miércoles, 29 de agosto de 2018

Las angustias y los tiempos del sujeto.


Apuntes de la conferencia dictada por Alba Flesler el 08/08/2017

El tema que propuse son las angustias. Lo propuse en plural porque en principio es algo que se evidencia en la clínica y en la vida misma. Hay angustias y angustias y no hay una sola. De hecho, en la descripción que se intenta de la angustia, se le ha intentado ponerle distintos nombres: ansiedad, angustia señal, angustia traumática, angustia desbordada, ataque de pánico… Es decir, hay distintos tipos de angustia a los que le damos distintos nombres para localizarlas, cernirlas y diferenciarlas. Creo que vale la pena distinguirlas, porque en la delimitación de cada una de ellas estamos invitados a distinguir intervenciones del analista. No requiere de una misma intervención una angustia señal, que la ansiedad o que la angustia desbordada, por ejemplo.

¿Qué es la angustia para el psicoanálisis? En primera instancia, se trata de un valiosísimo indicador clínico. Lacan dice que es el único afecto que no engaña. Es decir, es un indicador clínico de una verdad del sujeto. Es un indicador subjetivo y no todos los seres humanos son capaces de angustiarse. De hecho, amén que no es grato y es displacentero, la angustia no deja de ser una oportunidad. Tanto Freud como Lacan coinciden en algunos aspectos cuando definen a la angustia, mientras que en otros se diferencian.

En Freud, hay distintas teorías de la angustia porque en cada uno de sus tiempos él la fue reformulando. De hecho, la primera angustia de Freud no tiene una fuente psíquica. En sus correspondencias con Fliess, dice que corresponde a una tensión somática que como no encuentra satisfacción, provoca angustia. Esto es importante, porque incluso hoy nos encontramos con discursos pre-freudianos, donde se ponen a ubicar la fuente de la angustia en una tensión somática. Nos encontramos con discursos francamente regresivos. Freud fue modificando esta postura y fue pasando, por ejemplo en Juanito y en la Conferencia 25, a tener otros planteos sobre la angustia, hasta llegar en los años 20’, en Más allá del principio de placer y el avance de la segunda tópica, a plantear que no se trata de una represión, de una libido que provoca angustia, sino al revés. Hay una amenaza libidinal -nosotros diremos “de goce”- que bien puede ser interna, que entonces llama a desprenderse de la carga de la representación: llama a una represión que invita a que se formen síntomas. La última teoría de Freud de la angustia es que la angustia lleva al síntoma, invita a resolverla por la vía sintomática. También dirá, en la última de sus teorías, que esto es percibido como señal en el yo. No se trata del yo del sujeto, sino en el moi. En ese sentido, el término señal en el yo es de Freud. La angustia funciona como una señal.


Tanto Freud como Lacan, coinciden en que la angustia es angustia de castración. Pero para Freud la castración es en el tener. Se teme perder lo que se tiene y el agente temido es el padre. Lacan hace ahí su distinción al plantear que la castración que se juega no es la castración del sujeto, sino la castración del Otro. Lacan cambia su teoría de la angustia porque ese Otro castrado, mencionando como Otro y no madre como para formalizar una función, puede tomar a un niño como objeto para que no le falte ninguna satisfacción y demandarle que efectivamente sea lo que espera de él para que lo complete (para que complete ese goce que le falta). El ser de un niño queda de algún modo demandado a colocarse como siendo lo que el Otro espera de él para esa completud. Esta concepción del Otro como un Otro que demanda ser a un niño, es fundamental para entender por qué Lacan dice que la angustia es un anuncio y una posibilidad de libertad. Si el niño lo que el Otro espera que sea y solo eso, no hay cabida para tener un goce por fuera de otorgarle al Otro lo que ese Otro espera. Es paradójico, porque todos nosotros, para ser atendidos en los tiempos primarios de nuestra vida, tuvimos que jugar a ser. Es decir, alienarnos en alguna medida a esa demanda que el Otro nos dirigió: ser el objeto esperado. Ser el objeto que da toda la satisfacción. Gracias a jugar a serlo, se constituye el narcisismo de un ser humano. Es decir, ese narcisismo que permite decir “Yo soy…”, está asentado en esa demanda que el Otro nos colocó respecto a que debamos ser y tener la suma de todas las perfecciones para dar la satisfacción. Mientras el niño juega a ser, lo que registramos es que ese modo de identificarse al objeto que el Otro le demanda, le da júbilo. Es el tiempo que Lacan ha descrito como el Estadío del Espejo. Ese tiempo en que un bebé se identifica al objeto que el Otro le demanda ser.


Ahora, ¿qué tiene que ver esto con la castración? Recordemos que Lacan dice que la angustia es una oportunidad. Esto quiere decir que se anuncia un tiempo de corte. Entonces, primera cuestión, la angustia tiene una dimensión temporal. Como tiempo, indica que en entre ese momento de ser el objeto que da satisfacción al Otro, se puede producir un corte, un tiempo que se anuncia como posibilidad de tener un goce. No es lo mismo ser el que procura el goce a un Otro que tener un goce propio. Para que se pueda pasar de una posición a la otra, hay un corte que se debe dar. Por eso, la angustia implica un registro de esa posibilidad sin que nada garantice que se pueda avanzar en la procuración de un goce más allá de lo que el Otro le demanda al sujeto. Juanito lo simboliza bien. Si ustedes se fijan en el historial en qué momento se angustia Juanito, cuándo recibe esa señal de angustia, van a encontrar que es cuando Juanito percibe que puede tener un goce en su cuerpo y le dice a la mamá “¿Por qué no me tocás el wiwimacher?”. Se lo dice a la mamá porque le gusta tener un goce y la mamá, que lo llevaba con ella a todas partes (al dormitorio, al baño, a la cama) como si fuera una parte de su propio cuerpo, esa madre, cuando Juanito le dice que lo toque, ella le responde “Es una porquería”. El Otro no admite que no sea un objeto metonímico del falo que anhela tener. Todo él, objeto para su satisfacción. Y si es todo, no puede tener algún goce que salga de ahí.


Entonces, la angustia anuncia un tiempo de corte que no siempre se da y no solo indica temporalidad, anuncio, sino que conmueve el espacio del sujeto. Como espacialidad, redimensiona el espacio, la escena, la representación del mundo. ¿Qué es entonces lo que podemos llamar desencadenamiento de la angustia? Lacan dice que el deseo del Otro. El sujeto se confronta, entonces, y ese es el anuncio que recibe con que al Otro algo le falta y que él está llamado a darle eso que le falta. En ese punto, no hay cabida para poder gozar más allá de lo que el Otro quiere. La angustia indica ese momento de tensión que le permite al sujeto descubrir que puede tener un goce, pero que nada garantiza ni legitima que pueda avanzar en él. Es interesante, porque podemos ubicar -Lacan lo menciona- que una vez que se descubre al lugar donde uno es llamado a completar al Otro, cuando se descubre esta demanda, la angustia que emerge indica la conmoción del espacio representacional del sujeto. Volver atrás ya no se pueda. Es un indicador clínico, cuando emerge la angustia no se puede volver atrás. Es como cuando uno descubre lo que pasa, ya no puede volver a armar su mundo y la escena como si no hubiera pasado. Juanito descubre que tiene un goce en el pene, que la madre no lo admite porque lo quiere a todo-él como falo para su satisfacción. Si volver atrás no se puede, ¿cómo avanzar cuando se encontró la posibilidad, pero nada la garantiza? ¿Qué es lo que lo que permite la salida de la angustia, de ser ese objeto que completa al Otro en su satisfacción a poder avanzar en el propio deseo?


Me interesa ver las operaciones que se deben dar en los tiempos del sujeto para que alguien pueda avanzar y no quedarse sumido en ese tiempo coagulado de “ya descubrí a dónde me llaman, pero no puedo avanzar”. Les decía que toda la realidad de Juanito se conmueve, no sabe para qué lado ir. El síntoma fóbico, en su caso, es una solución costosa. es una solución porque con el síntoma él puede delimitar el espacio. Puede tener claridad a dónde sí y a donde no se puede gozar. No se trata de una cuestión geográfica.


Yo les decía que no todo sujeto se angustia y es cierto. Los que trabajamos con niños sabemos que la emergencia de la angustia es un tiempo estructural e indicador de un movimiento que muchas veces no se da. La angustia -esto es lo que propongo- ya es una respuesta del sujeto al descubrimiento del lugar donde es convocado. Y no es lo mismo de estar en posición de realizar esa demanda que el Otro provoca, que responder con algún trazo, ya sea un síntoma, etc. Por eso la angustia es un indicador de este anuncio. Llegados a este punto, para poder diferenciar angustias y angustias, diremos que hay angustias estructurales (significa que cada movimiento temporal que el sujeto va a ser con sus momentos de estructuración, se va encontrar con la señal de angustia). Cuando decimos que el psicoanálisis cura, entonces debo decirles que el psicoanálisis no cura de la angustia estructural, la de los tiempos del sujeto.


Primer tiempo: tiempo necesario, en donde el Otro toma al niño como el objeto que le falta. El Otro demanda que sea el falo, dice Freud. Como ustedes saben, el falo no es ningún objeto. El falo es un operador que hace que un objeto valga como el objeto que da completud al Otro. cada vez que un objeto toma ese valor de poder completar la satisfacción de dar todo lo que el Otro espera, puede tomar el valor de falo. El Otro toma al niño y le pone ese valor. Freud pone pene=niño=heces= dinero=regalo...Es decir, cualquier objeto puede tomar ese lugar de falo. Cuando el niño toma ese valor, el niño juega a serlo. Esto es lo que vimos antes. En la clínica es un indicador importante de constitución del yo, de la constitución de la imagen del cuerpo, de poder erguirse, de poder moverse en el espacio, de poder tener motricidad gruesa y fina, la direccionalidad de poder ir hacia un lugar. Es importante ser tomado en ese lugar, porque los chicos que no pasan por esta operación donde el Otro se ilusiona creyendo que el vómito del nene es una maravilla y todas las perfecciones del niño caen en esa cobertura, porque se cubre lo que realmente es con la imagen de ser ese objeto. Pues bien, esa ilusión y ese jueguito que al nene le da tanto júbilo de ser el falo, en algún momento produce lo que se llama la angustia del 8° mes, según la llamó Spitz. El nene venía sonriendo con cualquiera, con la gestalt, con lo imaginario del otro, ahora se pone a llorar cuando se encuentra con desconocidos. Ese es uno de los efectos que tiene descubrir que no se es. Se pierde la familiaridad con la representación del mundo y uno se encuentra con lo extraño, se encuentra con lo que no entra en esa imagen. Hay un real que no coincide con la imagen de ser y esto provoca angustia. Esta es una angustia estructural, donde un chiquito que hace la angustia del 8° mes, es un indicador de que de algún modo empieza a conectar con lo real y que no solo está sumido en el hermoso sueño de ser el objeto del Otro. Y esto esto es el inicio de la posibilidad que un ser humano va a tener de relacionarse con lo no conocido, porque lo conocido y lo familiar, lo que reconocemos, es lo que el Otro nos propuso. En cambio, empieza a descubrir lo que antes estaba cubierto: no todo entra en ese ser. Entonces, es un indicador clínico importante pero corresponde a la angustia estructural. En esta modalidad de percepción donde no todo es conocido hay un tambaleo y lo desconocido puede empezar a integrarse a lo conocido se produce un conflicto productivo y el pasaje a otro tiempo del sujeto.


El tiempo del conflicto entre ser y tener. El tiempo de descubrimiento ya no es un tiempo de predominio imaginario, como cuando jugábamos a ser el objeto imaginario que el Otro nos proponía para la constitución del narcisismo y el júbilo propio. El conflicto entre ser y tener reclama, para poder avanzar, de otra operación que Lacan llamó Nombre del Padre. Si el deseo de la madre permitió que se constituyera, en ese primer tiempo, el cuerpo, la imagen del cuerpo, la imagen del mundo, la escena donde eso se puede mover, el movimiento depende de que haya recursos simbólicos para avanzar frente a ese real. Y esos recursos simbólicos no están en los genes. Vienen de una operación, que Lacan coloca del lado del padre, que se llama nominación.


La nominación no es darle nombre, es mucho más, dice Lacan. Nominar es una operación por la cual se enlaza lo real. Cada vez que escuchen “lo real” en Lacan, es lo real del goce. Si nominar es enlazar lo real, quiere decir que con la nominación se le da un borde, una localización a lo nuevo. Se le da una orientación: ¿Tenés una nueva sensación en el wiwi-macher? ¡Qué bueno! Pero mamá no es la encargada de tocártelo. Tenelo, guardalo, ponete el cheque en el bolsillo y efectivizalo después con alguna novia, porque todas las otras -menos mamá- están permitidas. Pero para que todas las otras estén habilitadas, hay una, el cuerpo de una, en el que hay que perder goce. La nominación va a encauzar y orientar los nuevos goces del sujeto, dándole delimitación. Si antes se perdieron los límites, el espacio está trastocado, saber lo que está prohibido habilita a otro espacio. Pero ese saber no es natural. El sujeto va a poder avanzar en el camino de sus propios goces si cuenta con las nominaciones para cada uno de los tiempos del sujeto. La nominación orienta goces en 3 vectores:
  • Hacia la madre: Lacan dice “no reintegrarás tu producto”. Esto quiere decir que el nene no es para que lo goce íntegramente, hay que dejarlo que tenga goces. Este vector, dirigido al Otro, dice que si separás tu cuerpo del suyo, él tendrá su goce. No es para tu goce.
  • Al niño, cuando le plantea “en este cuerpo no”. Es un vector de un lugar donde se pierde goce y orienta a los otros goces.
  • La nominación que recae sobre el propio padre: Esto no está en Freud. Si el padre tiene una función nominante, quiere decir que él es padre por el nombre. No es dueño de su hijo y esto es bien de actualidad. Si el padre decide que lo mejor que puede pasarle a su hijo es tenerlo atado a la cama para que el cuerpo se desarrolle bien, como en Schreber… La nominación es un vector que a él le recuerda que no es Dios respecto al cuerpo de su hijo.


Con la nominación se va pasando y avanzando a otro tiempo para resolver el conflicto. ¿Soy el que le da el goce a mi mamá o tengo el goce del wiwimacher? Se entra en un tiempo, que para resolver la pregunta, el niño busca saber. Esto quiere decir que cuando se nos presenta un real conmovedor de la estructura imaginaria del mundo que teníamos hasta ese momento, necesitamos simbólico para poder reanudar lo que se conmovió. No es casual que en ese momento a los niños se los mande a la escuela y que todos los problemas de aprendizaje tengan como fundamento la relación del sujeto al saber y a la falta del saber. ¿Saber qué? Qué se hace con los goces nuevos. Freud lo llamó latencia. Las angustias están relacionados con los momentos donde emergen goces para los cuales no hay saber y los niños juegan a las reglas para encontrar reglas de lo que se puede y no se puede tocar, de para dónde se puede ir y para dónde no, de quién gana y quién pierde, de quién toca primero, de lo que no se toca. reglas para el goce, tiempo de comprender, de producción simbólica, que va a dar lugar - si estas operaciones se realizan- a un nuevo despertar.


Freud plantea 2 despertares y en este segundo despertar, nuevamente se reabre lo que llamamos el drama puberal. Es ese tiempo donde los agujeros del cuerpo se reabren: nuevamente todas las erogenizaciones que nuestro cuerpo recibió en los primeros tiempos, se activan con la fuerza del drang pulsional. Ustedes saben que las pulsiones se caracterizan por eso de que “no sé lo que quiero, pero lo quiero ya”. Satisfacción inmediata que no admite ninguna pérdida de goce. Se agujerean, entonces, nuevamente la mirada, la boca y cada uno de los orificios del cuerpo, que se vuelven a pensar de un modo que vuelve a reclamar operación de nominación. Esto incluye que si funciona la nominación, cada vez que aparezca un real y aparezca la angustia indicando si quedarse donde está o puede avanza, el sujeto podrá avanzar en sus pruebas y entonces construir, por ejemplo, lo que tiempo a tiempo se reclama para que el goce, en lugar de buscarse en el cuerpo de la madre, pueda llegar a buscarse en el cuerpo de un partenaire.


Piensen que si alguien se queda siendo el objeto que da satisfacción satisfacción al Otro y yo soy, que aparezca otro nene en el jardín queriendo ser, conmueve la representación que tengo y no lo tolero. La relación con el semejante, la relación con los otros, la relación con los amigos que se arman en la escuela son todos pasos hacia la exogamia. Pero para poder tolerar ese real, hace falta simbólico.


Este recorrido breve por los recorridos del sujeto me permiten hacer una mención clínica: Freud dice que la mayoría de los niños pasan por períodos de fobia y que las fobias pasan. Yo suelo decir que las fobias pasan si pasan… Y las angustias pasan si pasan. Pasan de ser una señal, un tiempo de anuncio a otro tiempo si encuentran simbólico para rearmar un goce. Entonces tenemos una angustia señal que podríamos decir que es una señal en el yo, pero con un mensaje dirigido al sujeto. El yo pasa acuse de recibo, está conmoviendo el lugar. Pero el mensaje al sujeto es “Si querés avanzar en un goce más allá del goce que te mandaron, tenés que pagar un precio”. Noe s gratis entrar en una redistribución de goce. Y el precio que hay que pagar es la castración del Otro.


El niño, inicialmente juega a ser quien tapona ese lugar de la falta, de la castración. Después, en los tiempos que les fui mencionando, produce saber, puede avanzar en la redistribución de los goces, si cuenta con la nominación, y llega a conformar una orientación para su deseo. Orienta a dónde va a buscar su objeto para su satisfacción. Si no se es el objeto que satisface al Otro, puede buscar un objeto para el propio goce. Esa orientación de la búsqueda del objeto, de delimitación de lo que decimos que causa su deseo, le permite orientarse fantasmáticamente a la búsqueda del objeto que causa su deseo. Pero este final feliz no coincide con cómo llegan nuestros pacientes adultos a nuestros consultorios.


¿Qué pasó, si se venía dando el precipitado, todo tan lindo, por qué no tenemos normales? Porque no nos gusta la castración del Otro. El neurótico rebaja su deseo a la demanda del Otro y una vez que ya constituyó y orientó su deseo, el sujeto hace lo que Freud llamó una regresión. Esto es muy importante para diferenciar una angustia de otra. Solo puede hacer una regresión quien cursó la progresión de los tiempos. Por eso, la regresión a ubicarse como objeto para satisfacer al Otro no es lo mismo en los tiempos de la infancia, donde el niño no hizo la progresión, que cuando ya se hizo la progresión y se quiere volver. La identificación al objeto en el fantasma no es lo mismo que estar tomado de objeto en la infancia. Una vez que se progresó, uno puede darle el gusto al Otro y uno puede volver a colocarse como aquel objeto que el Otro espera para su satisfacción.


Muchos de los modos en que se presenta el neurótico sin angustia en los consultorios tienen el rostro sintomático de haber encontrado una solución a la angustia. Por eso el análisis no ahorra un tiempo de angustia, porque el sujeto debe descubrir en qué posición se ha colocado para no encontrarse con esa falta del Otro. Pero es distinta esa angustia cuando se cuenta con recursos simbólicos que cuando no tiene borde. Cuando tiene borde, cuando cuenta con simbólico, es angustia señal. Señal en el yo, mensaje al sujeto que le advierte que está tomando el camino equivocado. En Juanito, que en vez de disfrutar su wiwimacher se queda con la mamá a ver televisión con la madre. Después no sabe qué le pasa, tiene eyaculación precoz, de manera que ni se entere que la tiene.


O bien, en la adolescencia, cuando se reabren los orificios del cuerpo, en ese tiempo de despertar pulsional donde hay urgencia… ¿Por qué hay urgencia en la adolescencia? Porque los recursos simbólicos llevan tiempo producirse. Entre tanto, si mi novio no me llama, me como todo lo de la heladera. O me voy al shopping y me gasto todo el sueldo. La intervención en tiempos de urgencia donde la angustia es desbordada, no es lo mismo que cuando la angustia es señal. A mi me encanta una frase de Lacan que dice que el analista debe ser un buen dosificador de la angustia. No se puede cortar la sesión a cualquiera en dos minutos, porque hay quien necesita producir simbólico para poder bordear ese nuevo lugar. ¿Y si no tiene borde? Ansiedad. Es cuando no se logra cernir el objeto de deseo. No se lo puede circunscribir, es una angustia que no tiene borde. El sujeto, ante la angustia desbordada que no encuentra al Otro que le dé simbólico, lo llama mediante el acting-out: puesta en escena de la falta de simbólico para ordenar un goce.


Si el simbólico se está produciendo en un tiempo estructural, todos los niños hacen actin-in, como yo digo… Lo hacen en la escena del consultorio. Por ejemplo, chicos educadísimos en el encuentro con el analista, piden permiso para agarrar algo. Salen a la sala de espera, donde está la mamá y le meten la mano en la cartera, le sacan las cosas, adentro del corpiño…. ¿Qué es eso? ¿Qué puesta de escena puesta en transferencia está reclamando simbólico para un goce y no puede prohibirse en el cuerpo de la madre? Esas escenas, esos acting, no siempre son por resistencia al analista. El acting out es un llamado al Otro por angustia que no encuentra el borde simbólico para pasar del anuncio, de la posibilidad, a la orientación del deseo. Y cuando son los agujeros del cuerpo que urgen, en la adolescencia y llama el freezer, el shopping o no se puede parar de tomar o de drogarse, de responder automáticamente a lo pulsional, es porque no tengo simbólico para ese goce. No es cuestión de que cuando los pacientes te hacen preguntas responder siempre “¿Y a vos qué te parece?”. Las intervenciones del analista deben reconocer que hay angustias y angustias. Angustias que hacen a los tiempos de pasaje del sujeto de un tiempo a otro y angustias que hacen a las fallas en la estructuración. Cuando falla la nominación en los tiempos del sujeto, tenemos predominio de lo real y de lo imaginario. Sujetos que no hablan, que actúan, y cuando el acting-out no encuentra ese simbólico, hay pasaje al acto. El sujeto no tolera esa angustia y cae de la escena, como la joven homosexual ante la mirada colérica de un padre. Entonces, tenemos destinos de la angustia desbordada:
  • La ansiedad, que no logra ubicar un objetoni puede responder con síntoma.
  • El ataque de pánico, como manifestación del cuerpo que estalla, la representación del cuerpo.
  • El acting out, como llamado al Otro.
  • El pasaje al acto, como intolerancia absoluta a la escena.


Debemos diferenciar, entonces, angustias en tiempos de constitución de las angustias por fallas en los tiempos de constitución. Por ende, distinguir la angustia neurótica de la angustia en el perverso, de la angustia en la psicosis. Cada una requiere de intervenciones específicas del analista. Si uno reconoce que hay tiempos del sujeto, puede entonces pensar especificidades del acto analítico y sin aplicar como si fuera una técnica o un dogma a todos. Cuando recibimos a alguien preguntarse qué tiempo tiene, qué tiempo de constitución, qué tiempo de las operaciones, qué tiempo de los goces y por ende, qué angustia, nos va a orientar enormemente para pensar las intervenciones. Pero este será el tema de la próxima reunión.


Pregunta: ¿Cómo influye la caída de los valores institucionales y lo que se llama la caída del padre?
Pregunta: Si el psicoanálisis no cura la angustia estructura, ¿de qué sí cura? ¿Cómo entiende el fin de análisis en un niño?
Pregunta: La madre de Juanito no acepta el nuevo goce de Juanito. ¿Dónde ubicamos la falla en la nominación paterna? ¿En la madre, en el padre?


A.F.: Quisiera comenzar por lo que se llama la invariante estructural, es decir, lo que hace a las posibles consecuencias en un ser humano cuando no se cumplen operaciones a nivel universal y luego ver cómo esa invariante se juega en las variables de cada época. Cuando yo hablé de deseo de la madre y nombre del padre, estoy hablando de esas invariantes necesarias para que se pueda pasar de un tiempo a otro.


Ahora bien, esa estructura que se va estructurando, diría que va cumplimentando tiempos que permiten un pasaje no sin resto. Esto quiere decir que estamos lejos de hacer un ideal de operación cumplida completamente. Esto es porque los goces, que son de lo real, no encuentran suficiente simbólico como para quedar totalmente bien enlazados o encauzados. Dicho en otros términos: los seres humanos no estamos preparados naturalmente para regular el goce. El ejemplo más claro que tenemos es cuando vamos a una cancha de fútbol y nos preguntamos qué pasa con los jugadores, que conocen las reglas del partido y sin embargo hace falta un réferi. Que necesitemos un réferi prueba que necesitamos a alguien para que funcione la legalidad.


Esto quiere decir que a la estructura humana, cuando decimos que hay algo incurable, nos estamos refiriendo a que en la estructuración hay algo que no va a quedar absolutamente alcanzado y encauzado en términos de deseo. Entonces, el psicoanálisis cura, efectivamente, de las desorientación de goce, de las fijaciones que le impiden al sujeto crear, cura de lo que implica la cristalización o fixierung a una demanda que le impide su deseo, de todo eso cura. De lo que no cura es de cómo está hecha la estructura humana. Y la estructura humana está hecha para que lo natural, que pertenecería al reino de la naturaleza, quede trastocado por el encuentro con el lenguaje. Entonces, no tenemos una orientación natural para orientar nuestro goce, necesitamos contínuamente desde la primera infancia y mediante las figuras primarias, y luego en la vida, procurándonos nominaciones para que no cese la creatividad y el encaminarnos en nuestro deseo. Nada garantiza -y por eso la angustia es estructural- que no perdamos el rumbo, porque tenemos 2 componentes que nos apartan de nuestro deseo. Uno son las tentanciones pulsionales. Las tentaciones pulsionales, que hoy vulgarmente están definidas como hago lo que quiero, cuando sabemos que no es lo mismo querer que desear. Hago lo que quiero significa dejarse llevar por las pulsiones. No estamos preparados para que nuestras pulsiones hagan sus vicisitudes hacia la creación. El psicoanálisis cura de las fijaciones de goce incestuosas que detienen el camino del sujeto para que pueda crear y generar sus vías de goce. De eso cura, extractándolo de esa posición que lo deja muy limitado en su calidad de vida. El goce incestuoso es empobrecedor. De lo que no cura, es que la emergencia de lo real prueba una y otra vez que el goce no está todo cubierto por lo simbólico. Entonces, en el partido de fútbol hace falta un réferi y en la vida, que las nominaciones puedan recrearse. Lacan dice que por la vía del sinthome, que son formas de reanudar lo que la falta promueve en cada sujeto.


Luego, al pensar en nuestra época en qué favorece y cuáles son las variables que entorpecen, una es el ideal de libertad. Creemos que nacemos predispuestos para elegir. Era varón y eligió ser nena, por ejemplo. O que eligió un juguete. Creemos que la elección se hace libremente y lo cierto es que en los primeros tiempos no somos libres. Para poder liberarse de la demanda del Otro, es preciso que se produzcan estas operaciones. Ahora bien, la condición de conseguir la libertad es pagar un precio. Dijimos que la angustia marca la posibilidad de la libertad, liberarse de ese lugar de objeto que ese Otro nos demanda, pero hay que pagar el precio de la pérdida de goce. No siempre las variables de la época favorecen que las operaciones puedan sostenerse. Por ejemplo, hoy se está debatiendo qué es una madre. ¿Quién es la madre? ¿La que pone el óvulo, el vientre? Tenemos que volver a definir qué entendemos por eso que cumple las operaciones. ¿Quién cumple la operación del deseo de la madre? ¿Quién cumple la operación nombre del padre? Y entonces, ¿Qué pasa con el papá y la mamá de Juanito? Pasa algo muy actual, que la posibilidad de ceder un goce, que la madre ceda de gozar del cuerpo del niño, es que busque el goce en otro lugar. Nadie deja un goce si no tiene algo a cambio. No dejamos ni perdemos un goce si no ganamos algo. Y esto vale para las intervenciones del analista, porque no podemos hacer una especie de apología del corte y caída del objeto, si no está la posibilidad de reencontrar un goce que condescienda al deseo. Para eso, no solo se trata de la madre y el padre. Se trata de cómo se redistribuyen los goces de la madre y el padre en lo que yo llamo el deseo de ellos. Es decir, el deseo de los padres propongo pensarlo no solo en tanto en madre y padre, sino como hombre y mujer. ¿Qué pasaba con la madre de Juanito? Hay muchos indicadores que nos dicen que el chico dormía en el cuarto. El padre de Juanito se queja de que la madre lo llevara a la cama, ¿pero por qué ese padre insistía pero no pasaba de esa palabra? En uno de mis textos yo lo llamo el padre teórico. Hoy hay muchos de esos, padres que saben toda la teoría, son intelectuales, pero después no intervienen. Juanito le dice claramente: hagamos negocio, yo me quedo con mi mamá y vos te quedás con la tuya. ¡El padre de Juanito está tomado por su propia madre! Juanito tiene registro de lo que pasó en su infancia cuando ayudaba, de grande, a desarmar su biblioteca cuando se separa de la madre. La madre de Juanito odió a Freud por el resto de su vida. Y eso es porque nadie agradece el corte de goce.


Entonces, no se trata de la madre o el padre, sino  de lo que pasaba en esa cama, donde Juanito se metía ahí. Yo les digo, en mis más de 40 años de analista, es casi matemático que donde el nene está en la cama, no se coge. Se los digo psicoanalítico: quiere decir que el chico sabe que que ahí hay un goce. Para que la madre sea no-toda-madre, es preciso que haya un goce que ella busque como mujer más allá del niño. Y el padre que busque el goce, no en el cuerpo de su madre, sino en el cuerpo de una mujer. Lacan dice que un padre merece respeto y amor si él hace de una mujer objeto a causa de su deseo. Esto quiere decir que orienta su goce a un cuerpo donde reconoce la falta. En esta época, tenemos la categoría de los 3 “des” para los padres:
Padres desautorizados, con el fantasma del patriarcado. Siempre que ha habido épocas de exceso de goce, sociedades patriarcales, se corre el riesgo de cometer el error simétrico opuesto: que no haya padre. El padre que no tiene que haber es el padre de goce, no que no haya padre de la nominación. El discurso de la época considera que cada vez que el padre interviene está mal. Los padres se desautorizan porque temen ser autoritarios y entonces no ejercen su autoridad.
Padres desorientados: al desorientarse, se prenden del discurso de la época. Ahora no se puede regalarle una pelota de fútbol a un chico para que no sea machista, como si dándole una muñeca no se lo estuviera determinando también. También confunden ser libres con la desorganización de los goces.
Padres desreponsabilizados: Son los padres que no quieren venir, que mejor sería medicar a los hijos. No se preguntan por qué, no se interrogan. No se trata de culpabilizarlos, porque responsabilizarse viene de respuesta. Pero los padres muchas veces no tienen con qué responder.
Las variables de la época hacen que se quiera cambiar el modelo de padre idealizado y se cree en este concepto de que hay que matar al padre. lacan dice que hay que prescindir del padre, pero a condición de servirse de él. Es decir, no podemos prescindir de las operaciones fundantes para no quedarnos sumidos. En la clínica actual lo vemos cotidianamente con los pacientes desbordados que llegan.

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