Si “la dignidad humana se define por aquello respecto de lo que cada ser humano se mantiene a distancia”, como plantea Antoni Vicens, y continúa: “sobreponerse a la tendencia disgregadora y segregativa de nuestro tiempo puede hacerse desde propósitos colectivizantes de tipo gregario. Pero es más interesante hacerlo desde el encuentro individual con aquello de lo que cada cual huye...es decir, de sí mismo. Lacan lo definió a partir de un objeto. Se trata del deseo, que es aquello que no puede entrar en ninguna de nuestras demandas, y que sin embargo las causa, provocando así el discurso de nuestros amores. Se trata del goce, del que su fórmula se nos escabulle, pues su expresión misma es ya un modo de gozar”.
Freud parte de un objeto que tiene valor de causa para el sujeto, en relación con la castración. Lacan ahonda en esa noción, para encontrar en el objeto la desaparición del sujeto mismo. Miller incorpora al método psicoanalítico ese objeto de una dignidad nueva. Frente a esa dignidad, el mercado, la ley de nuestro tiempo, nos empuja a tomar los objetos como resultados, como cosas muertas, intercambiables, anónimas; y sin embargo, la política de nuestro tiempo va siendo dominada por el respeto hacia esas cosas de cuya naturaleza nadie responde. En cambio la dignidad para nosotros es un funcionamiento que organiza el respeto por las diferencias.
Arenas se pregunta “¿No será necesario situar la dignidad del parletre más bien en su sinthome? Si algo caracteriza al sujeto y desde el comienzo mismo de la experiencia analítica, la posición del sujeto en lo tocante al estilo de sus lazos sintomáticos es precisamente su indignidad. Situar la dignidad del parletre en su sinthome podría constituir, un vector principal para la cura y un principio ético para el análisis… una ética que basada en el respeto por el modo singular de gozar, centrada en la responsabilidad absoluta del sujeto, y balizada por la dignidad”.
En la cura psicoanalítica se trata de "saber hacer" con lo incurable que habita en cada uno. Elevar al síntoma incurable a la dignidad de un estilo de vida.
Al final del análisis hay una nueva disposición del sujeto para el goce. Al ser agujereada la vía del goce-sentido el sujeto se encuentra al final con el fuera de sentido del goce, es decir, la letra del síntoma, su artificio. El analizante ha cesado ya en su empeño de rechazar el goce. Se trata, entonces, de savoir y faire con el sinthome, se trata de la identificación con el modo de gozar. Identificación en el sentido de identificar, conocer, reconocer. El sujeto habiendo identificado su goce puede entonces hacer algo distinto con él. Lo que está en juego al final es un nuevo tratamiento del goce que posibilita la invención, que permite salir de la repetición.
En cuanto al amor, se trata de un amor más digno, en términos del seminario XXIV de Lacan. En el Seminario X, Lacan señala que el amor ocupa un término medio entre goce y deseo. Es interesante porque lo ubica en el mismo lugar que la angustia. Sería su reverso, lo que no engaña y lo que engaña. Miller señala que cada vez que Lacan habla de lo que habría que esperar de novedoso del psicoanálisis habla del amor. El psicoanálisis se sostiene en el lugar del amor, es el tema de la transferencia. El amor es la relación de lo real no con la verdad sino con cierto saber y el amor “tapa el agujero”. Desde esta perspectiva toda novedad debería venir del amor, un amor más digno.
El amor cambia al final del análisis. Es el pasaje del amor condicionado al amor con condiciones. El amor condicionado fantasmáticamente es tributario del elegir en el marco de la repetición y pone en primer plano un hacer dificultoso con la falta teñido con esos colores. En general se quiere cambiar al otro sin poder ver que eso que se rechaza es lo que ha motivado inconscientemente la elección.
El amor con condiciones hay que modalizarlo porque sabe cuáles son las propias y tiene en cuenta las del otro. El amor significa que la relación al Otro está mediada por el síntoma, que permite cernir y ubicar el objeto, pero como dice Lacan en el Seminario XXIV, el amor es vacío. Es decir, es un amor que cuenta con las condiciones de goce sinthomatizadas y que puede disfrutar de la libertad de un vacío liberado.
En la época actual también nos preguntamos si los cambios son estructurales o si se trata de los semblantes. Para el Psicoanálisis se tratará de un amor más vivible, que está de lado de lo femenino, advertido que no existe el objeto que complete, un amor como significación vacía, S(Abarrado) que posibilita la contingencia del encuentro.
Fuente: Paolini Violeta (2017) “La dignidiad en psicoanálisis” Recuperado de Diario Andino.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario