sábado, 9 de mayo de 2020

Abrir la pareja... ¿A qué?

Por Lucas Vazquez Topssian

Algunos analizantes llevan a sus sesiones el tema de "abrir la pareja", algo que parece simple y que sin embargo reviste una enorme complejidad. En el discurso actual, abrir la pareja promete una liberación a la opresión de las instituciones tradicionales, que abogan por la bigamia. Es una cuestión muy relacionada con la falta de muros en era digital: ¿Por qué tendría que haber limites a la forma de relacionarse? ¿Por qué tienen que ser dos y no cinco en la (par)eja? Son preguntas válidas y que de ninguna manera deberían ser respondidas desde la moral.

Digámoslo de una vez: la libertad que el neurótico anhela (y que suele ver en los demás) no existe en ninguna estructura clínica y cada vez que algo amenaza con sacarlo de la jaula de la que se queja, la angustia de desamparo de Otro lo pone en cause nuevamente. Incluso el perverso más desvergonzado y sin culpas, sabemos, sigue un guión sumamente estreotipado, de acuerdo a su historia; solo el neurótico supone allí a alguien libre. El maníaco, que efectivamente experimenta una liberación de su superyó, normalmente paga bastante caro las acciones cometidas en ese estado. 

Volvamos al tema de la apertura de parejas y digámoslo también: son pocos los casos que efectivamente funciona, incluso cuando todo fue pactado. La casuísitica muestra que abrir la ventana de la pareja invita a la diosa Eris a lanzar su manzana de la discordia... Y casi siempre le emboca. ¿Por qué eso que fue inicialmente acordado por la pareja fracasa tantas veces? 

Abrir la pareja no es un tema nuevo y el asunto tiene cientos de años de historia. En la antigüedad la tradición occidental, el concubinato era una unión licitam consuetudinem y en la época de Justiniano, por ejemplo, se podía vivir con esposa y concubinas sin pudor ni consecuencias legales alguna. Fue a partir de que San Agustín sostuviera que no era lícito para un hombre tener concubinas, que finalmente práctica fue prohibida en la 8° reunión del concilio de Trento, a mediados del 1500.

Sin embargo, en otros lugares fuera de Europa, la situación se resolvió de manera diferente. Tomemos el caso del concubinato de la República Popular China. Se trata de una institución milenaria, prohibida en la actualidad, aunque desde 1970 volvió a resurgir con fuerza entre empresarios y millonarios. Concubina no es prostituta ni "dama de compañía" y actualmente si un hombre abandona a su esposa para irse con una concubina, se lo culpa de bigamia. El concubinato es una institución específica. Nos dice Richard Wilhelm, sobre las concubinas:

En la China la monogamia es una regla. Cada hombre tiene solamente una esposa oficial. Esta unión, que concierne menos a los dos contrayentes que a la institución familiar, es contraída siguiendo una estricta observación de las formas. Sin embargo, el hombre está autorizado a escuchar las tiernas inclinaciones personales, y es el más gracioso deber de una buena esposa de prestarle ayuda en estas ocasiones. La relación que se establece así se ornamenta de belleza y de claridad. La joven muchacha que, elegida por el hombre, entra en una familia se somete modestamente a la dueña de casa como una hermana menor. Se trata, bien entendido, de cuestiones delicadas y espinosas, que necesitan de mucho tacto de una parte y otra. Sin embargo, si las circunstancias son favorables, una solución se aporta así a un problema que la civilización europea no pudo resolver. 

El problema que la civilización europea no pudo resolver es qué hacer con las tiernas inclinaciones personales de los hombres, que hoy sabemos que también existen en las mujeres. En la clínica, se trata de los fenómenos que leemos en "La degradación de la vida erótica" de Freud: en un hombre con una conducta amorosa "plenamente normal", puede dejar de confluir la corriente tierna y sensual de la libido. haciéndolo amar allí donde no desea y deseando a quien no ama.

Continíua Wilhelm:
Es sobreentendido que en la China una mujer puede no corresponder completamente al ideal, como en consonancia, el común de las parejas europeas no corresponde con el ideal europeo de matrimonio.
Es decir, a cambio de pretender ser la única, la mujer china no se ve aplastada por ningún ideal de tener que complacer totalmente al marido. Esto es contario a las posiciones que sostienen la complementariedad en el amor, como en el amor romántico.

Entonces, ¿el concubinato resuelve así sin más la no complementariedad en una pareja? No, el arreglo del concubinato no resulta sin que aparezcan cuestiones delicadas ni espinosas. Sobre esto, se agrega:
Una muchacha a quien llevan a una familia, sin que sea la esposa principal debe conducirse con mucha circunspección y reserva. No debe decidir de suplantar a la dueña de casa porque ello significaría el desorden y la situación devendría insostenible.

Es decir, está previamente delimitado el lugar de cada una, que es diferente. No se trata de múltiples esposas con un mismo status. La bigamia en China se daba en casos excepcioneles, como la presunción de muerte de un hombre en una guerra, que en realidad estaba vivo y que terminaba casándose con otra mujer.  En el caso del concubinato, el sistema funciona si la concubina respeta su lugar, que es otro que el de la esposa. En esta institución, se trataba de mujeres que no lograban encontrar marido y que podían encontrar refugio aceptando el rol de concubinas.

Los príncipes de la antigüedad instituían un orden de presencia muy estricto entre las damas del palacio que estaban subordinadas a la reina como las hermanas más jóvenes a la mayor. Además, ellas pertenecían frecuentemente a la familia de la reina que las presentaba ella misma a su esposo.
El sentido es que una muchacha joven que, de acuerdo con la esposa principal, hace su entrada en una familia, no fichará la igualdad de rango con la dueña de casa, sino que se eclipsará modestamente ante ella. Sin embargo, si ella comprende la manera como ella debe adaptarse al conjunto de la situación, ella recibirá un lugar del cual ella estará completamente satisfecha y se refugiará en el amor del esposo a quien ella de hijos.

Es decir, el concubinto dista mucho de hacer lo que cada uno quiere en los términos de pareja. Desde la esposa que soporta no corresponder totalmente al ideal del marido, la concubina que no debe creerse esposa ni el esposo tomarla como tal, todas las partes ceden una parte de goce. Vemos como incluso en algo tan institucionalizado, los problemas no tardan en aparecer.

En el consultorio, lo que a veces se escucha es el pedido de uno de los miembros a abrir la pareja, que el otro acepta sin estar plenamente de acuerdo. "Él quiere eso, ¿Y vos qué querés?", le pregunta el analista. Son ellas las que suelen acceder a la demanda de ellos, con más o menos reglas acerca de qué implica el encuentro abierto, si ambos participan en los llamados tríos sexuales, cuánto puede durar este encuentro, etc. En estos casos, decíamos, los celos y la discordia no tardan en aparecer. 

También se escucha que el tercero a veces viene al auxilio de una pareja desfalleciente: se trata de parejas que sufren de aburrimiento. En estos casos, suelo preguntar a los analizantes qué solución pretenden obtener de esta tercera persona (o cuarta, quinta...), cuánto cree que durará el efecto y qué consecuencias colaterales piensan que pueden sobrevenir después.

En las parejas cuya piedra fundamental no es el amor, la pareja abierta puede funcionar perfectamente. Una pareja puede formarse por asuntos patrimoniales, mandatos sociales u otro tipo de arreglos. También hay otras pocas parejas que logran y aceptan un amor a la manera de la esposa china: no completo ni exclusivo. Y de alguna manera, también logran un acuerdo en que ambos estén de acuerdo. En todos los casos, si los lugares pactados se mantienen, se podrá llegar a un relativo equilibrio de todas las partes.

Finalmente, sobre el conclubinato, el texto del I-ching nos deja un poema advirtiéndonos sobre la frivolidad y el respeto superficial de las formas:
La mujer tiene un cesto pero no hay frutas en él. 
El hombre apuñala a la oveja pero no mana sangre. 
Nada que sea ventajoso.
El poema trata sobre un antiguo sacrificio hacia los antepasados, cumplido en este caso de una manera que solo pretende guardar las buenas costumbres. La oveja que el hombre debía sacrificar ya estaba muerta y las frutas que la mujer debía entregar estaba vacío. Son buenas coordenadas para pensar si en abrir la pareja ya no hay algo muerto o vacío, que sus integrantes no estén listos para ver.

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Lucas Vazquez Topssian es psicólogo clínico y forense. Podés hacerle tu consulta por Whatsapp o seguirlo en su página de Facebook.

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