jueves, 16 de julio de 2020

La primera entrevista con el psicoanalista: intervenciones clínicas

Con suerte, en una primera entrevista de trabajo se arma un encuentro, que es nuestro objetivo. Hay un consultante que viene a encontrarse con alguien que con suerte -y con trabajo- se constituirá en su analista. Esto tiene que ver con el concepto de saber en psicoanálisis, porque si uno se para de entrada en el lugar del analista, andamos mal.

Quien recibe al paciente es una persona, que debe ser cálida y que lo aloje. El sujeto supuesto saber es una construcción posterior, para la cual tenemos que trabajar mucho nosotros para poder estar a la altura. 

Ese consultante, con suerte, llega a ser un analizante.  ¿Cómo llega alguien a la consulta?

De manera reflexiva: hablan de lo que no funciona. Aquí, el analista también puede ser reflexivo y acompañar al paciente en lo que va diciendo.
De manera desesperada: Son personas que necesitan "ser atajadas", porque están angustiados. La angustia, en este caso, es pulsión de muerte que los arrasa. Eso implica que el acto del analista tiene que ser rápido, para que el paciente no se caiga. En esta primera entrevista, no importa tanto el encuadre. Porque, ¿quién iría a hablar con un extraño de lo más doloroso que tiene, sino fuera que necesita que alguien lo agarre? Aquí el analista debe ser cálido.

Las coordenadas de la historia del paciente nos da la pauta, en la primera entrevista, de cómo actuar. No es el mismo en todos los pacientes. Freud, además de todos los aspectos del encuadre que trabajó, hizo una metáfora con el ajedrez y la partida siempre se abre de un modo distinto, el uno por uno.

Los duelos son motivo de consulta frecuente. La sobra del objeto sobre el yo implica que el sujeto está en plena pulsión mortífera. El analista tiene que sacarlo de ahí a partir de la mirada, la palabra, la voz.

Con suerte, decíamos, un consultante se vuelve analizante y uno llega al lugar del analista. Pero es un lugar que debe ganarse. El paciente no nos conoce, no sabe de nuestra ética, ni quienes somos. ¿Por qué tendría que escucharnos? Esa primera entrevista es una gran apuesta del paciente, a ver si la consulta lo saca adelante. Algunos analistas piensan que la posición del analista tiene que ver con lo simbólico, haciendo intervenciones por el lado del significante como la siguiente:
- Mi mamá murió y 85 días después murió mi padre.
- ¿85? ¿Los contaste?

Esta analista sólo estaba escuchando en lo simbólico, pero estas intervenciones requieren de confianza para que el analista no caiga en el lugar de la impertinencia, aunque sean correctas. Si el paciente no nos conoce, ¿cómo podría tomar a bien esa intervención? Primero tiene que estar establecida la transferencia.

Podemos pensar que el refugiarse en lo simbólico puede ser un recurso del propio analista ante su propia angustia. La angustia en el analista provoca la expulsión y no pocas veces trabajamos con cosas que pueden resultar horrorosas. Por ejemplo, las neurosis de guerra de Freud. ¿Qué vio, cómo lo vio, cómo salió volando el brazo? Eso es horroroso. Cuando el hombre de las ratas relata la tortura de las ratas introduciéndose por el ano a Freud, lo primero que Freud le dice es "Yo no soy el Capitán Cruel", es decir, yo no gozo con esto, pero me lo tiene que contar.

Ese punto de "Yo no gozo con lo que usted dice (o con usted)" se llama versagung (rehusamiento). La versagung es trabajada por Lacan y no tiene mucha prensa. Lacan la trabaja en el seminario VIII, es abstenerse de goce. Es lo que los padres tienen que hacer, por más que disfruten de tener a sus hijos en la casa, todo el tiempo con ellos.

El silencio en la primera entrevista. El paciente, cuando llega, tiene mucho temor de hablar con un desconocido y el analista no debe avanzar más allá de lo que el paciente pueda tolerar. ¿Cómo hacer para que un paciente sienta al analista presente, pero sin interferir? Haciendo poner en juego la función de la curiosidad. Curiosidad es tiene la misma raíz de curar. El analista no debe avanzar sobre el paciente, sino sobre su historia. El avance del analista (retor, por ejemplo) sobre el paciente es vivido como el goce del Otro, por ejemplo, cuando el analista demanda.  Por eso es importante el análisis del analista. El tono de voz es muy importante, lo mismo que la demanda, que son objetos pulsionales. La voz y la mirada dan cuenta del Otro del paciente. Hay pacientes que a la primera consultas vienen defendiéndose. Otros, son apenas audibles.

¿Qué intervenciones son adecuadas en la primera entrevista?
- Preguntar.
- Contener al sujeto, pero no al discurso. Porque el sujeto no es solo su discurso. El sujeto está sujetado a la cadena significante, pero hay una diferencia que es el cuerpo. El sujeto es un vacío que se agarra y se envuelve en una cadena simbólica significante.

Cuando el paciente puede hablar, despliega una cadena simbólica, que en realidad es más como una malla metálica. El analista puede señalar y marcar una cadena paralela. Por ejemplo: "Usted empezó hablando de su hijo y ahora iguió con esto" ó "¿Qué pasó antes/después? El analista enseña al sujeto a leerse.

El apego a los encuadres puede traer problemas. Por ejemplo, si un paciente falta a la primera sesión y uno le dice que se la tiene que pagar. "La vas a pagar" es el gran Otro, el superyó. Es muy fácil para el paciente escuchar a su analista desde ahí, porque todavía no lo conoce. Aunque uno sienta el impulso de intervenir, en la primera entrevista no se tiene un lugar para decirle, aunque sí para preguntar y alojar.

El analista dirige la cura, pero no la conduce. Dirigir significa escuchar, pensar el luga del sujeto, del Otro, cómo es ese Otro del cuál el sujeto habla y qué le dice, qué se repite, cuál es la posición en el fantasma, cuál es el tercero... Una vez que uno escuchó, tiene idea hacia dónde tiene que dirigirse, porque de lo que se trata es de barrar a ese Otro. ¿Pero de dónde sale la autoridad del analista para decir algo sobre ese Otro que lo ha criado, vivido con él, etc?

Dirigir a un paciente tiene que ver con la apuesta, en ir atrás de un goce con mucho respeto. Conducir tiene ver con manejar, es lo que yo digo, cuando yo digo; un lugar fálico, estar al volante. Un texto capital en este punto es La dirección a la cura y los principios de su poder. 

El lugar de castración preserva al analista y al sujeto, al enfrentarnos a las resistencias. ¿De qué vale decirle al paciente "Usted dijo esto", si nos dice que no lo dijo? No se trata de yo a yo, porque el sujeto supuesto saber es para el paciente, no para el analista. Cuando el analista se cree el sujeto supuesto saber, se pone en el lugar de síntoma, en el lugar fálico. Freud va construyendo con el paciente, paso a paso, para en algún momento decir que no entiende bien... Más que no cerrar, es no entender. Cuando el paciente se ve llevado por una cuestión lógica, ahí está dispuesto a saber sobre sus partes más sintomáticas. Por eso, el qupe se dice, cuándo y cómo decirlo son cuestiones importantes para no herir el narcisismo de un sujeto.

El reproche de los pacientes es pulsión de muerte dirigida y formada desde un lugar moral, desde el superyó. "Vos deberías poder con todo...". 

Diagnóstico diferencial.
La primera entrevista tiene por objetivo alojar al paciente y en el caso que haya que derivarlo, hacerlo con cuidado para que no se torne en expulsión. El psicoanálisis tiene como eje el síntoma, que tiene un sentido. Ese sentido, es para esa estructura. Es decir, dada tal historia, la persona hace eso porque era lógico en términos de funciones: alojar al sujeto, separarlo de la madre... Ese es el trabajo que uno hace en las entrevistas. 

Al hacer el recorrido por un delirio, por ejemplo, si es del orden de la neurosis tiene un sentido como solución de compromiso. Cuando el delirio surge en un momento donde el sujeto tiene dificultades para conectar con el exterior (como en la esquizofrenia, donde previamente hay dificultades con el lazo exógamo), uno empieza a ver que el sujeto se va cerrando cada vez más y en algún momento aparece el delirio. De hecho, la psiquiatría clásica pensaba al delirio como un problema funcional del sistema nervioso. 

En las primeras entrevistas no hay que apresurarse con las interpretaciones, porque en la psicosis hay dificultades en la constitución simbólica. Lo simbólico es que A está en lugar de B, entonces si nosotros hacemos una interpretación, que es un desciframiento, el psicótico lo siente como algo dicho por un gran Otro y desencadenamos el delirio. Esto no ocurre con una interpretación sola, pero el camino del dispositivo analítico tradicional, en el sentido de la interpretación, produce un desencadenamiento. 

En las primeras entrevistas sí están indicados los señalamientos, las preguntas, etc., pero no lo interpretación. Uno tiene que estar seguro de ser metáfora, vía transferencia, de un lugar de Verdad que la estructura puede soportar. 

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