I.
Enunciación y enunciado son un par de términos opuestos, con los que Lacan retoma, en el nivel del discurso, la distinción entre inconciente y conciente, renovando así la teoría del sujeto.
Enunciación y enunciado son un par de términos opuestos, con los que Lacan retoma, en el nivel del discurso, la distinción entre inconciente y conciente, renovando así la teoría del sujeto.
El psicoanálisis no va a buscar en otro lado que no sea en la palabra misma del «analizante» los índices de un deseo que busca decirse y que se trasparenta a través del discurso efectivo. Esto supone una distinción entre dos niveles del discurso: el que tiene ante todo un valor informativo, el nivel del enunciado, y el que revela, más allá de los enunciados, la presencia de un sujeto, que llamaremos sujeto de la enunciación.
La distinción entre enunciado y enunciación ha sido parcialmente elaborada por los lingüistas, aun cuando no esté en el centro de sus preocupaciones. Toda producción lingüística, en efecto, puede ser considerada o como «una secuencia de frases identificadas sin referencia a tal o cual aparición particular de esas frases» o como «un acto en el curso del cual esas frases se actualizan por el hecho de ser asumidas por un locutor particular, en circunstancias temporales y espaciales precisas». Los lingüistas se han empeñado siempre en destacar, dentro del código de la lengua, aquellos elementos «cuyo sentido depende de factores que varían de una enunciación a otra», como por ejemplo yo, tú, aquí, ahora, etc.
Cuando J. Lacan retoma esta cuestión, lo hace ante todo a través de la experiencia analítica y de la manera en que esta nos lleva a distinguir diferentes tipos de discurso. Se podría, por ejemplo, oponer el nivel de la demanda, en tanto esta traduciría una necesidad y tendería así a presentarse en forma monolítica, inagotable («¡pan!»), y otro nivel, que aparecería claramente en la interpretación del sueño. Este segundo nivel, el de la enunciación, se evidencia en la posibilidad de fragmentar el enunciado, y de interrogar, a través de las asociaciones que le llegan al soñante respecto de cada uno de los fragmentos, el deseo que busca hacerse oír. Ambos niveles corresponden, en Lacan, a los dos «pisos» del «grafo» (véase materna).
Observemos, por otra parte, que también en el «piso superior » podemos concebir que hay una demanda, aquella por la cual el sujeto se interroga sobre su ser, pero es una demanda tal que el sujeto que la articula «no sabe con qué habla», y es necesario «revelarle los elementos propiamente significantes de su discurso».
EL SUJETO DE LA ENUNCIACIÓN. Como se ve, a través de este problema de la enunciación se plantea aquí directamente toda la cuestión del sujeto. ¿Se confunde el sujeto de la enunciación con el «yo», el término que designa, en el nivel del enunciado, al que habla actualmente? De hecho, en el sentido de los lingüistas, este «yo» sólo es un «embragador», un «Shifter». Designa al sujeto de la enunciación, pero no lo significa. En contrapartida, Lacan va a encontrar un ejemplo de algo que ilustra mejor lo que ocurre con el sujeto en lo que Damourette y Pichon (Des mots a la pensée) llaman el discor dancial. En una frase como
«je crains qu'il nel vienne»
[temo que [no] venga]
El no [ne], cuya presencia no es fácilmente explicable, es interpretado por estos gramáticos como el índice de una discordancia entre lo que dice la proposición principal y lo que dice la subordinada. El sujeto desea que no venga aquel de quien habla, pero le parece sin embargo probable que vaya a venir. Aquí podemos simplemente, con Lacan, ir un poco más lejos y señalar que la «discordancia» o, mejor aún, la ambivalencia, es la del deseo mismo (J. Lacan, «La dirección de la cura», en Escritos, 1966). Como se sabe, el sujeto, entendido ahora como sujeto del inconciente, puede desear a la vez dos cosas contradictorias: que el otro venga y que no venga.
Para el psicoanálisis, en ninguna parte se dice mejor el sujeto que en estos elementos aparentemente poco esenciales de la cadena significante, en lo que viene a romper el hilo del enunciado, entendido como comunicación de una información. Bien puede manifestarse, entonces, en una «elisión de significante». Lacan se refiere aquí a un sueño relatado por Freud. El soñante había soñado simplemente que su padre, muerto en la realidad después de una larga enfermedad, volvía a encontrarse con él. En su sueño, su padre había muerto pero no lo sabía. Ese sueño, dice Freud, sólo se comprende si se agrega, después de «SU padre había muerto», de acuerdo con su deseo, que corresponde al deseo que había tenido el soñante de ver abreviados los sufrimientos de su padre; palabras que deben permanecer elididas, porque se asocian con un deseo infantil edípico, un deseo de muerte respecto del padre.
Fuente: Rolando Chemama, "Diccionario del psicoanálisis"
II.
En la teoría lingüística europea, se traza una distinción importante entre la enunciación y el enunciado (en francés, enoncè). Esta distinción tiene que ver con dos modos de considerar la producción lingüística. Cuando la producción lingüística es analizada en términos de unidades gramaticales abstractas (como las oraciones), independientes de las circunstancias específicas de su ocurrencia, se denomina enunciado. Por otra parte, cuando la producción lingüística es analizada como un acto individual ejecutado por un hablante particular en un tiempo/espacio específicos, y en una situación específica, se denomina enunciación.
Mucho antes de emplear estos términos, Lacan ya había trazado una distinción similar. Por ejemplo, en 1936 subraya que el acto de hablar tiene un sentido en sí mismo, incluso cuando las palabras pronunciadas sean "sin sentido". Antes de cualquier función de "transmisión de un mensaje", la palabra es un llamado al otro. Esta consideración del acto de hablar en sí, con independencia del contenido de lo que se dice, anticipa la atención que Lacan prestará a la dimensión de la enunciación.
Cuando Lacan comienza a emplear esta última palabra, en 1946, lo hace en primer lugar para describir las características extrañas del lenguaje psicótico, con su "duplicidad de enunciación". Más tarde, en la década de 1950, emplea el término para situar el sujeto del inconsciente. En el grafo del deseo, la cadena inferior es el enunciado, que es la palabra en su dimensión consciente, mientras que la cadena superior es "la enunciación inconsciente". Al designar la enunciación como inconsciente, Lacan afirma que la fuente de la palabra no es el yo, ni la conciencia, sino el inconsciente; el lenguaje proviene del Otro, y la idea de que "yo" soy amo de mi discurso es sólo una ilusión. La misma palabra "yo" (je) es ambigua; como SHIFTER, es un significante que actúa como sujeto del enunciado, y también un índice que designa, pero no significa, al sujeto de la enunciación. De modo que el sujeto está escindido entre estos dos niveles, dividido en el acto mismo de articular el "yo" que presenta la ilusión de unidad.
Fuente: Dylan Evans, "Diccionario introductorio de psicoanálisis"
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