La transferencia es un elemento esencial en psicoanálisis, tanto para realizar un diagnóstico como para establecer el terreno donde se desarrollan las intervenciones del analista.
En el caso de las psicosis, la transferencia no está ausente, pero funciona de un modo diferente al de las neurosis. No se estructura alrededor del Sujeto Supuesto Saber, como ocurre en estas últimas, pero sí abre posibilidades de tratamiento desde diversas perspectivas. Comprender las particularidades de la transferencia en las psicosis es clave para orientar la clínica, como vimos en esta entrada.
En las psicosis, el analista debe esforzarse por generar una relación basada en una “Confianza amiga”. Esto implica estar disponible para el paciente cuando lo necesite, actuando como un “Testigo” de su experiencia, según lo planteado por Lacan, y brindando apoyo frente a las dificultades que surgen en su relación con la realidad externa.
El rol del analista en las psicosis debe ser cálido pero manteniendo cierta distancia. Lacan describe este lugar como el de un "secretario del alienado". Esto significa que el analista toma notas, acompaña y colabora con el paciente en la construcción de su propio tejido simbólico. Aunque el analista participa activamente en este proceso, el trabajo principal recae en el paciente, quien reconstruye su realidad con la ayuda de ese apoyo estructurante.
¿Cómo lograrlo?
Así como en la neurosis el saber está supuesto en el analista, en la psicosis la transferencia hay que ganársela.
En mi experiencia -tan solo una- lo mejor en estos casos es presentarse inicialmente como barrado, más precisamente, "no sabiendo, pero con el potencial de saber". Uno puede escuchar las dificultades iniciales del paciente, pero jamás debe perder de vista el lugar de "secretario del alienado". ¿Pero qué podría ser eso?
Tras haber escuchado lo que el paciente trae, utilizo el recurso de la historia clínica para comenzar a construir la transferencia. Le comento al paciente que le conviene tener organizado en su historia clínica todos los aspectos que le puedan ser útiles. Esto es cierto, porque todos sabemos que la historia clínica bien hecha efectivamente sirve bastante a la hora de ayudar en las interconsultas o elaborar informes (laborales, legales, etc). Si el psicólogo es la central de información, puede ahorrarle mucho tiempo y recursos al paciente en reevaluaciones y en evitar recorrer caminos que no han funcionado. Por ejemplo, uno puede recopilar qué medicación funcionó, cuál no, por qué, etc.
No pocas veces me he topado con pacientes caóticos... en lo que en su historia clínica se trataba. Epicrisis de internaciones escuetas, ninguna idea de los medicamentos que tomaban ni para qué, pilas de papeles con estudios de laboratorio, nunca un psicodiagnóstico. Lo que yo hago es construir a partir de ese caos.
De esta manera, comienzo a recopilar, junto al paciente, datos de su medicación, a armar su historia vital, el historial de medicación, si hubo internaciones, otros antecedentes de salud. Le aclaro que la historia clínica es suya y es su derecho tenerla.
Al paciente psicótico, como a cualquier otro paciente, le puede interesar saber su diagnóstico. Como la transferencia aún no está correctamente instalada, le digo al paciente que no lo sé, pero que podemos averiguarlo juntos utilizando técnicas psicodiagnósticas. Les digo que más que llegar a un título, lo que a mi más importa es saber en qué áreas él tiene dificultad, que dos pacientes con el mismo diagnóstico no son iguales. Y esto tiene asidero en algo cierto: el saber de los psicólogos es sobre lo general, no sobre lo singular. Ahí utilizo técnicas como el test de Rorschach o el MMPI-2, que en general confirman aspectos que uno ya había escuchado. La gracia técnica de todo esto correrse del "Yo psicólogo, digo que...", sino "Según el test A, B y C, dicen que...": se arma una terceridad, que es lo que falta en la psicosis.
Más allá de todo lo útil que sea la historia clínica, quería resaltar este otro beneficio latente del que nos podemos valer: el paciente y el analista trabajando juntos en "su caso", casi como si de algo ajeno se tratara. El paciente psicótico se presta muy bien a ser "objeto de estudio", como lo hemos visto hasta el hartazgo en las presentaciones de enfermos que se hacen en hospitales, facultades, etc. En este caso, de lo que se trata es de empezar a trabajar juntos, inicialmente, bajo este enigma de lo que le pasa. Me parece que esto respeta muy bien lo del analista como "testigo", también de "secretario".
Las experiencias que tuve trabajando así siempre fueron muy buenas, porque implicaban activamente al paciente desde el primer momento y colocan al analista en un lugar barrado. Cuando el caso se comienza a dilucidar, la confianza ya está instalada.
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