Podemos definir la nominación como una operación fundante, un acto inaugural que establece un anudamiento y, al hacerlo, sostiene la posición inconsciente del sujeto a través del síntoma. Esta función opera como condición para la asunción de una posición sexuada, dado que, a nivel inconsciente, el sujeto permanece a-sexuado.
¿Qué implica que la posición sexuada se asuma desde el síntoma? En el ser hablante, la sexualidad no es natural, sino que está estructurada y sostenida en el síntoma, es decir, se encuentra sintomatizada. Esto introduce la cuestión de si el síntoma puede ser reducido al ámbito de las formaciones del inconsciente.
Desde su estructura formal, el síntoma como metáfora sigue la lógica significante del proceso primario, lo que lo enmarca dentro del determinismo del inconsciente. Sin embargo, al considerar el núcleo opaco del síntoma —ese goce que no se dirige al Otro—, se muestra como algo que resiste la interpretación y no se inserta plenamente en la transferencia, salvo en casos de intervenciones específicas del analista. En este nivel, el síntoma "se basta a sí mismo" y queda fuera del conjunto de las formaciones clásicas del inconsciente.
Esta distinción nos lleva al interés de Lacan por lo real, particularmente desde sus primeros desarrollos como en "La instancia de la letra…", donde comienza a interrogar cómo el psicoanálisis puede abordar aquello que se resiste al lenguaje y a la simbolización: ese real indócil a la palabra.
En este marco, el síntoma adquiere un rol central, justificando la "consistencia" que puede situarse entre el inconsciente y el síntoma. Esta conexión abre una pregunta crucial: ¿no es esta consistencia la vía de entrada de lo femenino en el inconsciente? Aquí, lo femenino no remite a lo biológico, sino a una lógica distinta que desafía las categorías fálicas del lenguaje, inscribiéndose en ese goce opaco y singular que habita el síntoma.
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