Desde el psicoanálisis, es poco el desarrollo que hace Freud sonre el tema de la latencia. TALAFERRO dice que desde los 5-6 años hasta los 12 y a raíz del complejo de castración, el niño entra en una época de calma sexual. El ello se aplaca, el yo se refuerza y empieza a operar esta nueva instancia que es el superyó, que actúa con severidad.
Freud reconoce que no existe una latencia absoluta, puesto a que hay una aparición esporádica de excitaciones sexuales. La libido busca perfeccionar la capacidad de sublimación del sujeto, es decir, la energía del impulso sexual. La libido es utilizada por el yo para la expansión intelectual, para el aumento de conocimientos. Es un momento donde la cultura y lo social refuerza el proceso represivo de la sexualidad. En algunas culturas no es tan marcada la represión sexual y la latencia es más desapercibida. Esto es lo que Freud aporta desde el psicoanálisis.
STONE Y CHURCH, en el libro “Niñez y adolescencia”, amplía mucho más la noción de éste período. Se refiere a los años intermedios, que hace referencia a la tranquilidad relativa entre el tumulto de años preescolares (pre-edípico) y la nueva inquietud de la adolescencia. También lo denomina “años escolares”, para indicar que esta edad es el momento preciso para el aprendizaje formal en la escuela. También lo designa como “edad de la pandilla”, por la importancia que cobra la asociación con los pares. Por último, toma el término de Freud, latencia, como quietud sexual entre la efervescencia del Complejo de Edipo y los trastornos de la adolescencia. Son 4 formas de nombrarlos.
Este período es el más desconocido por parte del adulto, porque el niño le vuelve la espalda. Arman una sociedad de niños, los valores que trasmiten los pares son mucho más importantes. Ocultan, disimulan, engañan, arman sociedades secretas (que duran horas y días), que se confirman con pactos y juramentos.
Es una edad donde los recuerdos se organizan. Ya no son episódicos como en la etapa inicial. No se demuestra de ese lado la quietud sexual de la latencia.
Los niños latentes intentan copiar al adolescente: la música, la manera de hablar, vestirse, pero rechazan la complicación de las relaciones heterosexuales. El niño de 6 años todavía desea mimos. A los 9, las demostraciones de afecto lo avergüenzan, sobre todo si es varón. El niño aprende eso.
En la etapa de latencia, los varones se vinculan con varones y las nenas con las nenas. Tienen sus valores y sus intereses. La comunicación entre sexos es mínima, hay una intensa adhesión al grupo de pares. La búsqueda de la identidad se refiere a ese grupo. En la etapa preescolar, la identificación surge de los padres. Ahora, con el grupo de pares. La visión que el niño tiene de sus padres es más realista: puede captar debilidades e imperfecciones. Cuando los pares le ponen sobrenombres, lo toman con orgullo, porque es mejor que ser ignorado por la pandilla.
El grupo le da apoyo e identidad. El peligro es que esta independencia se transforme en una servidumbre, o sea, que sus juicios estén dependiendo de la opinión del grupo. El grupo puede cambiar el juicio del niño.
Hay rituales, juegos, chistes, adivinanzas, trabalenguas, lenguajes codificados que se trasmiten en esta etapa, propias de esta edad.
Las niñas piensan en el amor; los varones sienten curiosidad por el sexo. Intercambian en el grupo información, se enteran por experimentos sexuales, teniendo sexo entre sí, que puede llegar a la masturbación o a la felatio.
Este autor está en contra de Freud en lo de la quietud sexual. La represión tiene que ver con lo incestuoso, no con los demás objetos sexuales. Estos juegos se ocultan al adulto. Murmuran, esconden, porque saben que el adulto lo desaprueba y es mal visto por ellos. El desconcierto del adulto es siempre cuándo y cómo transmitir este tipo de información. Haga lo que haga el adulto, el niño aparte buscará información, en parte verdadera y en parte falsa.
Otro autor, RODOLFO URRIBARRI, en el libro “Estructuración Psíquica y subjetivación del niño de escolaridad primaria”, dice que el período de latencia implica un trabajo específico, que implica un esfuerzo por parte del niño, de una exigencia de tramitar la pulsión en forma diferente, de un nuevo orden metapsicológico (tópico – económico – dinámico).
La crítica que hace es que el período de latencia se ha definido por la negativa, por lo que deja de ocurrir en lugar de lo que ocurre y se complejiza. Se enfatiza por ejemplo, que desaparezcan las conductas sexuales manifiestas, que disminuye la emergencia de lo inconsciente en las conductas y en las expresiones. El niño latente, desde el punto de vista psicoanalítico, es aburrido, inhibido. Está trabajando los mecanismos de defensa y la formación reactiva.
Se cuida más a sí mismo. Hay control de las pulsiones, de los retornos de las pulsiones. Frente al adulto, la apariencia es de un niño tímido que no se expresa. Reprime su odio y sus pulsiones. Además de estas modificaciones en el aparato, también se refiere a la relación con las instituciones. Ingresan adultos con autoridad, nuevos para él. Esto también va con la adquisición de lo positivo. Responden diferente a nivel somático y psíquico. Aumenta la memoria, la imaginación, las operaciones intelectuales, el lenguaje, la inserción social (pares que lo pueden rechazar). El trabajo social es cada vez más intenso. Urribari lo llama “trabajo de latencia”. Tiene que organizar sus impulsos de otra manera. Por eso habla del nuevo ordenamiento, la relación intersistémica (rel entre el yo, ello y superyó) no es la misma: el superyó es más fuerte que el ello.
Urribari divide el trabajo de la latencia en
Freud describía a la latencia como una disminución fisiológica de los impulsos. Es una postura biologisista, él consideraba que había una disminución de la pulsión desde la apoyatura somática, por la disminución de hormonas. Urribari dice que la endocrinología y lo hormonal no registra una disminución de hormonas en la latencia. Urribari semana que esto no es así, sino que la diferencia está en que los niños se esconden de los adultos, pero siguen tan interesados como en la etapa pre-edípica.
Urribari describe momentos de angustia, de inseguridad, desequilibrio, si bien el niño aparenta docilidad, ser estudioso y calmo. Pero en realidad hay un gran trabajo y angustia frente a las pulsiones que debe realizar: canalizar y sublimar la energía pulsional. La cultura obliga al yo a canalizar las pulsiones.
Urribari hace una subdivisión de la latencia.
Latencia primaria o temprana ( 5 – 6 a los 8 años): Se caracteriza por un equilibrio intersistémico muy frágil entre el consciente, preconsciente e Icc y entre el ello, yo y superyó. El equilibrio es fácil, por eso la emergencia de angustia frente a las propias pulsiones. Hay una lucha que tiene que hacer el yo para limitar la descarga mediante la represión. Echa mano a los mecanismos de defensa, a la formación reactiva (implica una contracarga que empobrece al yo y lo limita), por eso el niño es inhibido. Por otra parte, la reciente salida del Complejo de Edipo implica la instancia del superyó, con sus castigos. El equilibrio que busca debe ser entre lo prohibido y lo permitido, entre lo deseable y lo posible. El niño parece estar siempre alerta, cuidándose. Por otra parte, el Complejo de Edipo introduce la amnesia infantil, entonces hay un sentimiento de perplejidad de sí mismo. El yo consciente experimenta un vacío y ajenidad, como si hubiera perdido referencias, que han quedado sepultadas en la amnesia infantil.
La incorporación del superyó genera esa voz que viene de adentro y que lo confunde, sumado a los nuevos adultos que le dan órdenes, las nuevas figuras de autoridad que se suman a sus padres. Por eso la actitud dubitativa. El desafío del niño en la latencia temprana es no agotarse en el círculo vicioso embate personal, embate pulsional – defensa. La sublimación abre un camino que favorece la descarga desde vías socialmente aceptadas. Por ejemplo, para un nene de 6 a 8, quedarse quieto. Tiene que poder defenderse de su motricidad para escribir o incorporar conocimientos. Se abre una descarga en algo socialmente aceptado. En ese sentido, la escuela es una vía sublimatoria importante. La escuela abre vías de descarga alternativas, como por ejemplo, mostrarse limpios ante el deseo anal de suciedad. Se satisfacen el sistema inconsciente y el yo que se contrapone a ensuciar (ej. Escribir con lápiz).
Latencia secundaria o tardía (8 a los 12): Implica menos sufrimiento, porque la maduración neuronal permite la adquisición de capacidades intelectuales. Se amplían los recursos, el equilibrio se estabiliza, el entorno social se hace más facilitado, los mecanismos sublimatorios se reafirman y se facilita la descarga pulsional.
Lo que caracteriza es más autonomía, más equilibrio, menos sufrimiento que en la latencia temprana, menos temor al desborde y al surgimiento de angustia. Cada vez cobra más relevancia el principio de realidad y se va ampliando el distanciamiento de lo familiar. Adquiere más importancia el grupo de pares.
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