jueves, 24 de marzo de 2022

La angustia ¿Arma o desarma al sujeto?

El sábado 23/1/21, el Dr. Gustavo Szereszewski dictó el Taller Clínico Virtual, titulado "La angustia ¿Arma o desarma al sujeto?". A continuación, se presentan las notas tomadas:

Mientras que la personalidad alude a lo manifiesto, el concepto de inconsciente no entra muy bien en esta idea. El inconsciente y el deseo tienen que ver con el sujeto y por eso el matema del sujeto es una S barrada: $. Justamente, el sujeto está afectado por algo que lo excede: el inconsciente. 

La primera intuición sobre la angustia es que esta desarma al sujeto, porque es un afecto displacentero del que en general se huye. No obstante, también es una señal que orienta hacia dónde ir, dónde está el deseo. 

Mientras los sentimientos no nos orientan en la clínica, los afectos -entre los que está la angustia- sí. Los sentimientos son imaginarios, varían. La angustia es un afecto real, apunta a lo real y al deseo. Freud dijo que el yo era el verdadero almácigo de la angustia, es decir que la señal de la angustia tiene que ver con el inconsciente, pero aparece en nuestro yo. 

Lacan articuló los conceptos de real, simbólico e imaginario a los conceptos freudianos de inhibición, síntoma y angustia. De estos últimos, Lacan estableció que eran los nombres del padre, pluralizando este concepto. La inhibición en el registro imaginario, el síntoma en el registro simbólico y la angustia en el registro articulada a lo real. 

La inhibición
La inhibición es el paso previo al movimiento, un momento de preparación, de pensamiento... La inhibición en la clínica puede ser importante al punto de bloquear la imaginación, haciendo que el paciente no pueda avanzar ni tampoco sepa a dónde. En estas situaciones, la angustia falta; solo aparece un bloqueo. Si la angustia aparece, lo hace de manera oceánica. Se trata de una angustia que no orienta por su masividad.

En la inhibición hay mucho imaginario, pero falta lo simbólico, la orientación. Lacan propone que en la inhibición lo que hay es una inmicción de lo imaginario sobre el registro simbólico. Se trata de un imaginario que nos lleva a los extremos, sin encontrar el punto medio que oriente. Ejemplo: Un paciente quiere esquiar y de golpe se bloquea y no puede avanzar. En la sesión dice "soy un cagón", frase que lo paraliza. Al pedirle asociaciones por el significante cagón, el paciente no puede hacerlo, cosa común en un paciente inhibido. De golpe, dice que se le ocurre "miedo paralizante". 

El remedio para operar con la inhibición es lo simbólico, pues la característica de lo simbólico es la de distinguir. Estas distinciones son las que permiten avanzar en el camino. Lo imaginario es un embrollo que no orienta, pero lo simbólico sí. En el ejemplo, miedo es muy diferente de cagón, porque el miedo aparece ante una situación de peligro, como el riesgo de lanzarse barranca abajo. El miedo ayuda a ser cauto y a calcular los riesgos. En este caso, el miedo lo saca del lugar de cagón, porque más bien es una virtud.

La inhibición es un nombre del padre porque sin esa inhibición no habría ley. Sería un caos continuo sin capacidad de detenimiento. Cuando aparece como bloqueo en la clínica, necesitamos los significantes para ir construyendo puentes y bordes que permitan avanzar en el camino del deseo. 

El síntoma
Centrándonos en la angustia, podemos decir que en determinado momento aparece la angustia como síntoma, la angustia sintomática. Alguien quiere avanzar en el camino de su deseo, pero algo interno lo impide: la angustia. 

La angustia, para Freud, es una señal de que hay una amenaza. Para Freud, la amenaza es la pérdida de un goce, que es lo que llamó angustia de castración. Se trata del riesgo a perder algo, la separación, ante la falta. Lacan dice que es ante el deseo del Otro, cuando el Otro no tiene una respuesta que oriente. Tomemos el ejemplo que da Quino:


De lo que Felipe huye, en este caso, es del objeto de su deseo. La angustia es lo que señala que estamos ante el objeto de deseo y el riesgo de la pérdida podría ser al rechazo de Muriel. Lo que pierde Felipe si habla es su narcisismo, su totalidad. La angustia en Freud, entonces, es ante la castración, ante la pérdida. Para Lacan, en cambio, la angustia señala la falta de la falta. Es decir, cuando falta el deseo. Si el deseo falta, estamos angustiados. Se relaciona con el aburrimiento, que es cuando no se abre ningún camino, cuando nada se distingue de otra cosa. 

Para Lacan, la angustia sintomática se produce por el avance de lo simbólico sobre el registro real. Pasa a faltar lo real. Por ejemplo, el padre de Juanito es muy estudioso y comprensivo. Le habla a Juanito, lo escucha, lo comprende, pero Juanito está agarrado con la madre. El padre es un obstáculo para su deseo de estar con la madre. Empieza a querer eliminar al padre y el síntoma sustituye un significante por otro: el padre por el caballo. Odia al caballo en vez que a la padre, pero en lugar del castigo del padre, recibe el castigo del caballo que lo atemoriza. 

El padre de Juanito es un exceso de simbólico, habla y escucha mucho pero no hace corte entre Juanito y su madre. Eso, que a Juanito le hubiera dolido, lo hubiera aliviado de tener que fabricarse un caballo que le genere miedo. 

La angustia
La angustia a la que nos referimos es ante la castración, que es oceánica y en la que el sujeto se siente desarmado, abrumado, desorientado. Lacan dice que esta angustia se produce por el avance de lo real sobre el registro imaginario. Es decir, hay demasiado hueco, demasiado vacío y eso se lleva por delante el armado imaginario. Este es el real traumático.

Así como en la inhibición se puede usar el significante para construir caminos y puentes, en la angustia sintomática el arma es la interpretación. El sujeto está ubicado como sujeto supuesto saber. En la inhibición, de lo que se trata es de alojar. 

¿Pero qué hacer con la angustia oceánica, con esa donde ni siquiera hay terreno? La maniobra es la construcción, un canal significante para ir orientando al sujeto. Es un trabajo de cifrado, a diferencia de de lo que se hace en la angustia sintomática, que es el des-ciframiento. Hay que construir una superficie, un camino.

Freud habló de un estado general de angustia que llama "libremente flotante", a diferencia de la otra angustia, la señal, que es la angustia ligada. A la angustia libremente flotante, Freud también la llama expectante. Dice que las personas aquejadas por este tipo de angustia prevén, entre todas las posibilidades, siempre la mas terrible. Interpretan cada hecho accidental como indicio de una desgracia. Explotan cualquier incertidumbre, cosa que vemos en las personas que sufrieron un trauma y quedan tomadas por él y ven todo mal.

Las variantes de angustia sintomática.
Son 3:
1) Como aviso, defensa. Aparece el síntoma como respuesta a la angustia. El síntoma histérico, el obsesivo son defensas ante la angustia. El neurótico escapa de la angustia, refugiándose en el síntoma. Para Freud, la totalidad del ataque puede estar subrogada por un único síntoma intensamente desarrollado, como un temblor, vértigo, palpitaciones, ahogos, sentimiento de muerte, sudoración. Son todos síntomas, pero donde la angustia puede faltar y estar reemplazado, por ejemplo, por una taquicardia. Para Freud estos son equivalentes de la angustia, pero se presentan como síntomas.

2) Fracaso de la defensa de la angustia. Cuando la angustia no funciona como defensa, tenemos la fobia. El fóbico se angustia ante una determinada situación. La fobia de Juanito es un síntoma, porque tener miedo a los caballos hace que si él está dentro de su casa no siente miedo. Esta angustia aparece ligada y anudada a determinadas situaciones: la oscuridad, el aire libre, animales, tormentas, puntas aguzadas, sangre, espacios cerrados, soledad, multitudes, paso de puentes, viajes, etc.

3) El éxito de la angustia: es cuando funciona como señal, como un mapa orientador. Ante el objeto de nuestro deseo, sentimos angustia ante el acto. Acto que implica pasar a lo real, tomar el manejo de la vida y avanzar. Por ejemplo, ante un examen nos angustiamos porque corremos un riesgo de perder. El acto de dar el examen le arranca a la angustia su certeza, porque después del acto uno se alivia, incluso aunque le vaya mal, por haberse sacado de encima la presión que se siente ante el deseo del Otro y el no saber qué quiere. Se trata de la angustia que orienta.

De esta manera, con la inhibición, sintomatizamos la angustia; con la angustia oceánica, también la sintomatizamos. En el análisis tomamos a la angustia como una brújula que apunta al deseo y atravesar la angustia es una parte de ese camino. La angustia es atravesable, no es un obstáculo insalvable. En el análisis el paciente aprende a trabajar con la angustia, a identificarla. 

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