viernes, 4 de abril de 2025

Una topología de la escena trágica

Tempranamente Lacan sostiene que en el fantasma se trata de gozar de desear. En la misma línea, el psicoanálisis evidencia que un sujeto desea de desear, más allá de los objetos que pudieran, eventualmente, quedar allí implicados. “…sólo quien escapa a las apariencias puede llegar a la verdad.” A la verdad del deseo, la que sólo puede mediodecirse a través del significante.

Ese escapar a las apariencias no significa la aspiración a eliminar los velos, aún lo imaginario como cobertura. Sino que es el trabajo de trascender ciertos velos fantasmáticos, las ilusiones del fantasma. Y allí las referencias, no causalmente, son Homero y Tiresias, aquellos ciegos que, en la tragedia, no quedan engalanados y enceguecidos por lo visual. Nótese que se trata de dos tipos de ceguera distintos.

Hay una topología de la escena trágica, la cual queda demostrada por la torsión transferencial. Esta operación del analista demuestra, más que mostrar, lo que está velado por los bastidores de la escena: sucintamente la posición sacrificial que el analizante oferta a la consistencia del Otro: “Propongo que de lo única cosa de la que se puede ser culpable, al menos en la perspectiva analítica, es de haber cedido en su deseo.” Tal el punto de llegada del seminario sobre la ética. Y lo problemático es ese “su”.

Este párrafo introduce la relación entre la culpa y la angustia, las cuales funcionan como brújulas en la praxis. Porque indican un actuar con el deseo, en orden a un bien ligado al Otro. Este actuar es uno que involucra a ese “su” que tanto interroga, porque se trata de algo enigmático en cuanto al deseo en juego, y que se entrama en el destino del sujeto, quiero decir que implica el lugar en el cual se lo espera.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario