miércoles, 28 de marzo de 2018

Necesidad, deseo y demanda en el grafo del deseo (3)

Ver la primera clase Necesidad, deseo y demanda en el grafo del deseo.
Ver la segunda clase Necesidad, deseo y demanda en el grafo del deseo.

La clase pasada vimos que entre el grafo 1 y el 2, el sujeto [ $ ] cambia de lugar. En el grafo 2 está del lado derecho y vendría a sustituir el Ideal del yo [ I(A) ] al sujeto barrado. En el grafo I vemos el encuentro del viviente con la cadena significante, con el lenguaje y lo que se produce como efecto el sujeto barrado.
Grafo I:
En el grafo II, en el corte que hace él, introduce el ideal del yo y el yo ideal [ i(a) ]. Esto vendría a ser el circuito de la demanda. Todavía estamos en el primer piso, que es el plano del enunciado, que puede pensarse tanto para una estructura neurótica como para una psicótica.

Grafo II
Vamos a seguir con el texto “La subversión del sujeto”. En la página 786, donde veníamos hablando del Otro, dice:
observemos entre paréntesis que este Otro distinguido como el lugar de la palabra no se impone menos como testigo de la verdad.
Aquí Lacan ya empieza a introducir el tema de la verdad, porque vamos a entrar en el plano del ideal del yo y del yo.
Sin la dimensión que constituye el engaño de la palabra, no se distinguiría del fingimiento.
Empieza a hablar del fingimiento del animal en la lucha combativa y en la ceremonia sexual, que es sin embargo bien diferente.
Desplegándose en la captura imaginaria, el fingimiento se integra en el juego de acercamiento y de ruptura que constituye la danza originaria, en que esas dos situaciones vitales encuentran su escansión, y los participantes que ordenan según ella lo que nos atrevemos a llamar su dancidad.

Es una cuestión que se encuentra en los animales, en lo imaginario.

El animal, por lo demás, se encuentra capaz de esto cuando está acosado. Llega a despistar iniciando una carrera en el engaño. Esto puede ir tan lejos como para sugerir en las presas la nobleza de honrar lo que hay de ceremonia en la caza. Pero un animal no finge fingir. No produce huellas cuyo engaño consistiría en hacer pasar por falsas siendo las verdaderas, es decir las que darían la buena pista. Como tampoco borra sus huellas, lo cual sería ya para él hacerse sujeto del significante.
Está introduciendo la diferencia entre el registro imaginario y lo simbólico. El ser humano puede fingir que finge, como en el ejemplo de Freud que dice que va a Cracovia, en lugar de hacerme creer que van a Denver. Un paciente una vez me contó que había regateado unos libros, y le dijo que esos libros eran para ponerlos de adorno en la biblioteca. En realidad, lo que estaba haciendo era chicanear al librero, porque obviamente los libros no eran para ponerlos en la biblioteca, pero está en orden de exagerar una verdad que del otro lado uno cree que está fingiendo, pero en realidad podía llegar a ser que el paciente los usara para ordenar la biblioteca, entonces:

Todo esto no ha sido articulado sino de manera confusa por filósofos sin embargo profesionales. Pero es claro que la Palabra no comienza sino con el paso de la ficción al orden del significante y que el significante exige otro lugar -el lugar del Otro, el Otro testigo, el testigo Otro que cualquiera de los participantes- para que la Palabra que soporta pueda mentir, es decir, plantearse como Verdad.

No se trata de los participantes que están, los imaginarios, sino el lugar del Otro que determina la cuestión imaginaria.

Así, es de un lugar otro que la Realidad a la que concierne de donde la Verdad saca su garantía: es de la palabra. Como es también de ella de quien recibe esa marca que la instituye en una estructura de ficción.

El tema de la verdad se articula a la palabra. Lacan va a decir que la verdad es mentirosa, porque si la garantía la da la palabra pero la palabra tiene que ver con el significante y el significante es ambiguo como significante, es sujeto para otro significante y no hay significante que pueda significarse a sí mismo, entonces, se trata de una verdad paradójica. Cuando nosotros atendemos a un paciente y nos preguntamos si es verdad o mentira lo que dice, sabemos que no se trata de la verdad, porque la verdad es siempre mentirosa. Se trata de la marca. Lacan introduce el ideal del yo:

Lo dicho primero decreta, legisla, aforiza, es oráculo, confiere al otro real su oscura autoridad.
Tomemos solamente un significante como insignia de esa omnipotencia, lo cual quiere decir de ese poder todo en potencia, de ese nacimiento de la posibilidad y tendremos el trazo unario que, por colmar la marca invisible que el sujeto recibe del significante, enajena a ese sujeto en la identificación primera que forma el ideal del yo.

Aislamos un significante de los dichos del Otro y tenemos el trazo unario, o el rasgo unario. O sea, ese significante que el sujeto toma y aísla del conjunto de los significantes, que es un significante omnipotente, que es esto de lo dicho por el Otro que legisla y aforiza, este es el significante al cual el sujeto se va a identificar para tener un lugar en el Otro. Se enajena, dice, pero en realidad habla de la alienación. El sujeto se aliena a un significante. El ideal del yo se lee I(A), pero la I también se puede leer como el número romano. Entonces, en vez de la I de ideal, se puede leer como 1. Es el uno del significante, que es omnipotente. Lacan después para hablar de S1, que es el significante amo. Uno del A, que es este rasgo que se aísla del Otro, no es un significante sino una insignia, porque en realidad está totalmente aislado y no remite a ningún otro significante. Es una insignia. En la clínica, aparece en los pacientes que vienen con algo tan coagulado, tan enquistado y uno tiene que tratar de convertir a esta insignia en un S1 que remita a un S2 o un S2 que remita a un S1, pero algo que forme cadena, porque la insignia está totalmente aislada. El rasgo unario es insignia, no es ni S1. El pasaje a S1 se da cuando se empieza a dialectizar, a historizar, para que pueda enlazarse a un S2, por ejemplo, o a un S1 que se enlaza a un S2, y hacer cadena (siempre retroactivamente), por eso nosotros pedimos que historice, que cuente, que hable… Sino se queda en ese rasgo totalmente precipitado en eso y totalmente detenido en el ideal. En realidad, el S1 es un significante que remite a otro. Un S1 que no remite a otro sería “el uno del Otro”, lo que pasa es que después Lacan habla del S1 que insiste, S1, S1, S1… Pero sería esto.

Entonces, el trazo unario es el uno del Otro. Estamos siempre en el Otro, porque en este tiempo Lacan decía que el Otro del lenguaje preexiste al sujeto y que para que un sujeto pueda advenir, se necesita que se aliene al Otro, es decir, surge a partir de la existencia del Otro. Entonces estamos hablando de la alienación, que sería el primer momento. En el segundo momento, la separación, -en realidad es relativo esto de primer y segundo momento- dice Lacan que en el grafo esto queda inscripto por la anotación I(A) que debemos sustituir en este estadío al sujeto barrado $, haciéndolo trasladar de su punta, a su punto de partida.

Lo que vamos a ver es que partiendo es que hay un encuentro del $, ya barrado por el lenguaje por un Otro que habla que preexiste al sujeto (por lo cual siempre va a haber sujeto barrado), entonces partimos del $, pero el sujeto no quiere saber nada de su barradura. Lo que encontramos en “el entre” y lo va a rescatar de su barradura: las identificaciones. Las identificaciones son I(A) al ideal del yo, o las identificaciones imaginarias del espejo i(a). Esto rescata al sujeto del encuentro con el lenguaje, por eso es tan difícil sacar a un paciente de las identificaciones, este es el trabajo en la dirección a la cura. Esto de la identificación simbólica y la identificación imaginaria viene a rescatar al sujeto del encuentro con el $ barrado. Cuando un sujeto dice “soy de una determinada manera”, lo que está escondiendo detrás es la falta en ser, de la cual no quiere saber nada.

¿Qué nos garantiza a nosotros como analistas que cuando estamos en la dirección de la cura, yendo a cuestionar las identificaciones a un rasgo del Otro, al ideal del yo o a una identificación imaginaria, no estemos sustituyendo una identificación por otra? Esto es muy importante, porque a veces uno se encuentra que un sujeto se identifica a algo, pero que después sustituye esa identificación por otra. Se trata de conservar la unificación y la totalidad, porque el ideal del yo y el yo ideal vienen a rescatar al sujeto del encuentro con la falta, del encuentro con la barradura, por lo cual se trata del uno (tomando el I como número 1, además de la I de “ideal”), se trata de la lógica del uno y de la totalidad. El analista trabaja en contra de esta lógica del todo. No se trata de ir en contra de las identificaciones, sino contra la lógica del todo que es a donde vienen las identificaciones a rescatar al sujeto. Estos significantes, que son del Otro, se aíslan y el sujeto toma estos rasgos a los que se identifica. “Soy esto”, dicen, por más que sufran con eso. “Soy violento”, “Soy vergonzoso”, etc. Esto se relaciona con el fantasma, cuando el sujeto lo empieza a tocar, a destrabar y empieza a animarse a hablar, a decir acerca de su relación con el Otro. Esto de la lógica del todo aparece constantemente en la clínica, son estas presentaciones armadas donde se escucha esto del “soy”, no de la falta. Puede pasar que el paciente se vaya para el otro lado. Por ejemplo, pasan de “Soy la rescatadora” a “Ahora no rescato más a nadie” y ya no escucha a nadie. Ahí cambió un nombre por otro, se mete otra cosa en relación al ser de esta lógica. Arma otra cosa y otra vez hay que introducir la cuestión de la falta. Y en esto de los ideales, la sustitución de un ideal por otro muchas veces viene por parte del analista. Muchas veces no nos gusta por donde va el ideal del paciente, cómo se maneja e intentamos sustituirlo con nuestro propio ideal, que es como trabaja la psicología del yo y que Lacan critica. “Deberás ser no como tu madre, sino como yo”. Eso también es sustituir un ideal por otro. Con las identificaciones, estamos hablando de los ideales, un ideal al que se identifica o al que sustituye. El ideal siempre tiene una lógica del todo y la completud, estamos en el plano del yo. Entonces, las identificaciones vienen a rescatar al sujeto del encuentro con esta marca invisible que el sujeto recibe del significado. Acerca de la sustitución, Lacan dice efecto de retroversión, que sería ir para atrás.

Efecto de retroversión por el cual el sujeto en cada etapa se convierte en lo que era como antes y no se anuncia: habrá sido, sino en el futuro anterior.
Estamos en el tiempo del futuro anterior, que sería el “Habrá sido”. Cuando el sujeto se identifica a un ideal, surge lo que habrá sido, de dónde habrá salido. este “habrá sido” es la falta en ser, el sujeto barrado al que viene a rescatar el ideal del yo. Alguna vez habrá sido sujeto barrado.

Pues todo lo que el sujeto pueda dar por seguro, en esa retrovisión, es, viniendo a su encuentro, la imagen, anticipada, que tomó de sí mismo en su espejo.

El sujeto se encuentra con el Otro en la dirección al encuentro con lo que quiere, con lo que desea. Se encuentra con la imagen anticipada, que tomó de sí mismo en el espejo. Se encuentra con el yo ideal i(a), se encuentra en el espejo con el Otro, con la imagen fascinada del Otro mirándolo, porque es una imagen anticipada. El sujeto no se podía ver entero, pero lo logra porque es el Otro primordial que lo mira como entero. Eso le da forma, lo constituye como un yo, al sujeto que antes no podía verse ni reconocerse en el espejo. El yo es sujeto de desconocimiento porque en realidad, estas teorías del encuentro del yo consigo mismo, dice lacan que no existe porque ya está por estructura fallado. El sujeto se encuentra con el Otro, con la imagen del Otro completa, lo que le da una imagen anticipada de sí mismo. Se mira en el Otro, digamos, y se va a mirar tal cual el Otro lo mira. Recuerden que esto está determinado siempre por un Otro simbólico. Se trata de un Otro omnipotente de la palabra y de la imagen completa. Un neurótico no quiere saber nada de la falla, quiere presentarse como completo, o al menos pretendiendo. Quiere encontrarse consigo mismo, saber quién es, qué debería hacer, pensar, etc. Quiere ser uno consigo mismo y eso es imposible.

Sea como sea, lo que el sujeto encuentra en esa imagen alterada de su cuerpo, es el paradigma de todas las formas de parecido que van a aplicar sobre el mundo de los objetos un tinte de hostilidad proyectando en él el avatar de la imagen narcisista, que, por el efecto jubilatorio de su encuentro en el espejo, se convierte, en el enfrentamiento con el semejante, en el desahogo de la más íntima agresividad.

En todas las relaciones imaginarias lo que se desprende es la hostilidad y la agresividad, porque es un espejo del que uno quiere salirse por lo alienante. Esto se escucha en el relato de los pacientes que se pelean con el novio, con la madre… Es esto del espejo, porque además del Otro testigo y el ideal del yo, tiene que ver con el espejo que se torna totalmente persecutoria.

En realidad, el niño del que habla Lacan, que siente el júbilo cuando la madre se queda fascinada mirándolo en el espejo. La madre anticipa al yo como totalidad.

Es esta imagen, yo ideal, la que se fija en el punto en el que el sujeto se detiene como ideal del yo.

Lacan dice que esta imagen, el yo ideal, está determinado por la palabra y el significante. Cuando el paciente viene a vernos, se encuentra fijado a una imagen que está determinada por la palabra, por los significantes, que va a ser la manera con la que se va a mirar. Si hay una palabra que le dice “sos hermoso, sos un gordito encantador”, esto va a determinar la imagen, cómo se mire y lo que vea. Está determinado por el rasgo que toma del Otro.


Cuando el sujeto se encuentra con el Otro, el significante lo viene a rescatar y lo que puede hacer es:
  • O bien, cuando se trata de la identificación a los 2 ideales, ya sea el ideal del yo I(A) o al yo ideal i(a), es decir, a la identificación simbólica o a la identificación imaginaria del yo ideal. Cuando se trata de la identificación simbólica, el circuito es el siguiente: hay una detención, un cortocircuito, porque el sujeto se encuentra con la imagen, se constituye el yo (m) a partir de tomar el rasgo del ideal del yo y aquí se queda detenido. Si hace esto y va solamente a I(A), se queda acá, que es la identificación simbólica.

  • Si el sujeto hace este otro circuito, estamos en el plano de la metonimia el plano de la significación. Va desde el significado del Otro s(A) al moi (m). Esto es imaginario, va de una significación a otra significación. En el plano de la imagen, uno empieza con la significación y el sentido. “me miró mal, no me quiere, no me reconoce, porque siempre”. Se trata de una metonimia, lo que hoy es una cosa, mañana es otra y así… Se queda en el plano del espejo, en la mirada de lo que el Otro le devuelve, todo el plano de los sentimientos.

En el 1º caso, estamos en el plano de la petrificación al ideal del yo. No hay circuito, porque se detiene en el ideal del yo. Esto es cuando un sujeto viene alienado al I(A): “soy de tal manera”. No está el juego de significación con el Otro, el problema con el jefe, con la novia, etc. y va de una significación a la otra. Sufre por esto que siente, por lo que el Otro piensa de él, le supone, etc. Cuesta sacar a un paciente de esto, se va moviendo en un círculo y eso es la metonimia, que es la demanda. No es lo mismo que un paciente venga aplastado por el ideal y de ahí no puede salir. Quedan petrificados en eso, (Ej: Pienso y no hago) y no pueden salir de eso. No hay metonimia, sino fijeza y petrificación, porque se trata de tomar un rasgo del Otro y se petrifica en ese rasgo. El paciente sufre con esa identificación y a veces no hay manera de sacarlo… O está en el piso de arriba, peleándose, fantaseando o inhibiéndose por lo que el otro piensa, cómo lo ven, etc. No es lo mismo, si bien estamos en el plano de la demanda, estas son respuestas que el sujeto tiene para enfrentarse a su división, de la que no quiere saber nada. El movimiento que hace uno es tratar de que estas identificaciones caigan, porque el sujeto acá está en la lógica de la totalidad, en la lógica del todo. Encontrarse con el deseo, por otro lado, es encontrarse con la castración. Los ideales y las identificaciones evitan el encuentro del sujeto con el deseo.

Los analistas estamos para leer la enunciación en el enunciado, en el entre. Uno se puede perder en las intervenciones en lo imaginario y quedamos en este círculo. Lo que vamos a ver la próxima es el piso último.

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