lunes, 7 de septiembre de 2020

La dinámica de las pulsiones en la infancia

Notas de la conferencia dictada por Beatriz Janín, el 18 de junio de 2019

Hoy vamos a hablar de las pulsiones y de cómo pensar todo este tema en la clínica psicoanalítica con niños. Lo primero que tenemos que pensar es que las pulsiones sexuales se apuntalan en las pulsiones de autoconservación. O sea, es a partir de la satisfacción de la necesidad que aparece -como plantea Freud- la sexualidad. El erotismo aparece a partir de la satisfacción de la necesidad. Esto es básico y aparece en los primeros textos de Freud, como La interpretación de los sueños. Fíjense que siendo esto algo nodal en el psicoanálisis, nos da pie para pensar muchísimas cuestiones.

¿Qué pasa con aquellos pacientes, aquellos niños que aparecen desvitalizados, como si nunca hubiera aparecido en ellos esa “tensión hacia”, más allá de las pulsiones de autoconservación, más allá de la necesidad?

¿Qué pasa en situaciones de vulnerabilidad social, donde la la satisfacción de la necesidad no se da? ¿Qué pasa allí con la construcción de lo pulsional, en cuanto a pulsión sexual?

Uno podría pensar que las pulsiones se apuntalan en relación a las pulsiones de autoconservación, sobre la satisfacción de la necesidad, donde aparece ese plus -como dice Laplanche-, que es ese plus de ese armado que tiene que ver con la sexualidad del adulto. Es decir, tiene que ver con la sexualidad de la madre, la erotización y la libidinización de un cuerpo. Las pulsiones sexuales se constituyen en un vínculo, a partir de un Otro, a partir de las caricias, el contacto, las palabras, en esa relación.

A la vez, podemos pensar que un chico chiquito no suele tener demasiados frenos internos. Los chicos son pasionales e impulsivos, funcionan como pura satisfacción pulsional. Sabemos que las pulsiones son anárquicas, funcionan cada una por su cuenta. Lo primero que se opone a las pulsiones es el armado del primer yo. El primer yo es el yo de placer, que se constituye con el narcisismo. Es el yo del narcisismo, porque el yo de placer sería algo así como el yo del “yo quiero…”. Es el yo que va en el mismo sentido que las pulsiones en cuanto a su meta, pero a la vez es una organización. Como organización, frena el devenir pulsional. Si las pulsiones son anárquicas y a lo que tienden todo el tiempo es a la satisfacción, el yo como organización va a poner un freno a esto. O sea, cuando esto se pudo constituir y un chico pudo armar una representación unificada de sí, va a poder tener un mínimo freno pulsional, que a su edad es relativo, pero hay un freno interno. Se oponen simplemente porque el yo es una organización y lo otro no. No se oponen en tanto a sentido, por ejemplo podemos ver un chico de 3 años que dice “Yo quiero…” y eso no tiene mucho freno si no viene de los otros, porque el mismo yo va en el sentido de lo pulsional y quiere la satisfacción. Pero ya es de otra manera, porque decir “yo quiero…” no es tirar abajo todo y arrasar con los otros. Los chicos muy chiquitos ven que otro tiene un juguete, lo quieren y esto es casi signo de vitalidad: van, le arrancan el juguete al otro niño. Luego van construyendo frenos internos.

La impulsividad es propia de la infancia y esto me importa, porque en este momento se habla exageradamente de chicos impulsivos como patología. Se dice que nacen con problemas neurológicos o genéticos que los llevan a ser impulsivos y en realidad todos los chicos chiquitos son impulsivos y el freno a la impulsividad es algo que se construye a lo largo de la infancia. Es más, uno podría decir que se da con la constitución del yo de placer, pero es recién con la constitución del yo de realidad definitivo (el yo del El yo y el ello), ese yo que cabalga entre el ello, el superyó y la realidad como cuarta instancia; es recién ese yo efectivamente el que se va a oponer a lo pulsional. Ahí recién se arma una cadena de representaciones que frena el devenir pulsional. Bion dice que si no existiera el pensamiento, todos funcionaríamos de manera impulsiva. Es el armado de representaciones preconscientes lo que permite que frene. Durante la primera infancia esto se va construyendo y muchas cuando trabajamos con niños uno tiene que trabajar en relación a esto, cuando esto no se ha construído.

En la constitución de las pulsiones nos encontramos con varias cuestiones. Una de ellas es qué pasa cuando la pulsión no se constituye como pulsión sexual. Hay chicos que parecen sin ningún armado deseante. Están como en una retracción al vacío. En este momento está muy generalizado el diagnóstico de autismo, acá y en muchos países. Si además dicen que esto es biológico, entonces pareciera que estamos frente a una degeneración de la especie. Con lo que nos encontramos es con muchos niños que les falta esta cuestión de ir hacia el otro, como si la pulsión únicamente se satisfaciera autoeróticamente. O sea, no se dirige hacia un otro, entonces son niños que no se conectan con los otros. Son chicos desconectados de los otros. Allí hay algo en la constitución pulsional donde esto de la búsqueda del objeto para la satisfacción ha quedado en la vuelta sobre si mismo, al mismo punto de llegada, que en realidad es lo mortífero de la pulsión. Si uno va a Más allá del principio de placer, lo que se puede pensar es que hay un giro, donde están las pulsiones parciales y las grandes pulsiones (de vida y de muerte). En toda pulsión parcial hay un movimiento hacia afuera que tiene que ver con lo vital, con eros en juego, y un circuito de cierre que si llega a la fuente es lo mortífero. Sería la vuelta absoluta en cero, a la nada, a la no tensión. En estos chiquitos, hay algo de esto que es lo preocupante y no depende de causas biológicas. ¿Por qué se produce en esta época? ¿Cuál es su dificultad para libidinizar el mundo y dirigirse hacia el afuera? Para libidinizar al mundo, el mundo tiene que ser mostrado como algo digno de ser atendido.

Por otra parte, también nos encontramos con algunos niños que se conectan con los otros, pero tienen un funcionamiento particular. Por ejemplo, una niña de 5 años llega al consultorio. Está en preescolar y en la escuela suponen que no puede pasar a primer grado porque es una nena a la que no se le conoce la voz desde los 3 años. La diagnosticaron con TEA desde los 2 y estuvo con tratamiento cognitivo conductual. Le fueron cambiando el diagnóstico. La escuela relata que es una nena que llega a la escuela, la nena hace un gesto, va un nene y le saca la campera, otro le acomoda la mochila y ella no se mueve. La llevan, la traen, la ponen, la sacan y ella hace todo lo que los otros le dicen. Cuando la atiendo, le pregunto a la nena qué quiere hacer y ella me responde “Decí vos”. Le digo que yo no voy a decir. Yo le había dado un montón de material y le digo que puede hablar, dibujar, jugar, que elija ella. Varias sesiones en esa línea, donde yo le decía que si ella se quería quedar quieta y callada, yo no tenía ningún problema, que podía esperarla todo lo que necesitara, pero que no iba a decirle lo que tenía que hacer. Por supuesto, con otros nenes yo tengo una actitud mucho más activa, pero acá no.

Después de un tiempo, ella empieza a proponer tímidamente. Pero si se le caía un lápiz me miraba para que yo lo levantara. Hacía este tipo de cosas. No se ponía la campera sola ni se la sacaba. En esta chiquita, si uno lo piensa desde el punto de vista de las pulsiones, puede pensar que el movimiento de las pulsiones, así como hay un movimiento entre Rros y Tánatos; por otra parte la posibilidad de mirar el mundo, de acercarse al mundo y de dominarlo, sus objetos, el cuerpo, tal como se plantea en Pulsiones y sus destinos, esto se constituye en un vínculo con un Otro. Si las pulsiones se constituyen en un ida y vuelta. Freud plantea la cuestión de sujeto y objeto, pero no sujeto como lo entendemos, sino como posiciones en la pulsión.

¿Qué pasa con esta nena? Pareciera como si siempre hay Otro que toma el lugar activo. Es decir, la pulsión se puede fijar a un objeto pero también a una meta, a un modo de satisfacción. El modo de satisfacción en estos chicos, al que quedó fijado este tipo de chicos, es al polo pasivo. Siempre hubo Otro que irrumpió excesivamente y que no dejó margen para que alguien más apareciera. A partir de trabajar con esta nena, ella pasó a primer grado. Empezó a hablar en clase y a funcionar. Había en ella una fijación pulsional a una posición pasiva. Había que quebrar esta idea donde ella quedaba siendo mirada y movida por los otros. Ella no podía asumir el movimiento ni la mirada, que además son las 2 pulsiones (mirada y dominio) que se articulan en el deseo de saber.

Es difícil que alguien pueda aprender sin romper, sin dominar el cuerpo, la mano. Cuando un niño no aprende, a veces es por pasivos: no preguntan, son extremadamente “buenos”, no cuestionan. Y para aprender hay que cuestionar, preguntar, dudar de la palabra, investigar, meterse. Muchas veces los niños que tiran la escuela abajo aprenden, porque cuestionan, desafían y preguntan. En ese movimiento, van aprendiendo, aunque no sea lo que la escuela enseña. Son chicos que investigan, que buscan y quieren saber.

Veamos otro ejemplo. Niño más pequeño. Tanto el padre como la madre, tenían el mismo funcionamiento con este nene: cada vez que el nene iba a hacer algo y no le salía (ej. sacar una masa del envase o encastrar algo), el nene hacía una mínima protesta e instantáneamente alguno de ellos se lo hacía. Ahí hubo que trabajar con los padres, porque en el momento en el que ellos dejaron de hacerlo y que el nene pudo desplegar hacerse cargo de su propio cuerpo, tener una representación de sí que le permita moverse y que le permita irrumpir en lo otro y probar, empezó a hacerlo. Sin hacer mucho, a este nene le cambió la motricidad. Lo que nene estaba haciendo era apropiándose del mundo. estaba saliendo del circuito de pasividad en el cual, padres muy amorosos pero que no daban margen, hacían todo por él. A veces los padres no tienen tiempo, que es una cosa de esta cultura y no quieren esperar a que los chicos hagan. Esto también implica un modo de vínculo donde el otro deja de tener lugar de sujeto y queda como ojeto del Otro.

Si la pulsión queda fijada en el polo pasivo, van a haber dificultades para funcionar autónomamente, para aprender y curiosear. Las dificultades posibles son:

- Que no se constituyan las pulsiones sexuales o que el chico quede sujeto a las pulsiones de autoconservación.
- Que se se constituya la sexualidad, pero armada en una vía en donde queda exclusivamente ligada a una satisfacción autoerótica, sin hacer el pasaje del autoerotismo al vínculo con el objeto.
- Qué se constituyan las pulsiones sexuales, pero con predominio de la pasividad. Lo habitual es la alternancia entre el polo pasivo y activo de la pulsión. Freud dice mirar, ser mirado, mirarse… Va dando todo este circuito y hay chicos que quedan en una sola de estas fases y no pueden pasar a las otras.
- Que las pulsiones se armen, pero no logren articularse y que queden de un modo anárquico. Ahí hay una falla en el armado de una organización que ferene ese devenir pulsional. Con lo que nos encontramos ahí es con una falla en la constitución del sistema preconsciente y del armado narcisista.

Habría que pensar si saber es una pulsión o un deseo. De los chicos que se dicen impulsivos, que se llevan al mundo por delante, son chicos que funcionan como disparados. Ocurre también en estos chicos que corren de una punta a la otra del consultorio y que cuando agarran algo lo tiran. Esta modalidad de presentación se volvió muy presente en las consultas. La sensación es que no hay ningún freno. De lo que esto habla es que no se pudo construir una organización capaz de frenar todo esto. Y esto no se logra con consignas de afuera. Lo peor que se le puede decir a un chico así es “no te muevas, quedate quieto”. Para los chicos chiquitos, decirles que se queden quietos es equivalente a decirle “morite”. Lo entienden como “No me soporta” y un chico sin frenos no va a quedarse quieto porque se lo digan.

La única manera que algo de eso se vaya modificando es ir armando mediaciones. Hay que empezar a construir sistema preconsciente y armado narcisista. En la clínica con niños, uno tiene que posibilitar armado psíquico. Mucho más que desarmar, armamos. Con el adulto neurótico usamos la interpretación y desarmamos repeticiones. Con el niño también desarmamos repeticiones, pero armando psiquismo. Con los niños, la interpretación no tiene lugar, porque no hay aparato psíquico constituido. La interpretación implica interpretar el deseo reprimido. Si no se ha constituído la represión, difícilmente uno pueda interpretar algo. Un niño impulsivo con un sistema deseante pero sin frenos no se le puede decir “Vos en realidad estás furioso con tu mamá y te la querés comer”, va a salir corriendo a morder a la madre. No va a suponer que eso es la interpretación de un deseo, casi va a supener que es una certificación de lo que él quiere. Le estamos posibilitando eso, porque está consciente.

Piera Aulagnier, tomando Construcciones en psicoanálisis, plantea que con los psicóticos no se puede interpretar y que lo que hay que hacer es construir, armar construcciones, cadenas de representación que den cuenta de una historia. El tema es historizar, no interpretar. Con los niños, cuando digo que hay que armar mediatizaciones, es armar juego allí donde aparecía el puro funcionamiento pulsional. Si un chico corre de un lado al otro, intentemos a partir de eso armar alguna otra cosa que no sea el puro correr. Entonces, uno puede hacer que lo corre y que lo agarra, puede jugar a que saltan en caballito, pueden transformar el correr en aviones. Por supuesto que esto requiere poner el cuerpo y ponerse a correr con él. La clínica con niños no es de quedarse sentado en el sillón.

Si uno logra que el niño tenga un Otro armado, es decir, tener un armado a partir en el que arrojar objetos, por ejemplo, pueda ponerle palabras a eso que va haciendo, son maneras de transformar esa situación, que si no es algo que queda en una pura descarga. El modo de construir proceso secundario en la infancia es fundamentalmente a través del juego. Cuando son más grandes, también sirve el dibujo.

Hay niños que juegan solos y otros que lo incluyen a uno. En estos casos, donde no hay ninguna historia, en algún momento trato de hablar a ver qué historia hay en el juego y yo la escribo. Escribo lo que pasó hoy y podemos verlo la vez que viene, siguiendo con el juego. Se trata de armar historia y dejar algo que queden marcas, que no sea todo un movimiento al vacío. También se les pueden pedir que dibujen lo que pasó. El dibujo y la palabra son modos de traducción. Y el juego es un modo privilegiado en la infancia.

El deseo de saber puede quedar bajo una represión absoluta y aparecer problemas. Las manifestaciones posibles pueden tener que ver con la no investidura del mundo, la apatía, el retraimiento, la no adquisición del lenguaje. Pero además, fíjense como está en juego lo pulsional en muchísimas de las cuestiones que aparecen como cuadros del DSM, que no son cuadros psicopatológicos, sino carteles que no son diagnósticos de verdad. Ningún chico es TEA, aunque si hay chicos autistas. El TEA es un invento, como lo es el Trastorno con déficit de atención e hiperactividad, o el trastorno oposicionista desafiante. Son inventos funcionales a los laboratorios y que no tienen nada que ver con lo que a los chicos les pasa. Hay niños autistas, pero son mucho menos que los diagnosticados como espectro autista. Hay muchos chicos que no hablan ni se conectan y no son autistas. Y por otro lado, hay muchísimos niños que no atienden en clase por diferentes motivos. Muchos chicos se trepan por las paredes y muchísimos chicos que desafían todas las normas.

Problemas de atención.
Se toman como neurológicos a los problemas de atención. La atención que se le pide a alguien en la escuela es algo que se construye. Nacemos solamente con atención primaria y eso es casi refleja. Uno atiende solamente al estímulo, es la atención del pinchazo, donde a uno lo pinchan y reacciona. Lo que se le pide en la escuela a los niños es la atención secundaria, que requiere de la construcción del preconsciente para frenar el devenir pulsional. Necesita de la atención secundaria, selectiva, durante mucho tiempo y a cosas que a los chicos no les interesa. En realidad, tiene más que ver con la obediencia que con la constitución psíquica. Los chicos chiquitos no responden a consignas ni entienden por qué tienen que responder ni lo van a hacer si no tienen ganas. Funcionan mucho más de acuerdo a su propio sistema deseante que a la consigna que les da el otro. Distinto es el caso de los chicos de escuela primaria, que ya se han acostumbrado a que deben responder a consignas y si uno les explica bien, pueden entenderlo. Pero de los chicos más chicos no podemos esperar que funcionen como adultos ni como chicos más grandes.

Muchos cuadros que se diagnostican como TEA son dificultades para armar sistema preconsciente-consciente y un armado de organización narcisista suficientemente sólida como para frenar ese devenir pulsional. Entonces, se mueven sin rumbo, atienden a varias cosas al mismo tiempo y actúan impulsivamente.

Los chicos que no han logrado investir el mundo no son hiperactivos; más bien, pienso en los que se quedan muy quietos y no atienden a nada, como dormidos. Se conectan solo con sensaciones internas. A veces ni siquiera pudieron constituir el funcionamiento autoerótico, sino que la pulsión se dirige más bien a órganos internos del cuerpo. Son estos chicos que están pendientes de los latidos cardíacos, del calor y el frío, de sensaciones.

Los chicos que quedan fijados a un polo de la pulsión, por ejemplo fijados al polo exhibicionista, ser mirados por otro. Ellos tampoco van a poder escuchar en clase ni atender a otros, porque están esperando a ser mirados ellos. Solo a través del reconocimiento de los otros se puede constituir como siendo alguien.

Los niños que han sufrido situaciones de violencia no atienden en clase, porque están pendientes de mil cuestiones simultáneamente y porque predomina en ellos un ritmo asignado por urgencias. Entonces, un chico que se constituye de un modo en que lo pulsional funciona en forma de una excitación constante tiene puras cantidades pulsantes excitantes, están fragmentados.

Dominio motriz.
Así como la atención se constituye en una historia, el dominio motriz también se constituye en una historia que implica al narcisismo, preconsciente… El dominio motriz se constituye a la par de representación unificada de sí. Si uno no se siente entero, no se puede mover, porque siente que se parte en pedazos. Pero además, el chico tuvo que haber sentido que se podía separar del Otro, de la madre o de quien ocupe ese lugar y volver. Tuvo que haber hecho un movimiento de ida y vuelta.

Con la atención decíamos que alguien tuvo que haber mostrado el mundo como digno de ser investido. El otro día pensaba que cuando los niños ven a los adultos con el celular, los chicos y aún bebés buscan el celular. Es a dónde se dirige la mirada del adulto que ellos dirigen la mirada. Pero entonces, lo que se les está dando es un mundo de pantallas e imágenes, pero no de personas. Lo que aparece libidinizado por los adultos son las pantallas. Los chicos que no se conectan con nadie suelen manejar las máquinas a la perfección y uno piensa que son genios por eso. En realidad las manejan porque las tienen desde que nacieron.

Hay veces que la constitución misma de la pulsión se da, pero en un vínculo que es sobreexcitante, sobrestimulante. No tienen la posibilidad de ligar la excitación y ligarla al deseo. No hay un armado deseante y esto los lleva a un movimiento sin rumbo, porque la manera que tienen de descargar la excitación es con el movimiento, que es lo único que puede hacer un chico: moverse, gritar y no muchas más posibilidades.

Dificultades en la distinción del adentro y el afuera. Si alguien está sobreexcitado, son chicos que quieren escaparse de lo interno. No pueden diferenciar entre estímulo y pulsión. La primera primera diferencia que se establece entre estímulo y pulsión, les es difícil de establecer y de realizar, porque se les confunde el afuera con el adentro. Por ende, se van a mover sin rumbo, porque tienen sed y se mueven, etc.

También existe, por parte del chico, la suposición de que su cuerpo es controlado por otro. Hay veces que sienten que es la madre la que controla sus movimientos y se van a tratar de escapar de eso. Intentan salirse de la mirada materna en el intento de recobrar un dominio, pero ahí se manifiesta la angustia como descontrol del dominio del propio cuerpo y hacen una vuelta por la que intentan volver a quedar bajo la mirada de la madre.

Todas estas son determinaciones que llevan hacia la hiperactividad, a la desatención, a que alguien no pueda frenar ni menos tolerar las 8 horas de clases que hay que tolerar ahora.

Niños desafiantes.
No son chicos con dificultades biológicas ni neurológicas. En general han armado el deseo de saber, tienen muy buen lenguaje, pueden aprender con relativa facilidad pero se pelean permanentemente con el mundo. Se pelean con el mundo porque suponen un mundo peligroso. Lo que a veces las escuelas no registran es que se trata de niños asustados. Suponen que desde afuera, esta idea de “comer” le viene desde los otros. No confían en los adultos ni en otros. Intentan sostener un armado narcisista precario. También suponen que las normas de los adultos son normas tiránicas.

Con estos niños hay que trabajar para construir un vínculo de confianza, en donde el adulto no es otro chico y pueda hacer sostén.

Con los padres, debemos posibilitar que este chico sea investido para que se despierte el funcionamiento pulsional y para que sea un buscador de objetos. Con los padres, hay que trabajar mostrando que ese nene es alguien digno de ser investido, que es lo opuesto que se hace cuando se les dice que es autista, que queda fuera de los intercambios simbólicos. El niño es vivido como un bicho raro, como alguien que queda afuera. Si uno demuestra que es un niño digno que se le hable, que se juegue con él, que es alguien con quien ellos pueden poner en él sus propios deseos, abrimos en el chico esta posibilidad de registro del mundo y de ubicación en él. Uno puede trabajar junto a los padres, dándole una representación diferente de ese hijo.

Algo que se puede hacer con los padres de hijos, cuando están totalmente desbordados porque les cuesta armar representaciones preconscientes, ayudarlos a ellos para que también puedan ir pensando modos de armado preconsciente para el hijo. Muchas veces esto tiene que ver con juegos, cuentos e historias. De esto los chicos actualmente carecen bastante: la palabra, el juego compartido, etc. Hay que sacarlos de la pasividad, ayudarlo a metabolizar las pulsiones. Todas estas son metas que vamos teniendo en el psicoanálisis con niños. Es un trabajo fascinante en el cual hay que jugar y jugarse bastante.

Héctor Yankelevich dice que con los chicos graves hay que poner el propio deseo de que el otro viva. La propia pulsión de vida, digo yo. Y muchas veces frente a lo mortífero de este funcionamiento pulsional, donde todo el tiempo hay un cierre y una repetición a lo idéntico, uno tiene que poner en juego la propia pulsión de vida, para que el otro viva y para uno sostenerse en ese vínculo.

Pregunta: Te quería preguntar qué pasa en las situaciones de vulnerabilidad social.
B.J.: Hay que preguntarse por la condición que tienen los adultos de libidinizar a otro cuando las urgencias son terribles. ¿En qué condiciones está una madre que siente que no puede satisfacer las necesidades básicas de sus hijos para erotizarlo? Muchas logran hacerlo.

Hace un tiempo me pasó que un chico me preguntó si le podía comprar algo para comer en la puerta del Burger King. Le dije que si. Yo le iba a comprar la hamburguesa más grande y el nene me preguntó si podía también tener el juguete. A mi me conmovió, pensé qué suerte que ese nene pueda pedir esto. Los chicos no solo necesitan comer. Esa es una base para que se pueda constituir la pulsión sexual, que insisto, es a partir del plus de la satisfacción de la necesidad. Que ese nene quisiera el juguete me pareció maravilloso. Es un movimiento deseante, no es solo la necesidad sino aquello que nos hace humanos, que es el deseo y no la pura necesidad.

Fíjense lo que se hace en los campos de concentración y en todas las situaciones límite: hambrean a la gente. Si uno quiere dominar a otro, lo lleva a situaciones de hambre, porque allí va perdiendo las cuestiones más básicas que hacen a lo humano. Es cierto que hubo gente en los campos de concentración que pudieron sostenerse, como se lo plantea en “Más allá del límite”. Habían madres que daban su pedazo de jabón, de papel y de comida para alimentar al chico que necesitaba. Pero hay un punto donde alguien queda reducido a la pura necesidad y se animaliza. ¿Hasta donde se puede sostener la sexualidad en una situación de carencia extrema, en donde lo que está en juego es la pura autoconservación?

Lo del nene que pide el juguete es lógico, porque es lo que piden todos los chicos. Que no se quedara sólo en saciar el hambre. Es fundamental que un niño tenga juguetes y pueda desplegar todo eso.

Los niños viven las situaciones sociales tanto o más que los adultos. Aunque no lean los diarios. En la crisis del 2002 apareció en un diario “Los niños están desatentos en las escuelas”. Obvio, los niños iban a estar desatentos en la escuela porque no había cabida en la cabeza de los padres para ellos.

De la misma manera que se habla de bajar la edad de punibilidad, cosa que es un disparate absoluto e implica no entender nada de nada de lo que es un adolescente. 

Si se sanciona algo así es porque en la vida pensaron en el funcionamiento psíquico de un adolescente. En una sociedad que privilegia el consumo por sobre todas las cosas, un pibe que no puede consumir va a forzar límites para poder hacerlo.

Un adolescente no deja de delinquir por las penas que pueda tener. Eso lo hace un adulto. Un adolescente jamás, porque los adolescentes quieren ser héroes. Díganle que lo van a matar si delinque y va a delinquir. Eso es algo mucho más valioso para un adolescente, que pensar que no le va a pasar nada. La lógica de “Hago si no me pasa” puede ser de un chico chiquito y puede ser antes de la constitución del superyó, de la conciencia moral de “si me miran, no lo hago y si no me miran lo hago”, porque no hay nada internalizado. En la adolescencia no es así: el adolescente quiere ser el héroe, su fantasía es de la heroicidad y entonces puede arriesgar la vida. La única posibilidad de detener la delincuencia no es aumentar las penas, sino darle proyectos alternativos. Garantizarles proyectos a futuro y meterlos en situaciones como orquestas, grupos de teatro, murgas, etc.


Pregunta: ¿Qué pasa con los chicos que cuestionan todo en la casa?

B.J.: Estos chicos de los que hablábamos cuestionan todo, no hay norma que les venga bien en el ámbito que sea. Son chicos que suponen que no hay diferencia niño-adulto, en una sociedad donde se han borrado las diferencias. Los adultos no sostenemos la diferencia con la infancia ni con la adolescencia, se confunde todo y criamos chicos que no soportamos.

Se les da una omnipotencia desde bebés, más o menos. Se les pregunta todo desde que nacen, lo cual está bien siempre y cuando sean las cosas que hacen a ellos, pero se les termina preguntando dónde vamos de vacaciones. Se les quiere hacer creer que ellos deciden lo que no deciden. Al darles un lugar indiferenciado con los adultos, se les da poder y todo chico se supone omnipotente. El problema es que los adultos los supongamos así. En el momento en el que se los supone omnipotentes, se les otorga un poder absoluto y absurdo, porque esto al chico lo deja totalmente desprotegido. Finalmente los adultos se violentan, porque siempre tienen más poder que los chicos. Entonces, se habla de que hay mucha violencia contra los chicos, pero los adultos están muy violentos con los chicos, porque justamente porque han primero dado un paso donde los han ubicado en un lugar imposible.

Hay que recuperar la idea del adulto protector, no el adulto autoritario como el de la horda primitiva. La única manera de transmitir normas es cumpliéndolas uno. O sea, los chicos no acatan normas que se les sean dichas. Los chicos aprenden lo que ven, lo que viven y lo que sienten. Si los adultos no respetamos las normas, los chicos difícilmente aprendan a respetarlas. Pero además, los adultos para ser respetados debemos funcionar como protectores, no como iguales ni autoritarios. La diferencia entre el niño y el adulto es que él protege al niño.

También ocurre que los niños están muy asustados, en la casa, en la escuela y en todos lados, porque esa misma omnipotencia que se les ha atribuido los deja indefensos y con un mundo que suponen totalmente hostil. Son chicos que salen al mundo como si fuera a la guerra, todos los días. Van a la escuela como si fuera a la guerra y van ahí a pelearse, porque suponen que los demás los van a atacar y que no hay adulto que los vaya a proteger. Además de lo que pueda pasar entre los chicos, no hay un adulto que ponga orden y proteja. Quedan librados a la anomia total y cuando los adultos dictan normas, lo toman como arbitrario. “Solo me reta a mi”, dicen.

Pregunta: ¿Podrías ampliar lo del armado deseante?
B.J.: En el camino del armado del deseo, no es la pura descarga pulsional, sino que hay una direccionalidad. Se arma el deseo a partir de las vivencias, vivencias en donde lo que se busca encontrar es algo que fue una vivencia de placer. El recorrido es para el reencuentro con una vivencia de placer. En este registro de tanto sobreestímulo y sobreexcitación no puede quedar ligada ni armada la vivencia. Quedan huellas como si fueran marcas sin estar ligadas entre si. Entonces no queda después una búsqueda clara a eso que jamás se va a poder encontrar, pero que es el movimiento mismo deseante. Pero si queda una búsqueda que no se sabe para qué lado va. Por eso digo, quedan en un estado de excitación permanente.

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