Notas de la conferencia dictada por Víctor Iunger, el 19/06/2018.
Hay una polémica de los años ‘50 que Lacan tuvo con los psicoanalistas de la época. Él discutía fuertemente con la llamada psicología del yo. Los criticó de una manera sumamente certera, pero por otro lado descalificó bastante y en el medio cayeron conceptos, por ejemplo, el concepto de fortaleza del yo. Él discutía con el psicoanálisis americano, que tenía muy infiltrada la idea de un yo fuerte. No creo que fuera tan burdo como Lacan lo describía, pero en ese sentido fuerte quería decir exitoso, por ejemplo, Donald Trump sería un ejemplo de pase, de fin de análisis. El tema es que Freud habló muchísimo de la fortaleza del yo. A partir de Lacan, el concepto desapareció, aunque sabemos que a partir de la segunda tópica Freud presenta el concepto de fortaleza del yo. Vale la pena leer a Freud después de Lacan (no leer a Freud a través de Lacan) uno puede retomar estos conceptos y no quedarse en la discusión de los años ‘50.
El concepto de fortaleza del yo no tiene nada que ver con el éxito en la vida, el buen matrimonio, ganar mucho dinero. Estas cosas, que en algún momento incidieron en la práctica del psicoanálisis, no tiene nada que ver con los conceptos freudianos. En El yo y el Ello, Análisis terminable e interminable, en algunos lugares de Inhibición, síntoma y angustia, van a ver que Freud se ocupa del concepto de fortaleza del yo, pero de una manera metapsicológica.
En primer lugar, Freud decía que el carácter pertenece al yo. ¿Pero qué es el yo para el psicoanálisis? En El yo y el ello, Freud planteaba que el yo era la parte más organizada del ello y al mismo tiempo era el representante del mundo exterior en el aparato psíquico. El concepto de aparato psíquico también está bastante defenestrado en el ámbito lacaniano. Decir que el yo es la parte más organizada del ello, nos hace ir al concepto de Freud de proceso primario y proceso secundario. El yo tiende a ser tributario del proceso secundario y el ello o el inconsciente, tiende a ser tributario del proceso primario. De hecho, el ello está determinado por el proceso primario: la parte inconsciente del ello. Supongo que ustedes tendrán suficientemente en claro que para avanzar en el concepto de inconsciente hay que avanzar a la segunda tópica freudiana, porque la primera tópica estaba basada en una distinción sobre la cualidad de consciencia y lo que Freud plantea en la segunda tópica, en El yo y el ello, es que dado que los procesos psíquicos no se reparten en su funcionamiento por la cualidad conciencia, el fundamento tiene que ser otro. Ahí llegamos a la segunda tópica, yo - elllo - superyó, y dentro del ello hay una zona que pertenece atada a la represión, una zona aparte del ello. Hay una enorme parte del ello que está en continuidad con el yo, es decir, no tiene límite preciso y que tampoco es consciente, por lo menos cualitativamente obviamente es inconsciente. Desde el punto de vista de lo que es la estructura, el inconsciente no es eso. El ello es básicamente pulsional.
Si uno quiere hacer una rápida caracterización de qué define la segunda tópica freudiana, es justamente el hecho de que Freud va a asentar allí su teoría de la pulsión. Desde la perspectiva lacaniana, podemos decir que hasta ese entonces Freud se había ocupado de lo que era el aparato simbólico del sujeto, es decir, al trabajar sobre los conceptos de pensamiento inconsciente, representación inconsciente, representación de cosa, representación de palabra. Estaba escribiendo lo que Lacan llamó después la estructura significante simbólica del sujeto. Habiendo establecido eso, da la impresión que en El yo y el ello Freud resume su teoría del funcionamiento simbólico del aparato psíquico y se dedica a trabajar sobre el ello, el superyó y el yo. Freud pasa a darle muchísima importancia a lo pulsional.
[pregunta]
El ello tiene, en la bolsa de lo reprimido, una propiedad parcial del ello. El resto es la estructura pulsional, si se puede llamar así. Es la configuración pulsional, aunque las pulsiones no son muy ordenadas. Es el plano pulsional del sujeto y es, sin un límite preciso, va a parar a la organización del yo. Entonces, el yo tiene esta característica:
- Es una parte organizada del ello.
- Es el representante del mundo externo del sujeto. En el esquema freudiano tiene la percepción y eso no se puede discutir. Freud decía que controla el acceso a la motilidad y estas 2 funciones son muy importantes.
No se puede ignorar que el problema de las neurosis es que el yo “funciona mal”, es decir, que no cumple del todo una función que podríamos llamar estabilizadora. El yo obviamente está dividido, no se trata del yo exitoso, sino de que el yo funcione más o menos establemente, sino estaríamos muy complicados. Justamente, esto es lo grave de la psicosis:
- que el yo no funciona. El sentido de la realidad no funciona. Hay una discusión con algunas corrientes psicoanalíticas con el tema de la realidad, pero hay que retomar esa idea. En la psicosis, lo más grueso e importante de esa patología es la pérdida de la realidad. Eso lo definió Freud y no se puede ignorar. No es maravilloso perder la realidad.
- No funciona el proceso secundario.
El yo controla el acceso a la motilidad y tiende al proceso secundario. Pero este proceso secundario es relativo, sobre todo si uno se toma el trabajo de analizar un discurso cualquiera. De ahí, podemos pensar en toda la clasificación de falacias que propone la lógica, donde hay razonamientos que parecen verdaderos, pero que no lo son según las leyes de la lógica. El proceso secundario no es puro, sino que está infiltrado por el proceso primario. Por ejemplo, si todos los hombres son mortales, entonces todos los mortales son hombres. Esos razonamientos se encuentran todo el tiempo en los consultorios, y no es que sean tontos o no estudiaron lógica, sino que el proceso secundario tiene bemoles. No se razona exactamente así. Y a veces se llegan a exageraciones como que 2 más 2 es 7.
El yo tiene que mantener un equilibrio entre el superyó, el ello y el mundo externo. En la teoría lacaniana, Lacan trabajó sobre los 3 registros (real, simbólico e imaginario) y usó la teoría de los nudos que en psicoanálisis se usa de manera elemental. En el seminario El sinthome, Lacan planteaba que el ego sería un cuarto anillo que sostiene a los otros 3. Esto es muy interesante, porque ese ego es el yo. El yo freudiano es el yo que era el encargado de mantener la relación entre lo real, lo simbólico e imaginario. Yo escuché decir a un psicoanalista afamado que decía que no hay una teoría de lo real en Freud. Bueno, si la teoría de lo real es nombrar a lo real, no la hay, pero Freud se ocupó muchísimo de lo real: el ombligo del sueño; la pulsión, que es esencialmente real desde la fuente hasta la carga, la meta y el objeto. La médula de la pulsión es real. En todo caso, el aparato simbólico del sujeto tiene que equilibrar con las pulsiones. La pulsión pura es un problema severo.
Otro aspecto del yo es lo que señala un lingüista, Benveniste. Él se encargó de la subjetividad, pero no se trata de la misma subjetividad del psicoanálisis. El sujeto del que él habla es sujeto de la consciencia, que para el psicoanálisis ese sujeto no es el de que se trata. Si bien Lacan se apoyó muchísimo en Benveniste, él dedica la primera parte de Subversión del sujeto para dislumbrar su concepto de sujeto del concepto del je de la lingüística, que implica, sin mencionarlo, a Benveniste. Este lingüista abrió una puerta muy importante, porque él define que una de las funciones más importantes de la conciencia es tener la experiencia de continuidad en el tiempo y el espacio. Nosotros vivimos en el tiempo y el espacio, como un eje de coordenadas. No nos damos cuenta ni lo pensamos, pero es como si uno viviera en un mundo cartesiano de 3 dimensiones. Si a nosotros no nos funcionan los ejes de coordenadas, ya sean coordenadas cartesiana, euclídeas, real-simbólico e imaginarias, si no funcionan, ¿qué sobreviene? El ataque de pánico. El pánico es el terror que sentimos al perder los ejes de coordenadas que ordenan la experiencia. El yo se mueve en esos ejes de coordenadas, uno puede pensar en real, simbólico imaginario anudados por el ego, como dice Lacan en El Sinthome. O puede pensarlo, en términos de El yo y del ello, por el lado de los vasallajes del yo. Aprendimos que el yo se somete al ello, al superyó y al mundo exterior. En realidad, hay que leerlo al revés. La potenia del yo le permite lidiar con esas 3 cosas. Es una doble cara del asunto, hay que poder pensar que el yo también tiene una potencia y de ahí viene el concepto de fortaleza del yo.
Un yo fuerte para Freud es un yo investido pulsionalmente, es decir, con una fuerza que deviene de la pulsión, una fuerza trabajada por el aparato psíquico al servicio del sujeto. Ese yo que está investido pulsionalmente, también tiene un aparato simbólico que funciona como corresponde, es decir, tiene un aparato significante. Cuanto más disponga ese yo de la pulsión trabajada por el aparato simbólico -el análisis, en definitiva, consiste en eso- ese yo va a tener mayores posibilidades de sostenerse en eje, ya sea la estabilidad real, simbólica e imaginaria, o la estabilidad entre el mundo externo, el superyó y el ello. Como se darán cuenta estoy cabalgando entre las teorías de Freud y Lacan, hay que poder pensar de esta manera recordando que Lacan fue profundamente freudiano. Veamos otro concepto, la resistencia. ¿De quién es la resistencia, del analista o del yo del paciente? Freud descubrió la resistencia a partir de verla en los tratamientos, gracias a lo cual descubrió la represión. Posteriormente, apareció Lacan a decir que la resistencia era del analista. Hay que entender que él estaba debatiendo con una concepción difundida del psicoanálisis de su época, que tiraba todos los parámetros del análisis sobre el paciente y lo responsabilizaba de todo lo que ocurría en análisis. Obviamente la resistencia fundamentalmente es del paciente, la resistencia es hacia el discurso. Estas cosas son las que hay que volver a pensarlas de vuelta.
La psicología general se ocupó de una parte de las funciones del yo, con un problema grave: no toma en cuenta que ese yo está incidido fuertemente por el inconsciente y por la pulsión. es decir, cuando a alguien le toman un test de inteligencia, no está tomando en cuenta que a veces ese yo del sujeto no funciona bien porque el yo no es autónomo. Esto del yo autónomo es lo que sostenían las corrientes americanas y decididamente no es así. El tema es cómo un análisis puede lograr que un yo funcione con mayor autonomía. Porque el yo es el encargado de la relación del sujeto con otros y con la realidad, pero no es autónomo. Por eso hay que pensar la consciencia de una manera distinta. Freud decía, en uno de sus trabajos, que la consciencia es poca cosa en tanto el funcionamiento del aparato psíquico. Se trata de una cualidad que se la puede adjudicar muy parcialmente y en pequeña medida a la función psíquica. Freud dice que aún así, es lo único que tenemos. Ahora, una cosa es la consciencia no trabajaba por el análisis y otra cosa es la consciencia de alguien que atravesó un análisis suficientemente. Una cosa la conciencia ingenua y otra es la conciencia que sobreviene al trabajo analítico. Y sin esa conciencia no podemos funcionar. El advertimiento sobre el inconsciente es lo que se logra con una consciencia trabajada por el análisis.
El yo no es solamente el yo del narcisismo. El narcisismo es un concepto estructural, constitutivas del ser humano. Si no tenemos una estructura narcisista que funcione razonablemente bien, estamos en la psicosis. La función del narcisismo tiene mucho que ver con el amor del sujeto por su vida. Hay dimensiones que no están en la teoría psicoanalítica, como la dignidad. Hay un narcisismo estructural sin el cual el sujeto no puede funcionar. El amor narcisista del sujeto por sí mismo es el amor internalizado de sus padres a través del superyó freudiano, que no es el superyó de Lacan. Ese superyó internalizado, amando al sujeto es la fuente narcisista y es una cosa absolutamente necesaria en la vida de un sujeto. El narcisismo puede fallar para el lado del extremo (soberbia) o una narcisismo que va para el lado de la paranoia. Es un narcisismo que aísla el yo, en todo sentido. También está el narcisismo quebrado. El narcisismo quebrado se advierte en las personas frágiles, ¿pero por qué se puede quebrar el narcisismo? Lo que rompe el equilibrio entre la dimensión pulsional y la dimensión del yo. Hay una cierta estabilidad, que hay que evaluar en el caso por caso por qué se rompe. El psicoanálisis intenta no tomar nada que no venga del propio sujeto. Cuando analizamos, no aplicamos la teoría psicoanalítica o al menos tratamos, porque estamos atravesados por ella. La teoría tiene que estar al servicio de escuchar el discurso. Ej. Un paciente entabla relaciones con mujeres más grandes. Uno podría pensar que se trata de algo con la madre, pero resulta que él salía con este tipo de mujeres porque le resultaba más fácil de abordar.
Si uno quiere aprender psicoanálisis, hay que leer 2 cosas: 1) La interpretación de los sueños, porque a la letra es como se tiene que trabajar. 2) El caso Lucy, porque a pesar de las limitaciones de Freud de esa época, él muestra cómo trabajó al pie de la letra todo lo que Lucy le decía. Yo no conocí un historia de Freud donde apareciera con tanta claridad esto. En esa época, estamos en el marco de la salida de la hipnosis de Freud. Freud le agarraba la frente y le decía que lo que se le va a pasar por la mente, eso vale.
En los años ‘16 y ‘17 Freud tuvo una serie de conferencias. En la Conferencia 32 dice, acerca del carácter, que el carácter del yo está formado por las identificaciones. Esto lo dice en las conferencia 32, pero lo desarrolla en El yo y el ello. Dice que el carácter es el precipitado -yo agrego- de identificaciones en el yo del sujeto, por las operaciones de identificación como consecuencia de los vínculos que persisten cuando el objeto estaba resignado. Veamos:
De pasada, nos detendremos aquí un instante. Sin duda ustedes ya habrán supuesto por sí mismos que eso difícil de definir que se llama carácter es atribuible por entero al yo. El carácter es atribuido al yo.
Tenemos asido algo de lo que crea a ese carácter. Sobre todo, la incorporación de la anterior instancia parental en calidad de superyó, sin duda el fragmento más importante y decisivo; luego, las identificaciones con ambos progenitores de la época posterior, y con otras personas influyentes, al igual que similares identificaciones como precipitados de vínculos de objeto resignados.
Fíjense cómo el yo está constituído pulsionalmente. La fuerza del yo, el yo fuerte, es el yo muy investido por la energía pulsional a partir de la pérdida de los objetos. La historia pulsional está inscripta y guardada en la estructura de carácter del yo. Dice Freud, entonces:
Agreguemos ahora, como un complemento que nunca falta a la formación del carácter, las formaciones reactivas que el yo adquiere primero en sus represiones y, más tarde, con medios más normales, a raíz de los rechazos de mociones pulsionales indeseadas.
El tema es el siguiente: el carácter es una instancia de base, podríamos decir por la organización del sujeto. De esta manera, en el carácter está tanto la dimensión yoica como las dimensiones pulsionales del ello y el superyó. Y eso constituye una especie de basamento que Freud relaciona con las represiones primordiales. El carácter es algo muy de fondo en la estructura del sujeto y si uno piensa cómo se puede llegar a manifestar el carácter en un análisis, el carácter suele manifestarse como la fuente más dura de resistencia del sujeto. Eso no es ni bueno ni malo, sino simplemente es así. Los rasgos de carácter son los anclajes que tienen las resistencias del sujeto. Si uno quiere atravesar la estructura psíquica de un sujeto en un análisis, se va a tener que confrontar con todo lo que el sujeto es más resistente y Freud lo relaciona con la represión primaria. Más aún, en Inhibición, síntoma y angustia habla de represiones primarias, en plural. Lo importante es que esta es la fuente principal de la resistencia. Esos rasgos de carácter son puestos al servicio de la resistencia en el análisis.
Se pueden hacer cosas con el carácter. Una cosa son los síntomas en la neurosis y otra cosa es la neurosis de carácter. El problema con los rasgos de carácter es que el sujeto está íntimamente vinculado con eso. Más aún, es todo un trabajo separar el ser de los rasgos: yo soy tal cosa. Ya Aristóteles decía que una cosa era el ser y otra cosa eran las cualidades. El ser no tiene cualidad y eso es el concepto de sujeto. Es un soporte de las cualidades, pero no tiene una cualidad. Separar al ser de la cualidad del ser es plantear la posibilidad de cierta libertad en la estructura de la vida de alguien. Y además, algunas cosas se pueden hacer con el carácter, pero lleva mucho tiempo de análisis. En ese texto están las variables para que un análisis pueda llegar a buen puerto. Un análisis completo es imposible de pensar.
En cierto modo, las cualidades de un sujeto, a partir de los rasgos de su vida pulsional resignada como identificaciones en el yo, todo eso, es pasible de análisis. Lo que ocurre es que el carácter es algo muy sostenido por el sujeto, salvo en los puntos donde queda la posibilidad del síntoma. El síntoma se diferencia del carácter porque el sujeto se quiere sacar el síntoma de encima. El sujeto lo sufre y siente que le es ajeno y quiere resolverlo. El carácter está en la forma del sujeto.
Neurosis de carácter. Es cuando el carácter empieza a generarle problemas al sujeto. Se sintomatiza. Se suele decir que el carácter es egosintónico, según la psiquiatría. En cambio el síntoma es egodistónico. El carácter puede llegar a producir malestar; inclusive, un análisis empezó siendo de los síntomas, siguió siendo de la neurosis y terminó siendo un análisis de carácter.
Diferencia entre síntoma, neurosis y estructura. Existe el síntoma fóbico, la neurosis fóbica y la estructura fóbica. O la estructura obsesiva, la neurosis obsesiva y el síntoma obsesivo. Son 3 dimensiones distintas. La neurosis se borró de la historia conceptual del psicoanálisis. No se distingue actualmente neurosis de estructura. Y nosotros analizamos los síntomas de la estructura. A mi me parece que hay que rescatar el concepto de neurosis, porque una cosa es la estructura que tenemos y podemos llamarla neurótica cuando tiene una cierta estabilidad. Otra cosa es cuando se sintomatiza.
En Análisis terminable e interminable, Freud planteaba que la posibilidad de llevar un análisis a buen término dependía de 3 factores:
- El trauma. Lo que había causado en el momento una problemática que lleva a la persona a analizarse.
- La fuerza pulsional.
- Lo que mal se tradujo como alteraciones del yo. La traducción exacta es “modificaciones del yo”, porque cuando Freud habla de la formación del carácter, dice que las alteraciones del yo forman parte de la estructuración del carácter. Las alteraciones del yo como consecuencia de la fuerza pulsional.
Freud dice que para poder trabajar sobre esta cuestión, bajo qué condiciones puede un análisis ser exitoso, dice que depende de estos 3 factores pero que de última instancia se trata del factor cuantitativo y hay que recurrir a la bruja (la metapsicología). Freud dice que puso mucho el acento sobre las dimensiones tópicas y dinámicas, y no tanto sobre lo económico. La cuestión es un balance entre las fuerzas pulsionales y el yo. Cuando ese equilibrio se rompe, sobrevienen los síntomas.
Ruptura del esquema corporal: compromete al narcisismo. Por ejemplo, con la edad. Cuando se produce esta ruptura, tambien surge el narcisismo. Seguramente ustedes atendieron casos en donde el paciente sufrió de bullying cuando eran chicos. Ahí se ve como queda dañado la relación del sujeto consigo mismo. Este concepto de esquema corporal habría que incorporarlo también al psicoanálisis. Muchas de las cosas que suceden como sufriemiento o malestar son consecuencias narcisistas, injurias traumáticas sobre características yoicas. Es muy interesante el análisis de este tipo de pacientes cuando llegan, porque suelen estar convencidos de que el mundo tiene razón. A veces se sorprenden cuando alguien les pregunta qué significa el insulto con el que se describen, por ejemplo. Decir que alguien no trabaja por vago es un insulto, no una explicación. Ahí uno se encuentra con cosas muy notables. Son trabajos que tocan no solamente cuestiones del carácter, aunque estas cosas quedan incorporadas al carácter.
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