Apuntes de la conferencia dictada por Isidoro Vegh el 4/4/2017
Siendo la charla inaugural de este ciclo, se me ocurrió que podría serles de utilidad es ver qué sostiene a esa clínica con eje en la angustia: su lógica. Si Freud pudo atender a Catalina en las escalinatas de una montaña, o acompañarlo al gran músico y compositor Mahler por los bosques en los alrededores de Viena, o pudo dar un ejemplo en lo que califiqué como una buena sesión en el relato con el joven con el que viajaba en el ferrocarril, en lo que se conoce como el relato de aliquis, el segundo ejemplo de Psicopatología de la vida cotidiana; en todos esos casos si Freud pudo situarse como analista, es porque tenía bien articulada la lógica. Es decir, que si uno puede situar el mejor modo, la lógica que sostiene la clínica del psicoanálisis, tiene más libertad. Muchas veces se utiliza la teoría como corset. No es eso lo que propongo, sino transitar la lógica que sostiene la clínica para no quedar atados como un corset, sino para que puedan moverse con libertad.
Les propongo pensar esta charla como "Freud después de Lacan". Tal vez a muchos de ustedes les haya pasado lo que a mi me pasó, que después de haber leído un texto de Lacan, uno vuelve a leer un texto de Freud que ya tenía leído y subrayado y se pregunta qué había leído antes. Parece un texto nuevo. Y no sólo nuevo, sino que a uno le parece que Freud era un genio. Como dijo Lacan un día, "a mi me acusan de loco, pero el verdadero delirante -en el sentido positivo del término- fue Freud". Entonces voy a hablar desde esa perspectiva, de lo que sería una práctica recursiva: Freud después de Lacan.
A grandes trazos, en Freud se suele hablar de 2 teorías de la angustia. La primera, que demuestra que Freud desde el inicio no solo era un teórico, sino alguien que estaba ligado intensamente a una práctica clínica. Freud trabaja el tema de la angustia ya desde 1895, 5 años antes de ubicar lo que sería la ruptura epistemológica con la que podemos decir que nace el psicoanálisis, que es La interpretación de los sueños. Freud intenta distinguir la neurosis de angustia de otros cuadros que él llama neuropsicosis. Es decir, que el tema de la angustia lo toma muy precozmente. En ese trabajo, él plantea que alguna de las llamadas neurosis de angustia se pueden situar como un capítulo de lo que serían las neurosis actuales. Y se llaman actuales porque la causalidad no remite a una representación reprimida sucedida en otro tiempo, sino a causas actuales. Por ejemplo, si en una pareja el caballero sufre de eyaculación precoz, puede ser que si el caballero atiende a la dama por otros medios, ella no sufra de angustia, pero él sí. Él sí, porque la energía sexual, que Freud llamaba libido, no tendría la descarga adecuada. Esa ausencia de descarga adecuada, se transforma en angustia. Ese sería un ejemplo de neurosis de angustia como capítulo de neurosis actuales. Pero también puede suceder en las neurosis comunes. Si la represión de los deseos y las pulsiones sexuales funciona de modo tal que inhibe la realización adecuada del acto sexual, también se puede convertir en angustia. Es decir, en la primera teoría de la angustia de Freud, la represión lleva a la angustia.
En un texto muy posterior, del año 1926, un clásico también, Inhibición, síntoma y angustia, allí ya se trata de otro tema. Precisamente, el que va a retomar Lacan. Freud va a distinguir entre lo que sería la angustia automática o angustia de muerte, pero lo que nos va a interesar a nosotros hoy es la angustia señal. Una angustia que por el mismo hecho de llamarse señal, nos introduce una pregunta: ¿Señal de que? Esta angustia señal se caracteriza por tener una secuencia distinta de lo que es la represión. Es una angustia que cuando el sujeto la advierte, lo hace cambiar de dirección, de rumbo. Supongamos que se trate de una agorafobia, una fobia a salir al exterior. ¿Qué nos dice nuestro maestro Freud? El acercamiento al límite entre el interior y el exterior podría proponerle al sujeto que sufre esa fobia algo que sería una tentación sexual que sus ideales, sus valores o sus mandatos superyoicos se lo prohíben. La angustia es señal de ese peligro y entonces se instaura la represión y su efecto puede ser el síntoma. El movimiento es el contrario del anterior. En la neurosis de angustia, como Freud la plantea en en 1895, la represión causa angustia. En el año 1926, Inhibición, síntoma y angustia, la angustia señal hace que se instaure la represión. Esto es un antecedente de lo que Lacan encontró en la obra de Freud.
A veces me he encontrado con periodistas que me han preguntado si Lacan era famoso por una cuestión de moda o si introdujo algo. Introdujo algo importante: vamos a ver qué es lo que lacan nos propone respecto de la angustia y nos va a enseñar también cómo situarse con el padre, en este caso con su padre simbólico que era Freud. El neurótico, en general, tiene problemas para situarse con el padre: se somete, lo niega, lo pelea. El problema es cuando hacen teoría psicoanalítica, porque lo hacen desde su neurosis.
Lacan dedicó un seminario de un año a hablar de la angustia. Él mismo comenta que algunos le cuestionaron dedicarle un año a ese tema. Ya estaban bajo los efectos del post freudismo. Uno a veces escucha, incluso entre los analistas, que dicen que no hay que ver las cosas del pasado y en su lugar ver para adelante. Bueno, hoy a la noche cuando se acuesten, ustedes decidan que sus sueños serán para adelante: que no aparezca mamá, papá ni la abuelita. Ustedes se lo proponen... ¿Se dan cuenta de que es un absurdo? Lacan le dedica un año al tema de la angustia porque se da cuenta que para su maestro Freud era un tema esencial. Lo primero que nos dice es que si uno quiere buscar una respuesta en la tradición existencialista, lo que encuentra se acerca pero no llega: menciona a Sartre, a Heidegger, el cuidado, el darse cuenta de nuestra condición de das-dein, de ser arrojado al mundo, nuestro destino para la muerte. Para nosotros los psicoanalistas, dice Lacan, eso no es suficiente. Es más, ni siquiera está bien enfocado el tema. Entonces comienza con el ABC:
A) La angustia es un afecto.
No es un significante, no es una ilusión. Es un afecto. Y yo voy a hacer una distinción que no es de Lacan; me pertenece: es un afecto, no un sentimiento. Un afecto afecta a lo real. Pongamos un ejemplo de la vida cotidiana: si alguien pierde un amante, probablemente se deprima. Si es una relación que les importa, quizá por un tiempito no le sale fácil una carcajada o no tenía ganas de ir al boliche. Algunos tienen problemas para encontrarse con el apetito. Es decir, afecta a lo real. La dama por ahí no tiene ganas de maquillarse, los caballeros quizá por unos días no tenían ganas de darse la ducha cotidiana o de afeitarse. El sentimiento, en cambio, es la dimensión imaginaria del afecto. Si está enganchado al afecto, tiene un valor. Pero el sentimiento puede no estar enganchado al afecto. Es como si ustedes fueran al programa de Mirtha Legrand y ella te dice ¡Cuánto me gustás!, ¡Qué alegría verte! Y dentro de media hora no sabe ni cuál es tu nombre. Es la dimensión imaginaria del afecto. O en un drama por televisión, podemos llorar pero al ratito hacemos zapping y nos reponemos. Entonces, la angustia no es un sentimiento, sino un afecto. Por eso Lacan dice que la angustia no engaña. Si el analizante nos cuenta que hay angustia, ahí nos detenemos, porque ahí hay algo. En principio, un límite.
B) la angustia es un efecto.
La angustia es un efecto de un software, de un programa que nos habita. Freud le puso nombre y lacan lo retoma: angustia de castración. ¿Qué quiere decir angustia de castración? Nosotros hablamos de castración como de la lluvia, nos entra por una oreja y nos sale por la otra. Pero no es así, porque ustedes saben que en las 4 paredes de un consultorio, salta la verdad. ¿Ustedes saben que muchísimos jóvenes toman viagra antes de ir a encontrarse con una chica? No tienen problemas de artereoesclerosis ni disminución de testosterona. Lo que tienen es angustia de castración. Es decir que esa castración no es una palabrita, produce efectos. Nadie lo cuenta, todos caminamos por la calle, especialmente los varones, con cara de macho latino. Pero donde se canta la verdad, que es en la cama o en el diván, las cosas saltan.
Para Freud, la castración era una amenaza. Si el nene malo se quiere acostar con la mamá, papá le dice que le va a cortar el pito. Narcisismo fálico, el chiquito hace una evaluación, consulta con un economista de confianza y dice "costo-beneficio: para acostarme con esta vieja arrugada, mejor cuido el pito y como me dijeron, el día de mañana tendré otras". Negocio redondo, resolución del Edipo, la castración culmina el Edipo. Esto es Freud. Su consecuencia moral es "deje de pelearse con su jefe en el trabajo y va a ver cómo se le va la angustia". Son psicoanálisis adaptativos, ¿se dan cuenta? En cambio, un psicoanalista que se ubique en la lógica que vamos a desarrollar, le diría al analizante: ¿Quiere que se le vaya la angustia? Decídase, ¡Asesine a su jefe! Eso sí, hay que aclarar que hay que asesinarlo simbólicamente. ¿Qué quiere decir asesinarlo simbólicamente? Vamos a verlos en unos pocos esquemas que muestran que algunas pocas veces, Lacan tuvo piedad de nosotros.
Este gráfico está en el seminario de la angustia. Hay una línea vertical que divide 2 columnas. Se trata de un esquema, que como todos los esquemas sirve como apoyo para el pensamiento. No es que acá vamos a encontrar loa fórmula de Juan Perez o Marta Gonzalez. Se trata de un esquema que muestra cómo sería la estructuración de un sujeto:
Piso de arriba: Para nosotros psicoanalistas, la historia comienza en un lugar específico: el bebé aparece en el mundo si hay un otro que lo desee. Sabemos que desgraciadamente no siempre es así y sabemos que eso tiene consecuencias serias. Pero partamos de cuando eso sí sucede. La A es la inicial de Autre en francés. En el inicio, tiene que haber un Otro que deseé un hijo. Escribimos la S, que es casi el único lugar donde lacan pone una S mayúscula para lo que voy a decir ahora, si no la usa para escribir "significante". Acá la usa para indicar que se trata de un sujeto mítico, un sujeto por venir. El concepto de sujeto no existe en Freud, es un concepto lacaniano. Sujeto viene en lugar de individuo, en lugar de persona. Sujeto quiere decir que está habitado por el lenguaje y que puede hacer ejercicio de la palabra. Cuando el bebé nace, tiene las condiciones neurológicas para adquirir el lenguaje, pero no lo tiene. Por eso es un sujeto por venir. En términos freudianos, un bebé es el falo imaginario. Se trata de un primer tiempo: madre fálica, el niño en el lugar de falo como objeto de ella, lo cual es necesario, como decimos a veces en broma, que a los 30 o 40 años hay que salir de ahí. Uno no puede quedarse siempre en ese lugar.
Piso del medio: Si todo sale bien y un terceridad interviene entre la madre y el niño, que se llama padre. Entonces pasan 2 fenómenos. Estas flechitas las pongo yo, no Lacan. El Otro, que es la madre, va a ser introyectado por el bebé pero barrado, Ⱥ. Por favor, no digan tachado. Barrado se relaciona con la barra de la castración. Quiere decir que el Otro tiene que aceptar, si funciona la metáfora paterna, que no puede reincorporar a su hijo. Tiene que soportar una falta. Pasa a ser un Otro incompleto, eso es lo que quiere decir Otro barrado. En la medida que Ⱥ se incorpora, dice lacan, esto es el inconsciente. El inconsciente es un conjunto de significantes donde al menos falta uno. Y el sujeto pasa a ser un sujeto barrado. Va a incorporar los primeros fonemas, se va a constituir entre un significante y otro y va a estar dividido entre consciente e inconsciente, entre lo que dice y lo que sabe, pero va a tener que pagar un precio.
Piso de abajo: El precio que paga, lo dice nuestra música popular, el tango: La vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser. En psicoanálisis, diríamos que es la vergüenza de haber sido el falo de mamá y el dolor de ya no ser ese falo. Por eso Lacan llama al sujeto manque à être. Falta en ser, dejar de ser un objeto del Otro. Por supuesto que el sujeto ganará en libertad, porque a partir de ese momento, podrá ser un sujeto de deseo. Y ese sujeto de deseo se va a constituir con un premio consuelo que es esto que Lacan escribe con la letra a minúscula. Del objeto a, Lacan dijo que fue su único invento. Si entre $ y a le ponemos ◊ (losange), tenemos la fórmula del fantasma $ ◊ a.
Fíjense cómo del primer movimiento, donde el bebé era el falo del Otro, un objeto al servicio del deseo o del goce del Otro, si acepta dejar de ocupar ese lugar y esa pérdida del ser, gana como sujeto del deseo. Lo decimos, por ejemplo, con el objeto oral: si se pierde el pecho en el destete, se abre lugar al apetito. Para que haya apetito, tiene que haber una operación de pérdida. Por eso Lacan, que le gustaba mucho ironizar, un día dijo “Pobres los ricos”, porque como están llenos de objetos, les falta la falta, lo que constituye nuestra esencia como sujetos deseantes.
El problema es el siguiente: ¿Cómo viene al consultorio alguien que viene a demandar análisis, en el campo de la neurosis? Viene con su inconsciente constituido, pero ocurre que el ser humano no soporta muy bien esa falta. Étienne de La Boétie, un pensador, escribió un libro que no publicó en vida porque lo hubieran liquidado, acerca de la servidumbre voluntaria. Él formula esta pregunta: ¿Cómo puede ser que haya tiranos? Y dice que solo hay tiranos en la medida que hay otros dispuestos a soportarlos. ¿Y cuál es el beneficio de soportar a un tirano? El tirano promete, con su dedo sabio, que él sabe a dónde hay que ir. Y la historia de la humanidad nos muestra situaciones increíbles. ¿Cómo puede ser que el 95% de los alemanes, el pueblo más culto de Europa, a un delirante paranoico como Hitler? ¿Cómo pudo el pueblo italiano con toda su historia, su relación con la estética, seguir durante décadas a Mussolini? Y con la realidad argentina mejor ni me meto. Entonces, el neurótico vuelve a retroceder y se ofrece como objeto para sostener al Otro:
Y nos postergamos como sujeto del deseo ($). Un ejemplo clásico: un analizante se recibe de arquitecta. Venía hablando de su sueño de irse a Europa a ver todas las construcciones romanas, góticas, neoclásicas… Para ella, un viaje soñado. ¿Pero qué le pasa? Viene a la sesión angustiada: “¿Pero cómo me voy a ir? Pobre mamá, ¿Cómo la voy a dejar?” Se está ofreciendo en el lugar de objeto para sostener al Otro, con el riesgo de postergar su deseo. En este caso hay angustia, pero no siempre ocurre eso. Si el sujeto no se da cuenta no se da cuenta que está en este lugar, puede seguir preso durante años. Es función nuestra y del análisis ayudarlo a que descubra dónde está retenido, donde está preso. Ejemplo simple: “Vivo con una mujer que me maltrata todos los días, pero no la puedo dejar”. Rápidamente surge en análisis que del mismo modo lo maltrataba su padre en la infancia. Es decir, sigue queriendo estar en ese lugar de sufrimiento, pero que para él es un lugar de protección. Solo se va a convertir en angustia (angst, en alemán), en angustia señal, cuando algo se le convierta en anuncio. Un anuncio que le diga dónde está encerrado.
Supongamos que somos espectadores de lo que sucede en una cárcel, como en el texto del tiempo lógico de Lacan. Supongamos que hay 10 presos que están en cadena perpetua y bueno, el ser humano es capaz de acostumbrarse a cualquier cosa. Ocurre su vida cotidiana en ese espacio, pero de pronto viene el Director de la cárcel y les dice “La semana que viene, 2 de ustedes van a salir en libertad”. Podemos aportar que a partir de ahí, empieza la angustia. Sören Kierkegaard, en su libro “El concepto de la angustia”, lo dice así: la angustia surge cuando la libertad se anuncia, pero nada la asegura.
Como se trata de una lógica para el sustento de una clínica ligada a la angustia, el camino más corto para mostrarlo en un cuadro clínico esto que acabo de señalar, que resume la diferencia entre Freud y Lacan. Para Freud, la castración era una amenaza y era la castración del órgano. En el esquema que vimos antes, la castración es la castración del Otro, y en lugar de ser una amenaza, es una oportunidad. La angustia señal, si el analista sabe acompañarla, es la oportunidad de acompañar a nuestros analizantes a un efecto de liberación. Liberarse de ese lugar de sujeción al Otro para poder instaurarse como sujeto del deseo. ¿Se advierte la diferencia de lo que es una vida transitada de un modo o del otro?
El caso Juanito, es el más clásico de todos. Juanito es presentado como un clásico historial de fobia, pero como toda fobia, lo que antecede es la angustia. Una crisis de angustia. Una mala lectura del caso como la de los postfreudianos diría que la angustia de Juanito es porque nació su hermanita. Pero la angustia surge un año y pico después de que surge la hermanita. Empieza en el mismo tiempo que Juanito comienza a toquetearse el pene, a sentir la cosquillita en el órgano sexual. El relato comienza con las anotaciones de un padre que era un admirador de Freud, como una contribución a la investigación, pero en realidad era el marido de una histérica que se había analizado con Freud y muy lejos no había llegado. Porque cuando Juanito le pregunta a la madre si también tiene una cosita de hacer pipí, ella le dice que tiene. Y cuando Juanito insististe con el wiwimacher, entonces la madre le dice “qué porquería”. ¿Por qué qué porquería? O sea que el padre de Juanito vuelve al analista a decir que le arregle a su mujer y las consecuencias: un hijo con fobia que no puede salir a la calle por miedo a los caballos. Esa fobia se le instaura después que él tiene un sueño donde él está solo, sin que la madre lo acaricie, lo cual hace que muchos analistas se confundan y crean que la angustia surja ante el hecho de quedarse solo. No, es exactamente al revés. Ese sueño, como formación del inconsciente, le está diciendo que él podría estar por el mundo sin estar todo el tiempo pegado a la mamá. Y no le surge en cualquier momento, sino cuando su pitito, mediante la excitación, le anuncia que en vez de ser él todo un objeto goce de la madre, podría tener su propio objeto de goce. Es lo que representa lo que Winnicott descubrió de un modo genial como el objeto transicional. ¿Qué es esa mantita, o esa muñeca rota que la nena no quiere cambiar por otra mejor? ¿Qué son esos objetos que el Otro no le gustan? Son sustracciones de goce al Otro. Por primera vez, el chiquito o la chiquita pueden decir “Yo tengo mi propio objeto de goce”. Así surge la angustia, y se trata de un padre teórico que no interviene. Como dice Lacan, “Zeus sin el trueno, no es Zeus”. Un gran poeta, Vinícius de Moraes, lo decía de este modo: quien no escuchó roncar a su madre, no sabe lo que es tener padre.
¿Qué le decía el papá de Juanito a Juanito? “Juanito, ¡no te tires en la cama donde está tu mama, porque eso no está bien, lo dice el Profesor Freud!”, y Juanito que era muy pillo le decía “Te propongo un negocio: vos te vas con tu mamá, yo me quedo con la mía”. ¿Así se interviene? Este es el papá de Juanito, un papá al que Juanito ya no sabía cómo hacerlo reaccionar. Dice Lacan que cuando Juanito le pega en la barriga al padre, es para ver si reacciona. No estoy diciendo que hay que maltratar a un chico, de ningún modo, sino que hay veces que es necesario poner límites. Si uno quiere ser padre o madre, no puede quedar anclado en el fantasma de querer que todos te amen. Tenés que aceptar que también te odien. Hay analista que quieren que los amen. Entonces después vienen a controlar y cuentan que el paciente le debe tanto dinero, otro le debe otro tante. Creen que si no cobran van a ser amados. Están equivocados, porque en un tiempo van a cosechar el odio del fracaso del tratamiento y además se van a quedar sin el dinero.
Hay 2 frases de lacan que definen bien la estructura de la angustia. Freud dijo, para diferenciar angustia de miedo, que en el miedo hay un objeto. Uno puede tener miedo a que caiga una bomba, como dijo en el caso de Melanie Klein. Pero en la angustia no hay objeto, dice Freud, aunque algo hay.
Lacan dice que la angustia surge ante el deseo del Otro. Para que surja ante el deseo del Otro, primero hay que cortar el goce con el Otro, sino no surge. Ese es el tiempo del anuncio. Es decir, el preso descubre que está en ese lugar porque lo comanda el deseo del Otro.
La segunda frase de Lacan es, a contrario de la Freud que dice que la angustia es sin objeto, Lacan dirá que la angustia es con objeto. ¿Y cómo lo entendemos? La angustia surge cuando el sujeto se da cuenta de que él está como objeto, a merced del deseo del Otro. Ahí se juntan esas 2 frases. ¿Qué hace un analista que acepta esta lógica que estoy exponiendo en un paciente que llega a ese tiempo de angustia señal? No hace el encuadre kleiniano rígido, no comparto. Si es posible, sin medicación.
- Si la angustia es desorbitante, como diría mi maestro Pichón Riviere, le daremos una medicación. El mínimo y necesario para que pueda seguir hablando.
- Pero si es posible y sin medicación, entonces le hablaremos por teléfono, le daremos 2 sesiones en un día, le damos una sesión al día siguiente. Porque de lo que se trata es ayudarlo a que pase. La angustia es señal de que se está frente a un umbral.
- Tenemos que enseñar a nuestros analizantes a que no desesperen, a decirles incluso que no es malo que tenga esto, que no se desespere, que juntos lo vamos a transitar. Es muy importante que el analista no retroceda.
En Juanito, la angustia hace que Juanito no siga el modelo del padre, sometido a una mujer. Eso sería asesinarlo simbólicamente.
Pregunta: ¿Cuál es la diferencia entre Freud y Lacan?
I.V.: Cuando yo mencioné lo de la angustia señal, tanto Freud y Lacan hablan de angustia de castración. Coinciden en eso. Freud explicita la cuestión de la castración en función del órgano y con Lacan pensamos que está mucho mejor expuesta cuando habla de la castración del Otro. Pero tengamos presente de que fue Freud que estableció las equivalencias simbólicas niño = falo. Es decir que Freud entendió que salir de ese lugar de falo imaginario del Otro es un equivalente de la castración. Es decir que Freud no es unívoco en ese aspecto. Lo que pasa es que si nos quedamos solo con la castración del órgano, que sería la castración en el tener, nos perdemos algo que nos dice la clínica, que es entender mejor esa castración del Otro, que además tiene un valor ético.
Un valor ético que en la clínica, es decir, que para no hacer análisis melancolizantes tenemos que aprender a distinguir cuándo se trata de la intervención equivocada del Otro real y cuándo se trata de la respuesta equivocada del fantasma del sujeto. Sino, lo que haremos siempre es culpabilizar al sujeto. Si un paciente nos dice que la madre siempre le dijo que quería abortar y que nunca naciera, siempre le dijo que todo lo que hacía estaba mal, el paciente responde a eso de una manera comprensible: desconfía de todos. Una intervención equivocada sería decirle que lo que una escucha es que él desconfía de todos y que así no se puede vivir. Otra intervención sería decirle que con una madre que le dice eso, ¿Cómo usted no va a ser desconfiado? ¡Qué problema que tenemos! ¿Cómo haremos para que usted tenga confianza nuevamente? Es diferente. El analista distingue qué es lo que está relacionado al Otro real y qué es lo que corresponde a la posición equivocada del sujeto. Es decir, plantear la castración del Otro es entender que en el origen no está el gen. No se nace siendo un chico con desatención. Un chico con desatención, la mayoría de las veces, es un chico que está sobrecargado de conflictos en su casa. Los que trabajan en los colegios lo deben saber. Cuando se quiere resolverlos con la ritalina o apelan a una cuestión de genes, es porque eso sirve, además del negocio farmacológico, para desentenderse de la responsabilidad del Otro que está en juego. Es decir que pensar la angustia señal como castración del Otro nos permite avanzar en cuestiones que también Freud dijo, aunque de un modo menos explícito, hacia una clínica que tiene un mejor valor ético. Un valor ético sostenido.
Pregunta: En la clínica, a veces cuesta encontrar esto de la angustia como anuncio. Quizás en el caso Juanito es más claro, ¿Podrías precisar más acerca de ese momento?
I.V.: Hay un relato que es muy bueno del que Lacan dice unas palabras en el seminario de un Otro a un otro. En la parroquia lacaniana se ha difundido: el caso de Arpad de Helen Deutsch, de la fobia a las gallinas. La viene a ver a ella un jovencito cuya familia lo manda por ser homosexual, pero a él eso no le molestaba. Cuenta sus angustias y en el relato, Helen Deutsch sabe que eso no viene así nomás, cuenta que en su infancia tuvo una historia que fue la siguiente. Arpad era el hijo menor de una familia que vivía en una granja en el campo y la madre acostumbraba a llevarlo al gallinero. La madre le ponía el dedo en el orificio a las gallinas a ver si estaban por poner un huevo o no. Él iba con la madre a hacer eso y entusiasmado por ese gusto de la mamá que él percibe, él empieza a disfrutar con que su mamá le empiece a meter a él un poco el dedo en la cola. Arpad empieza a hacer caca y le da forma de huevito, la deja por distintos lugares de la casa y no entiende por qué la mamá se enoja. En ese jueguito de ir con la madre al gallinero, que la madre le toque la cola, pasa los años hasta que su hermano mayor, obviamente lleno de celos, lo toma un día de atrás y le dice “Yo soy el gallo, tú eres la gallina”. En ese momento llora desconsoladamente y tiene su primera crisis de angustia, que luego se convierte en una fobia a las gallinas. Imagínense que viviendo en el campo, es un gran problema. ¿Qué es lo que significó esa frase del hermano de “Yo soy el gallo, tú eres la gallina”? La respuesta de él en el medio de la angustia fue “Yo no seré una gallina”. Lo que le dijo el hermano, tomándolo de atrás, le funcionó de anuncio: ese lugar que él tenía con la madre, tenía un precio: no vas a llegar nunca a gallo, vas a quedar como gallina.
Ese es un ejemplo de anuncio. Es un relato muy paradigmático, se ve muy claro. Otras veces suceden con cosas más simples de la vida cotidiana. A veces puede suceder que de pronto alguien pierde una relación y recién ahí está disponible para interrogarse qué hizo él/ella para merecer eso. Se convierte en un anuncio que lo dispone para poder interrogarse. ¿En qué lugar estaba yo en esa pareja? El otro día me contaban de una relación de pareja donde el caballero empieza a sentirse mal cuando empieza a sentir que su mujer se enamora del jefe y no quiere saber más nada de él. Recién ahí se empieza a preguntar cómo era su relación con esa mujer. Él bañaba a los hijos, hacía la comida, los llevaba al colegio, hacía la cama. Era una madre. ¿Qué mujer se puede calentar con mamá? Pero pudo recién empezar a interrogarlo cuando su mujer le dijo que le gustaba otro hombre. Nosotros le damos la bienvenida a la angustia, pero los pacientes muchas veces dicen que ya no pueden retroceder. Dicen que si sabían que el análisis les traía esto, no hubieran venido. Es como si prefirieran haber quedados presos y mejor enterarse a los 20 que a los 60.
Pregunta: Más allá de la supervisión y el análisis propio, ¿Cómo se puede posicionar el analista frente a su propia angustia por una situación del análisis?
I.V.: Es un caso donde se han invertido las posiciones. En lugar de que el analista esté en el lugar adecuado, se han cambiado los lugares y de pronto el analizante pasa a ocupar el lugar que debería ocupar él. Ha perdido su lugar. Eso nos pasa a todos en algún momento, lo importante es registrarlo y no hacer esto que es una trampa típica: salir del consultorio, o peor si trabajan en sus casas, y hablarlo con la pareja. Uno queda tomado por la angustia y contamina su ámbito familiar. Nuestra tarea es insalubre y si les pasa eso mi consejo es este: no salgan tan rápido del consultorio. Se sientan en sus cómodos sillones, miran la foto de Freud… ¿Saben por qué tenemos la foto de Freud? Porque podemos decir Freud me ama a mí más que a otros. Caminan, se calman un poco y tratan de recordar en qué momento el discurso del último paciente o del anteúltimo les empezó la angustia. Y les va a ir mucho mejor con los pacientes y con sus familias.
Pregunta: Me gustaría escuchar una breve mención de la diferencia entre angustia y ansiedad.
I.V.: Yo suelo plantear que la angustia para nosotros es esta angustia señal, es este umbral. También tenemos la angustia automática, que es ante un hecho actual. Cae una bomba y luego el recuerdo de eso funciona como trauma y precisa elaborarse. Freud clásico. Lo que se suele llamar ansiedad no es lo mismo que la angustia señal. Es una respuesta en el yo de una sensación de displacer por un apremio al que el sujeto no puede responder. No tiene letra para responder. Puede ser un apremio que venga de la realidad o que devenga de las pulsiones, o que devenga del superyó. hay algo que en su cotidianidad está desencadenado, que lo apremia por una respuesta que no puede encontrar. De ahí podemos entender 2 posiciones distintas: un psiquiatra clásico va a dar medicación para disminuir esa ansiedad al mínimo posible. Es como que a un médico uno lo vaya a ver por un intenso dolor de cabeza y le da una aspirina. Puede calmar el dolor, ¿pero si ese dolor de cabeza tuviera que ver con algo más grave? Está arruinando algo que está indicando que eso está a resolverse y la medicación no es una buena respuesta.
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