La invitación, en relación al desamor y la angustia en los tiempos actuales, nos reenvía a las dificultades que presenta la clínica actual de alojarse en el amor de transferencia. Son pacientes que vienen representados más por el acting out o los pasajes al acto, las enfermedades psicosomáticas, las acciones, las impulsiones, que por las formaciones del inconsciente con las que uno trabaja fundamentalmente por vía de lo simbólico, es decir, por el desciframiento simbólico y la interpretación, que con este tipo de pacientes que actualmente acuden a nuestros consultorios. Allí podemos pensar que hay varias líneas que convergen en esta modalidad de presentaciones. Por un lado están las series complementarias, tal como Freud nos legara: la ontongenia, la filogenia, la historia del propio sujeto y además los significantes de la época. El psicoanálisis es una invención permanente en la medida que los pacientes que tuvo Freud y los que tuvo Lacan no son los mismo que tenemos en esta época. Por lo cual, la tarea del analista es un trabajo constante de puesta a prueba de los conceptos y de su articulación con la clínica. ustedes habrán escuchado que el analista es, al menos, 2: el que practica y el que reflexiona sobre su práctica.
Voy a empezar por el lado de los significantes epocales, donde lo que prima es el discurso capitalista, que deja de lado las cosas del amor. Es aquel discurso que no le pone una barrera al goce, donde el sujeto es un objeto a ser consumido y donde entra en la serie de los objetos del mercado, las letosas. De allí que se desdibuje la singularidad, en la medida que al sujeto se lo cosifica, perdiendo las coordenadas deseantes y lo que vela el amor. Lacan nos dice que el amor es dar lo que no se tiene. ¿Y qué es dar lo que no se tiene? Es dar la falta, aquello que me hace falta para poder amar al otro. Y en el otro voy a depositar mi propio objeto a. O sea que el otro, el partenaire, va a velar eso que yo le deposito. Por eso yo siempre hago un chiste de que no hay que hablar demasiado mal del partnenaire, porque en ellos estamos representados. La posibilidad de amar a un otro pequeño, con el semejante, tiene que ver con la posibilidad de que ese sujeto tuvo de ser amado en su historia. Es decir, el amor del Otro primordial es lo que funda la posibilidad de amar y ser amado. En un análisis lo que se trabaja es que el sujeto pueda empezar a amar - si está en dificultad con eso- para poder ser amado. La convocatoria que ofrecemos a nuestros analizantes es que justamente en el marco del análisis y del amor de transferencia, se puedan ir desplegando los síntomas, las inhibiciones y las angustias que condujeron a tal o cual dificultad.
En la neurosis tenemos la angustia señal, que es la angustia señal en el yo, que indica un límite entre el deseo y el goce. La angustia señal nos da la pauta del lugar del goce en que el sujeto está atrapado, pero también nos indica hacia dónde el sujeto se dirige con su propio deseo. O sea que es una brújula para orientar la cura, en la medida en que el analista debe dosificar la angustia: no exacerbarla, porque el paciente podría hacer un pasaje al acto y desertar y tampoco acallarla, como proponen muchas terapias alternativas de que angustiarse está mal, sino en todo caso dosificarla para que el análisis pueda avanzar hacia su fin, es decir, poder leer el fantasma que aqueja al neurótico para que logrado su atravesamiento, pueda leer su propia historia de otro modo. Leer es reescriturar esas marcas fundantes que lo tienen apresado en la inhibición y el síntoma.
Decíamos que en la clínica actual no hay posibilidades de que un sujeto emerja con sus formaciones del inconsciente. Entonces, ¿cómo operar allí donde la angustia no opera como angustia señal, sino que está totalmente ausente o aparece como la angustia masiva, esa que inunda al sujeto y que no le permite al sujeto poder decir algo de aquello que le acontece? La angustia masiva enmudece al sujeto y también deja perplejo al analista, en la medida que su hoja de ruta y su brújula no la puede tener allí a mano. Estos pacientes donde pareciera que lo traumático tiene valor de actualidad, donde lo que prima no es la repetición solamente, sino solamente la compulsión a la repetición en la línea de la pulsión de muerte, parecieran alejados de lo vivificante de la vida e insisten en mostrar en la vida o en padecer en el cuerpo. La pregunta es acerca de estos sujetos, que acuden a un analista, donde para ellos no hay de entrada las coordenadas habituales de cualquier análisis, donde lo que falta a la cita -por ejemplo- es el sujeto supuesto saber. Llegan porque los mandan o les dicen y a veces ni siquiera recuerdan el nombre de la persona a la cual están viendo, tampoco recuerdan a veces los horarios arreglados… es como si eso discurriera en otra escena. No se trata de pacientes psicóticos ni tampoco de una neurosis standard, pero si hay algo que ha podido ubicarse en relación a estos sujetos: han tenido un lugar problemático en el Otro y no han podido deducir en qué les han hecho falta.
Recién decíamos que el amor es dar lo que no se tiene y que lo que no se tiene es la falta. Si ellos no pudieron leer en qué le hacían falta al Otro, no pueden ubicarse como objeto del fantasma para intentar suturar esa pregunta oscura acerca de qué desea el Otro de mí. Esa pregunta se instaura en cualquier relación, en cualquier tipo de vínculo, donde esa pregunta es pregnante y es la primera que cualquiera se hace frente a un Otro y a los otros. Decíamos que no habían podido leer claramente en qué le hacían falta al Otro, con lo cual no han podido armar una respuesta fantasmática, por lo menos para poder orientarse en la vida. Lo que han podido hacer es responder con el cuerpo todo entero, hipotecando su yo. Porque también ahí ha habido una dificultad en el armado del estadío del espejo. En el estadío del espejo, que podemos situar entre los 8 y los 18 meses, el niño voltea su mirada para lograr recibir la mirada y la voz del Otro, para poder libidinizar su propia imagen yoica. Después se supone que la salida del espejo implicará disminuir o multiplicar las miradas, para no necesitar esa mirada o esa voz aprobatoria del Otro todo el tiempo. Aquellos sujetos que no logran poder atravesar ese estadío del espejo, quedan coagulados en el fondo del espejo como si fueran un resto, un resto donde no pueden recortar los objetos de la pulsión para que se intrinquen adecuadamente.
Pregunta: ¿Podrías explicar un poco más lo del estadío del espejo?
S.M.R.: Un sujeto que atraviesa airosamente el estadio del espejo puede, concluido ese período… Yo pienso que hay 2 momentos del estadío del espejo. El de la primera infancia, entre los 8 y los 18 meses, y un segundo momento del atravesamiento del espejo, que se da en la pubertad, en la medida en que el chico tiene que armar su mundo imaginario y simbólico frente a ese real de los caracteres sexuales secundarios. Puede haber que haya un yerro en el primer tiempo del espejo y después en el segundo el sujeto encuentre a sus otros y a la función que cumplen mejores dispuestos y que le permitan armar su propia imagen. Pero hay sujetos que no encuentran en el Otro esa mirada y esa voz que le permita armar esa imagen más allá del espejo. Con lo cual, después quedan sujetos, fijados a una sola mirada y no pueden desmultiplicar las miradas, sino que quedan entrampados en lo que suponen que el Otro quiere. En esa fijeza, no pueden hacer el juego que permite, por ejemplo, que a uno lo miren mal pero que no le importe, o que sepa que no es conmigo. Hay una dificultad en salir del espejo y hay un resto que queda ahí fijado en el yo, incrustado.
Si nosotros decimos que el amor es lo que funda la subjetividad y que en el amor el sujeto puede pensar en qué le hace falta al Otro, con este tipo de pacientes que decíamos recién, no se puede establecer un amor transferencial, en la medida en que tampoco pueden ubicar a alguien que pueda estar en ese lugar de sujeto supuesto saber. El lugar de sujeto supuesto saber es aquel al que se le supone un saber y a aquel que le supongo un saber, lo amo. Pero si vienen imposibilitados o dificultados de amar, ¿cómo armar ese lazo transferencial necesario para el psicoanálisis, en la medida en que un análisis solo tiene eficacia si el sujeto puede jugar en esas coordenadas de amor-odio transferencial y el analista ubicarse en el lugar de semblant de objeto a, para poder darle lugar al sujeto, a su decir, a sus dificultades y sus tropiezos.
Este desamor que fue fundante, ocasiona una serie de dificultades y hace consonancia con el discurso capitalista, en la medida en que en la historia de esos sujetos hubo un Otro que no se privó de gozar. Un Otro que ama es el que restringe sus propios goces, es aquel que puede deponer ese lugar gozoso para darle al sujeto lugar a que soporte su propio real. Es decir, que puede hacerlo sujeto si y solo si restringe su propio goce. Una restricción de goce es, justamente, privarse de aquello para poder darle amor a un otro. Esto no ocurre solamente en tiempos fundantes, sino que en cualquier relación amistosa o de pareja, uno tiene que restringir ciertos goces para que el otro no sea ocasión de goce, que no sea aquel al que podamos ubicar en el lugar de sometido o sometedor. Siempre la alternancia en una relación implica una privación de gozar al otro.
Caso clínico.
Una analizante llega mandada por una amiga, porque está desesperada y muy angustiada. La angustia, como les decía recién, es una angustia masiva. En las primeras entrevistas llora todo el tiempo y lo que cuenta es que ella estuvo en muchas terapias, pero que ninguna le dio resultado. Además, dice que no tiene idea de los nombres de la gente porque eran todas pasajeras (hizo varias entrevistas con mucha gente). Con lo cual, yo ya advertía que uno puede entrar en la serie de esas múltiples entrevistas que no condujeron a nada. Es una mujer de aproximadamente 50 años, que dice estar penando por un amor que la abandonó y todo el tiempo repite esto en medio de un llanto desbordado donde es bastante difícil escuchar, en las primeras entrevistas, de qué se trata. Cuando trato de abrir y de indagar a este señor que la abandonó, aparece el relato de que en realidad el corte a la relación lo puso ella porque era un señor que estaba aquejado de un cáncer de pulmón y que sigue fumando, lo cual a ella la angustiaba mucho. Ella decide este corte y se siente la mala de la película porque justo en el momento en que él hubiera necesitado de ella, ella decide interrumpir ese vínculo.
Ella dice que la falta de este hombre la arroja a una soledad absoluta y a una angustia donde solo puede empezar a llamar a las amigas, que están siempre ocupadas, o puede pensar en que no le queda otra más que matarse. Con lo cual, eso que ella presenta me hace preguntarme cómo alojarla en ese estado de desesperación. Allí le doy varios teléfonos y le digo que puede llamarme, si lo necesita, en la medida que este tipo de pacientes no van por la vía simbólica del desciframiento (no traen sueños, no traen lapsus...), hay que pensar en otro tipo de operatorias. El analista interviene también en lo real y en lo imaginario, para descoagular algunos sentidos y a veces proponerle otros para después recién poder interrogarlos. Ella dice que no quiere molestar y que no va a llamar y llama al consultorio sin dejar mensaje. Yo me entero de esas llamadas porque quedaba el número registrado. Yo la llamo para saber qué ocurre y así ese tiempo ocurre en la apariencia de ser una amiga más, a la cual ella llama cuando está desesperada. ¿Por qué digo una amiga más? Porque ella decía que llamaba a sus amigas, pero que ese llamado la tranquilizaba momentáneamente, pero que luego volvía a caer en la angustia, porque no podía escuchar qué le decían esas mujeres. Esas mujeres le decían “Está bien que cortaste, porque Fulanito es un perverso” y ella no entendía la palabra perverso ni a qué aludían sus amigas con eso. Cuando yo abro a qué entendía ella o qué entendían las amigas, empieza a relatar que en los 10 años que ella estuvo con él, vivía sumamente angustiaba: ella se ocupaba de todo, dirigía una compañía teatral y era bastante exitosa. El marido se dedicaba a las bellas artes, pero sin posibilidad de poder hacer algo con eso. Era alguien que durante 10 años vivió de lo que ella ganaba. Pero él estaba siempre ahí, ofertándose como el que podía entenderla hasta el mínimo detalle y ella contaba “Él me miraba y me comprendía”.
Cuando le pregunto por qué se le ocurría que vivía tan angustiada, empieza a aparecer con muchas dificultades la historia de este señor donde ella creía que era “la única”. Pero este “la única”, que no entraba todavía en la categoría de significante, era un mito que ella se había creado, porque el señor tenía un vínculo muy fuerte con su ex-mujer, quien le pagaba la obra social y además tenía hijas. Con lo cual, siempre estaba interviniendo en la vida de ellos. La paciente cuenta, muy dolidamente, que estaba “pintada al óleo”, que siempre entraban en su casa las hijas, la ex-mujer, y que además ese hombre se había adueñado de los hijos de ella. Ella había tenido un primer matrimonio de los 18 a los 40 años, en el cual tuvo 5 hijos con un señor que ella decía que era un malvado, del cual se separa luego de hacer un acting: le mostró al señor que ella tenía otra relación. Él se enojó, le quitó todos los bienes y ella cedió. Cuando yo le pregunto por qué cedió (en esa época estaba la otra ley de matrimonio que era 50% para cada uno), ella dice que no tenía ganas de pelear. Pero no solamente le cedió los bienes, sino también los hijos, porque los 5 hijos se fueron a vivir con el padre. Este hecho a alguien con otra estructura lo angustiaría. Ella da por hecho de que fue así y que esta segunda relación había calmado las aguas con los hijos, porque él pudo tener un vínculo con los hijos de ella y ella recuperó algo de la presencia de esos hijos.
Nada de lo que contaba en ese tiempo le hacía pregunta. Era un relato monótono con llantos y con mucho esfuerzo para que ella historizara algo de esa relación con estos hombres y algo de su propia historia infantil, que parecía que no existía. En algún momento empieza a hablar un poco más de este señor, donde lo que cuenta es que él había tenido relaciones con sus cuñadas y esa esposa anterior era la cuñada de él y que tenía otros hijos a los cuales no había reconocido. Podemos leer ahí cierta posición perversa en relación a esto que él iba haciendo y al por qué de la angustia de ella. El perverso lo que busca es la angustia del otro, en la medida en que se propone a él como estando más allá de la castración, lo que se llama renegación de la castración. Este señor se proponía en este lugar y ella no podía ni siquiera poder leer ciertas coordenadas donde él transgredía. Por otro lado, él hacía juegos insinuantes de seducción con las propias hijas de las pacientes.
Después de un tiempo de aparecer este señor, ella dice no recordar y después de mucho esfuerzo recuerda que este caballero aparece un mes después de la muerte de su padre, muerte cuyo duelo aparece congelado en el horizonte, en la medida que este señor vino a suturar esa pérdida. Nosotros sabemos que el trabajo de duelo es pieza por pieza y además lo que se expulsa de lo simbólico, si no se tramita, después aparece en lo real.
La paciente viene de una familia muy tradicional donde su papá era un profesional exitoso en su campo. Su madre era ama de casa y son 4 hermanos. La segunda nace 11 meses después de la primera. La madre le daba el biberón a la hermana y a ella hacía que se lo diera la empleada para que la hermanita más grande no se pusiera celosa. Luego la madre había ideado un método, que era poner el biberón en la cuna y que la nena lo tomara sola. Vamos perfilando algunas coordenadas de los primeros tiempos de ella. Esto ella lo cuenta sin dolor ni molestia, sino como si fuera un cuentito que ella tiene aprendido y recién de mucho tiempo ella se puede conectar con el afecto, en el sentido del dolor, de eso que ella tuvo en ese lugar donde aparece ahí un significante que podemos ligar a este terror que ella tenía a estar sola. Hay una frase que aparece del lado de la madre y del padre, que dicen “Vos podés sola y te la podés arreglar sola. Fijate tu hermana, que es gordita, que tiene muchos problemas y encima pobre, nació primera y después le vinieron 3 hermanos”. Ella queda bajo el sentido de esas palabras de arreglárselas sola. En el campo laboral, ella pudo hacer eso que venía del Otro. Pero cuando aparece en el campo amoroso, este estar sola está ligado a que ella se debe arreglar sola, más bien como un mandato superyoico. Recordemos que el superyó es el heredero de los padres y ella queda ahí pegada a un lugar donde hay una tensión constante entre el ideal del yo y el yo ideal. Ella tiene que estar a la altura de eso para poder seguir en esa posición que supuestamente satisface al Otro. Incluso, vamos viendo a lo largo de las entrevistas, que en esta relación de 10 años ella también estuvo sola. El señor tiene una especie de acompañante decorativo, pero cuando ella va pesquisando que él nunca daba respuesta a lo que ella le pedía ni podía acompañar los distintos tiempos de ella. Todo giraba alrededor de lo que él quería. O sea, ella se inventó una película para esa relación, en ese momento donde debía advenir un duelo por la muerte del padre. La madre había muerto 3 o 4 años antes y ella dice que de alguna manera, ella era mirada para el padre. Del lado de la madre, no podía sentir en qué punto le hacía falta porque parecía que estaba siempre sobrando.
La madre tenía una relación muy particular con su propia madre y también con la suegra. Por otro lado, aparece el tema de por qué ella se dedica a hacer lo que hace. Por un lado, ahí empieza a enhebrar algunos relatos de su infancia, donde dice que había un abuelo que había huído de España para no ir a la Guerra. Eso era un secreto familiar que no debía ser contado. Este abuelo siempre le contaba historias y ficciones (ella se dedica a guinar ficciones) y era un vínculo muy fuerte donde aparecía la madre y la abuela diciéndole al abuelo “Ojo con lo que contás”. Ahí podemos empezar a ver esto que se dice, esto que ella no se quería enterar también de esa última pareja y lo que ella niega constantemente, que es cómo el otro puede engañarla a ella, que no cree en el engaño del otro. Podemos pensar en la transmisión generacional: sus hijos tienen varias dificultades en hablar, en decir ciertas cosas y hay otros secretos familiares, porque ella y su marido se divorciaron. De eso no se habla. Repite algo del abuelo que supuestamente no debía contarse y hay una serie de cuestiones que los hijos hacen con el cuerpo y en el cuerpo, donde aparecen estos decires amordazados, pero que a ella no le hacen ningún tipo de pregunta.
Ese primer tiempo, del lado del analista, era un tiempo duro porque ella llamaba para preguntar a qué día u hora tenía sesión, por ejemplo. O venía y decía que no se acordaba nada de lo que le había dicho la vez pasada. Todo el tiempo había que estar cambiando los horarios porque ella se olvidaba o los llamados del fin de semana que uno sostiene porque sabe que es el modo de poder empezar a trazar un entramado. No hay otro modo que no sea con la presencia real del analista para que pueda empezar a armarse una posibilidad, que en principio es dialógica. Por eso decía que al principio yo era una amiga más de la serie de las amigas. En algún momento intervine al modo de ciertas consignas, porque ella se enfermaba a repetición con cosas en donde no iba al médico. A lo cual, ahí había que intervenir diciéndole que si no iba al médico, iba a ser difícil que la pudiera seguir atendiendo porque hay cosas que no pasan por la palabra. Ella tiene todo un discurso de sus cursos de clown y de teatro donde cada zona del cuerpo tiene una explicación. Por ejemplo, si tenía fuertes dolores de cintura, ella decía que allí estaba el centro de las emociones. Entonces no iba al médico, porque si ahí estaban el centro de las emociones, hablando solamente eso se curaría. Le indico que vaya al médico y cuando va, descubre que tiene una lesión bastante seria producto de sus clases de danza y acrobacia. En estos pacientes, aparece cierto desfasaje en relación al tiempo, al cuerpo y al espacio. Ella no dimensionaba que tenía más de 50 años. Por otro lado, no podía ubicar lo real de su cuerpo en tiempo y espacio. A los 20 hay cosas que se pueden hacer y a los 50 hay que hacerlas con más cuidado o no hacerlas. En este desfasaje en el tiempo y en el espacio, ella empieza a decir que tiene que poder hacer otra cosa y se quería enamorar rápidamente. Mientras lloraba por el señor anterior, entró a Tindr y a Snapchat para encontrar gente. No está mal usar estas aplicaciones, pero hay que ver en el caso por caso en qué punto de la dificultad están abrochadas o no.
Ella entraba en esta cosa compulsiva de poder hablar, pero el hablar actual es el mensaje por Whatsapp, que es gratis, rápido y que no implica la voz. En aquel momento, todavía estaba el mensaje escrito. Por lo cual traía a sesión largos diálogos con distintos hombres, donde rápidamente ella los descartaba porque le parecían unos idiotas. En esta especie de voracidad, donde todos eran rápidamente consumidos y descartados, ella se preguntaba si alguna vez podría encontrar algún amor, a lo cual yo le decía que de esa forma, donde ella situaba a los hombres como desechables y descartables, ella tampoco podía pensar en el amor, porque del lado de ella tampoco era una relación amorosa. Eran objetos que satisfacían la pura necesidad de estar acompañada de cualquiera, pero los cualquiera no alcanzaban dignidad fálica, en la medida que eran sin nombre. Para ella, entraban en la serie de aquellos que eran “nadie”. Cuando ella empieza a darse cuenta de esta compulsión de buscar hombres para que la acompañen, empieza a pensar en qué redes ponerse y en qué perfil. En esas redes aparecían hombres de4 todas las edades y ella se perdía en ese mar de caballeros, donde ninguno tenía aquello que supuestamente busca una mujer en un hombre. Una mujer busca el falo que supone que el hombre tiene y se tienta tentando a los varones. Este juego de seducción, para ella no existía. Era ya o nunca.
Recordé una escena donde ella dice que elige mal a los hombres y que de nuevo iba a toparse con un perverso Abro esa escena, porque cada escena que ella traía debía ser abierta minuciosamente, porque sino ella pasaba de largo y ella cuenta que se conoce con este señor por medio de una de estas redes, tiene una cita y él llega 10 minutos más tarde. Ella lo llama enojada y le dice cómo le va a hacer esperar 10 minutos. Ella estaba muy enojada por eso. Segunda escena de la misma situación con el mismo hombre, él la invita a bailar salsa, que quedaba cerca de la casa y le dice que fuera para ese lado. Ella estaba enojada porque no la fue a buscar con el auto. Ahí empezó un minucioso trabajo de ubicar cómo ella se presentaba al Otro y qué le proponía a ese Otro y en qué lugar. Ella leía como que si el otro tardaba 10 minutos, el otro no estaba interesado en ella. Este señor le tuvo mucha paciencia, pero en algún momento le dijo que era una chica difícil y la deja. Ella viene enojadísima y todo el tiempo había un desplazamiento a lo que el otro le hacía, pero no había ningún tipo de implicación subjetiva en lo que ella provocaba en el otro.
Así como les decía que en la transferencia estaba mi deseo de escucharla, de ver por qué le pasaban estas cosas, también había a veces cierto cansancio por los cambios de horario, que no se acordaba o los llamados intempestivos a cualquier hora. Eso es para tener en cuenta, que nosotros como analistas solo si apostamos a un deseo de que allí en algún momento pueda inscribirse algo de otro orden, podemos sostener ese tipo de relaciones transferenciales difíciles. Uno apuesta a que emerja otra cosa. En algún momento ella empieza a recortarse de estas escenas con los varones y empieza a preguntarme si yo creía que ella era la que provocaba que ellos se fueran. A lo cual yo le digo que si.
Ella empezó a virar a una posición más histérica, en el sentido de poder preguntarse qué le hacía falta a ella y qué poder hacer con este significante “sola” en relación a su historia. Por otro lado, aparecían ciertos lugares en relación a las amigas, donde las amigas también las dejaban solas porque ella era una especie de hablar incontrolado de lo que a ella le pasaba y no daba lugar a que los otros pudieran decir de sus pesares. Para ella el mundo se dividía entre la gente que le iba bien, que estaba acompañada en los fines de semana; y ella que era pobre y única víctima de la soledad. Cuando esto entró en la cadena asociativa de “podés arreglarte sola”, ella pudo empezar a soportar estar sola sin necesidad de ofrecerse a cualquiera para taponar ese agujero y pudo empezar a hablar de las pérdidas y de cómo ella las había pasado por alto. No es común que la madre tolere que todos sus hijos en la adolescencia se vayan a vivir con el padre. Tampoco es tan común que alguien se le muera el padre o la madre y dé vuelta a la página como si no pasara nada. La función del duelo que Freud describe en Duelo y Melancolía es una función esencial para la subjetividad. En estos tipos de pacientes, donde el trauma parece siempre actual y existe la dificultad de la inscripción de los tiempos reales del vivir, los tiempos simbólicos y los tiempos imaginarios, tampoco la pérdida se inscribe como agujero que habrá de poder tramitar en relación a lo simbólico, lo imaginario y lo real. Hay ahí una no-inscripción de ese real vía lo simbólico y vía lo imaginario. Rápidamente esos otros quedan coagulados y “desaparecen”, como si no hubieran existido.
Uno podría pensar en el nudo de Borromeo, que es el que Lacan plantea en relación a la estructura RSI, y él ubica entre lo real y lo simbólico al síntoma; entre lo simbólico y lo imaginario a la inhibición y entre lo real y lo imaginario a la angustia.
Esa angustia ubicada allí está ligada a la angustia señal de Freud. Nosotros decimos que estos pacientes, con esa angustia masiva, implica que con estos pacientes haya que hacer un trabajo para poder primero circunscribirla a algún objeto, para después nos sirva como hoja de ruta y después ir señalizando en qué lugar o en qué lugares el sujeto goza y también a aquellos lugares donde puede orientar su propio deseo. Aquí uno podría decir que ella no estaba ubicada en ninguno de esos 3 lugares. Eso que a ella le pasaba con los varones no era síntoma, ese chillido de lo real de eso que no anda. Era algo que para ella, en ese primer tiempo, estaba situado en el afuera. En el terreno de lo que a ella le acontecía, aparecía una cierta inhibición del pensar y pensarse: algo ahí, que no podía terminar de inscribirse para poder hacer una pregunta.
Pregunta: Vos hablabas del discurso capitalista...
S.M.R.: Lacan hablaba de las letosas a consumir y también habla allí que hay algo en relación a la vergüenza que cae. En el caso, en la medida que ella se objetaliza en el goce, entra en el mismo tono de discurso, que todo se puede consumir, tener ya y ahora y que sino puede ser ya y ahora, se descarta. Todo es posible, no hay relación con la legalidad, en el sentido que las cuestiones que aluden a que no todo se puede, a que una mujer es no-toda, ahí estaban para ella fuera de juego.
El discurso capitalista también ofrece la ilusión de que todo es posible, de que no hay que pagar el precio de la castración, de que se puede no pagar peaje. Aquello que no se paga en lo simbólico, después retorna en lo real. En el discurso capitalista no hay una barrera que haga stop al goce. Ese discurso dice que es posible gozar de todo y de cualquier forma posible. El goce tiene regulaciones y Lacan toma una frase que a mi me gusta mucho, que es que el amor lo que permite, justamente, es condescender goce por la vía del deseo. hay algo que frena al goce para poder acceder a otra cosa.
Pregunta: Pregunta por los tiempos actuales.
S.M.R.: En estos pacientes yo estaba pensando en ese otro tiempo, que es el tiempo de mirar, comprender y concluir. Es como que en los tiempos actuales es mirar y concluir y el comprender queda fuera de juego y que eso se instaura también en la subjetividad y en esa premura, que por otro lado cierta tecnología le hace eco, en la medida que todo se puede tener ya sin ningún tipo de desviación que implique ese tiempo de comprender para luego concluir en un acto. Un acto verdadero implica el pasaje por esos 3 tiempos y un sujeto, después de un acto, sale de otro modo. En el acting, se sigue repitiendo eso que no logra desplazarse a la pulsión de otro modo, con lo cual insiste en la compulsión a la repetición. Para que haya un enlazamiento con lo pulsional, deben estar los 3 tiempos. En el caso, en los tiempos de mirar, mirarse y hacerse mirar, había que faltaba algo en ese mirarse. Podía hacerse mirar un ratito y mirar también, pero pero el tiempo de mirarse estaba fuera de eso, como también el tiempo de hacerse escuchar.
Pregunta: ¿Fue muy largo el tiempo de las entrevistas preliminares hasta instalar el dispositivo?
S.M.R.: No sé cuánto es largo, pero fue de mucho trabajo y presencia. En tiempos cronológicos, fue un año y un poco más hasta que pudo entrar y acordarse de mi nombre, aunque parezca un dato banal. Luego ella puede ubicar su horario, y más tarde hizo su despliegue con los significantes desertor y soledad, que entró en cadena. Al principio era esa desesperación donde no había mucho para hacer.
Pregunta: ¿Cómo empezar a intervenir en estos casos?
S.M.R.: Ese primer tiempo fue un trabajo de construcción: es el analista que aporta sentidos, el que interviene sin esperar que el paciente pueda decir algo, porque no puede hacerlo en ese tiempo. Es un trabajo donde uno aporta sentidos aún a riesgo de equivocarse, porque los sentidos son imaginarios. Uno ve si eso puede darle algún signo para el analizante. En este tiempo, el trabajo cuenta más por el lado del analista.
Pregunta: No puedo ubicar lo del duelo, que si no es tramitado en lo simbólico aparece en lo real.
S.M.R.: Cuando ella rápidamente se aferra a ese hombre sin poder escuchar en qué estaba, de dónde venía, qué hacía, y lo pone como el centro de su eje, haciendo un mes que el padre se había muerto, ella no hizo ese trabajo de poder elaborar esa pérdida. Rápidamente este hombre ocupó ese lugar y para ella fue una especie de todo que la cubría de la orfandad. En ese punto, ella dice que fue un flechazo a primera vista y que rápidamente se transformó en un todo y que le salvaba la vida -escuchen sus palabras-. Alguien puede aparecer como el que le gusta, o que le interesa, pero un todo que le salva la vida está taponando un vacío, un agujero que había dejado la muerte del padre y del cual ella no quería enterarse.
Ella también se cuestionaba por qué no podía estar sola, porque las soledad le hacía tener esas ideas de suicidio. En esos momentos, ella me llamaba. Luego empieza a ver que esto de “sola” le venía de esto que la madre le había dicho de tener que arreglarse sola. Pero “sola” para ella, era el desamor de la madre, porque la madre le contaba esta escena y otras como una gracia. No es una gracia que le cuenten que a un bebé le daba la mamadera una empleada así la hermanita podía tener a la madre. O que se la atara a la cuna. Eso era un signo de que ella no era tenida en cuenta por el Otro. Ella había nacido muy pegada a la hermana mayor, con lo cual uno podría preguntarse: en esos tiempos instituyentes, ¿Qué disponibilidad libidinal tenía la madre para esta segunda hija? Ella contaba muchas escenas, a lo largo de sus vidas, en donde se repetía lo mismo. En primer grado a ella no la acompañaron al colegio porque la madre tenía que acompañar a que la hermana comenzara segundo. Fue una repetición de escenas donde a pesar de esa elección preferencial, la hermana tampoco pudo armar otra cosa, porque en esa preferencia la hermana también quedó tomada por esa madre de una manera que no le permitió en la vida hacer muchas cosas.
Muchas gracias por la publicación.
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