lunes, 19 de agosto de 2019

Neurosis actuales, ¿presentaciones sin angustia?

Mostraciones, compulsiones, acting out y pasaje al acto:  ¿Cómo practicar la cura en aquellas modalidades clínicas que no vienen representada por el síntoma y donde la angustia no alcanza a tener una expresión subjetiva? 

Notas de la conferencia dictada por Stella Maris Rivadero, el 10 de marzo de 2016.

¿Cuáles son las coordenadas estructurales de este tipo de presentación? Se trata de pacientes que no entran en transferencia fácilmente, porque no tienen la posibilidad de instituir el sujeto supuesto saber, en la medida de que la carencia de estos analizantes reside en haber tenido un lugar en el Otro, pero no el suficiente alojamiento. Es decir, hubo un tiempo instituyente donde algunas operaciones con respecto a situar el objeto perdido no fueron realizadas. Recuerden que Freud habla del objeto perdido, que hace que el aparato se movilice para intentar recuperarlo nuevamente.

Hay un tiempo fundante donde se instaura la operación de la bejahung, o sea la expulsión del objeto, pero no termina de hacerse el reconocimiento ni el duelo por el objeto perdido. Con lo cual, son sujetos que van a vivir, en un tiempo actual, algo del trauma que no ha terminado de constituirse psíquicamente y algunas cuestiones han quedado incrustadas en el yo y en tanto en el ello, no han pasado a formar el inconsciente. Con lo cual, el ello pulsional es lo que empuja a la mostración del acting out o el pasaje al acto, o a las adicciones.

Vamos a ubicar en qué el Otro del amor fundante fracasó, con lo cual podríamos ubicar este tipo de presentaciones en lo que podríamos decir fracasos del fantasma. Es decir, no ha terminado de constituírse el sujeto en el fantasma, como ese objeto que obtura lo que el Otro quiere de él. La pregunta fundante del sujeto es qué quiere el Otro de mí y a partir de recortar uno de los objetos de la pulsión (heces, seno, voz y mirada), elige uno de ellos para identificarse a uno de esos objetos y proponerse como objeto amable del Otro.

En estos casos, el sujeto no pudo proponerse como ese objeto amable del Otro porque ese Otro no dio lugar, en la medida que el Otro primordial, para poder hacer lugar a ese niño por venir, tiene que efectuar un par de operaciones: por un lado, mostrar su vacío; por el otro, dar alojamiento en ese vacío. El tercer término es poder soportar lo real del niño que hace mancha en el cuadro, que no es ese ideal que los padres esperan del chico y también empezar a forjar ese corte para que en algún momento pueda largarlo a la vida. ¿Qué es aceptar lo real del niño? Es aceptar que el niño haga diferencia con lo que el Otro esperó y que no suture totalmente la imagen del ideal del yo. Es decir, que el niño cuente con - φ, que es lo que la Lacan trabaja en el seminario de la angustia como el agalma que el niño posee en nombre y a cuenta propia. Hay un resto que el niño porta, que es inasimilable ni contable por el Otro, pero que lo debe soportar como diferencia.

¿Cómo se constituye la imagen del yo? Freud nos decía que el yo tenía que ver con la mirada del Otro y Lacan lo formaliza en el estadío del espejo cuando dice que el niño voltea su mirada para recibir la aprobación del Otro. La aprobación del Otro no solamente está dada por la mirada, sino también por los significantes con los que va a investir a esa imagen. En ese lugar, el niño va a responder con su propio yo, que va a necesitar hacer un proceso de salida del fondo del espejo. Es decir, no quedar atrapado en esa especularidad para poder asumir gratamente y verse más allá del Otro. Eso rompe la dialéctica imaginaria especular, donde entra a tallar lo simbólico, que puede señalar "Tú no eres eso que el Otro quiere".

En estos casos graves hubo una alteración en el tiempo de la constitución del espejo, que se da entre los 8 y los 18 meses. El niño no encontró al Otro en un estado que le permitiera integrar su imagen yoica. Puede ser que el Otro, en ese tiempo, mirara para otro lado, porque haya estado en un tiempo de duelo o porque por su propia historia no haya podido libidinizar esa imagen como diferente. 

Este primer tiempo del estadío del espejo se reformula en el segundo despertar sexual, es decir, en el pasaje de la pubertad a la adolescencia, donde el mundo simbólico, imaginario y real tienen que volver a anudarse. El sujeto es un sujeto anudado, bordado borromeicamente en lo real, lo imaginario y lo simbólico y los 3 registros tienen el mismo estatuto. Cuando aparecen las transformaciones secundarias en el cuerpo de la metamorfosis de la pubertad -como lo nombraba Freud- ese nudo tiene que volver a reorganizarse, porque el cuerpo del niño empieza a tener los caractereses sexuales que van a permitir o no sus identificaciones con el ser sexuado. De allí que esas identificaciones también van a provenir de cómo el Otro sancione ese nuevo cuerpo que está adviniendo. Podemos pensar un primer estadío del espejo en la infancia; un segundo momento, tiempo de pubertad y entrada en la adolescencia. 

Puede haber habido algún yerro en la constitución de la imagen yoica en la infancia, que después puede ser reparada o rectificada en ese segundo tiempo de despertar sexual, si el Otro estaba mejor afectado. Es decir, si el Otro puede sancionar esa imagen y ese cuerpo con nuevos significantes que digan de la posición sexuada. Entonces, un chico puede haber encontrado a su Otro primordial en otro estado en el segundo tiemo y reparar los errores de anudamiento que le permiten situarse de otro modo en la vida. 

Recién mencionábamos que tenía que haber una operación de duelo del objeto perdido y que nunca va a ser elcanzado, aunque el sujeto repita indefinidamente ese reencuentro. El objeto perdido es de ese tro primordial. Freud ubica en Recuerdo, repetición y elaboración, que aquello que no se puede elaborar se repite y allí menciona 2 casos de repetición, que son la repetición significante, que es cuando uno escucha un significante que se repite y se revela un trazo del sujeto, y también contamos con la repetición del agieren. El agieren es la actuación, aquello que al no poder ser dicho se repite actuando. Lo que no se dice se actúa, se muestra. Hay un significante elidido de la cadena, por lo cual solo puede ser puesto en escena. 

Hay acting out que están por fuera de la escena del análisis y hay otros que están dentro de la escena del análisis. A veces nosotros pensamos el acting out como algo espectacular que se da a ver y el acting out puede ser una insistencia, como la de no poder dejar un celular. Esa necesidad de tener el objeto y mostrarlo todo el tiempo era algo dado a ver, en la medida que en ese primer momento no se podía leer por qué esa dependencia a ese objeto real concreto. La cuestión de la necesidad es diferente a la del deseo. La necesidad tiende a satisfacerse inmediatamente, mientras que el deseo requiere tiempos del accionar para poder sostenerlo a lo largo del tiempo. Lacan subrayó 3 modos de acercamiento o de resolución de la falta, en relación al deseo: deseo insatisfecho en la histeria, deseo postergado en la neurosis obsesiva y deseo prevenido en la fobia. En estos pacientes graves no podemos leer una relación al deseo, sino que lo que se instaura es un modo de relación a la pura necesidad. Y ahí lo podríamos articular con lo que Freud decía de la compulsión a la repetición.

Les voy a leer una cita de Freud sobre la copulsión a la repetición. Está en Más allá del principio del placer:

Se conocen individuos en quienes toda relación humana lleva a idéntico desenlace: benefactores cuyos protegidos (por disímiles que sean en lo demás) se muestran ingratos pasado cierto tiempo, y entonces parecen destinados a apurar entera la amargura de la ingratitud; hombres en quienes toda amistad termina con la traición del amigo; otros que en su vida repiten incontables veces el acto de elevar a una persona a la condición de emínente autoridad para sí mismos o aun para el público, y tras el lapso señalado la destronan para sustituirla por una nueva; amantes cuya relación tierna con la mujer recorre siempre las mismas fases y desemboca en idéntico final, etc. Este «eterno retorno de lo igual» nos asombra poco cuando se trata de una conducta activa de tales personas y podemos descubrir el rasgo de carácter que permanece igual en ellas, exteriorizándose forzosamente en la repetición de idénticas vivencias. 

Esta compulsión a la repetición está contrapuesta a la lógica del inconsciente, en la medida que se repite lo mismo, pero no hay esa otra repetición que nos puede permitir leer una vuelta en más para poder deducir la lógica del inconsciente. Si antes decíamos que en estos pacientes hay zonas del ello que no han podido ser tramitadas como inconsciente, el inconciente no puede determinar los actos de estos sujetos. Impera lo que Freud llamaba la increencia en el inconsciente, que hace que también hace que haya una increencia en el otro, en el semejante. Son sujetos que no creen en si mismos ni en el amor del otro. Si decíamos que el sujeto se funda en el campo de la falta y el amor del Otro, cuando algo de ese amor no fue donado, se instala la increencia. 

Anteriormente yo decía que habían sido alojados por el Otro, pero no lo suficientemente. Es decir, estuvo la falta y el deseo, pero no hubo alojamiento. Alojamiento quiere decir restricción de goce, suspender el propio capricho para dar lugar a que ese otro pueda formular su propia demanda. El amor es dar lo que no se tiene a quien no es, es soportar la diferencia radivcal con el niño. La restricción de goce es porque todo verdadero amor conlleva la castración e implica que hay que perderse de algo para darle lugar a la alteridad del otro. Esto no es solamente en el caso de los niños, sino tambien el lugar del otro en la pareja, los hermanos, etc. Hay que restringirse un goce para que el otro no quede objetalizado.

Estos sujetos, cuya gravedad hace que no puedan inscribirse en la poiesis inconsciente, están habitados por una zona de desamor del Otro. Una zona donde el Otro los gozó y ellos fueron objetos pasivos de ese goce, porque no pudieron tener ese  - φ, para restarse de ese Otro y decirle "No soy eso que vos querés". La mirada y el decir del Otro no fueron amorosos, sino miradas ausentes, vejatorias, que desconocieron lo real del niño. Fueron objetos para su propia satisfacción.

En ese punto, este desamor queda inscrustado en el yo y en el cuerpo. Lo único que pide ese cuerpo y ese yo es una satisfacción rápida, de allí que viene la adicción, las actuaciones, el descuido del cuerpo, etc. No pueden restarse de goces que dan una satisfacción inmediata, pero que no inscriben el tiempo lógico: mirar, compender y concluir. Los tiempos lógicos son también los tiempos del inconsciente, porque el inconsciente cifra goce y al hacerlo permite degajar la meta deseante.


Pregunta: ¿Qué relación hay entre el desamor del Otro y la constitución del yo?

S.M.R.: Lo que no permite es la inscripción simbólica que agujerée lo imaginario del yo. El yo es una imagen, es la primera aprehensión imaginaria, pero necesita ser agujereada por lo simbólico para que el sujeto pueda reconocer las determinaciones inconscientes. Es decir, el yo saludable se puede efectuar si hay inscripción de la poiesis inconsciente, si el sujeto puede creer en su determinismo inconsciente, si puede haber producciones de las formaciones del inconsciente.

El sujeto adicto, el sujeto que actúa, que ofrece su yo a situaciones ruidosas u ofrece su cuerpo no tiene esa inscripción simbólica que agujerearía al yo como imagen. Nosotros sabemos que eso es alienante al campo del Otro, pero que necesita -lo vemos en un sueño, en un lapsus- descentrarnos de ese yo. El yo tiene autonomía solamente si tiene el agujero de lo simbólico que puede restarlo de un yo que queda rígido. Por eso en estos pacientes el relato es acerca de lo cotidiano, no hay pregunta, no hay formaciones del inconsciente. Es una queja constante de lo que le hacen los demás, de lo que le pasa, un relato desafectivizado, donde ellos no están en la escena del análisis. Vienen cuerpos robóticos, actúan por lo que el otro le sugiere consumir, por lo que el otro le diga que tiene que hacer. 


Por otra parte, estamos en una sociedad donde el discurso capitalista, al forcluir las cosas del amor, deja al sujeto a consumir y a consumirse. No se trata de descartar la tecnología, sino de recepcionarla sabiendo que se trata de un objeto de consumo y no un objeto de deseo. Es el trabajo del análisis que va a horadar ese peso objetal, no solamente del celular, sino del sujeto y le va a dar la posibilidad de entrar en las coordenadas del tiempo y el espacio y del set transferencial. Si decimos que la transferencia es odio y enamoramiento, la única chance que tenemos los analistas es de trabajar y operar en transferencia para justamente, cohartar esa compulsión a la repetición que recién les leí en Freud. Es decir, para que el sujeto deje de dar vueltas enloquecidamente sobre el mismo punto donde se pierde como sujeto.


Pregunta: ¿Se trata, en transferencia, de operar sobre esos tiempos fundacionales de la adolescencia y pubertad?

S.M.R.: No solamente ahí, sino que la transferencia puede operar y corregir, de alguna manera, los déficits del primer y el segundo tiempo. Es decir, cuando nosotros decimos que con estos pacientes lo único que opera en un primer tiempo es la presencia real del analista. La presencia real del analista y la apuesta que el analista hace para que advenga un sujeto. El deseo del analista implica la ausencia de goce e implica fuertemente el análisis del analista. Son pacientes que agotan, agobian, que no vienen en ese tiempo transferencial idílico. Se enojan, no quieren pagar los honorarios, se olvidan de venir y faltan, que avisan a último momento. Hay que apostar a que ahí se instale algo de otro orden, porque son pacientes que tienden a ser rechazados, porque incomodan y molestan. 

Nosotros tenemos reconocer que va a ser una transferencia incómoda durante un tiempo. Faltan a último momento y cobrarles la sesión es difícil, porque no tienen la dimensión de lo que es elegir ganar y perder. Otro tipo de pacientes sabe que si elige no ir al análisis paga por esa pérdida. Estos pacientes se enojan y si nosotros estamos advertidos de que no es con nosotros, sino lo que ellos pueden hacer porque fueron gozados por el otro, advertimos que lo único que pueden mostrar es seguir gozando locamente sin poder restarse de eso. 


Uno tiene que hacer un trabajo de abstinencia para no gozarlos, por ejemplo "Bueno, si no querés venir no vengas, chau". Es lo que nos pone a prueba como analistas, porque si el analista ha vaciado el goce de sus propios objetos, no se va a ubicar como esa mierda desechable que le propone este tipo de analizantes: no sé quien sos, no tengo en cuenta tus horarios, ni tus honorarios, te descarto rápidamente... 


En estos pacientes, hay un primer momento de diálogo común para intaurar la confianza en la palabra del Otro. No todo el mundo tiene a la palabra como vehículo de llegada al otro. La palabra puede tener llegada al otro cuando está vaciada del goce pulsional. Alguien puede cantar cuando ese objeto perdió su fijeza pulsional. Alguien puede hablar con el otro y dirigirse cmo otros alter en la medida en que esa voz perdió la coloratura superyoica. Estos pacientes, al estar bajo el dominio del goce, la voz no es vehiculizadora de la palabra, sino donde retruena el goce del superyó. El superyó ordena a su vez "Así como el padre debes ser, así como el padre no debes ser", con lo cual deja al sujeto en una encerrona trágica. Los adolescentes todavía no han constituido la alienación a todos los significantes del Otro y tienen que hacer la operación de serpación. En estos sujetos hay un punto donde los podemos asemejar al tiemp adolescente, pero la diferencia es que no han podido alienarse a ese Otro, en la medida que no han podido perder ese objeto que queda incrustado en el yo o en el cuerpo. Por eso no tratan dignamente a su cuerpo. 


El adolescente que va a la consulta con un analista es porque hay algo del Otro primordial que no propicia esa báscula entre alienación - separación. El adolescente va a transitar zigzagueos que si el Otro lo soporta, podrá emerger de la adolescencia sin necesitar de un analista. Cuando necesita del analista es que hay un lugar vacante que esos otros primordiales no pudieron ocupar. Toda función tiene fallas, con lo cual hay un punto donde si una madre o un padre no pueden sostener un lugar, mejor que vaya a un analista para que le ayude a formatear algo que en esa familia no se dice, se ha renegado o no puede circular por la propia historia singular de cada quien. 


Aunque los adolescentes vengan enviados, pueden formatear algunas preguntas. Durante muchos tiempo, estos sujetos de los que hablábamos vienen y cuentan que se fumaron todo, consumieron drogas, pero sin la posibilidad de que talle la posibilidad de preguntar qué es lo que les pasa. Es el analista que va a tener que interrogar eso, agujereando esa cuestión imaginaria.  Es lo que pasa con los ataques de pánico. El paciente viene identificado a ese significante del DSM IV. Nosotros de entrada no podemos decirle que es un ataque de angustia, sino que tenemos que dar cabida a esa nominación imaginaria dada por el status médico para que el sujeto pueda decir qué aconteció o en qué momento eso emergió. Pero durante un tiempo haremos semblant de creer que es un ataque de pánico. Como también haremos semblant de que el sujeto chatee con el teléfono mientras está en la sesión, hasta que en algún momento y por la ley simbólica uno pueda decir que en este espacio no se puede. Si no se les da alojamiento primero, se los expulsa. Y justamente esto de lo expulsivo de la subjetividad es lo que vemos en la cultura. Si decimos que estamos en un mundo donde se tiende a la objetalización, la única herramienta que nos queda a los analistas para hacer diferencia con eso es ubicar que ese que tenemos en frente es un sujeto que sufre, aunque no pueda registrarlo.


La lógica del inconsciente es que no todo puede ser, porque es correlativa a la lógica castrativa. La castración es que no todo se puede. Los neuróticos nos arreglamos más o menos con eso, pero en este tipo de padecimientos actuales, no hay una negación. Hay una renegación, generalmente, de lo castrativo. La renegación es una posición perversa, en el sentido de "si, pero no obstante...". Estos pacientes viven en un tiempo actual y no diferencian la casa del consultorio, que otro lugar. Por eso las mostraciones del consultorio muchas veces son como si estuvieran en su propia casa. Se sacan los zapatos, ponen los pies arriba del escritorio... 


Si nosotros pensamos psicoanalíticamente, es recién a la tercera vez que se puede señalizar algo. Seguramente que de entrada ese límite no lo van a aceptar, por esto de la compulsión a la repetición. La pulsión de muerte es la que comanda este tipo de subjetividades, por eso pueden consumir hasta morir, o ir a 200 km/h y se estrellan en algún lugar. O se agarran una enfermedad venérea. Viven en el riesgo de la vida, pero no en el riesgo del deseo, sino en el riesgo de la pérdida posible de la vida. El límite va a ser desde ese lugar simbólico, que implique un pasaje de la ley que restrinja y separe goce y permita orientar agun deseo. Sino, solamente va a sonar como capricho del analista. El punto es que la enunciación desde la cual el analista diga algo de ese límite tiene que ser una enunciación donde resuene el vacío de la ley. No solamente el vacío de la ley que separa las instancias o los espacios "Esto no es lo mismo que tu casa", sino que también introduce la dimensión del tiempo.


Para estos pacientes, el trauma no es algo que pasó, se elaboró y se perdió. El trauma es actual, lo traumático no puede elaborarse y si no se elabora no se puede recordar, entonces se repite actuándolo. Para mi son muy importantes los textos Más allá del principio del placer y Recuerdo, repetición y elaboración. y también lo que Freud trabajó sobre las neurosis traumáticas y las neurosis actuales, las neurosis narcisistas. Este tipo de presentaciones, aunque Freud ya las había formulado, aparecen ahora en demasía en la medida que el discurso imperante hace que el sujeto sea un mero objeto. No solamente desde el discurso social, sino también desde el discurso que le dio el Otro. 


Lo que no se puede armar en estos pacientes es la diferencia entre yo, ideal del yo y yo ideal. Quedaron capturados en el fondo del espejo como un yo ideal a satisfacer a la mirada y al decir del Otro primordial. No recortaron la mancha que permite al sujeto hacer mancha en el cuadro, es decir, que moleste e incomode al Otro. Un niño, cuando se cría, molesta e incomoda al Otro, porque no siempre entra en el ideal de los padres y el único modo que el sujeto tiene de separar esas tres instancias es sin el Otro ha permitido esa operación. Para el Otro, impica la restricción de goce y el duelo por ese hijo ideal que se quiso tener. Los chicos desacomodan al Otro y si el Otro está en un confort y no permiten ese desacomodamiento. La castración es eso, el no-todo y soportar la alteridad del otro; no solo en los tiempos fundacionales, sino también en la relación con la gente. 


Helene Deutsch llamaba a estos pacientes cuasi normales o "como si", porque decía que eran sujetos que podían tener muchas cosas importantes en su vida, pero la dificultad mayor estaba en considerar al otro como persona. Se manejan por la satisfacción inmediata de algo que a ellos les acontece. El otro les dice "no me llames" y estos pacientes llaman compulsivamente, arrasando la subjetividad del otro. Cuando se puede establecer la relación con un semejante para que sea un prójimo y no solamente un semejante en el espejo (con quien se lucha por el prestigio de él o yo), aparecen los celos y la rivalidad, porque se ha propiciado la posibilidad de armar un sujeto, otro sujeto y así. Sino, hay una intrusividad en el campo del otro, que es la intrusividad que aparece en la relación con el analista, con esto de faltar y avisar a último momento, no pagar los honorarios, llamar muchas veces por día. 


La angustia que los habita es masiva, ante el desamparo absoluto. No es la angustia señal, bisagra entre deseo y goce. Es la masiva, que nosotros vamos a tener que recortar para que en algún momento se transforme en angustia señal. Debemos buscar lo que no está dicho, que en general aparece en la segunda o tercera generación en una escena. En la clínica no solamente vamos a trabajar con los pacientes próximos, sino también historizar hasta la tercera generación para poder trabajar con las series complementarias, al modo freudiano. No hay que olvidar que justamente Freud pesquizó agudamente que lo traumático excedía a la generación anterior. Con estos pacientes que actúan y muestran en el cuerpo la miseria humana, tenemos que trabajar para que eso que quedó en el ello pueda ser pasado a la inscripción inconsciente, que dé lugar a una formación que permita interrogar el goce del sujeto.


Le enunciación es la posición desde la cual uno habla y el enunciado es lo que se dice. La posición del analista tiene, en su enunciación, que ver con excluir el goce. Entpnces, cuando nosotros decimos a un paciente, por ejemplo, "Mire, apague el celular", no es por capricho. Es porque no se puede todo a la vez, aunque esto se use actualmente. Es castrar los objetos. para poder hablar con alguien hay que dejar de lado el chateo. El análisis solo se pued eefectuar en presencia real. Momentáneamente uno puede hablar por teléfono o tener una sesión por Skype, pero hay un punto donde eso tiene un límite, porque la presencia real del analista y del analizante tiene que ver con que se ponga el cuerpo en juego y los objetos de la pulsión, que sino quedan excluídos.


El Skype puede funcionar por algún tiempito, por una cuestión particular porque un paciente se ha ido, pero luego tiene que haber un retorno porque hay algo del tono, de la voz, de la mirada, que se produce en transferencia. Es aprés coup que unos e pregunta qué es lo que estlá semblanteando frente a cada paciente. A veces uno habla mucho, a veces poco, depende de cada uno en particular. Un semblant es hacer la mirada, los ojos, la mierda del otro, etc. No es algo que se aprenda en los libros, sino en el análisis del analista y en el análisis de control. También tiene que ver con que se hayan vaciado lo más posible esos goces pulsionales del analista y con la famosa abstinencia freudiana. Por eso, el analista es al menos 2: el que practica y el que reflexiona sobre su práctica. Si no hay reflexión de la práctica, queda simplemente en un hacer, que es un hacer cualquiera. Por eso los carteles, los grupos de investigación, los grupos de supervisión y estudio, que enhebran la fineza de la clínica con la ductilidad del objeto. Un análisis llevado hasta el final tiene que hacer advertir al sujeto de cuál es el objeto prínceps de goce que lo habita, qué lo llevó a ser eso que el Otro quería. Nosotros rompemos el sentido del Otro para que el sujeto tome a su cargo su propio rasgo, que lo singulariza y lo hace distinto a otros.


El final de análisis es el tiempo más duro, porque es cuando tiene que caer el objeto prínceps de fijación. Es decir, dejar de ser eso que se fue para el Otro. El trabajo es extraer el sentido del Otro para que el sujeto, a esa letra y a esos significantes que conformaron su ser, puedan tener otro valor y entrar a jugar con otros en el lazo social. Estos pacientes graves tienen dificultades de entrada en el lazo social, por no soportar la diferencia ni la alteridad, consigo mismos y con los otros. Es gente que en la masa pierde su singularidad, pero no puede estar con otros. La masa borra la singularidad y necesita de un lider, cualquiera sea. Con lo cual, el ideal del sujeto queda pospuesto y subsumido al ideal del líder. Y los líderes, como Hitler, pueden hacer cualquier cosa.


Pregunta: ¿Qué hacer con los pacientes con ataques de pánico, donde no hay simbólico que dé cuenta de ese momento?

S.M.R.:  El punto es tener la paciencia suficiente como para que puedan empezar a historizar algo. Todo el primer tiempo corre con el trabajo del analista: preguntas, subrayados, con comentarios que tienen incluso que ver con el sentido común. Porque justamente, están aplastados bajo la égida de Ataque de Pánico. Ataque es un momento fugaz, donde no hay posibilidad de historizar. La única manera de hacerlo es tomarnos el trabajo de preguntar, repreguntar, que en algún momento parecen charlas de café. El simbólico aparece taponado por lo imaginario y nosotros tenemos que hacer que ese simbólico emerja. En general, son pacientes donde la presentación es poco simbólica. Eso tiene que advenir, un simbólico agujereado, destapando lo imaginario que lo cubre. 

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