en tanto resistencia puede arruinar la tarea analítica, pues "cuanto estorbe proseguir la cura puede ser la exteriorización de una resistencia. Y en el surgimiento de esa apasionada demanda de amor la resistencia tiene sin duda una participación grande".
Lo que Freud recomienda allí, dicho de una manera burda, es que el analista no debe creérsela:
"Para el médico significa un esclarecimiento valioso y una buena prevención de una contratrasferencia acaso aprontada en él. Tiene que discernir que el enamoramiento de la paciente le ha sido impuesto por la situación analítica y no se puede atribuir, digamos, a las excelencias de su persona; que, por tanto, no hay razón para que se enorgullezca de semejante «conquista», como se la llamaría fuera del análisis. Y siempre es bueno estar sobre aviso de ello".
Por otro lado, Freud recomienda no frustrar esa demanda de amor ni aterrorizarse frente a ella, pues ésta tiene que ver con aspectos reprimidos:
"Exhortar a la paciente, tan pronto como ella ha confesado su trasferencia de amor, a sofocar lo pulsional, a la renuncia y a la sublimación, no sería para mí un obrar analítico, sino un obrar sin sentido. (...) Uno habría llamado lo reprimido a la conciencia sólo para reprimirlo de nuevo, presa del terror".
Tampoco Freud recomienda las posturas intermedias:
Tampoco puedo aconsejar un camino intermedio, que quizá pudiera parecer a muchos particularmente sabio, consistente en que uno afirme corresponder a los sentimientos tiernos de la paciente, esquivando los quehaceres corporales de esa ternura.
O sea, no se puede decir ni que sí, ni que no, ni tampoco "más o menos". Y entonces, ¿Qué hacemos con el amor de transferencia? Lo interesante, según creo, se encuentra en este párrafo:
"Si su cortejo de amor fuera correspondido, sería un gran triunfo para la paciente y una total derrota para la cura. Ella habría conseguido aquello a lo cual todos los enfermos aspiran en el análisis: actuar, repetir en la vida algo que sólo deben recordar, reproducir como material psíquico y conservar en un ámbito psíquico."
Es decir, hay que tomar al enamoramiento como repetición, una actuación, en el sentido de que se actúa lo no elaborado. Si nos fijamos en el caso, podemos decir que la paciente siguió actuando el desplante de su psicólogo por las redes sociales... Cabe aclarar que lo hizo en una página donde los participantes son predominantemente psicólogos.
Y acá Freud nos da la solución al tema:
"Uno retiene la trasferencia de amor, pero la trata como algo no real, como una situación por la que se atraviesa en la cura, que debe ser reorientada hacia sus orígenes inconcientes y ayudará a llevar a la conciencia lo más escondido de la vida amorosa de la enferma, para así gobernarlo".
Las primeras veces que leí este texto, pensé que teóricamente esto es correcto, pero ¿Qué intervención concreta hace uno allí? Un agregado muy útil para estos casos es ubicar que en el enamoramiento está en juego una idealización semejante a la que vemos en la identificación al lider en Psicología de las masas y análisis del yo, donde lo que está en juego es un rasgo, lo que corresponde con el concepto de identificación secundaria.
Si vamos al Banquete de Platón, esto lo vemos bajo la forma del agalma, ese brillo escondido dentro de Sócrates, del que se dice que era muy feo. No obstante, Alcibíades asegura que dentro de Sócrates hay un brillo que lo enamora. Se lee en “La transferencia”, seminario 8:
"Que los propios analistas no se hagan valer por su encanto corporal es algo que tiene en la fealdad socrática su más noble antecedente y, al mismo tiempo, por otra parte, nos recuerda que ello no es en absoluto un obstáculo para el amor".
Es decir, lo que se juega en el enamoramiento es un rasgo, como si fuera una sinécdoque: la parte por el todo. El paciente tiene derecho a creer en su ilusión que se enamoró de su analista todo; nosotros debemos saber que lo que está en juego es un rasgo, un objeto (a) que el paciente ubica en nosotros y lo causa.
En un análisis, nosotros debemos girar la demanda de amor hacia la investigación analítica. Hay una pregunta que puede hacerse: ¿Qué de su analista ha enamorado a su paciente? Puede ser la voz, la mirada, su olor, la barba, el brillo en la nariz o cualquier otra cosa que seguramente la volvamos a encontrar en la historia infantil del analizante, si uno la identifica y la historiza.
Lo mismo intentaremos dilucidar en el propio análisis del analista si contratransferencialmente se enamora de su paciente.
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