lunes, 8 de noviembre de 2021

Relaciones conflictivas de pareja: herramientas clínicas

Por Lucas Vazquez Topssian

Los conflictos en una pareja son un motivo frecuente de consulta psicológica, ya sea que consulte la pareja o una sola persona. Normalmente, al abordar el tema puntual de las separaciones desde la tepría, se suele hablar del duelo, ese trabajo que el sujeto debe realizar para desinvestir al objeto perdido y posteriormente investir otro. Esto efectivamente puede ser así, pero cualquier psicólogo puede dar cuenta que existen muchas separaciones sumamente complicadas, que dista de ser un movimiento lineal de separación. ¿Cómo intervenir en estos casos? ¿Qué lugar toma el analista?

En la formación de grado, todos estudiamos el famoso ciclo de la violencia, que implica 3 instancias. Lo que siempre me soprendió es que se lo enseñara como si fueran las estaciones del año sin ninguna aplicación clínica concreta más que la descriptiva, cuando lo que en realidad ocurre es un complejo juego de cercanía y alejamiento entre ambos que también atañe al psicólogo y otros intervinientes.


Episodio agudo: Sobrevienen los episodios violencia más fuerte. Pueden ser golpes, encierros u otras formas de violencia. Acá podríamos ubicar "el perigeo" de la órbita, teniendo en cuenta en que son formas de violencia que tienen un máximo nivel de acercamiento (ej. golpes, violaciones). En el acercamientos de un cuerpo que orbita otro, existe un fenómeno físico útil para pensar la gravedad: más allá de lo que se conoce como límite del Roche, la fuerza gravitatoria de un objeto masivo destruye al objeto que orbita por efecto de las fuerzas de marea. Es un buen punto para marcar lo peligroso y mortífero de estos acercamientos.

Fase luna de miel: La víctima del episodio al mundo toma distancia. En algún punto, el victimario se arrepiente, pide disculpas y promete cambiar. En el punto más lejano con su agresor, que con este modelo nosotros ubicamos en el apogeo de la separación, la víctima vuelve sobre sus pasos. Si la víctima hizo una denuncia, ella la retira porque cree que él va a cambiar. Comienza un lento pero sostenido proceso de acercamiento.

Fase de acumulación y tensión: Se genera, progresivamente, un clima de tensión y hostilidad. El agresor vuelve a avanzar sobre su víctima, se irrita, comienza a estar cada vez más tenso. Cualquier hecho lo puede tensionar. En el modelo de órbita que vimos, es ese punto de acercamiento progresivo, que genera una incomodidad progresiva en la víctima. Finalmente la olla a presión estalla y volvemos a la primera fase.

La pregunta que podemos hacer es: Muy bien, ¿Pero de qué sirve todo esto en un tratamiento?

Lo primero que debemos aclarar es que una relación conflictiva muchas veces se parece más a un movimiento orbital elíptico que a una separación lineal y progresiva, que el paciente trae como motivo de consulta: "Vengo porque quiero separarme de...". Lo esperable en las separaciones conflictivas de pareja es que haya idas y vueltas, acercamientos y alejamientos casi calcados. Es decir, la "separación" resulta sumamente dinámica. Hagamos pie en un modelo de la astronomía, con el debido perdón de los físicos, que nosotros usaremos de manera ingenua, para ilustrar esta dinámica.

La órbita elíptica es cuando un cuerpo gira alrededor de otro en forma de elipse. Por ejemplo, la Luna orbita elípticamente alrededor de la Tierra. Todos podemos comprobar que hay noches en que la Luna se la ve más grande; otras, más pequeña.


En la trayectoria, periapsis es el punto más cercano de los dos cuerpos y apoapsis es el punto más lejano. En el caso particular de la Tierra y la Luna, respectivamente, hablamos de perigeo (más cerca) y apogeo (más lejos).

En los conflictos de las parejas (sea cual sea el nivel de gravedad), vemos efectivamente movimientos de cercanía y de distancia que recuerdan al esquema planteado y esto es algo que el profesional debe estar advertido: en el "apogeo" de la separación del paciente con la pareja que lo hace sufrir, de repente, puede comenzar una etapa de reencuentro, aún sabiendo el paciente que ya ha pasado por allí muchas veces. Este movimiento, en los contextos de violencia, puede generar contratransferencialmente la idea de la "mala víctima", la víctima agente de su propio destino, que busca sufrir, que "no aprende" de su experiencia. De hecho, hasta se hizo un meme ilustrando esta situación:

Es interesante llevar a nuestro análisis personal qué nos pasa a los prfesionales con nuestra propia impotencia al ver que un paciente se dirige nuevamente hacia un lugar donde sabe que va a sufrir y supervisar cada fracaso, porque así es como se aprende. Uno se pregunta ¿Por qué suceden estas idas y vueltas? Por el fenómeno que los psicoanalistas conocemos como repetición (inconsciente, no voluntaria) y su relación con el goce: una satisfacción en el displacer, en donde algo de la diferencia se inscribe cada vez. 

Más allá del acuerdo o desacuerdo que genere la aplicación tonta de un modelo astrofísico (sumamente complejo y matemático) al campo de las relaciones humanas, el punto que en definitiva importa es que en las relaciones conflictivas hay momentos de acercamiento y alejamiento. Además de los casos de violencia doméstica, también encontraremos este patrón en aquellos casos que repiten una y otra vez una modalidad de sufrimiento. 

Las intervenciones del analista ante la separación conflictiva.
¿Por qué hablamos de órbitas y ciclos de la violencia? ¿De qué nos sirve todo eso para la clínca? Si el analista no conoce cuál es "la órbita" que ese paciente realiza junto a su pareja y no se adapta al lugar que se le da en la transferencia, seguramente la separación ocurra... pero dentro del consultorio. Hay un chiste que que lo ilustra muy bien:
Mi psicoanalista me advirtió que con él volvería a salir lastimada, pero teníamos tan buen sexo que cambié de psicoanalista.

Este chiste representa muy bien varios fracasos terapéuticos (de colegas y propios) al no tener en cuenta los tiempos del paciente, que sencillamente a veces están en tiempo de escuchar algo que para todo el mundo es obvio. 

Si dijimos que las separaciones conflictivas tenían movimiento (órbita elíptica) y fases (como en el ciclo de la violencia), nos toca orientar las intervenciones del analista según los momentos que vimos. La pregunta es si estas fases encajan en el nudo borromeo, que en definitiva es lo que orienta las intervenciones del analista.

Episodio agudo.
En el nudo vemos que lo real inmicciona en el registro imaginario. Se trata del goce del Otro (JȺ) sobre el sujeto, el cual responde con el afecto de la angustia que le señala el corte con el otro. En el episodio agudo lo vemos: el paciente angustiado por en avance del Otro, que puede tomar diversas modalidades. 

Intervenciones: El analista debe ser contenedor, estar presente, ser cálido, alojar al paciente que viene con angustia, ayudarle a pensar. La interpretación está desaconsejada, más bien de lo que se trata con un paciente angustiado es de prestarle palabras (que en la angustia faltan).

Luna de miel.
Lo imaginario inmicciona sobre lo simbólico. Recordemos que el registro simbólico se caracteriza por la sustitución significante, mientras que el registro imaginario es cerrado y más bien estático. El avance de lo imaginario sobre lo simbólico causa este detenimiento de la metáfora. Vamos a encontrar un predominio de la idealización de la pareja, enamoramiento, ilusión en las promesas. No suele ser un tiempo de preguntas.

Intervenciones: Este es el punto donde los tratamientos fracasan, porque el paciente cree que su pareja realmente cambió. El analista debe callar lo obvio: será su entorno quien le diga que está equivocado, que le sucederá lo mismo... Si el análisis continúa, seguramente la cuestión se desplazará hacia estas personas que intentan advertir lo que el paciente no es capaz de ver. Algo importante de hacer en esta etapa "aliarse con el paciente" y desde esa posición investigar los aspectos que el paciente valora en su pareja, "lo bueno que tiene", cosa que no suele aparecer en el discurso de las demás etapas: ¿Por qué vuelve con él, qué busca/encuentra en esa persona? ¿En qué lugar se coloca? ¿Qué pulsiones son las que están en juego?

Fase de acumulación de tensión.
Si seguimos la propuesta del nudo, vemos que lo simbólico avanza sobre lo imaginario, generando el chillido de lo real, que es el goce del síntoma. Concretamente, lo que veremos en la clínica es que pasada la luna de miel el paciente empezará con un malestar progresivo: se queja de que su pareja le hizo esto ó aquello.

Intervenciones: El analista no debe caer en la trampa de ir por el lado de la comprensión, menos que menos aconsejar que lo abandone (ser abstinente), o que esto ya le pasó, pues como vimos estas posiciones pueden entorpecer el análisis en el período de la luna de miel. El analista debe apostar al síntoma. Concretamente, trasmutar la queja en síntoma mediante la pregunta. Sabemos que en el síntoma, el paciente se coloca inconscientemente como objeto de satisfacción del Otro y es esa satisfacción la que lo hace sufrir (goce). El analista debe usar ese sufrimiento como motor del análisis, apelando a la historización de esa posición inconsciente y apuntando al fantasma. Aquí sí se puede utilizar la interpretación.

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