Las patologías del narcisismo
Las patologías del narcisismo no son psicosis, donde está en juego la forclusión en una parte central de la estructura y un fracaso de una falta fundamental, sino que se trata de forclusiones parciales que se da en alguna de las operaciones fundantes que veremos: el espejo, la alienación-separación o en la pulsión.
Las patologías del narcisismo no son subsidiarias del inconsciente, de manera que su eficacia no está puesta en juego debido a esa forclusión parcial. Son pacientes que aparecen representados por vía la actuación (pasajes al acto, compulsiones) y del ello, no por las formaciones del inconsciente.
En estos cuadros se requieren intervenciones precisas, porque no se puede descifrar (interpretar) lo que no está cifrado, así que lo que hay que hacer es justamente cifrar. La intervención fundamental es que eso que les ocurre tiene un sentido y el analista debe tomar aquello que no tiene derivación psíquica (como decía Freud en 1895) y armar construcciones en el análisis.
El diagnóstico diferencial entre psicosis y patologías del narcisismo es complejo y hay que tomarse un tiempo en hacer esta distinción. Estos cuadros suelen confundirse porque en ambos hay una forclusión, pero en las patologías del narcisismo es parcial. Es decir, no encontramos la forclusión del Nombre del Padre, donde no habría significante fálico que ponga en juego a la estructura. No hay que apurarse por hacer esta distinción, porque lo que marca cómo intervenir es el propio discurso del sujeto. No hay que olvidarse que es el analista quien cree que está ante una psicosis o una patología del narcisismo, pero lo importante acá es apuntar al discurso del paciente, se trate de lo que se trate. En ambos casos, el analista apuesta que mediante la construcción haya una eficacia inconsciente y un modo de anudar a la estructura.
El cuerpo en peligro
No todos los discursos entienden al cuerpo de la misma manera. Para la filosofía, el cuerpo siempre estaba en oposición con la mente y estudiaba las relaciones entre ambos. El discurso médico arraiga esa concepción. La medicina estudia alguna incidencia que la menta pueda tener sobre el cuerpo. Si alguien consulta por una afección, luego de los estudios que pueden dar bien, puede devolverse que de lo que se trata es de estrés ó directamente "No tenés nada". Son oportunidades que allí se pierden de ubicar aquella afección, pero resulta el mejor aliado del psicoanálisis si es que él médico puede hacer un pasaje de ese padecimiento que va de médico en médico a un analista.
Para el psicoanálisis, el cuerpo subvierte esta cuestión filosófica y médica del dualismo mente-cuerpo. El psicoanálisis ubica otras cuestiones, que a Freud le tomó toda su obra. Él comenzó ubicando en las neuronas el padecimiento de la histeria, pero se encontró con el inconsciente, que no tiene una localización concreta sino que es una legalidad que se organiza como un lenguaje. Freud también atendió padecimientos que se ubican en el cuerpo, los síntomas conversivos, que son formaciones del inconsciente. También descubrió que esos síntomas conversivos eran mensajes cifrados inconscientes. De esta manera, el dualismo cuerpo-mente desaparece y el cuerpo y la mente se incluyen dentro de lo que él llamó psiquismo.
Pensemos en este ejemplo: Un niño de 10 años comienza con un tic nervioso, un parpadeo constante y repetitivo. Ese niño se acababa de mudar a una ciudad y todo era nuevo: el colegio, los amigos, el club, la dinámica familiar. El padre le dice "Me parece que estás viendo muchas cosas, es difícil ver tanto y no parpadear". El nene, inmediatamente, se pone a hablar de que todo era muy lindo. El síntoma conversivo no siempre tiene que ver con lo traumático negativo, sino con que todo esto era demasiado para ese niño y solo había que ponerlo en palabras aquello que el cuerpo estaba diciendo.
El mensaje inconsciente del síntoma está cifrado y la interpretación puede descifrarlo. El cuerpo está totalmente entrelazado con el lenguaje, es un sistema que opera igual que el lenguaje y tiene sus mismas leyes. Esto le permite a Lacan afirmar, en el seminario de la angustia, que el cuerpo es un lugar donde encarna el significante.
El cuerpo es un lugar donde encarna el significante (simbólico), que se constituye como una unidad totalizante (imaginario) y que sin embargo aloja la falta, lo que permita que sea un cuerpo libidinal (real). Vamos a tratar de desplegar estas tres cuestiones.
Para que se constituya un cuerpo va a ser necesario que se produzcan tres operaciones que lo funden. Estas operaciones, sin embargo, pueden tener accidentes. Lo que de entrada tenemos es un organismo; el cuerpo se funda y no siempre lo hace. Estas operaciones son:
1) La identificación narcisista que se da en el estadío del espejo.
2) La operación de alienación y separación que lacan despliega en el seminario 11.
3) La constitución de las zonas erógenas y el cuerpo pulsional.
En las patolgías del narcisismo, hay accidentes en estas operaciones, en donde la falta no está disponible y el pasaje de la pulsión, en vez de pasar por el inconsciente, pasa directamente al cuerpo. Desarrollemos el tema:
La primera operación de la constitución del cuerpo es el Estadío del Espejo, que tiene que ver con la identificación narcisista. Hasta los 18 meses, el niño no tiene un cuerpo constituido (una unidad cerrada de sí mismo). Lo que hay es una suerte de fragmentación del cuerpo, de manera que si uno le dice a un bebé "Te saco la nariz", el bebé se toca la nariz para verificar si la tiene o no la tiene. El niño, hasta entonces, tampoco tiene dominio motor.
La experiencia del espejo es lo que le da al niño un cuerpo. El niño se ve reflejado en el espejo y vive con júbilo esa experiencia. Se reconoce en el espejo, pero con la ayuda del Otro de los cuidados. Ese Otro sanciona que ese reflejado es la imagen del cuerpo del niño. Se trata de un asentimiento, una confirmación de que ese que está en el espejo es el reflejo del cuerpo del niño. Se produce, entonces, la identificación narcisista. Esa unidad totalizante le anticipa al niño la unidad en el cuerpo.
El niño está en en el espacio real, mientras que su reflejo en el espacio virtual. Lo importante es que tiene que haber un Otro que sostenga esta operación. Ese Otro le habla al niño con palabras amorosas, en el mejor de los casos. El Otro se vuelve sobre la imagen real, acaricia y besa al niño real.
Una vez que se produjo esa identificación narcisista, se gana un cuerpo pero se pierde el organismo. El cuerpo se presenta como unidad totalizante y se va a fundar también en el lenguaje por la próxima operación que veremos.
En el seminario de la angustia, Lacan dice algo que es un forzamiento a las leyes de la óptica, al decir que hay algo que no se especulariza. A eso lo va a llamar objeto a, eso que se va a notar como falta. Esa unidad total no lo es tanto, porque algo no se refleja. Esa imagen totalizante está atravesada por una falta y esa falta es la que organiza. En los pacientes graves se contacta la falta de esta falta.
La segunda operación tiene que ver con el significante, que se encarna en el cuerpo. Un paciente consulta por su impotencia sexual, que le sobreviene cuando se separó de su mujer repentinamente. Él no entiende nada, busca una casa y cuando está a punto de mudarse la mujer se arrepiente y él vuelve con ella. En ese momento, sobreviene el síntoma de la impotencia sexual. Él no entiende por qué, pero plantea una fantasía que le aparece cada tanto, que es que el motivo por el cual la mujer le planteó una separación fue el encuentro de ella con un tercero. Él tiene un sueño: estaba planchando y aparece la mujer y muy risueña y dice que la mujer no tenía cara.
Con "sin cara", el paciente asocia y dice "Mi mujer es una descarada", vinculado a esa fantasía. Con plancha, asocia planchado y "hacer la plancha". La interpretación es que él hace la plancha porque la mujer es una descarada. Para que esto ocurra y que el síntoma de la impotencia sexual sea un mensaje inconsciente, metaforizado con hacer la plancha, algo tiene que estar funcionando como significante, respetando el intervalo: que un significante pueda remitir a otro. Si la persona se maneja con un sistema de signos (y no significantes), plancha es el aparato para planchar la ropa y no hay modo que pueda significar la impotencia sexual.
Cuando decimos que el cuerpo se funda en el lenguaje y tiene su estructura, lo que estamos diciendo es que hay un S1 que desliza hacia un S2 porque hay un intervalo entre ambos:
Plancha - Hacer la plancha - Impotencia sexual.
Para que esto ocurra, tiene que darse esta segunda operación, que es la de la alienación. Básicamente, esta operación implica que el sujeto recibe el lenguaje como un todo. El bebé tiene la disposición para hablar cualquier idioma. En la separación, algo se pierde: el lenguaje pasa de ser un todo y se constituye como un sistema significante. Se pierde el signo, no se puede hablar todo y como falta algo comienza el movimiento de los significantes. Si no hay un vacío ó algo operando como pérdida, no hay estructura ni movimiento y el lenguaje queda ubicado como un sistema de signos. Si la falta no está en un punto central de la estructura, tenemos la psicosis. Si la no-falta afecta una parte del cuerpo, tenemos la psicosomática, donde se afecta la piel, los pulmones, el aparato digestivo. En estos casos, los significantes no se ponen el juego para esa parte del cuerpo y funcionan como signos. Por ejemplo, en la piel se puede tener psoriasis y eso aparece como un signo, que es un significante que no se ha despegado (holofrase).
La tercera cuestión que tiene que ocurrir es que el Otro erogenice ese cuerpo. Las zonas erógenas son la fuente de la pulsión, el lugar desde donde parte la pulsión a hacer su recorrido. La pulsión parte de la fuente, contornea al objeto (que puede ser cualquiera) y vuelve a la fuente. La pulsión, en el mejor de los casos, se pone en movimiento para recuperar una falta. Por ejemplo, para comer algo rico es necesario haber perdido el pecho. Si no está perdido el pecho, tenemos casos como la anorexia. Las pulsiones también se organizan alrededor de una falta. Las zonas erógenas se constituyen porque hay una falta, algo caído de la boca como zona erógena, o de la piel, la mirada.
En el ello habitan las pulsiones. Freud dice en El yo y el ello que el contenido del ello puede pasar al yo pasando por el inconsciente reprimido; o bien de un modo directo, como en las compulsiones. En las compulsiones la pulsión opera como puro drang (empuje). Freud explica a las compulsiones como que el contenido del ello, que son las pulsiones, pasan directamente al cuerpo, al yo. No hay un pasaje por el inconsciente reprimido.
Estas son las tres operaciones que fundan el cuerpo como unidad totalizante, como lugar donde encarna el significante y como cuerpo libidinal. En estas tres operaciones tiene que haber una falta, que es la que le da consistencia al cuerpo, término que usa Lacan en el seminario 23 para hablar del cuerpo. El cuerpo no se desintegra, es consistente. La consistencia del cuerpo no siempre es la misma: en algunas psicosis, como en la esquizofrenia, no está. En la película El cisne negro, el cuerpo de la protagonista no es consistente, a partir de algo que le pasa a Mina, tiene un cuerpo que se desintegra y no es consistente. Pero en la neurosis, el cuerpo es consistente.
En las patologías del narcisismo, el cuerpo es consistente, pero estas operaciones que vimos van a tener accidentes y van a hacer que este cuerpo se presente fragmentado, sin brillo, lastimado, compulsivo, afectado, extraño... que lo ponen en peligro.
Caso 1
El paciente trae un fenómeno hipocondríaco en una neurosis. Consulta por insomnio, le cuesta mucho conciliar el sueño, duerme pocas horas, se recuesta en la cama con los ojos abiertos y no sabe por qué le pasa esto ni desde cuando. Le demanda a la analista que le diga cómo conciliar el sueño. por lo que la analista lo deriva a psiquiatría, cosa que él rechaza diciendo que no puede tomar medicación porque ya lo ha probado y le cae mal.
Al tiempo, produce un acto fallido. Queriendo decir "Tengo miedo de no dormir", dice "Tengo miedo de dormir". La analista se lo señala y él dice que quiso decir otra cosa. La analista no abandona ese fallido; lo pone en relación con cosas que él venía contando de su historia. Él había vivido una escena muy traumática, pues siendo pequeño y estando con su padre en la puerta de la casa, unas personas asesinan al padre delante de él simulando un asalto. No era un asalto, sino de un ajuste de cuentas. Él no sabía qué había pasado, pero la versión que él tenía era que por su trabajo el padre se había acercado a gente muy oscura y no había hecho ese cálculo al hacer negocios. La analista toma esta historia y el fallido y lee que "Tengo miedo de dormir" es "Tengo miedo de dormirme, de ser un dormido". (En Argentina, ser un dormido es no ver las cosas como son, olvidarse cosas). La intervención no produjo ninguna eficacia.
Además de este insomnio, el paciente tenía muchas afecciones en su cuerpo. Le dolía el estómago, tenía diarreas, le dolían las cervicales, tenía acidez... Iba desplazando ese dolor en su cuerpo a distintos lugares, sin detenerse en uno. El paciente se desesperaba, quería saber qué tenía, iba rápido al médico y siempre pensaba algo potencialmente terrible. Lo que está en juego en estos casos es que esa falta que antes situábamos está obturada y no está disponible. Está forcluída, pero no en un punto central de la estructura, sino parcialmente. De esta manera, se le presenta como signo y no como un significante que remite a otro. El signo no remite a nada, de manera que si uno le lee el fallido no engancha con otro significante. Es lo que pasa con la psicosomática, pero a diferencia de ésta, donde fracasa el intervalo entre significantes y el signo se deposita en una parte del cuerpo, aquí se desliza de una parte del cuerpo a otra. El hipocondríaco es quejoso y tiene miedo, el paciente con una psicosomática quizá ni habla de eso.
En estos casos, aparecen los órganos libidinizados. Un ejemplo es El enfermo imaginario de Molliere, donde se ve la gran libidinización que se hace sobre el órgano afectado momentáneamente (en la psicosomática es permanente). En ese momento, podemos decir que no hay cuerpo, sino organismo.
Caso 2
La paciente es derivada por una psiquiatra, porque tenía un síntoma muy peculiar e infrecuente. Tenía episodios de regresión a la infancia. La psiquiatra recorta que la regresión la hacía a sus tres años. Cambiaba su cuerpo, le cambiaba la voz y su modo de hablar, transformándose en una niña de tres años. Recuerda a los primeros historiales freudianos ó a las manifestaciones espectaculares que describe Breuer. Con la psiquiatra, todo esto se transformaba en llantos y gritos, cosa que la psiquiatra no sabía qué hacer con eso.
Un caso
Cuando Juana llega al consultorio, lo hace de manera muy afectada, diciendo que tenía miedos, que no podía salir a la calle sola porque sentía que los objetos se le venían encima. No había en ella una diferenciación entre su cuerpo y el afuera, de manera que se le venían encima los objetos externos. Sentía su cuerpo extraño, escuchaba silbidos y veía sombras. Esto comenzó a pasarle al separarse de su marido, con quien tiene un hijo de doce años.
En su historia, ella había sido cedida por su madre a la abuela, quien la crió. Esta la abuela la tenía como a una princesa, transmitiéndole que un gusto por el arte: el baile, la música, pintar. Todo esto estaba muy desarrollado en la paciente. Ella ubicada que la separación había sido el desencadenante de esta afección que había tenido en el cuerpo. Al despedir a la paciente, vuelve a los dos minutos y toca el timbre a su analista. Estaba absolutamente desencajada. Era otra cara. Se sienta y comienza a hablar como una nena, diciendo cosas que no se entendían, a los gritos, llorando, moqueando... Esto es una urgencia en el consultorio que obliga a intervenir. La analista trata de calmarla con palabras amorosas, pero lloraba cada vez más. En un momento, la analista le dice "Juana, escuchame: ni vos tenés tres años ni yo soy tu abuela". Esa intervención surge de la lectura del caso. La paciente se repone. Este tipo de intervención produce un corte.
Juana tenía muchos problemas con los cortes. cada vez que ella se separaba de algo, respondía con síntomas donde el cuerpo se enloquecía. Cada vez que el hijo cumplía años se ponía mal, tenía una relación fusionada a su hijo. Más allá de esta regresión, cuando sufría una separación ó la rechazaban, su cuerpo respondía de una forma muy particular: con fragmentación, al punto de llegar a verse en el espejo como un cadáver. Llamaba diciendo que un bicho enorme le recorría dentro el estómago, se lastimaba mucho.
Para Freud, los síntomas ligados a las neurosis actuales no tienen derivación psíquica, es decir, no remiten al inconsciente. Hay un pasaje directo del ello pulsional al cuerpo. A diferencia de lo que planteaba Freud en 1895, actualmente sabemos que la apuesta en estos casos es a que haya una eficacia inconsciente, a que haya algo que pueda operar desde la construcción que despegue eso que funciona como signo. El analista tiene que trabajar con lo que hay, no son pacientes que asocian con un fallido. En esta paciente, la construcción tenía que ver con señalarle que cada vez que había un corte o una separación, ella respondía de esa manera.
Un día la paciente llega con una mano vendada, porque había tenido una discusión con el hijo y agarró un cuchillo y en vez de clavarlo en una madera, se lo clavó en la mano. La analista le dice "Yo creo que vos querés cortar con ese hijo, pero cortás en el lugar equivocado".
La paciente, por vía sublimatoria del arte, se anudó, formando un sinthome. Pasados los años, su cuerpo ya no derrapaba con las separaciones, de manera que la paciente se fue con otra cara y otro cuerpo. El cuerpo es el lugar donde encarna el significante, de manera que el análisis incide en el cuerpo. De manera que mediante un análisis, es esperable que el cuerpo deje de estar en peligro y que en los neuróticos ese cuerpo cambie.
Fuente: Notas del Taller Clínico Virtual "El cuerpo en peligro ¿Por qué las Patologías del Narcisismo son un problema clínico?", a cargo de la Lic. Vanesa Starasilis.
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