martes, 29 de marzo de 2022

El superyó en la obra freudiana: Aperturas hacia el Psicoanálisis en la actualidad


Por Rubén Musicante


Es de fundamental importancia no sostener una concepción solipsista del sujeto, el sujeto del Psicoanálisis no es el sujeto inconsciente. El sujeto del psicoanálisis (sujetado) es un sujeto con varias instancias: Ello, superyó, yo, realidad. Como dice Castoriadis, un sujeto magmático.


Freud, en 1938, lo define de la siguiente manera en el Esquema del Psicoanálisis: "Nuestra ciencia tiene por objeto el aparato mismo". Este "aparato" contiene las cuatro instancias mencionadas. El sujeto está abierto a la repetición y la creación; abierto a lo Real, como magistralmente transformó Lacan al Psicoanálisis freudiano. Abierto a un futuro instituyente, precisamente porque no está instituido. No es un sistema abierto porque algunos psicoanalistas lo pensemos desde la teoría de la complejidad. Es abierto porque al sujeto (Aparato psíquico), los encuentros, los lazos sociales, traumas, duelos, etc. lo autorganizan y él recrea todo aquello que recibe. Es duro de roer porque no es papilla de lo preconcebido.


No hablamos de estructura sino de organización, puesto que ésta implica construcción, producción y reproducción de orden y de desorden. Allí donde la visión estructuralista estaba demasiado regida por la idea de orden, había terminado por reducir la organización al orden. Las teorías que no se abren a nuevas áreas de conocimiento se convierten en restos fósiles, en piezas de museo.


El psiquismo es un sistema abierto, autoorganizador (incluso autoteorizante), en permanente intercambio con lo exterior (el Ello como un interior-exterior y el Yo como un exterior-exterior). Ciertos ruidos devienen información complejizante y no desorganizante. Uno de los capítulos célebres acerca del Yo se llama "Vasallajes del yo". Pero, antes y después, el yo de Freud no es precisamente un esclavo, sino la resultante de transformaciones permanentes.


El concepto de yo desafía al pensamiento y al tiempo. No podemos continuar con la polémica yo-función versus yo-representación. El versus no estaba en la versión de Freud. Por este motivo incluimos más adelante algunas consideraciones sobre la cuestión del narcisismo.


Tres funciones inconscientes: prohibir, exhortar y proteger

El superyó puede ser considerado desde dos vertientes:

1) versión tiránica (inconsciente): actúa como abogado del Ello frente al Yo. Se trataría de un resto mnémico de la palabra que pulsiona. Necesidad de castigo será el nombre que Freud le dará al sentimiento inconsciente de culpa o masoquismo primario, por parte del Yo. En tanto participa la pulsión de muerte, se trata de una desmezcla pulsional: se expresa como hipermoralidad, como imperativo: ¡goza! (J. Lacan). El imperativo categórico es un mandato del que no queda excluido quien lo enuncia. Esto corresponde a la versión perversa del superyó (Jacques Lacan).


2) versión mesurada del superyó: inconsciente, como heredero del complejo de Edipo. Relacionado con el juicio crítico de la conciencia moral (culpa inconsciente, desmezcla pulsional): la moral como juicio de condena. Cumple una función reguladora, ordenadora que, a través de la represión, posibilita el establecimiento del principio de placer. Esta sería la vertiente protectora. 


Nada parece más sorprendente que la afirmación de Freud en El malestar en la cultura (1929-1930): “el superyó es una instancia que hemos descubierto nosotros”. Es cierto, porque ¿qué hay de más conocido que la conciencia moral, la culpa, el interdicto, incluso el imperativo categórico? Aú̇n así hay quienes afirman que la cuestión de la moral y de la Ètica no tienen que ver con el Psicoanálisis.


La pregunta es entonces: ¿en qué consiste la originalidad de la posición freudiana? Esta resulta de dos tesis:


1) Tesis de la instancia que caracteriza esencialmente a la segunda tópica freudiana, en El yo y el ello (1923). Allí aparece el término por primera vez. En este texto habla de ideal del yo o superyó, considerándolo fundamentalmente la agencia representante de nuestro vínculo parental.


Mediante su institución el yo se apodera del complejo de Edipo al mismo tiempo que se somete él mismo al ello. El superyó se le enfrenta al yo como abogado del mundo interior, del ello, lo que aporta al conflicto intrapsíquico.


2) El superyó no es solamente un residuo de las primeras elecciones de objeto del ello, sino que tiene también la significatividad (valor direccional) de una enérgica formación reactiva frente a ellas.


El vínculo del superyó con el yo no se agota en la advertencia: “Así (como el padre) debes ser”, “así como el padre no te es lícito ser”, esto es “no puedes hacer todo lo que él hace, muchas cosas le están reservadas”. Esto nos conduce a una doble vertiente, como doble mensaje o enclave psicótico del psiquismo (Jean Laplanche) y a la cuestión del: ser/tener. El ser relacionado con las Identificaciones y el Tener: con las elecciones de objeto.


Doble faz del ideal del yo empeñado en la represión del Edipo, más aún debe su génesis a este ímpetu subvirtiente. De esta manera se erige en el yo infantil el mismo obstáculo, tomando prestada la fuerza del padre para lograrlo y este empréstito es un acto grávido de consecuencias. El superyó conservará el carácter del padre. Esta polémica se continúa fundamentalmente en El malestar en la cultura. Retomando las secuencia planteada por Freud. El Yo se forma en buena parte desde identificaciones.


En El yo y el ello, el yo resulta de la historia de las elecciones de objeto, pero recordemos que hay en juego algo más que la identificación narcisista. Freud había descripto la identificación histérica triangular y a la narcisista le agrega una identificación primaria. Pero subraya: la identificación edÌpica no es sólo narcisista; no lo es porque introduce en el yo el tercero y/o el objeto investido. El niño va ocupando lugares, de acuerdo al deseo de la madre, que no están al servicio de la ruptura del vínculo sino de su preservación. La identificación no es un expediente cerrado, algo que ocurra de una vez y para siempre, sino un proceso que no termina en el Edipo y que prosigue a lo largo de la vida en todo vÌnculo investido. El proceso identificatorio va escribiendo algo en altorrelieve y, esos valles, esas montañas del altorrelieve ofrecen puntos de reparo al huracán de angustias desorganizantes. Llamamos trófico al narcisismo por el cual el Yo mantiene su cohesión, la estabilidad relativa del sentimiento de sí y la valoración del sentimiento de estima de sí. La economía narcisista, a fin de mantener el sentido de identidad y regular la autoestima, lidia con una fluctuante representación de sÌ.


El analista está atento a la intensidad de las fluctuaciones, así como a los recursos con que cada sujeto se apuntala narcisÌsticamente en los objetos, en los logros y en sus historias. El investimiento narcisista del yo supone la referencia a un núcleo identificatorio estable, a un ideal del yo asumible. El ideal del yo trabaja. Implica proyecto, rodeo, temporalidad. Articula narcisismo y objetalidad, principio de placer y realidad.


Las identificaciones, que mencionamos, toman el relevo de investiduras del ello, resignadas, las primeras de estas identificaciones (yo-ideal - ideal del yo) se comportan como una instancia particular dentro del yo; se contraponen al yo como superyó.


Nos encontramos entonces con dos aspectos del superyó:


1°) la identificación inicial y el

2°) el heredero del complejo de Edipo, introduciendo en el Yo los objetos más grandiosos.

El superyó, en su aspecto de heredero del complejo de Edipo, conserva a lo largo de su vida el carácter del origen, proveniente del complejo paterno: la facultad de contraponerse al yo y dominarlo. Es el monumento recordatorio de la endeblez y dependencia en que el yo se encontró en el pasado y mantiene su imperio a ̇n sobre el yo maduro. Así como el niño estaba compelido a obedecer a sus progenitores, de la misma manera el yo se somete al imperativo categórico del superyó.


Aquí Freud abre una vía a la filogénesis ìreencarnación de anteriores formaciones yocasî que han dejado sus sedimentos en el ello. Por eso el superyó mantiene duradera afinidad con el Ello y puede subrogarlo frente al Yo. Está más distanciado de la conciencia que el yo. Freud toma como ejemplo aquí la reacción terapéutica negativa, que se asienta sobre un “sentimiento” inconsciente de culpa. Se trata de un factor moral, el analizante no se siente culpable sino ìenfermoî. Luego se referirá a la “necesidad de castigo” en tanto no puede hablar de sentimientos inconscientes. La culpa en tanto sentimiento dependerá de la conciencia moral, aspecto más consciente del superyó. Freud considera que el ideal del yo decide la gravedad de una neurosis.


Recordemos que habíamos planteado respecto de las identificaciones y el Edipo-castración, la cuestión freudiana del ser / tener. Ser: identificaciones / tener: elección de objeto. Si vemos la cuestión desde:


1) Una perspectiva sintética: se trataría de tres funciones inconscientes: prohibir, exhortar y proteger.


2) Si intentamos profundizar en ciertas nociones o conceptos, utilizados en este texto indistintamente: superyó- ideal del yo y la referencia a la filogénesis debemos al menos retomar dos trabajos de Freud: Introducción del narcisismo (1914) y Tótem y tabú (1912-1913).


Anteriormente Freud había hablado de sistemas, con un esquema esencialmente tópico, a partir de La interpretación de los sueños utilizará instancias o sistemas, pero el término instancia es siempre utilizado en un sentido tópico y dinámico (conflicto). Lo utiliza muy especialmente para referirse al superyó y a la censura; caracterizados por una acción positiva, no solamente atravesados por las excitaciones.


En La Interpretación de los sueños utiliza el término instancia como comparación con los tribunales o las autoridades que juzgan acerca de lo que conviene dejar pasar. En este sentido instancia corresponde a una concepción de aparato psíquico que es más dinámica y estructural, característica de la segunda tópica.


En relación con el superyó hablaremos de una instancia no ordenada que impone un cierto ordenamiento en el sujeto. En el esquema del Yo y el Ello veremos el casquete ac ̇stico; la importancia de la voz (amenazas, mandatos).


En la 31° conferencia: Descomposición de la personalidad psíquica, este esquema tiene la característica de ser un esquema abierto, aunque a lo orgánico. Esto a diferencia de los primeros esquemas que hemos estudiado en la primera tópica: abiertos a lo Real. Es interesante, entonces, comparar los esquemas del Yo y el ello y de la conferencia 31. El primero cerrado y el segundo abierto.


No hay en Freud una teorÌa explícita del superyó, hay un andamiaje complejo con formulaciones paradojales y aún contradictorias (sentimiento inconsciente de culpa, por ejemplo). Remarcamos aquí la importancia, no solamente de las lecturas, sino las re-lecturas, el trabajo con los textos que aportan algunas respuestas y nuevos interrogantes.


Recordemos, por ejemplo, el caso Elizabeth: Freud hace el diagnÛstico de histeria y refiriÈndose al mismo dice que cuando se pellizcaba u oprimía la piel y la musculatura hipertónica, su rostro cobraba una peculiar expresión, más de placer que de dolor; lanzaba unos chillidos


-yo no podÌa menos que pensar: como a raÌz de unas voluptuosas cosquillas-, su rostro enrojecía, echaba la cabeza hacia atrás, cerraba los ojos, su tronco se arqueaba hacia atrás. Nada de esto era demasiado grueso, pero sÌ lo bastante nítido, y compatible sólo con la concepción de que esa dolencia era una histeria y la estimulación afectaba una zona histerógena.î ìEl gesto no armonizaba con el dolor que supuestamente era excitado por el pellizco de los músculos y la piel; probablemente (...) 3

.


Estas son las paradojas del superyó, algunas respuestas y las muchas posibilidades de aperturas en la formulación de preguntas.


Como pensamos habitualmente en psicoan·lisis de los efectos a las causas (la cuestión de la causalidad psÌquica, inconsciente), podemos mencionar algunos ejemplos:

- mandatos insensatos

- compulsiones irrefrenables

- coerciones inexplicables

- obediencias masoquistas

- rasgos de car·cter indelebles

- prácticas autodestructivas silenciosas o estrepitosas

- actos expiatorios y sacrificiales ligados a culpas infundadas

- estruendosos fracasos como respuestas al triunfo

- extraños empeoramientos en momentos de mejorÌa en la cura (reacción terapéutica negativa)

- delitos perpetrados para obtener castigos que apacigua obscuras culpas (delincuentes por sentimiento de culpa)

- crímenes inmotivados

- cobardÌa moral

- aquello que se ensambla en lo que Freud llamÛ destino

- lo siniestro - ominoso

- los modos de escapar a los dardos del destino: el chiste, el humor, otros modos de satisfacción, como cuando podemos burlarnos de las miserias del poder e incluso reírnos de las iniquidades de la muerte

- los que fracasan al triunfar.


Queda así, situado el superyó como instancia de la segunda tópica freudiana, esencialmente inconsciente, sometido a las leyes de proceso primario, en ese meollo de lo íntimo - extranjero.


En el superyó se da la misma ley de prohibición del canibalismo, el parricidio y el incesto que sostiene (regula) los lazos sociales, como pacificadora, somete, al mismo tiempo, con sus imperativos hostiles.


En la subjetividad humana encontramos la estrecha relación entre agresividad, destrucción y hostilidad que avanzan juntas en la cultura: las guerras, el progreso y la muerte son un ejemplo de ello.


Esta concepción metapsicológica, que incluye las pulsiones erÛticas y agresivas, implica considerar esencialmente -algo que muchos post-freudianos no hicieron- las profundas modificaciones que se introducen en el psicoan·lisis a partir de la pulsión de muerte (el giro de los aÒos 20). El punto de partida de este giro es un tríptico: Pegan a un niño, Lo siniestro y Más allá del principio de placer (1919-1920).


Sin recuperar este descubrimiento no serÌa posible recuperar el peso de esta instancia en la clÌnica y en el malestar en la civilización.


Me refiero al más allá del principio de placer, compulsión de repetición, el eterno retorno de lo igual, aquello que no admite modulación - regulación - homeostasis por el deseo - principio de placer. Lo más radical de la pulsión, como mito del retorno a lo inanimado, como lo desligado de lo de vida y de muerte de las pulsiones.


Como siempre Freud cabalgando entre la psicopatología y la psicologÌa normal (sueÑos de angustia, neurosis traumática, masoquismo primario, reacción terapéutica negativa, pero, además: el juego del niño, los tres tiempos en que se constituye el juego de oposiciones del fort-da.


Recordemos que entre el primer tiempo (Fort ... ) y el segundo tiempo (Da...) el niño descubre su imagen en el espejo. Llega a la formulación: "BebÈ oooo ..." (el bebÈ no está·).

Ocuparse del superyó implica no circunscribirse a la clÌnica, sino interrogar en los grupos, las instituciones y las masas, en donde podemos encontrar las dos vertientes del psicoan·lisis (superyó) la de un amo feroz que empuja a la destrucción y la del humor, a ̇n del humor negro, que se constituye como un recaudo amoroso, tanto en la clÌnica como en la vida cotidiana.


Por otra parte, esta instancia no est· dada de entrada sino que su establecimiento depende de ìlas vicisitudes de la relación de alteridadî, en otros tÈrminos, ìno es la conciencia moral la que produce la renuncia a las pulsiones, sino más bien la renuncia a las pulsiones (inducida por sus vicisitudes) la que engendra la conciencia moral y la refuerzaî. Por este hecho, en esa relación estructural se inscribe la dimensión histÛrica del sujeto, tanto en su desarrollo individual como en su inserción en el proceso de la cultura y la civilización.

Si pretendemos abarcar desde los preconceptos

- el sacrificio (víctima) en la histeria (no es culpable sino víctima). Por ejemplo, el castigo con la identificación (por ejemplo: Dora con la tos de su madre).

- autopunición (autorreproches) en la obsesión;

- como delirio de persecución y de ìser notadoî en la paranoia. Es el reverso de los anteriores, la gente decÌa lo que ella habrÌa dicho de sÌ misma;

- los primeros trabajos sobre el Edipo y su progresivo desplazamiento hacia la importancia de la castración;

- el deseo de muerte del padre. El parricidio. El sueño de Freud (hacer la vista gorda) frente a la perversión paterna.

- Fenómeno post-hipnótico: ejecuta la orden, mientras lo demás permanece inconsciente. La orden, la influencia del mÈdico y el estado hipnÛtico. Freud posteriormente abandonó la hipnosis por considerarla perversa.


El superyó, tal como Freud lo entiende en su reflexión incesante - que se prolongó aproximadamente 30 años, los que transcurren desde Introducción del narcisismo y Tótem y tabú hasta El malestar en la cultura y MoisÈs y la religiÛn monoteÌsta - integra en estas perspectivas las diversas instancias de la psique (yo, ello, ideal del yo) y el mundo exterior, el individuo y la cultura, los vivos y los muertos, la filogénesis y la ontogÈnesis, lo consciente y lo inconsciente, Eros y Tánatos. El giro de los años 20.


Desde el punto de vista de la práctica el superyó constituir· un modelo ideal para el yo (Neurosis y psicosis 1923-1924) y deberá ser tomado en consideración en todas las formas de enfermedad psÌquica, y en El yo y el ello (1923) dirá que la angustia ante esta instancia, por ser la  ̇nica posible de formarse un concepto psicoanalÌtico, est· en el centro del tratamiento.


Por lo tanto el superyó aparece en el centro de la reflexión freudiana, tanto teórica como práctica.


Debemos tener cuidado con la figurabilidad fácil, las metáforas e imágenes que lo describen no pueden engañarnos, tenemos que tomarlos como objetivos a superar para llegar a la comprensión de esa proporción estructural psÌquica que no se reduce a ninguna de sus metáforas.


1) Considerar las divergencias, no contra la existencia de esta instancia, sino en relación a cómo se concibe su génesis, historia, prehistoria (M. Klein: superyó temprano y otros autores).


2) Nosotros seguiremos el orden cronológico de los textos freudianos, puesto que estos textos contin ̇an siendo el punto de partida esencial, a ̇n en las diversas concepciones del superyó.


Narcisismo, ideal del yo y facultad de auto-observación

El superyó se constituye en el pensamiento freudiano en la confluencia de dos temas que aparecen explícitamente en las décadas de 1910 y 1920, bajo la presión de la clínica: el ideal del yo y una facultad de observación, comparación y crítica.


En el caso Schreber (1910-1911), la necesidad de un estadio en que se constituya el yo: el narcisismo.


En 1914, cuando busca justificar la necesidad de ese nuevo acto psíquico, Freud plantea la dupla “ideal del yo” / instancia observadora y evaluadora.


Lo primero, entonces es el yo ideal, en tanto destinatario del amor a sí mismo, de la estima por sí mismo, de los que gozaba en la infancia el yo real. Incapaz de renunciar a la satisfacción de la que disfrutÛ en otro tiempo, el hombre no quiere prescindir de la perfección narcisista de su infancia... trata de recuperarla bajo la nueva forma del ideal del yo. Lo que proyecta ante sí como su ideal es el sustituto del narcisismo perdido de su infancia: en ese tiempo él mismo era su idealî. Simultáneamente, Freud introduce una instancia que garantiza esa satisfacción narcisista, una instancia que proviene del ideal del yo y observa sin cesar al yo real, comparándolo con el ideal. ¿No ves esta instancia la que en el pasado se reconocÌa con los rasgos de la conciencia moral? Es ella la que está en el origen de los delirios de observación. Su autoridad se pone de manifiesto a través de las voces que hablan del enfermo y le hablan al enfermo en tercera persona. Ya apunta aquÌ en el sujeto, el conflicto de las pulsiones individuales y las representaciones culturales y Èticas, que act ̇an en primer lugar a través de los padres, y después a través de los semejantes. En este trabajo debemos sostener la importancia de diferenciar el ideal del yo como constituyendo el superyó, no como siendo lo mismo. El ideal: condición de la represión, sostén simbólico del yo ideal, relación con la identificación primaria. Le adjudica la prueba de realidad. Luego la desplaza al yo en el trabajo sobre los sueños (metapsicología: examen de realidad). En verdad Freud varÌa acerca de la cuestión de la prueba de realidad entre el Yo y el Ideal del yo.


En Duelo y melancolÌa, más en la lÌnea de las identificaciones ìla sombra del objeto cae sobre el yo y Freud dirá que las autoacusaciones son en realidad acusación hacia el objeto con que se ha identificado (neurosis narcisista, que puede llegar al delirio).


En PsicologÌa de las masas y análisis del yo (1921) haya ̇n una instancia  ̇nica: ideal del yo -ya anticipadamente una relación estructural-, con m ̇ltiples funciones, disociada del yo y en conflicto con Èl. Esas funciones son: la auto-observación, la conciencia moral, la censura onÌrica y el ejercicio de la influencia esencial en la represión. Heredera del narcisismo, esta instancia se revela necesaria para dar cuenta de los trastornos del narcisismo (presidente Schreber) de la melancolía y de los delirios de observación.


El superyó y el complejo de Edipo


En 1923, El yo y el ello tiene en cuenta las adquisiciones de TÛtem y tabú (1912-1913). Freud se refiere por primera vez, en el prefacio y en el propio texto, al imperativo categórico kantiano. La instancia conserva las mismas funciones, la prueba de realidad pasa de ella de nuevo al yo. Aquí hay un doble nombre: superyó/ideal del yo. Pero lo esencial es que está en una relación menos estrecha con la conciencia. Se trata de un juego de doble mandato.

ëT ̇ debesí (hacer como tu padre), ët ̇ no debesí (hacer como tu padre). Mensaje enloquecedor. Enclave psicÛtico.

Momento afirmativo y negativo del mandato.


En el primer momento: ët ̇ debesí: se asocia una genealogÌa de las identificaciones del sujeto, sean Èstas originarias (primarias) anteriores a toda investidura de objeto oìresiduosî de las primeras elecciones de objeto del ello.

Al segundo momento se asocia una formación reactiva en Èrgica contra esas investiduras de objeto, interdicto, sentimiento de culpa, angustia.

En “El sepultamiento del complejo de Edipo” (1924), el complejo de Edipo en su forma más completa pivote de formación del superyó; heredero del complejo de Edipo.

Se establece entonces un equilibrio entre los dos aspectos del ìsuperî (‹ber): la superioridad se manifiesta a la vez en la aspiración a ìser comoî y en la conciencia moral como instancia judicativa. Es conveniente pensar esta idea de "sepultamiento" desde el paradigma indiciario. Es un enterramiento de frases, mandatos, palabras, imágenes diversas. Cualquiera de ellas puede cobrar un valor metonÌmico (desplazamiento) o metafórico (sustitución).


Aquí el ideal aparece subordinado a la instancia crítica y prohibidora. ¿Con qué se relaciona esto?,con la introducción de la nueva teorÌa de las pulsiones (Eros/Tánatos, pulsiones agresivas y de destrucción).


La crueldad del superyó con respecto al yo es subrayada por su vÌnculo con la pulsión de muerte, puesto que además en la melancolía, el superyó es ìpor asÌ decirlo, el puro cultivo del instinto de muerte.

Freud oscila entre superyó e ideal del yo, en las nuevas conferencias el superyó es el portador del ideal del yo.


Heredero del complejo de Edipo tiene que ver con la inscripción, las huellas de los lazos objetales y en consecuencia del mundo exterior, las vicisitudes de la alteridad (el otro). Esos primeros objetos son los padres, pero eso sería simplista. Las huellas o rastros (°lo que has heredado debes adquirirlo para poseerlo!), son el resultado de transformaciones complejas, por identificación, proyección, formación reactiva, etc. ¿La hipótesis filogenética o el mito? OptarÌamos por la filiación.

superyó ligado a un prolongado estado de desamparo, prematuración del ser humano (el cachorro, el viviente).


La dependencia infantil y la formación en dos fases de la sexualidad humana.


Dependencia del yo respecto del superyó y sentimiento de culpa.

En razón de su origen el superyó conserva la capacidad de oponerse al yo. A la dominación - coacción exterior (progenitores), le sucede la coacción ejercida por el imperativo categórico del superyó. ¿Pero en qué consiste este carácter de coacción? (Zwang): investiduras de objeto del ello introyectadas - apropiadas en identificaciones. Representa al ello, más alejado de la conciencia que el yo. Manifestará toda la violencia coactiva del caos pulsional que es el Ello. Antropomorfización en la segunda tópica. ¿Proceso primario? Es agresión - destructividad o “agresividad pluridimensional” cuya fuente es pulsional.


La dependencia del yo se manifiesta en el sentimiento de culpa consciente, pero no es esto lo esencial de esta dependencia.


Aquí nos enfrentamos a los enigmas de la Reacción Terapéutica Negativa, sentimiento inconsciente de culpa, luego necesidad de castigo. Como dijimos, el paciente no se siente culpable sino enfermo. Tratar de hacer consciente de a poco esta resistencia. Freud dice que es poco lo que se puede hacer.


En “El problema económico del masoquismo” (1924) Freud lo ligará al masoquismo moral, resexualización de la moral, que no es beneficiosa ni para la moral ni para el individuo.


Sentimiento de culpa y angustia de castración

La angustia del yo ante el superyó es la exteriorización de ese masoquismo del yo que exige la punición para poder ser asÌ liberado. Estrechamente ligada a la angustia de castración, sobre todo cuando la intervención del masoquismo es más fuerte y resexualiza la moral. Si no es así: el superyó del padre se convierte en algo impersonal, la angustia de castración por el padre se transforma en angustia social, o en angustia moral indeterminada. AquÌ desde una lÛgica transferencial de amparo - desamparo se pasa a la exogamia.


En Inhibición, síntoma y angustia (1925-1926) Freud tratará la cuestión de la angustia de muerte. Diferencia angustia de peligro. Y al estar profundamente involucrado el inconsciente no hay representación en el mismo de la propia muerte. No hay contenido capaz de representarla, por eso propone concebirla como análoga a la angustia de castración y afirma que se trataría del abandono del yo por el superyó protector (por las potencias del destino). Abandono que lo deja sin defensa frente al peligro. Hay algunos antecedentes: el destete, pérdida de heces, algunas huellas...


Superyó, modelo ideal.

El superyó liga las diversas instancias del aparato psíquico y el mundo exterior ante el yo, es un modelo ideal para la unidad dinámica del yo. Reúne en sí influencias provenientes del ello y del mundo exterior, es un modelo ideal de aquello a lo que apunta toda tendencia del yo, es decir, a la reconciliación de sus mú̇ltiples lealtades (“Neurosis y psicosis” (1923-1924). Freud planteará que no hay conflicto en el que no esté implicado el superyó (yo-ello, yo-mundo exterior, neurosis narcisistas, etc.).


Superyó, agresividad y muerte del jefe de la horda.

El malestar en la cultura (1929) un nuevo hallazgo. El interdictor externo, introyectado, exige cada vez más, más virtud, más exigencia, no por lo que hace sino por lo que no hace. Pero además, en este texto, sobre las ruinas y no sin teoría, habrá que trabajar en la reconstrucción de los niveles de vida, si se admite este orden de prelación. Freud escribe que la cultura “comprende todas las normas necesarias para regular los vínculos recÌprocos entre los hombres y, en particular, la distribución de los bienes asequibles”. ¿Qué pasa hoy en la Argentina, con los bienes “evaporados”?


En Moisés y la religión monoteísta (1938) prolonga las adquisiciones de la segunda tópica y de Tótem y tabú, arraigando el origen del superyó y el sentimiento de culpa en el asesinato del padre primordial. Se establece un vínculo necesario entre agresividad y sentimiento de culpa, y advenimiento del lenguaje y el pensamiento.


¿Cómo se distingue el bien del mal?, ¿cuál es la motivación para someterse a ese decreto? El miedo a perder el amor de quien enuncia la ley. El amor del padre. Relación con el desamparo. La sociedad reemplazará la pareja parental. Freud va a colocar aquí primero la angustia (pérdida de amor y agresividad de quienes enuncian el bien y el mal). No se hablaría en esa etapa del niño de conciencia moral ni superyó. Solo angustia, la primera forma de la conciencia moral.


Luego, esta angustia social, se interioriza. AllÌ la culpa en relación con la sofocación de la pulsión agresiva, sobre todo de las del propio sujeto, por la prohibición de la satisfacción erótica, produce agresividad. La sofocación de esta agresividad con un mecanismo de doble proyección e identificación. El superyó es su resultado. Su rigor no corresponde al rigor parental, sino al procesamiento de las inscripciones y vicisitudes de la historia individual. Toda renuncia a la agresividad se vuelve una nueva fuente de energía para el superyó.


Además afirma que en todos nosotros persiste la angustia social frente a la autoridad, que jamás estará totalmente integrada al superyó. Para el superyó las intenciones (inconscientes) valen como acto.


¿CÛmo reaparece el amor?: reaparece en el remordimiento por el crimen. Ambivalencia hacia el jefe de la horda. En este sentido el amor es el motor más profundo de la constitución del superyó, a través de la identificación con el padre muerto.

La renuncia es posible por el miedo: al castigo y amor.

Actualidad, de guerra y muerte. Frente a la muerte del ser amado, religiÛn, primeros preceptos Èticos. No matar·s. Descendemos de un largo linaje de asesinos.


Como dice Freud: ìnuestro inconsciente no conoce la muerte propia; est· lleno de placer ante el asesinato del extraÒo, y dividido (ambivalente) con respecto a la persona amada".


En el MoisÈs, paso de la vida sensorial a la vida intelectual; pensamiento y lenguaje son correlativos


Articulaciones necesarias: falta, culpa, lenguaje, inconsciente, ley.


Los prenombres del superyó

En un principio: la conciencia moral. En los fragmentos de los primeros casos freudianos - de 1886 a 1897- resaltan:


- el sacrificio (víctima) en la histeria (no es culpable sino víctima). Por ejemplo castigo con la identificación (identificación de la tos de Dora a la de su madre);

- autopunición (autorreproches) en la obsesión;

- como delirio de persecución y de ìser notadoî en la paranoia. Es el reverso de los anteriores, la gente decía lo que ella habría dicho de sí misma.

- En el manuscrito K hemos visto que el síntoma primario de la defensa en la neurosis obsesiva es: escrupulosidad de la conciencia moral.


En el manuscrito N, de la carta 64, Freud se refiere por primera vez al Edipo. En esta época resaltamos la cuestión del parricidio, entendido fundamentalmente como deseo de muerte de los padres: Impulsos hostiles hacia los padres.


Tendríamos entonces: parricidio, culpa y punición. Estos serían los primeros tanteos acerca del superyó.


En La interpretación de los sueños (1899) así como en las Cartas de un año antes a Fliess, se entrecruzan Hamlet y Edipo, respecto de la muerte del padre. El mismo Freud anuncia en el prÛlogo que ese trabajo es una elaboración del duelo por la muerte del padre.


Edipo y Hamlet, en este texto, representan culpa y castigo. Freud considera a Hamlet histérico. En un brillante trabajo sobre Hamlet, en el texto "Lacan Oral" este autor caracteriza a Hamlet como obsesivo. Diferencia la temporalidad deseante en la histeria como "el momento ya pasÛ" (dirÌamos: vive de reminiscencias) y, en el obsesivo el momento nunca llega. Desde esta perspectiva se comprenden todas las dudas y oscilaciones de Hamlet por vengar el asesinato de su padre por parte de su actual padrastro.


En el análisis del sueño de Freud (recordar su análisis): cerrar los ojos al padreî, encontraremos entonces estos elementos en la censura onÌrica. Cuando Freud analiza ese sueÒo, establece una premisa b·sica de la culpabilidad: es siempre un intento de desculpabilizar al padre, de preservar su amparo: al fin, una cobardÌa moral que encubre el goce por la usurpación de su hiperpoder. Camino abierto hacia Tótem y tabú ̇. En un principio fue el parricidio... los laberintos, la cuestión del padre.


En el Proyecto...: inicial desvalimiento del ser humano, fuente de todos los motivos morales, el complejo del semejante ìprimer objeto de satisfacción y primer objeto hostil, asÌ como el  ̇nico poder auxiliadorî.

Existe un solo antecedente significativo, en Freud, acerca del superyó materno: en "Un caso de paranoia contrario a la teorÌa psicoanalÌtica" hace énfasis en la relación de la joven con su madre. Establece la secuencia: yo la amo -yo la odio- Él me persigue.


Polémicas acerca del superyó y el análisis en la actualidad Estas polémicas se centran, como hemos mencionado, en torno a su génesis. Se pueden plantear como pregunta: ¿superyó temprano? Klein lo afirmará y ese será uno de los sustentos de la posibilidad del análisis de niños. Toma palabras, frases, juegos, dibujos como equivalentes a las asociaciones libres.


Prefiero, para finalizar, hacer referencia a la cuestión de lo infantil en Psicoanálisis. Se lo tiende a pensar como una matriz según la cual solo lo inicial permanece y las experiencias posteriores nunca pueden ser fundantes, por más intensidad afectiva que tengan. Considerando al psiquismo como un sistema abierto, ni lo infantil es cliché ni los acontecimientos de la adultez son siempre anodinos o graves en el sentido de agravar lo que ya estaba. Lo actual va tomando otro lugar, en la teoría y en la clínica. La consideración del movimiento y sus fluctuaciones predomina sobre la de las estructuras y las permanencias. Lo incesante es la turbulencia. Un bucle auto-organizador reemplaza la linealidad causa-efecto por la recursividad mediante la cual los productos son productores de aquello que lo produce. Esto es lo que Freud descubre en Duelo y melancolía: que el sujeto est· en auto-organización permanente.


Lo actual no es una mera realización de una virtualidad preexistente. Pensarlo como una réplica del pasado nos conduce a una... robótica. El Psicoanálisis se estancará si no combina el determinismo y el azar, la teorÌa de las máquinas y la teorÌa de los juegos. Pero ya lo está haciendo.

En una sociedad donde las instituciones se desmoronan vertiginosamente, la práctica psicoanalítica se transforma.


La historia se construye desde el presente. El analista no inventa cualquier pasado, más o menos "verosímil". La verdad histórica se construye mediante las inscripciones del pasado, pero por el trabajo de dos subjetividades, cada una a su modo. Generando nuevas simbolizaciones, logrando una "historización simbolizante". Si no está "teórico" (rígido), si no está "flotante" (ìen babiaî), es probable que esté en "teorización flotante", como la denomina Piera Aulagnier.


Fuente: Rubén Musicante, “Intervención en crisis,¿encuadre o dispositivo analítico?”

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