Fuente: Clase del 30/8/12 dictada por Daniel Zimmerman, cátedra "Psicoanálisis II" UMSA.
La idea para hoy es seguir avanzando en la relación entre lingüística y psicoanálisis, tratando de seguir el rumbo y tratando de interrogar esta propuesta de Lacan de que el inconsciente freudiano está estructurado como un lenguaje. Este texto está incluido en los Ensayos de Lingüística General.
Lo que nos importa interrogar es cómo juega la comunicación a partir del inconsciente, es decir, cómo juega la comunicación en la sesión analítica. Vamos a ver cómo lo plantea Roman Jakobson y luego a hacer nuestras extrapolaciones.
Se me ha pedido que hable sucintamente de poética y de su relación con la lingüística. El primer problema de que la poética se ocupa es; ¿Qué es lo que hace que un mensaje verbal sea una obra de arte? Toda vez que el objeto principal de la obra poética es la differentia specifica del arte verbal en relación con las demás artes y otros tipos de conducta verbal, la poética está en el derecho de ocupar un lugar preeminente en los estudios literarios.
La poética se interesa por los problemas de la estructura verbal, del mismo modo que el análisis de la pintura se interesa por la estructura pictórica. Ya que la lingüística es la ciencia global de la estructura verbal, la poética puede considerarse como parte integrante de la lingüística.
La pregunta es esa y es muy interesante: ¿qué hace que en un texto literario que es poético podamos distinguir el valor poético frente a él y no a otro? Esa es la pregunta que le han hecho a Jakobson y es la que va a tratar de responder.
Hay que investigar al lenguaje en toda la variedad de sus funciones. Antes de analizar la función poética, tenemos que definir su lugar entre las demás funciones del lenguaje.
Fíjense que Jakobson va a ubicar la función poética como función del lenguaje. Para entender esa función del lenguaje, tengo que buscarlo entre las diversas funciones del lenguaje. Esto va a quedar ligado que para la lingüística el lenguaje, o la función del lenguaje es servir la comunicación.
Una esquematización de estas funciones exige un repaso conciso de los factores que constituyen todo hecho discursivo, cualquier acto de comunicación verbal. El DESTINADOR manda un MENSAJE al DESTINATIARIO. Para que sea operante, el mensaje requiere un CONTEXTO de referencia (un “referente”, según otra terminología, un tanto ambigua), que el destinatario puede captar, ya verbal ya susceptible de verbalización; un CÓDIGO del todo, o en parte cuando menos, común a destinador y destinatario (o, en otras palabras, al codificador y al descodificador del mensaje); y, por fin, un CONTACTO, un canal físico y una conexión psicológica entre el destinador y el destinatario, que permiten tanto al uno como al otro establecer y mantener una comunicación. Todos estos factores indisolublemente implicados en toda comunicación verbal, podrían ser esquematizados así:
Entonces fíjense que en todo mensaje se advierte la presencia de ciertos factores. En toda comunicación estos factores se reconocen, el asunto es la primacía o no que tienen en determinados mensajes. Pero él va a proponer que todo esto se reconoce en cualquier mensaje. Nosotros en vez de destinador estamos acostumbrados a decir “emisor”. La comunicación parte de un emisor que dirige un mensaje a un receptor. Y ese mensaje tiene un contacto o canal, está incluido en un determinado código y precisa de un contexto. Esta es la idea general del mensaje.
Estos elementos están en juego en todas las comunicaciones, y la idea va a ser describir en estas comunicaciones, qué sucede cuando cada una de estas funciones está en primer plano.
Cada uno de estos seis factores determina una función diferente del lenguaje. Aunque distingamos seis aspectos básicos del lenguaje, nos sería sin embargo difícil hallar mensajes verbales que satisficieran una única función. La diversidad no está en un monopolio por parte alguna de estas varias funciones, sino en un orden jerárquico de funciones diferente.
¿Está claro? Siempre son las 6 funciones, no se trata de un monopolio sino de una jerarquía de estas funciones.
La estructura verbal de un mensaje depende, primariamente, de la función predominante. Pero incluso si una ordenación (Einstellung) hacia el referente, una ordenación hacia el CONTEXTO –en una palabra, la llamada función REFERENCIAL, “denotativa”, “cognoscitiva”- es el hilo conductor de varios mensajes, el lingüista atento no puede menos que tomar en cuenta la integración accesoria de las demás funciones en tales mensajes.
La llamada función EMOTIVA o “expresiva”, centrada en el DESTINADOR, apunta a una expresión directa de la actitud del hablante ante aquello de lo que está hablando. Tiende a producir una impresión de una cierta emoción, sea verdadera o fingida; por eso, el término “emotivo”, lanzado y propugnado por Marty, (3) ha demostrado ser preferible a “emocional”.
Me da la sensación que la del contexto la nombró y la dejó pasar. Cuando predomina el contexto Jakobson dice que va a predominar la función referencial. Cuando predomina el emisor, lo vamos a llamar emotiva.
El estrato puramente emotivo lo presentan en el lenguaje las interjecciones. Difieren del lenguaje referencial tanto por su sistema fónico (secuencias fónicas peculiar eso incluso sonidos inhabituales en otros contextos) como por su función sintáctica (no son componentes sino más bien equivalentes de oraciones). “¡Pse!”–dijo McGinty”: la elocución completa del personaje de Conan Doyle consiste en un sonido africado y otro vocálico. La función emotiva, que las interjecciones ponen al descubierto, sazona hasta cierto punto todas nuestras elocuciones, a nivel fónico, gramatical y léxico.
La interjección pone de manifiesto, en este caso, el carácter emotivo del mensaje.
Un antiguo discípulo de Stanislavskij me relató que, para su audición, el famoso director le pidió que construyera cuarenta mensajes diferentes con la expresión segodnja večerom (‘esta noche’), a base de diversificar su tinte expresivo.
Pasemos al siguiente:
La orientación hacia el DESTINATARIO, la función CONATIVA, halla su más pura expresión gramatical en el vocativo y el imperativo, que tanto sintácticamente como morfológicamente, y a menudo incluso fonéticamente, se apartan de las demás categorías nominales y verbales. Las oraciones de imperativo difieren fundamentalmente de las oraciones declarativas: éstas y no aquéllas pueden ser sometidas a un test de veracidad. Cuando en la obra de O’Neill, The fountain, Nano (“en seco tono de mando”) dice: “¡Bebe!”, el imperativo no puede ser sometido a la pregunta “¿es o no verdad?”, que muy bien puede hacerse de oraciones como “bebió”, “beberá”, “bebería”.
Entonces dice que vamos a llamar función conativa en aquella donde predomina el receptor. Lo paradigmático de eso son el imperativo y el vocativo. Está claro que todo queda en el receptor, como el ejemplo que conocemos todos de la infancia de “saquen una hoja, nombre y apellido, año y división”. Ahí predomina el mensaje en los receptores.
Luego hay otras oraciones orientadas al contacto, que son llamadas fáticas. Es como cuando uno habla por teléfono y dice “hola, hola”, porque la señal se pierde. La frase, la señal se pierde, y nada tiene que ver con lo que te estoy contando. El que recibe ese mensaje, va a responder a eso “si, si, te oigo bien”. Ese mensaje intercalado, para Jakobson, sirve para ejemplificar la función fática, es decir, chequear que el canal de la comunicación funciona adecuadamente.
Esta orientación hacia el CONTACTO, o, en términos de Malinowski, la función FÁTICA, puede patentizarse a través de un intercambio profuso de fórmulas ritualizadas, en diálogos enteros, con el simple objeto de prolongar la comunicación.
Dorothy Parker captó ejemplos elocuentes como éste:
Bueno-dijo el joven.Bueno-dijo ella.¡Bueno!, ya estamos-dijo él.Ya estamos-dijo ella-, ¿verdad?Eso creo-dijo él-. ¡Hala, ya estamos!Bueno-dijo ella.Bueno-dijo él-, bueno.El interés por iniciar y mantener una comunicación es típica de los pájaros hablantes; la función lógica del lenguaje es la única que comparten con los seres humanos. También es la primera función verbal que adquieren los niños; éstos buscan comunicarse ya antes de que puedan emitir o captar una comunicación informativa.
Podemos estar con alguien en el ascensor y preguntarle “Qué tiempo, eh?” O el nene, que llama a la mamá “ma ma ma ma” “¿QUÉ?” “Nada.”. Lo que se manifiesta a través de esos diálogos es la disposición a dialogar. El simple objeto del diálogo es ampliar la comunicación.
Cuando el destinador y/o el destinatario quieren confirmar que están usando el mismo código, el discurso se centra en el CÓDIGO: entonces realiza una función METALINGÜÍSTICA. “No acabo de entender, ¿qué quieres decir?”, pregunta el destinatario. Y el destinador, anticipándose a estas preguntas, pregunta: “¿Entiendes lo que quiero decir?”
Imaginemos un diálogo exasperante como el siguiente:
-Al repelente le dieron calabazas.-¿Qué es dar calabazas?-Dar calabazas es lo mismo que catear.-¿Y qué es catear?- Catear significa suspender.-Pero ¿qué es un repelente? –insiste el preguntón, qué está in albis en cuestión de vocabulario estudiantil.Un repelente es (o significa) uno que estudia mucho.
Entonces, es cuando el emisor y el receptor chequean el código. Eso pasa cuando hay estudiantes extranjeros. Por ahí uno habla con cierta jerga y ellos preguntan qué se quiso decir con eso. Cuando uno pregunta a qué se refiere con lo que dice sería un ejemplo de función metalingüística.
Ya hemos sacado a colación los seis factores implicados en la comunicación verbal, salvo el mensaje mismo. La orientación (Einstellung) hacia el MENSAJE como tal, el mensaje por el mensaje, es la función POÉTICA del lenguaje.
Ahí está su respuesta. Cuando importa el mensaje por el mensaje mismo, entonces encontramos la función poética.
Esta función no puede estudiarse de modo eficaz fuera de los problemas generales del lenguaje, y, por otra parte, la indagación del lenguaje requiere una consideración global de su función poética. Cualquier tentativa de reducir la esfera de la función poética a la poesía o de confinar la poesía a la función poética sería una tremenda simplificación engañosa. La función poética no es la única función del arte verbal, sino sólo su función dominante, determinante, mientras que en todas las demás actividades verbales actúa como constitutivo subsidiario, accesorio. Esta función, al promocionar la patentización de los signos, profundiza la dicotomía fundamental de signos y objetos. De ahí que, al estudiar la función poética, la lingüística no pueda limitarse al campo de la poesía.
“¿Por qué dices siempre Ana y María y nunca María y Ana? ¿Acaso quieres más a Ana que a su hermana gemela?”. “No, lo que ocurre es que suena mejor”. En una secuencia de nombres coordinados, mientras no haya interferencia de cuestiones de rango, la precedencia del nombre más corto cae mejor al hablante, como una configuración bien ordenada del mensaje de que él no puede dar razón.
Cuando tenemos 2 elementos y ninguno tiene un predominio sobre otro, queda mejor y vamos a tender a poner el más largo en segundo lugar. Tom y Jerry suena mejor que Jerry y Tom. El poeta elige las palabras que suenan mejor. Acá hay un ejemplo:
Una muchacha solía hablar del “tonto de Antonio”, “¿Por qué tonto?”. “Porque le desprecio”. “Pero, ¿por qué no ridículo, desagradable, payaso, simplón?”. “No sé, pero tonto le cae mejor”. Sin saberlo, aplicaba el recurso poético de la paronomasia.
Las propagandas y publicidades pueden tener mayor o menos éxito según cómo manejen ésto. Después de todo esto vamos a leer algo más, con el cuadro, que nosotros ya hicimos.
¿Cuál es el criterio lingüístico empírico de la función poética? En particular, ¿cuál es el rasgo indispensable inherente en cualquier fragmento poético? Para contestar a esta pregunta, tenemos que invocar los dos modos básicos de conformación empleados en la conducta verbal, la selección y la combinación. Supongamos que el niño sea el tema del mensaje. El hablante elige uno de los nombres disponibles, más o menos semejantes como niño, rapaz, muchacho, peque, todos ellos equivalentes hasta cierto punto; luego, para decir algo de este tema, puede seleccionar uno de los verbos semánticamente emparentados: duerme, dormita, cabecea. Las dos palabras escogidas se combinan en la cadena discursiva. La selección se produce sobre la base de la equivalencia, la semejanza y la desemejanza, la sinonimia y la antonimia, mientras que la combinación, la construcción de la secuencia, se basa en la contigüidad. La función poética proyecta el principio de la equivalencia del eje de selección al eje de combinación.
En un determinado mensaje, uno va a elegir ciertos términos. En la poesía hay un equivalente de los 2 ejes. Si yo digo “Y no hables más muchacha, corazón de tiza, cuando todos duerman, te robaré un color”. Corazón de tiza podría tener un significado o podría ser porque queda más lindo decirlo así. Yo podría decir “cállate, nena”, pero el mensaje ahí cambió.
Resumen:
Lacan va a decir que para el inconsciente o el psicoanálisis, el mensaje se emite a nivel del receptor. Y va a acuñar una fórmula usando estos mismos elementos. Lo que Lacan propone es que tratándose del inconsciente, lo que verificamos es que el mensaje se emite a nivel del receptor, o como dice Lacan “El emisor recibe del receptor su propio mensaje bajo una forma invertida”.
Ejemplo: Una parejita amiga tiene el chico un amigo y la chica una amiga y deciden presentarlos. Les dan el número y salen. A la mañana siguiente, el chico (de la pareja amiga) le escribe: ¿Qué tal? Él pone “Una diosa”. Y la chica responde “Un plomo”.
¿Qué quiere decir el mensaje “un plomo”? Que no le gustó al emisor del mensaje (la chica). El mensaje “un plomo” que describe al sujeto masculino con el cual ha salido, ustedes me dicen que dijo lo mucho que se aburrió la chica. Entonces, el emisor recibe del receptor su propio mensaje bajo una forma invertida.
Si yo digo “Qué tal esa mujer?” “Una mujer fascinante”. Si yo digo eso, nadie se hace una idea cabal de cómo es esa mujer. Lo que está claro es que a mí me fascinó. Ese mensaje, de lo que da cuenta, es que vuelve sobre el propio emisor para decir algo de lo que le incumbe a él y no al otro. Ese mensaje nos informa del propio emisor.
¿Siempre es esto? Para el inconsciente Lacan diría que sí. La clase que viene vamos a ver cómo Lacan esquematiza esto que el emisor, a partir del inconsciente, produce este efecto que el propio emisor recibe su propio mensaje en forma invertida.
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