miércoles, 25 de octubre de 2017

Insomnes infantiles: Ana no duerme.

(Liliana Donzis)
Insomnes infantiles: ¿Cuáles son las circunstancias por las que un niño no puede conciliar el sueño? ¿Qué nos aporta el psicoanálisis ante este padecimiento en la infancia? Bebés, niños pequeños, latentes, púberes padecen la noche sin poder soñar, ni jugar. Padecen de no dormir.

Freud propuso el sueño como el guardián del dormir, en su seno se producen los enlaces entre representaciones, a las que desfigura, condensa, atrae o desenlaza. En esta última posibilidad deja libre el afecto. Este desenlace tiene por efecto la emergencia del afecto que llamamos angustia. La angustia no duerme.

Lacan sitúa la producción onírica en calidad de realidad psíquica, realitat fantasmática Diferencia el sueño del despertar a lo real. Entre sueño y despertar también sitúa la pesadilla y su correlato de angustia.


Entre la vigilia y el despertar lo real esta bordeado por duendes y ogros. El insomnio es llanto, en ocasiones es grito que convoca y provoca una señal de alarma tanto al niño como a quienes lo rodean. En otras, el no dormir es el intento, incómodo, de continuar jugando hasta desfallecer, modo en que el corte y la escansión temporal no llegan.

Continuidad sin discontinuidad, ¿no es acaso uno de los modos en el que se manifiesta la compulsión a la repetición comprometiendo los trayectos pulsionales? Como corolario de la misma surgen excitaciones motrices o psicológicas que impiden el dormir.


El juego compulsivo ensombrece el instante del dormir y preanuncia la llegada del insomnio o la dificultad del dormir, constituyendo una zona malestar.

Es importante distinguir la dificultad de conciliar el sueño con el insomnio pertinaz. Generalmente se entienden estas dificultades como una cuestión relativa al aprendizaje de pautas y hábitos. La pediatría diagnostica la dificultad de dormir a partir de los 6 u 8 meses de vida. La ausencia de sueño se puede confundir con la imposibilidad de establecer el dormir en los horarios adecuados y previstos, esta distinción de importancia para el psicoanálisis, nos invita a diferenciar variantes en el no dormir de cada niño, en cada familia, y aun en las distintas culturas. Advertimos fácilmente que hay un margen entre el insomnio, el no dormir, el no soñar, el apego excesivo,' el cuerpo a cuerpo, y otros modos del padecimiento que surgen, inexorablemente, entre el niño y sus padres.

El sueño sólo puede imponer su propósito de proteger el dormir de manera muy incompleta o debe resignarlo del todo, es así que el insomnio puede surgir por efecto de lo traumático que parece contarse entre los principales impedimentos de la función del sueño. En tales circunstancias acontece que el sujeto se vuelva insomne, renuncia involuntariamente a dormir y surge la angustia frente a los fracasos de la función onírica. Estas variantes de raigambre subjetiva se alejan de los factores puramente neurobiológicos a los que, lamentablemente, se inclina cada vez más la pediatría.

Por el contrario si se trata de una adquisición en la que intervienen los hábitos, y si de niños se trata, los hábitos, usos y costumbres son propios y ajenos. Se producen entre el niño y su entorno.

Entre la vigilia y el dormir hay un margen, una zona en la que declina la luz, en la que se deshacen la voz y los sonidos de los otros significativos. En ese margen se albergan las condiciones del insomnio singulares de cada niño.

El sueño adviene entre el niño y el otro. Mí como también la no aparición del dormir adviene entre el niño y el otro. Entre el infans y sus padres.

La palabra, el gesto, los cuidados, la intermitencia de la luz se anudan con la voz, el contacto corporal y asimismo la angustia de los parientes próximos que acompañan al niño. A pesar de tener la apariencia de un acto solitario, el dormir es un acto en el que están impresos el significante y la pulsión. Dicho de otro modo, para el niño en sus diversos momentos etarios, la demanda del Otro imprime un mapa que alojado en el cuerpo concierne a la pulsión.

Freud sitúa la pulsión como un límite entre lo psíquico y lo somático.

Inconsciente y pulsión se articulan en la producción onírica revelando y ocluyendo al mismo tiempo muerte y sexo. En "Inhibición, síntoma y angustia" Freud hace referencia a una paciente insomne, él interpreta este síntoma a partir de su raíz sexual y no duda en caracterizarlo como un síntoma histérico. Es muy difícil afirmar que el insomnio en la infancia sea un síntoma histérico aunque no esté lejos del goce, particularmente el goce incestuoso.

"Ana no duerme" porque quiere jugar, en la letra de L.A. Spinetta inolvidablemente interpretada por el grupo musical Almendra, el juego tiene la función de un sustituto del sueño, el juego permite esperar el día. Pero también puede extender esta propuesta a la función del juego como espacio transicional, entre el niño y la madre. El osito, el peluche, es el objeto que pone distancia entre madre e hijo permitiendo que se produzca el dormir. El sueño y el juego se nutren en la pulsión, toman la imagen que se enhebra al objeto y al significante así como separa la alienación entre los cuerpos y el goce del Otro. Dormir es jugar entre sueños con hadas y luego despertar en el mar. Pero si lo real emerge, el despertar angustioso se presentifica. "... Ya sea como falta o como exceso, esto connotado en el sueño nunca es explícito, es enigmático".

La pesadilla y lo ominoso atentan contra el surgimiento del dormir, no es posible vivir en vigilia permanente, y aun así en el extremo es el goce del Otro que se infiltra y acomete.

E no duerme, ni deja dormir a sus padres. Tiene pavores nocturnos, pesadillas, duerme pegado literalmente al cuerpo de su mama. Se despierta entre gritos desde su más temprana infancia. La madre duerme con él o lo lleva al lecho matrimonial intentando amortiguar la desesperación del hijo. Dormir cuerpo a cuerpo no le mitiga a E ese sufrimiento sino por el contrario lo hace extender en el tiempo. E tiene seis años, cuando lo conozco, el relata en la primera entrevista "quiero que me ayudes, tengo pesadillas, sueño con serpientes que me atacan. Me pican, no me las puedo sacar de encima y me matan..."

El cuerpo de la madre junto al suyo no lo adormece sino que por el contrario lo excita y hace reptar a la serpiente. Cabeza de medusa, sueño medusante que Freud caracteriza como la multiplicación del falo. Es lo siniestro.

En la sesión de seminario del 6 de marzo de 1963 Lacan nos dice: "Solo la noción de real, en la opaca función de la que saben que parto para oponerle al significante, nos permite orientamos y decir ya que ese algo, ante lo cual la angustia opera como señal es para el hombre algo necesario y es también espera de algo."

Lacan agrega: es la espera del corte propiciatorio que en este niño no llega, es el padre quien falta a la cita, es la madre que continua cuerpo a cuerpo con el niño. Noche y día.

Es notable que haya algo que está a la espera y que en ocasiones asedie mediante el afecto de angustia con una presencia que no deja pasar la ausencia y la falta. La letra que perfora el torrente del sueño se prende haciendo peripecias entre los significantes para abordar al sujeto en cada noche y en cada despertar. Por el contrario cuando E no duerme no hay canción de cuna ni angelitos que velen su soñar, no hay letra que juegue con otras letras. El goce del cuerpo del otro es irrevocable.

La computadora, la TV pueden adormecer o por el contrario pueden impedir el corte y la discontinuidad. Permanecer en el teclado mirando los héroes que no paran de matar, golpear, hacer midos también conlleva el encendido de la pulsión.

Cuando un niño no duerme no hay luces ni hadas, puedo agregar no hay juego entre las dimensiones del lenguaje, entre los simbólico, lo imaginario y lo real.

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