viernes, 3 de mayo de 2019

La angustia en la psicosis: su clínica.

Notas de la conferencia disctada por Demetrio Demirdyian, el 17/10/2017

¿Cómo abordar aquellas dificultades que se generan en el lazo con los otros? Ustedes saben que uno de los problemas mayores de la psicosis es el aislamiento, la dificultad del lazo. El hospital psiquiátrico a veces ofrece esa posibilidad, pero la imposibilidad del lazo es un hecho de estructura.

La angustia en la psicosis no es un tema muy abordado, en general se hacen comparaciones permanentes entre la neurosis y la psicosis. No hay una definición propia de la psicosis si uno no la está comparando con la neurosis. Más bien, la angustia tiene que ver con el campo de la neurosis, que tiene ciertos articuladores desde Freud en Inhibición, síntoma y angustia. Pero ahí Freud habla del campo de la neurosis.

La afectación de la posición del analista en la dirección a la cura. Hay algo que tiene que ver con el pathos del analista. El pathos, de donde viene las palabras patología y patético. Yo tomé esa palabra, porque en realidad es un afecto, la afección el analista en su posición. ¿Dónde es tocado en su posición? La estructura psicótica está por fuera de la noción de cuerpo que nosotros conocemos, entonces la transferencia con la psicosis es con el cuerpo del analista. Hay una frase del seminario X de la angustia, que a nosotros nos costó mucho decodificar, de qué era lo que Lacan estaba diciendo en esa frase. Lacan da unas notas en un párrafo muy complicado, donde Lacan habla de la posición del analista en la neurosis, en la psicosis y en la perversión y habla de aquello que conocemos como su invento, que es el objeto a y en qué lugar queda ese objeto a en el juego de la transferencia con la psicosis, la neurosis y la perversión. Esto nos dejó pensar en qué pasaba en la dirección a la cura de algunos pacientes que atendíamos.

Lacan, en determinado momento, se inclina a decidir cuál es el mecanismo en juego de una serie de términos psicoanalíticos que había incorporado Freud en su acervo teórico-conceptual. Él se inclina por la Verwerfung, que es lo que nosotros conocemos como forclusión o preclusión. Este término es el que Lacan decide para decir que acá sucedió algo que no permitió que se se estructurara la cosa de determinada manera y entonces se estructuró de determinada otra. No es que hay una estructuración en una y en la otra no la hay. Estamos hablando de estructuras. Pero nosotros no aprendemos estructuras, sino sujetos y sus posiciones. A veces nosotros nos tenemos que adelantar a algo que es bastante improbable que encontremos. En la psicosis, la noción de sujeto es improbable, además de la de cuerpo. Hay cosas que faltan y cosas que sobran. Esto nos da la pauta de dónde colocarnos en la transferencia en este tipo de situaciones en el consultorio y los hospitales.

Voy a presentar una pequeña fórmula, nada exacta, pero que es una orientación. Freud parte de la neurosis y Lacan, desde la psicosis. Tanto Freud como Lacan toman la nosología psiquiátrica y pasan al campo analítico. Estas se incorporaron como cuerpo conceptual del mismo. Lacan no pensaba lo mismo que Freud acerca de la inutilidad de la herramienta del psicoanálisis para la psicosis, lo simplificaba diciendo de esta manera: el saber clínico orienta la acción. Fíjense qué fórmula sencilla. Saber cómo está constituída la psicosis, sus condiciones y la naturaleza de sus fenómenos da lugar al entendimiento, también a su lógica. La premisa lógica es una premisa insustituible para el campo que se dice ser analítico. Un ejemplo, una premisa lógica es “desea esa condición de que algo le falte”. Esta es una premisa lógica. En la psicosis, esto no se cumple. Es decir, hay una premisa lógica que no se cumple. En la psicosis hay una falta que no se instituye y entonces no hay posibilidad de desear. Y entonces, ¿cómo se puede manejar uno en la vida sin la posibilidad de desear? Los neuróticos nos hacemos nuestras triquiñuelas y trampas con la falta y el deseo. En la psicosis, todo es más pragmático con respecto a esta situación. ¿Qué cosas vendrán a poner algún tipo de solución para esto que no está en relación al deseo?

Freud siempre dio una serie de definiciones acerca del tema que nos concierne y que quizá nos pueda servir a lo largo de esta exposición. Les voy a leer lo que Freud dice en Inhibición, síntoma y angustia: la angustia es el afecto que funciona como señal de peligro ante la amenaza de repetición de una pérdida pasada. Freud acá habla del miedo a la castración como un peligro interno. Sigue: el miedo es una reacción ante un peligro externo y actual, mientras que la tristeza o la aflicción es el afecto propio de la constatación de una pérdida. Es decir, tenemos un afecto, una reacción que es el miedo y luego otro afecto que es la tristeza o aflicción, propia del duelo. Observen que acá Freud habla de afecto y no de sentimiento. El sentimiento es la dimensión imaginaria del afecto, que toca lo real. Este es el punto de la afección que yo estaba haciendo refería al principio, es el punto de la afectación. Es el afecto, no como un sentimiento, sino lo que toca el cuerpo real del analista.

Lacan era muy freudiano, él proponía su retorno a él. ¿Pero en qué cosa no lo era? Desde el punto de vista de abordar la psicosis, donde nos encontramos en uno de los lugares de máxima diferencia, aunque Lacan reconoce que Freud se maneja como pez en el agua cuando aborda el caso Schreber. Freud es genial, pero está frente a un texto, que es Memorias de un neurópata. Es un libro tedioso y pesado de leer. Freud nunca estuvo frente a Schreber, sino a este libro. Es un libro de alegato de inocencia, un testimonio, un grito desesperado de quien cree ser injustamente sancionado por su delirio, al que no considera como tal. Si buscamos la angustia en la psicosis, no tenemos que ir lejos para ver qué representa este grito en Schreber. El grito y el alarido que va a venir allí, rápidamente. En Schreber, Dios goza de él. Allí se realiza otra premisa lógica: no hay relación sexual. Pero en Schreber, hay relación sexual. Allí se hace real algo que por lo general el neurótico está amparado. Esto de que no hay relación sexual habla ni más ni menos que del incesto, que está inscripto en la estructura por la interdicción o no. Que no haya relación sexual se refiere a lo incestuoso.

La angustia que él menciona como alarido se produce cuando ese goce, que está ubicado en el lugar del Otro, desaparece y se deshace la cópula de él con Dios. Fíjense cómo en Schreber el delirio y su certeza aseguran que su angustia y sufrimiento no aparezcan. Esto ya es una nota freudiana que da por tierra a toda la elaboración psiquiátrica. El delirio estabiliza, localiza algo de ese goce indeterminado y con eso Schreber se estabiliza, se compensa en su locura. Cuando esa cópula -donde hay relación sexual- se rompe y deja de recibir esos rayos divinos que lo conectan con Dios, aparece el sufrimiento, la angustia en forma de alarido. Previo a esto hay un tema muy importante, que lo vamos a ver muchas veces en la paranoia: la figura de su médico y psiquiatra, el dr. Flechsig, se torna persecutorio y es acusado por Schreber de asesinato del alma. Esta es la acusación que le hace Schreber a su médico tratante. Freud observa que antes de este momento, Flechsig era un objeto de amor de Schreber. De hecho, habían cuadritos de él en la casa y se le rendía un culto amoroso. Luego deviene en odioso perseguidor. Del amor, devino odio. Esto es algo que tenemos que tener muy presente porque se reedita esta situación con la paranoia, la erotomanía, (que es una forma de paranoia, más o menos comparten la misma estructura) y también la llamada esquizofrenia paranoide. Hay un modo paranoide de la esquizofrenia donde estas cuestiones del amor y del odio tajante están opuestas.
  • En la neurosis, se produce una prensa entre el amor y el odio, que lo lleva a Lacan más adelante a hablar de odioamoramiento.
  • En la psicosis, hay un tajo entre el amor y el odio. Se pasa de un lado a otro de manera muy violenta, muy perceptible en la transferencia. De repente, no sabemos por qué, algo viró y nos convertimos en perseguidores.

Estas cosas nos llevan a los analistas a las supervisiones, a los propios análisis, ¿por qué me convertí en odiado con tanta rapidez? Acá tenemos lo que Freud demuestra con sus formaciones gramaticales. Ese asesinato del alma es un gran desorden en la vida del sujeto. Hay una dificultad en escribir si ser, ubicar una existencia. A esto Lacan le llama desorden de la vida.

También está la dificultad en localizar algo de su sexo, como posición sexuada, de producir algún tipo de identificación en el Otro que le permita un modo de compensación, de localización. El programa del hospital, en este sentido, les otorga algún tipo de inscripción, algún lugar para inscribir algo del ser de esa persona. En muchos hospitales, sin embargo, hay una anomina. Se gana muchísimo, en sentido humano, cuando alguien recibe alguna sanción en el sentido de localizar algo. El goce de la psicosis es un goce loco.

Lacan es heredero de la edad de oro de la psiquiatría francesa y alemana. Él analiza su caso prínceps siendo residente en un hospital, que es su tesis doctoral, el caso Aimée. Él inventa la paranoia de autopunición. Desde ese Lacan tan joven hasta las presentaciones de enfermo que él mantuvo hasta el final de su vida en el hospital, él sacó muchas cosas de ahí. Quizá fuera un cable a tierra, porque nos podemos ir en formulaciones, cuando en realidad la clínica a veces nos dice otra cosa.

Dentro de los muros del hospicio se produce la entrada de Lacan al psicoanálisis. Cuando Lacan se refiere a la frase “le está hablando a los muros”, en el seminario Aún, se refiere a las paredes del hospital y juega con las palabras muro, amour, amor. Lacan extrajo de la paranoia y extendió lo que Freud venía trabajando con los objetos pulsionales. Él habla de la mirada y de la voz. Sin estos 2 objetos pulsionales es muy difícil esquematizar la cuestión de la alucinación. Estos 2 objetos son muy importantes por sus retornos reales en la clínica de la psicosis. Esos objetos, en la psicosis, están desarticulados, persiguen, acosan al sujeto… Son retornos en lo real. Escapan del espejo, podemos decir. Esos objetos murmullan, vociferan, miran fijo sin parpadear. Andan sueltos. Esta suposición es muy temprana en Lacan, antes de la conceptualización del objeto a en el seminario de la angustia.

El tránsito que hace Lacan por la psiquiatría previo al psicoanálisis le otorga el suelo para tener esos primeros esbozos, muy rudimentarios hasta acá, pero precisos desde el punto de vista clínico. Son objetos que de no llegar a subjetivarse, escapando al espejo y su virtualización, se interpretan de modalidad paranoica. Que escapa al espejo quiere decir que si el estadío del espejo es una especie de molde, donde se estabiliza la imagen, en este caso el asentimiento especular no logra incorporar a la imagen como propia y el correlato de extrañeza y horror son su consecuencia. Con esto nosotros nos encontramos todo el tiempo. ¿Por qué atendemos a un psicótico cara a cara? Nadie hace recostar a un psicótico al diván, aunque a veces se tiran solos. El psicótico hace lo que quiere, es dueño pero su libertad es su propia condena.

La noción de libertad es una de las primeras cuestiones que Lacan trabajó en un texto que se llama “Acerca de la causalidad psíquica”. Dijo que la libertad no era lo que su maestro decía, que lo ubicaba en un registro de pérdida. La locura significaba un grado de pérdida de la libertad. Lacan dice exactamente lo contrario: para él, la libertad del loco es el propio problema, porque es una libertad sin topes, totalmente exaltada como sería el cuadro de la manía. La manía, como reverso de la melancolía, es una libertad llevaba a un punto mortal, no se detiene en ningún lado. Lo más difícil es tratar con un maníaco, porque el maníaco no quiere aceptar nada que cercene esa libertad o que le pongan límites, porque se siente feliz allí. ¿Cómo hace uno para abordar esa situación y decirle que se va a quedar internado porque está demasiado contento? Y si, está contento pero de forma maníaca, sin frenos, no duerme, no come, no se alimenta, despilfarra, la familia ya no sabe qué hacer… En el caso Joyce, el escritor, en Lacan después, pasa un tiempo en París donde él que él vive maníacamente con un linyera, prácticamente sin beber y sin comer. Pudiendo trabajar no lo hace, esto lo cuenta un hermano en una biografía.

¿Por qué es tan importante esa imagen? A veces intentamos, desde la clínica, devolver algún tipo de imagen que tiende en la psicosis a estar fragmentada, desunida. El cuerpo del psicótico está desunido, por eso lo miramos, lo atendemos… Hay un paciente que atiendo desde hace años y somos amigos. Yo soy su único amigo y él no ha establecido un lazo con ninguna otra persona. Sostenemos ese lugar de amigo, cuando llega el día del amigo me dice de comer afuera y vamos a comer algo afuera del consultorio. Después volvemos y nosotros somos amigos. Esa identificación que yo le devuelvo es la que él inventó, porque yo jamás le dije “yo soy tu amigo”. Lo único que yo hice es corresponder a esa invitación y esa imagen de semejante, que yo le semblanteaba a él, era provechosa, en el sentido de que pudiera mantener una determinada situación que de otro modo no podríamos saber cómo lograr establecer esta imagen. Él había tenido problemas con algunas personas con las que se había vuelto un poco paranoico. A mí no me pasó eso, pero podría pasar. ¡Crucemos los dedos!

De lo que estamos hablando es de un fracaso de la incorporación, porque este fracaso de la primera identificación, conocida como incorporación, algo del cuerpo y del soma quedará afectado desde allí. Esta situación es la que se sufre con las ideas de fragmentación, o desmembramiento, que se sufre muchísimo. La separación que permitiría la inscripción de esa ausencia como falta, no se produce. Entonces, tenemos a ese objeto del que estábamos hablando, vivitos y coleando, bailando por ahí como un objeto en más. De ahí estas miradas, que le llegan desde algún lugar que el psicótico no puede localizar. Tanto psicóticos como neuróticos, podemos participar de algún fallo y que de repente alguna mirada se nos vuelva un poco extraña. Pero bueno, el neurótico tiene sus amparos y recursos que le permite que esa situación sea algo momentáneo y no permanente: recursos fantasmáticos, recursos que vamos incorporando. Algunos lo tienen más armado desde la cuna y otros los mejoran analizándose.

Vamos a poner una fórmula: la alucinación no es sin objeto, tal como ocurre con la definición de la angustia. Antes la psiquiatría decía que la alucinación tenía que ver con que ver un objeto no está. Lacan dice que hay un objeto, algo que es necesario que esté. Lo que pasa es que se trata de registros de objetos distintos. Hay una articulación en las alucinaciones donde las voces se hacen audibles. En Freud también encontramos a la alucinación tempranamente, cuando habla de la psicosis alucinatoria de deseo, ligado y constitutivo. Allí ya no habla de la psicosis, es decir que la alucinación la podemos encontrar tanto en la neurosis como en la psicosis, no es privativa de esta última. Esto es muy inicial en Freud. Más adelante, Lacan va a decir que la alucinación es la positivización del objeto a por fallo en su sustracción. Hay un objeto que debe perderse y que en la psicosis no está en ese registro de pérdida, no se ha sustraído en la constitución del sujeto. Por eso, lo tenemos dando vueltas, bailoteando, como en íncubo en la pesadilla.

Lo más inquietante es que la función del analista está bajo los mismos fundamentos. Es decir, podemos construir teorías que justifiquen todo nuestro accionar, ya que cierto fracaso identificatorio nos atañe a todos. Una construcción delirante puede hacer menos para restituir aunque sea fallidamente el fracaso de esa identificación. Nadie está a salvo de esto, es lo que estoy diciendo. La frase de Lacan implica que se puede construir, tras ese fracaso, un afuera donde ubicar el mal. Lo malo, para el paranoico, viene de afuera. Se puede pensar para esto muchas cosas, por ejemplo un razonamiento en relación a la xenofobia, al racismo, etc. La paranoia no está tan ajena a nosotros. En Psicología de las masas… hay 3 hojas donde da un pantallazo de esto que estoy diciendo.

Locura de a dos o folié a deux. Podemos ver con qué rapidez se descompensa esta estructura cuando se introduce algún elemento tercero. Esta es una indicación clínica frecuentemente vista en la folié a deux. Esto muchas veces desemboca en el pasaje al acto suicida o criminal. Muchas cosas en Lacan comienzan por lo criminal también. En su libro está el crimen de las hermanas Papín, que fue un caso resonante en Francia. La folié a deux de estas hermanas se ve interrumpida por la presencia de un tercero y se produce el pasaje al acto criminal.

Lacan esquematiza, en el seminario de la angustia, que la angustia es puesta en marcha más bien por una presencia abrumadora, que por un faltante o una ausencia. Es algo en más. De ahí decimos de que cuando falta la falta, el sujeto se angustia y que esa angustia es la traducción subjetiva. Desde ahí, cuando la falta no está inscripta, ya no por contingencia o por coyuntura, sino por cuestiones estructurales, decimos que no hay falta en la psicosis. Pero esto no nos autoriza a decir que no hay angustia. ¿Pero cómo funciona esto, si es que falta la falta de manera radical y no momentánea? En la neurosis esta falta de falta es momentánea, empieza y termina en un tiempo. Los psicóticos, ¿se angustian? Claro que si, nadie está exento de esto, pero tienen serios problemas para ponerlo en palabras. Por ejemplo, para decirle que no al Otro. Muchas veces nosotros encarnamos ese lugar en la transferencia con la psicosis. Somos nosotros que tenemos que estar poniendo ese no, porque ese “no”, no está inscripto.

Cuando falta la palabra, no se puede decir que no. Falta la palabra, se carece de ella o su apropiación es muy dificultosa. Más bien, es imposible por la radicalidad del problema. La palabra aparece pegada, se holofrasea, se solidifica la cadena significantes, la red. En muchos casos, no saben para qué sirve la palabra. La gravedad indica que faltó a la cita ese elemento concatenante, y ese sujeto está entregado al goce. Goce, veremos, que tiene su cara trágica, como lo es la vida sin deseo y es grave porque se acerca a la muerte. Para tomar un ejemplo, hoy debidamente extendida por el autismo, el aislamiento que padece para entrar en una angustia extrema. Ese aislamiento es para evitar esa angustia estragante, para quien el lenguaje del Otro no le llegó en condiciones tiernas, amorosas. Entonces tenemos la soledad autística y la inmutabilidad. Estos son los 2 criterios para el diagnóstico de autismo infantil según Leo Kanner. La retirada del mundo no se acompaña por ninguna angustia persecutoria ni ninguna desesperación, siempre que el agujero negro que describe Frances Tusting (discípulo de Melanie Klein) que está en el autismo, según él, está taponado con algún objeto que él denomina autístico. Es decir, hay soluciones que son tapones, lo que este psiquiatra llama objeto autístico nos pone sin duda en una de las patologías más arcaicas y más graves.

La tesis de Lacan con respecto al lenguaje es que el lenguaje nos usa, más que lo usamos. Somos instrumentos del lenguaje, él nos parasita pero para hacerlo operativo -y esta es la cuestión que el psicótico no puede hacer- hay que negativizarlo. Hacer operativo al lenguaje permite condicionarlo al deseo y dejar inoperante lo orgánico, el soma, que se deja atrás. Negativizar el lenguaje es hacer una virtualidad de él, para que este no se convierta en algo material. Esto es lo que Freud dice que las palabras no son las cosas. Negativizarlo es darle categoría de representación, y que no sea una presentación como ocurre en esta materialidad que vemos muchas veces en los casos. Cuando el lenguaje no se negativiza, estamos frente a una catástrofe. Es una falla significante que existe desde el principio. La psicosis misma está definida por cuestiones del lenguaje. El psicótico fue bañado por el lenguaje del Otro, pero carece del uso operativo de la palabra.

La dirección a la cura. El analista ofrece, en este encuentro, de una manera muy distinta en la neurosis que en la psicosis. Este punto, íntimamente ligado al hecho transferencial, es lo que desafía al analista para conducir curas de pacientes psicóticos. Esta diferencia con respecto a al psicótico se establece, respecto al analista, hace que Freud conceptualice la diferencia radical de la transferencia en la psicosis y saque conclusiones muy diferentes respecto a Lacan. En Freud, no hay chances de la cura analítica, porque se trata de un cierre forclusivo a la posibilidad de la instalación de la neurosis de transferencia que posibilite la tramitación de los síntomas y el trabajo del duelo a consecuencia de la severa afectación del encadenamiento de la sustitución significante. Esto es en Freud.

Lacan abre las chances, porque esquematiza de otro modo la transferencia. No es solamente la cuestión de la repetición y la constitución de la neurosis de transferencia. Nosotros podemos hablar con propiedad de la transferencia en la psicosis sin estar diciendo una barbaridad. Lo que pasa es que esta transferencia tiene una modalidad distinta. Lo real que viene a nuestro encuentro de un improbable sujeto, va a requerir de nuestra presencia, porque en ella está la posibilidad de articular un vacío. Esto que inventamos con este paciente de ser amigos, es la posibilidad de articular un vacío desde la presencia. Ni él se termina creyendo que somos amigos, pero no importa, nos llamamos así. Eso es un vacío. El paciente psicótico siempre va a necesitar localizar esa presencia, en tanto presencia física del analista, a partir del cual, poder ubicar cada vez ese vacío necesario para sortear el sentido amenazante, en el que somos puestos sobre las cuerdas cada vez que siendo de carácter persecutorio o erotómano hacia lo inevitable del encuentro.

Lo ominoso. Para mi, la calidad de la angustia en la psicosis es una cualidad siniestra. Por eso quisiera contar qué pasa con la libido en la psicosis, por ejemplo, y cómo se produce esta ruptura un poco terrorífica de la libido en la psicosis y qué es lo que el psicótico muchas veces quiere sacarse de encima, sin poder hacerlo. Freud muy tempranamente califica a la esquizofrenia como una enfermedad de la libido y plantea las dificultades con el mundo exterior, las retracciones y distorsiones con el mismo. ¿Pero qué pasa en la psicosis con la libido? El lenguaje que lanza la libido e inviste a los objetos de la realidad, no opera y condiciona en la vía del deseo. Lo que antes le decía, el sentimiento de la vida del que tempranamente habla Lacan, que está afectado por no producirse la pérdida necesaria. Por lo tanto, el fallo del anudamiento hace que el cuerpo no constituido no termine de perder ese órgano, que es la libido y se corporifique. Es decir, que tenga esencia material. Acá volvemos a una libido en forma de ladrillitos, como en el caso del lenguaje. De esta manera, la libido corporificada, vuelve como siniestra pesadilla envolvente. Hay un caso que Lacan toma de su maestro en psiquiatría, Clérambault. Él menciona un caso que se llama Léa-Anna. Es una paciente perseguida y erotómana: perseguida porque tiene la certeza de que la siguen tipos, que hacen ruidos con sus gargantas y suenan sus narices para que tosan. Estos son signos inequívocos para ella, de que son signos enviados por su amado, en rey de Inglaterra. El moco, que ella no puede sacarse de encima,  a ella le retorna desde lo real y lo imaginario, sumamente adherente para ser sumamente pegajosa, como lo suele ser una erotómana, o como bien señala Clérambault, está más ligada con una cuestión de orgullo que de amor. La erotomanía -este es el postulado fundamental- se trata de una cuestión de orgullo, de despecho, pero no de amor. Este ejemplo es para mostrar cuán pegajoso puede resultar un imaginario no anudado, es decir, no agujereado.

En mi experiencia, con pacientes psicóticos, dicha adherencia es una fuente de angustia importante. En la cura se ve un intento desesperado y la demanda imperiosa que se nos realiza para desprender algo de esa cobertura asfixiante que los reenvía a la cosa, al das-ding. Es a veces eso mismo lo que se nos viene encima con la transferencia psicótica e intentamos de rechazarla de alguna manera, ya que resulta muy angustiante al ser tan masiva y al hacer masa con nosotros. Esto de la transferencia masiva en la psicosis es muy frecuente. Decimos que una buena guía clínica la podemos encontrar en la diferencia que se establece entre el sueño de angustia, donde la falta está conservada, y la pesadilla, donde no hay registro del despertar y no hay tiempo. La formulación de la hipótesis sería la siguiente: la angustia en la psicosis se presenta bajo la forma de lo siniestro, lo ominoso, por eso la pesadilla. Es curioso que en la etimología de la pesadilla a Borges le resultaba con poca fuerza por el diminutivo. ¿Quién piensa en diminutivo cuando habla de la pesadilla? A él le gustaba más la terminología sajona, nighmare, yegua de la noche.

Avanzo con la lectura de Hoffmann y me detengo en el cuento “El hombre de la arena”. Se trata de un cuento siniestro en que se basa Freud para darle el relieve y rigor al efecto que describe la angustia: algo familiar que deviene extraño. ¿Cómo se convive con esa extrañeza? ¿Cómo se le pone letra a eso que está en el borde de lo corporal? Eso nos afecta y nos toca lo que nos constituye. Una pesadilla de nunca acabar. Nathanael  termina aterrado como un psicótico alucinado y se arroja al vacío desde una torre, suicidándose. ¿Pero qué pasa con él? Hay algo que él no puede sacarse de encima y retorna. Si lo leen, está en todo el relato. Él intenta sacarse algo de encima que no puede. Cuando el autor, tan hábilmente nos da un pequeño respiro, rápidamente vuelve a la carga y vemos que este retorno se ha producido nuevamente en lo real de la situación. Nathanael, cuando aparece que está curado, se trata de un tipo de pausa para que eso vuelva una y otra vez a esa cita donde él se encuentra como objeto pasivo y feminizado (dice Freud en una nota) con respecto a su padre. este es un cuento muy importante que deriva hacia cuestiones metapsicológicas importantes en la psicosis, porque tiene que ver con el desorden del goce del psicótico y la dificultad de escribir su sexo en la estructura. Todo eso permanece desordenado y el psicótico intenta algún tipo de solución a ese problema, que con Lacan vamos a encontrar mucho después como empuje a la mujer. Es un efecto de feminización que según Lacan nada tiene que ver con la causalidad que le daba Freud a la posición homosexual. estamos en la paranoia y lacan dice que no tiene que ver con la posición homosexual, sino con la irrupción del sexo, con su ubicación. Para que haya homosexualidad, tiene que haber un hombre. Un hombre que no hay. El psicótico no puede inscribir la homosexualidad, en eso Lacan se diferencia totalmente de Freud e inventa este término de empuje a la mujer como el problema en sí. Esto no se da en todos los psicóticos, pero lo podemos encontrar en casos como el de Schreber.

Nathanael, desesperado, se arroja al vacío. La escena que retorna es la muerte enigmática de su padre en circunstancias que él no alcanza a entender. Hay un tono enigmático en esa muerte, si uno lee el cuento. Hay un retorno de lo real como pesadilla eterna, sin tiempo. Se trata del retorno inesperado de lo idéntico que es opuesto a la noción de repetición, que conlleva la diferencia como rasgo principal. En la repetición hay diferencia, mientras que acá se trata de la reiteración de lo mismo. En 3 oportunidades se produce lo que uno podría decir que son 3 brotes diferentes. Están perfectamente señalados en el cuento y también señalados por Freud. Hago la salvedad de que Freud, en su lectura, adjudica un tipo paterno neurótico, aunque unas páginas más adelante, analizando la temática del doble, que fue trabajado por su discípulo Otto Rank, subraya el déficit de demarcación del yo entre el mundo exterior y el semejante. Hay una regresión allí, de algo que vuelve siempre al mismo lugar, porque le falta la corporalidad: lo simbólico. Cuando decimos la corporalidad decimos lo simbólico, como lo muestra la obra de Hoffmann.

Freud se va a encargar de ubicar el efecto siniestro no solo en lo inanimado, sino también en la mutilación de los ojos. Está por todos lados en el texto, es decir, él discute con alguien que ubica el efecto siniestro sobre lo inanimado de una muñeca llamada Olimpia que está en el cuento, de la que Nathanael se enamora. Freud dice que lo siniestro no tiene que ver con esa muñeca inanimada, sino que tiene que ver con la pérdida de los ojos, en un registro que en nada se equipara a la pérdida de la visión. Perder los ojos no es perder la vista, sino castración en lo real, emasculación, desvirilización. Estos son términos que utilizamos para hablar de la castración en lo real en la psicosis. A veces, hasta decir castración en lo real parece poco. Estamos muy acostumbrados a escuchar que la castración tiene que ver con el campo de la neurosis. El origen demoníaco de la pesadilla no está ligado a la castración en ninguna de sus múltiples analogías: íncubo, lo demoníaco.

Mi interpretación -me voy a detener aquí- del pasaje al acto en el cuento es a sabiendas de que se trata de una ficción. Eso no impide que pueda hacer alguna mínima ubicación de él mismo, tal como el delirio del personaje central, como también para solucionar la angustia pesadillesca, en la que está envuelto en el pasaje al acto. Hay un marcado empuje al goce en este cuento, donde podemos incluir ese efecto feminizado del que habla Freud en su nota al pie del texto, que Nathanael no logra resolver de otra manera, aún con toda la ayuda que se le presta, sobre todo con los cuidados de Clara, que intenta él mismo arrojarla al vacío, antes de arrojarse él. Cuando aparece atemperarse dicho goce, vuelve con fuerzas como tantas veces lo hemos visto en la clínica, de esos avances sintomáticos cuando hay aparente calma. Entonces, coexiste el empuje al goce conjunto con el intento de solucionar eso mismo que atormenta. Sacárselo de encima, aliviarse como a veces se logra, de manera definitiva, acerca las cuerdas al pasaje al acto, situación desesperada que hace concluir el cuento.

La angustia, en la psicosis, es angustia ominosa. En la pesadilla no hay borde, ni tabique entre el suelo y la vigilia. Está en el borde de la alucinación. Todo es posible sin ese tabicamiento. Es incestuoso, no hay adentro ni afuera. El Otro se mete por cualquier lado y lugar. Freud va a decir que Olimpia (la muñeca inanimada) es parte del personaje central, dice Freud, para ubicar la posición de objeto pasivo con respecto a su padre o mounstro. Allí parece que Freud da en la tecla con esta situación.

Pregunta: La alucinación no es privativa de la psicosis y por otro lado la psiquiatría se distancia de la idea de la alucinación como percepción sin objeto. ¿Podés ampliar eso?
D.D.: Todos alucinamos y la alucinación está en el borde de la pesadilla. Hay alucinaciones al momento de empezar a dormir y al momento de despertar, esto la psiquiatría lo describe muy bien. Donde se borra el límite entre el sueño y la vigilia, hay alucinación. Todos tenemos esa capacidad, no está cerrado para el psiquismo de nadie. El objeto de la alucinación  al que la psiquiatría se refiere es al objeto perceptible. El psicoanálisis dice que no es sin objeto. Pero se trata de un objeto en otro registro. El psiquiatra dirá que en la alucinación se está viendo algo que no existe, pero el psicoanálisis toma al objeto (tanto en Freud como en Lacan) desde el comienzo. Freud se refiere a lo alucinatorio en el deseo.

A veces, a partir de la ingesta de un tóxico, se abre una hendija que existe en la estructura de cada quien. Se puede alucinar por la presencia de un tóxico, pero es una cuestión momentánea. No se trata de alguien psicótico, sino que luego el efecto se pasa. No es tanto el químico, sino que se abre lo que ya estaba abierto. Muestra lo que hay de infierno alucinatorio en cada quien.

Pregunta: Hablaste de la angustia en la psicosis, pero también la angustia del analista en la psicosis. ¿Cómo sortear esa angustia?
D.D.: En el punto que se angustia el analista, es que se tocó un límite en él. Si bien en la psicosis es ilimitada, desde el punto de vista transferencial, porque no hay algo allí que se vaya a desprender, lo que mejor puede pasar es que el analista realice algún tipo de anudamiento con la clínica borromea. Yo hablé del patetismo del analista para articular la angustia del analista. El analista tiene que semblantear el lugar sin angustiarse y esto es lo dificultoso. Si se angustia, es que algo ahí tocó en el analista. Cuando Lacan elige el mecanismo fundamental de la psicosis como la forclusión y dice que la renegación la eleva al patetismo del analista, está hablando de este punto. Es decir, el analista desde su posición le permite hacer algún tipo de tabicamiento, pueden coexistir 2 ideas al mismo tiempo como bien sabemos que en la Verleugnung (renegación) coexisten, como cuando Freud habla del fetichismo. Hay 2 ideas que son contradictorias y coexisten al mismo tiempo. Si el analista no puede sostener esa coexistencia, se angustia. Es decir, que la angustia tiene que ver cómo él puede trabajar esa posibilidad de entrar y salir de la escena sin angustiarse. Y si se angustia, el analista puede hacer algo mal, algún pasaje al acto o acting de ese lado, o empieza a producir algunas acciones que van al lugar del rechazo. Es decir, no encontrarle horarios para alguien, no darle bola, aumentar los honorarios de manera desmesurada. es decir, hay acciones que no están bien contempladas y van a ese lugar. Estas situaciones se encuentran en las supervisiones y revisar qué pasa que esta persona lo angustia de esta manera.

La Verleugnung (renegación) es muy importante en la posición del analista, por más que tenga cierta impronta en la perversión. ¿Somos perversos por mantener esa posición de coexistencia, de creen en algo y no creer al mismo tiempo? No, nada que ver. Nos da las herramientas para ubicarnos en un lugar en donde no ser tocados por algún punto angustioso. Entrar y salir de la escena tiene más que ver con no tomar un lugar de ser analista, sino que no asemeja más al lugar de un actor. Un buen actor entra y sale de la escena y no se identifica al personaje. Está advertido de esa situación y corre riesgos. Por ejemplo, de queda atenazado a una situación y volverse alguien persecutorio. También la estructura neurótica de cada analista tiene que estar trabajada en pos de esta situación. Un analista que esté muy atado a los ideales, preocupado por el prestigio, quizá no pueda jugar  entrar y salir de la escena. ¿Cómo semblantear allí ese lugar de amigo? O un analista fóbico, que tenga problemas para involucrarse desde ese lugar del semejante con alguien. ¿Qué nos queda, estar siempre en un lugar de un Otro? En la psicosis esto es directamente algo siniestro. Este es el pathos del analista del que yo hablaba, sostener una determinada creencia que implica la coexistencia de 2 nociones contradictorias entre sí.

Los analistas de niños enseñan cómo moverse en la escena, yo diría que el análisis con niños, en la psicosis, si alguien aprendió un poco a moverse en su posición con cierta cuestión lúdica, va mucho mejor que quedar abrochado en ciertos lugares rígidos en relación a la transferencia, que se vuelven persecutorios. No se trata de sostener una posición sin tener miedo, a veces es más valiente reconocer que uno no está dispuesto a sostener esta transferencia. Poder entrar y salir es utilizar distintos ropajes, permitir que lo tomen a uno en determinado lugar, y a veces es complicado. ¿Cómo te bancás la injuria, que alguien te putee de arriba a abajo en la transferencia sin enojarse, sin sentir que eso está dirigido al ser tuyo? Ese desdoblamiento, si no lo hacemos, es imposible trabajar, porque entramos en una cuestión especular. Tenemos que salir de ese lugar. Este juego se adquiere, y los analistas de niños nos enseñan mucho de esta situación.

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