viernes, 27 de septiembre de 2019

Sufrir sin palabras: qué-hacer en la clínica.


Notas de la conferencia dictada por Vanesa Starasilis en Institución Ulloa, el 14/03/2019

El psicoanálisis tiene un gran desarrollo teórico, fundamentalmente para lo que tiene que ver con las neurosis de transferencia. Pero para aquellas neurosis no subsidiarias del inconsciente y aquellas aquellas presentaciones que no siguen los andariveles del significante, encontramos un déficit en lo que se refiere, por ejemplo, a:
  • Acting out.
  • Pasaje al acto.
  • Ataque de pánico.
  • Trastornos de la alimentación.
  • Psicosomática
En estas presentaciones clínicas seguimos los desarrollos de Freud y Lacan, como en texto Recordar, repetir y elaborar o el texto de 1895 donde Freud hace un listado extensos de las patologías que se presentan como lo que conocemos como ataque de pánico, aunque no vayamos a encontrar un seminario entero, como el que Lacan consagra a la angustia. 

Todos consensuamos en las tres estructuras y sus operaciones fundantes por la cual se convierten en dichas estructuras: psicosis (forclusión), perversión (renegación) y neurosis, que tiene como operación fundante la represión. Sin embargo, hay neurosis que pese a que su mecanismo fundante es la represión, no están exentas los episodios de forclusión o de renegación. Diría que en toda neurosis podemos esperar renegación y forclusión. Sucede que estas no son las operaciones que las fundan, pero hay episodios de forclusión y renegación. En algunas neurosis, la forclusión y la renegación predominan más que en otras y esto determina la gravedad del caso. Pero en toda neurosis vamos a encontrarnos con renegación y forclusión.

Si hablamos de represión, lo que tenemos resultado es la otra cara de la moneda, que es el retorno de lo reprimido. Es lo que queda articulado en las formaciones del inconsciente: síntoma, chiste, sueño, lapsus, olvido, acto fallido. Estamos en el terreno de lo inconsciente, en el terreno que aprendimos que está estructurado como un lenguaje y que entonces la función del analista allí es descifrar e interpretar lo que aparece cifrado en la formación del inconsciente. El paciente se pone a asociar, aunque se resista un poco hay que insistir y esperar. El inconsciente trabaja cifrando lo que queda fuera de la consciencia y la función del analista es descifrar esa cifra para que el sujeto se entere.

Freud supo de entrada que no todo paciente tenía la presentación de las formaciones del inconsciente, cuando se topó con la pulsión. Habló de la pulsión de muerte, del más allá, del agieren (algo se detiene en la cura y el sujeto en lugar de recordar actúa), la reacción terapéutica negativa. Son los límites al significante que Freud encontró y que hay que recorrerlos. ¿Qué abordaje hacemos los analistas cuando la presentación viene vía pulsión? Freud dice en El yo y el ello que la pulsión tiene 2 modos de llegar al yo: a través del ideal del yo y otra que es directamente. Cuando llega a través del ideal del yo, la pulsión está enlazada al deseo. De esta forma, uno podría tomar una copa de vino con un amigo, en un lindo paisaje escuchando música. La pulsión está en juego: la oral, la voz, la mirada… Pero está articulada a un deseo. No es lo mismo que bajarse la heladera. En este último caso, se trata de la pulsión que barre con la función reguladora del yo. ¿Cómo abordamos esos casos donde lo pulsional es lo que está en juego, sin que muchas veces esté advertido por el sujeto? Diría más, en el momento en que está sucediendo, el paciente no piensa y a veces ni advierte estar tomado por la pulsión.

Entre los 4 elementos que Freud menciona de la pulsión, está el drang, el empuje. Cuando está articulada con el deseo, la pulsión se articula a los otros elementos. En estos casos lo que vemos es puro empuje, puro drang, fuerza, empuje.

Caso.
Celeste (24) es lic. en ciencias económicas. Trabaja en la oficina de una pequeña empresa desde hace muchos años, desde que era estudiante. Hace tareas de contadora y administrativas. Se recibió joven y mantiene el mismo sueldo y categoría de antes de recibirse. Ella consulta por su relación con los varones: nunca tuvo novio y es virgen. Dice que durante la facultad no le interesaba conocer varones, pero ahora no puede entender por qué nadie se fija en ella. Se pregunta qué hace mal, qué es lo que pasa. El tema “me desespera”, dice. Esa desesperación es muy notoria. Habla haciendo movimientos con la cabeza, las manos, el cuello. Es verborrágica, parece que se estuviera ahogando, tiene un tono de voz muy elevado. Es muy difícil seguirla en lo que dice, aunque insiste que este tema la desespera, que nadie le dé bola. 

Refiere también ser muy desorganizada, con grandes problemas para llegar en horario -en efecto, no hay vez que sea puntual en la sesión, siempre llega tarde-, no sabe por qué pierde el tiempo, deja todo para último momento, vive en la casa con la hermana y la madre y dice que la casa es un caos. Está todo desorganizado, platos sucios, ropa tirada. Ella duerme en un dormitorio-pasillo, donde hay que atravesar su dormitorio para pasar al otro. Ese dormitorio no tiene puerta, se rompió una vez y quedó así. Su desorganización, desprolijidad y desorden también se hacen ver en su aspecto. No es algo bizarro, pero hay algo desacomodado, desalineado, desprolijo.

¿Cómo hacer entrar en la palabra lo que está en el cuerpo? Ella viene por su desesperación que no encuentra un hombre y yo me encuentro apenas ver con una cuestión mucho más compleja. No hay registro de eso ni está articulado a la palabra, pese a que está presente en el cuerpo. 

El trabajo analítico permite el despliegue de su historia, también muy caótica. Los padres se separaron cuando ella era muy chica. Son 4 hermanos, al padre ella lo define como desastre, que es un significante que va a aparecer. El padre vivió siempre colgado de su propia madre, la abuela. Cuando se separan él se va a vivir a lo de su propia madre y no se le conoció una relación con otra mujer. Cuando muere esta abuela la casa se cae abajo, dice ella, hay cable colgando, agujeros, todo despintado. La madre tiene pareja y prácticamente vive afuera, mientras en la casa quedó viviendo ella con sus 3 hermanos.

Tiene una mala relación con la hermana, a la que diagnosticaron como esquizofrénica. La relación pésima tiene que ver con que Celeste le toca las cosas: ella se mete en el dormitorio y le quita una remera, una bufanda y lo que Celeste dice es “Es una tentación, no puedo dejar de hacerlo” y más bien pasa a quejarse de esta hermana, de cómo se va a poner así porque le saca un par de medias. Le señalo que la hermana le está diciendo “no”. Se lo señalo porque es algo que no funciona en ella y efectivamente ella me dice “no tengo límites”. Come sin parar, se vuelve insistente con los varones, sobre todo cuando estos varones muestran indiferencia. A medida que va transcurriendo el análisis, ella empieza a conocer varones y a salir con ellos. Tiene relaciones con varones, pero con ninguno se arma nada del amor. Son relaciones de uno o dos encuentros.

De su historia familiar, dice que de pequeños quedaban muy a la deriva. Los padres se iban y ellos se levantaban a cualquier hora. No había nada organizado para comer, peleaban, volaban tenedores, rompieron un ventanal… Todo caos y desborde. Todo drang. Por todos lados aparece que no hay límites. Ella empieza ubicar que no puede aceptar un “no”, empieza a ubicar que ella es ansiosa, que la desesperación que ella tiene en relación a los varones tiene que ver con eso. 

Con los varones, tiene una particularidad: cuanto más indiferentes, más insiste. Ella recuerda que de niña ella llegaba a la escuela ella quería acercarse a esos compañeros que formaban un grupo cerrado, “populares”, que no le daban bola. Ella insistía una y otra vez con esos compañeros. A medida que vamos trabajando, esa desesperación insiste cuando aparecen los hombres. Ella se pone a ver qué hacen, si tienen novia, con quiénes estuvieron, los investiga. ¿Por qué no me eligen? se pregunta. La respuesta que ella arroja es “soy un desastre”: llego tarde a todos lados, mi habitación es un desastre, la casa es un desastre, no puedo hacer una dieta. 

Mis interveneciones, hasta ese momento es armar una lógica, porque no hay nada que descifrar. Hay que armar qué la lleva a Celeste a la desesperación, a sostener y a garantizar que no la elijan. Ella va a al lugar donde no va a ser elegida, como pasaba en la infancia con los compañeros que elegía. Ella va hacia el que de entrada le dice que no. En esto casos hay que construir una lógica que nos permita entender qué se armó allí, para empezar a desarmar y a abordarlo. ¿Qué es este ser desastre? ¿Qué es este por qué no me eligen? y ¿qué es esta desesperación/ansiedad?

En estos casos no subsidiarios de las formaciones del inconsciente me ha servido mucho hacer un planteo teórico que Lacan toma en relación a la anorexia y a la psicosomática: la alienación y la separación.

Hay 2 operaciones que Lacan plantea como fundantes de la estructura neurótica: la alienación y la separación. Nos plantea Lacan que el infans cuando llega al mundo no es un sujeto. No tiene ninguna posibilidad de existir, de sobrevivir a la jungla del lenguaje sino es arrojándose al campo del Otro. Debe tomar del Otro algún significante que lo nombre, de tal forma de ser algo. Tiene que ser algo primero para el Otro. A esa primera operación, Lacan la llama alienación, o sea, un movimiento del sujeto al alienarse al campo del Otro. Podemos pensarlo como el Otro materno, donde el sujeto necesita alienarse para sobrevivir. El Otro le aporta un sentido, un significante que le dé existencia. Ese significante que el Otro aporta es cualquiera: qué tranquilo, qué divino, qué hermoso, qué inquieto, qué parecido a mi suegra. Son los significantes primeros que le dan un lugar a este sujeto. Lo que sucede, dice Lacan, es que este infans antes de alienarse que “no era”, cuando es nombrado por el Otro y el Otro le dona un significante, tamṕoco “es”, sino que queda representado por el significante. Esto es lo que se quiere decir cuando el sujeto es pura falta en ser y que eventualmente está representado.  Si no estuviera representado y en realidad fuera, no sé qué podríamos hacer los analistas. Los pacientes nos dicen “soy así”, “no soy lo otro”. Pero nadie es, sino que está representado por determinado significante. El sujeto está representado y no es, esa operación Lacan la llama afánisis: es la desaparición del sujeto, que desaparece tras el significante que lo representa. 

La segunda operación es la separación. Lacan dice que el sujeto, agarrado hasta ese momento al Otro que le aportó los significantes que lo representan, el sujeto lee en los intervalos del discurso del Otro que la cosa no es compacta y que el Otro está también en falta, que no sabe todo. Que el otro dice una cosa y quiere otra. Es el famoso “che vuoi?”, qué me quiere. “Me decís esto, ¿pero qué querés?”. El Otro, en el mejor de los casos, muestra ese intervalo, no es compacto en su discurso. En ese intervalo recorre el deseo del Otro. 

Lacan dice que la respuesta que la respuesta da a ese deseo del Otro es su propia pérdida. Le formula al Otro “¿Puedes perderme?”. El sujeto se ofrece como el primer objeto a restarse del Otro. El sujeto se resta del Otro, sino quedaría alienado, ofreciéndose como pérdida, pero haciéndole falta al Otro. Esto lo subrayo por el caso que estamos viendo. Se resta del Otro haciéndole falta. Se separa del Otro haciéndole falta. Es la fantasía de los niños, por ejemplo, de que mueren cuando se enojan con la mamá para joderla y se imaginan a la mamá sufriendo. Se restan de la madre, desaparecen y Lacan dice que responden con lo que saben, que es su propia desaparición. Se restan del Otro, pero haciéndole falta, cavándole un agujero. Los niños que se van de los padres con la confianza de que pueden faltarle al Otro. Hay niños que no tienen esa confianza. 

Agrego una cosa más a la alienación-separación: lo que sucede luego en las neurosis es que el sujeto queda identificado al objeto que restó.

De los fracasos parciales de estas 2 operaciones fundantes de la estructura, Lacan dice que se puede pensar a la anorexia y a la psicosomática. La anoréxica adulta se queda intentando desaparecerle al Otro, haciéndole falta al Otro hasta el punto de desaparecer con su propia muerte. 

Cuando Celeste dice “¿Por qué no me eligen?” lo vamos a traducir como “No puedo hacerle falta al Otro”. Lo que  Celeste la desespera es no hacerle falta al Otro. No hacerle falta al Otro no tiene que ver con cualquier varón, sino el Otro edípico de su infancia. La respuesta que ella se daba es la misma que había tenido en su historia edípica: soy un desastre. Lo que encontraba con los varones era esto: como soy un desastre, no logro hacerle falta a nadie. Esta es una respuesta fantasmática, porque esta operación de alienación-separación dan lugar al fantasma. Se trata de la respuesta que ella encuentra al deseo del Otro: soy un desastre.

A medida que el análisis avanza, la letra de “El desastre” venía por el lado de que cuando ella le dijo al papá que venía a estudiar ciencias económicas y se trataba de la primera en la familia que iba a seguir una carrera universitaria, el papá le dice “¿Esa carrera para hacerle el juego al imperialismo?” Un 31 de diciembre, ella va a la casa del padre, él le pregunta “¿Para qué te vestiste así?”. Siempre la mirada que obtenía del Otro era la del desastre. Ella siempre estaba equivocada. 

Por el lado de los varones era muy complejo, porque durante muchísimo tiempo ella era rechazada. Nosotros trabajábamos que ella siempre iba a donde ya sabía que iba a ser rechazada. Nos metimos a trabajar por el lado del trabajo, porque ella estaba recibida y no la ascendían de categoría. También habían temas con la comida, la verborragia. A veces yo no podía seguirla cuando hablaba. Yo le hacía un gesto con las manos como para que hiciera pausa a esa pulsión, a ese drang. La hacía esperar unos minutos, para darle tiempo. Aparece lo pulsional, muy ruidoso pero mudo, porque no habla de eso. Sufrimiento sin palabras, esta es la pulsión. 

En esta paciente vemos que aparece la pulsión, pero no del todo bien constituida. Por ejemplo, era muy torpe y se llevaba todo por delante, cosa que también pasaba en el consultorio con las sillas, el escritorio. No como en los pacientes gravísimos, pero había algo no bien organizado. 

La ansiedad. ¿Cómo pensar la ansiedad desde el psicoanálisis? No se trata de la ansiedad ante un examen, mudarse o antes de casarse. Esa es una respuesta casi fisiológica ante un peligro. Una vez que pasa el hecho, esa ansiedad desaparece. No es la ansiedad que nos interroga en la clínica: esto es casi lo que Freud llamó apronte angustiado y cuando pasa el acto, se pasa. La ansiedad de la que quiero hablarles es de la ansiedad masiva, la que toma al sujeto y es el rasgo que lo caracteriza. 

La ansiedad es distinta a la manía. En la manía, el sujeto siente una liberación tremenda, siente que se lleva al mundo por delante, no para de hablar, no para de moverse y está exultante. 

La que teorizó la ansiedad fue Melanie Klein. Ella dice que la ansiedad en la infancia se despierta cuando la excitación libidinal corre el peligro de no ser satisfecha por el otro. Plantea la ansiedad vinculada al peligro, como para cualquier tipo de ansiedad. Pero además plantea a la ansiedad vinculada con la excitación libidinal, que traducimos como pulsión y cuando hay un Otro que no puede responder a esa pulsión. 

Las pulsiones tienen que estar intrincadas unas con otras para que la cosa funcione bien. Cuando están intrincadas la pulsión de ver, con la pulsión oral, con la voz, la pulsión se enlaza al deseo. Para estar intrincadas, cada pulsión tiene que estar organizada y para ello la pulsión no puede ser un puro drang. El drang es es uno de los elementos, la fuerza de la pulsión, pero necesita de los otros elementos. Necesita que haya un agujero que tenga borde. Recuerden que el objeto es contingente, que el objeto obture momentáneamente ese agujero y que la pulsión haga su tour por ahí. La pulsión necesita estar organizada. 

En la ansiedad, lo que no se soporta justamente es el vacío. Entonces, la pulsión es puro drang, pura fuerza. No es que no hay agujero, sino sería una psicosis. Pero el agujero no tiene borde que recorte ese agujero. No está establecido el borde, porque está fallida esa primera operación que antes llamamos separación. Ese primer objeto que se ofrecía al Otro era el propio sujeto, tiene que haber una pérdida fundante que es el propio sujeto, ofrecido al lugar de objeto y caído de ahí para que haya lugar a otros objetos que vayan a parar ahí. Tiene que estar perdida la teta para que yo pueda disfrutar de un vino. Si la teta está muy presente, me bajo la botella. Tiene que haber un buen recorte, sino la pulsión funciona como drang.

A partir del trabajo de Celeste en transferencia, ella manda curriculum y consigue un excelente trabajo en una empresa mucho más importante en un buen puesto. Sus ingresos le permiten irse a vivir sola. Esto es algo que ella trabaja en análisis, porque en principio no era algo que ella ubicara, pero la casa era caótica. Al irse a vivir sola su casa nunca más fue un desorden. Por supuesto, yo ofrezco otra mirada que la del padre. Empiezo a señalar y ubicar que esta paciente se recibió con un promedio excelente, que consiguió un trabajo que está bárbaro, que vive sola y que no es fácil, que gana su dinero. ¿Dónde estaba el desastre? Empezar a ubicar una mirada que no la ubique en el desastre, significantes nuevos que no la representen como el desastre, sino de otra manera. 

Descubro que a Celeste le encanta la pintura, le encanta la fotografía, sabe idiomas. Ella hacía viajes divinos, empiezan a aparecer un montón de cuestiones que no estaban presentes porque ella estaba representada por este significante “desastre”, ofrecida como objeto al Otro como “desastre” y todo el trabajo era cómo abordar esto como para que esto comience a conmoverse y a caer. 

El abordaje en este caso es ofrecerle otros significantes. Siempre hay otros significantes y hay que apostar por esto. Es empezar a cuestionar el sentido cerrado que el sujeto trae que es ese objeto que lo representa. Hay que armar una lógica y aportarle un nuevo sentido para que tenga de donde agarrarse.

La otra cuestión fue frenarla un poco, que vaya más despacio. Cuando ella me hablaba rápido y la frenaba, ¿qué le decía? Que ella me hace falta, no como el objeto desastre. Como el objeto desastre, la puedo hacer esperar 2 minutos para abrirle la puerta. Ella hace falta cuando no hace consistir el objeto desastre. Podía largar ese objeto, habían otros significantes que la podían representar. 

Celeste llegó de vacaciones de un viaje precioso con una amiga. Por supuesto que seguía desesperándose por los varones. Vuelve de ese viaje y dice que está feliz, que la pasó bárbaro y que conoció a un varón y que flashearon amor, como ella dijo. Él se engancha con ella y ella con él y recorrió el país con él. Dice que pensó mucho en mí, porque él le decía “Qué tranquila que sos”. Hubo un cambio en lo pulsional. Ella no es el desastre y la pulsión logró organizarse cuando logró hacerle falta al Otro. 

Pregunta: ¿Qué podés decir de qué pasa cuando el Otro no posibilita un borde para la pulsión? ¿Cuál es la relación entre el desborde de la pulsión y el Otro, cómo participa?
El Otro se encarga de hacerle borde a la pulsión. En principio, hace surgir las zonas erógenas con las caricias, con el amor. El Otro introduce un borde, que es un borde al agujero, sino la pulsión no se organiza. Necesita de ese borde para organizarse. Cuando la pulsión no se organiza es porque ese borde no lo otorga el Otro. El no también es un límite que pone el Otro. Pensemos en una madre que le dice que no a algunas cosas y que si a otras. Si no hay “no”, tampoco hay “si”. La puerta del cuarto de Celeste también era un borde que no estaba. 

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