miércoles, 29 de marzo de 2023

"Furor Curandis": ¿Por qué no hay que apresurarse a resolver los síntomas?

El término "furor curandis" se refiere al impulso o la pasión por curar a los demás. Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis, discutió sobre este fenómeno en su ensayo "El médico y sus deberes sociales" (1912).

Freud argumentó que el deseo de curar a los demás puede ser impulsado tanto por motivaciones altruistas como egoístas. Por un lado, el médico puede sentir una profunda empatía y compasión por el sufrimiento de sus pacientes, lo que lo lleva a buscar formas de aliviar su dolor y curar sus enfermedades. Por otro lado, el médico también puede sentir un deseo de poder y control al tratar con los pacientes y su enfermedad, lo que puede llevarlo a comportarse de manera autoritaria y arrogante.

Freud advirtió que el "furor curandis" puede llevar a un exceso de tratamiento y una intervención innecesaria. También señaló que el médico debe tener en cuenta sus propias limitaciones y no tratar de curar todo lo que se presenta ante él.

Normalmente, aprendemos que si un psicoanalista está afectado por el "furor curandis", es decir, si está demasiado obsesionado con curar a sus pacientes y siente un deseo excesivo de controlar su proceso de tratamiento, puede haber consecuencias negativas para el paciente. Algunas de estas consecuencias pueden incluir:

Presión para avanzar demasiado rápido: Si el psicoanalista está obsesionado con curar a sus pacientes, es posible que presione al paciente para avanzar demasiado rápido en su proceso de tratamiento, lo que puede ser abrumador y contraproducente para el paciente.

Intervenciones excesivas: Si el psicoanalista está demasiado preocupado por curar al paciente, puede intervenir excesivamente en su proceso de tratamiento, lo que puede ser contraproducente para el paciente y dificultar el trabajo del psicoanalista.

Falta de empatía: Si el psicoanalista está demasiado obsesionado con curar al paciente, puede perder de vista la necesidad de empatía y comprensión en su relación con el paciente. Esto puede resultar en una relación fría y distante que no permita que el paciente se sienta escuchado y comprendido.

Imposición de su propia agenda: Si el psicoanalista está demasiado obsesionado con curar al paciente, puede imponer su propia agenda y expectativas en el proceso de tratamiento, lo que puede hacer que el paciente se sienta presionado y sin poder de decisión.

En general, si el psicoanalista está afectado por el "furor curandis", es posible que su trabajo se vea afectado negativamente y que el paciente no obtenga los beneficios que debería del proceso de tratamiento. Por lo tanto, es importante que el psicoanalista esté consciente de sus propias motivaciones y de cómo estas pueden afectar a su relación con el paciente.

Un caso

La paciente a la que llamaremos Érica consulta vía su obra social. A la primera entrevista llega 40 minutos tarde, pero el analista decide recibirla igualmente. En la entrevista, Érica consulta por un síntoma fóbico: teme manejar en la calle. Ella sacó el carnet de conducir hace 6 años y al salir a manejar por primera vez sentía que los autos se le venían encima, que la iban a chocar. Para sacar aquel carnet, tuvo que hacer el práctico dos veces y pagar unas clases de manejo. Dos cosas de esa primera entrevista parecieron extrañas: la primera, es que ella refiere a que su hijo es "paciencioso"; la segunda, es que al pedido de puntualidad para la próxima sesión, la paciente dice "Yo siempre llego tarde a todos lados".

A la segunda sesión, concurre nuevamente media hora tarde. El analista le pregunta por ello, en lugar de abordar el síntoma que la paciente trajo en la primera sesión. Erica responde que desde que nacieron sus hijos, "no corro por nadie, porque no me reconocen". Cuando se indaga sobre esto, la paciente relata una historia. Resulta que ella trabajó como empleada doméstica en la modalidad conocida como cama adentro durante 10 años asistiendo a una señora adinerada, que según ella tenía 100 pares de zapatos. Producto de su embarazo, se tomó una licencia y posteriormente renunció. Meses después, la señora desmejoró de salud y finalmente falleció. La familia repartió las pertenencias personales de la señora con los cuidadores de ese entonces y a Erica le indignó que no la hubieran llamado para aquel reparto, que cuando le avisaron del fallecimiento "había quedado lo peor".

Llegaste tarde - le dice el analista.

Continúa diciendo que desde entonces, empezó a llegar tarde a todos lados. "Sé que llegar tarde es una falta de respeto, lo sé pero no".

La impuntualidad como "epifenómeno" puede deberse a diversas causas, que pueden variar desde factores externos hasta motivos internos del individuo. Algunas de las posibles causas de la impuntualidad son las siguientes:

Problemas de organización: A veces la impuntualidad se debe a problemas de organización personal, como falta de planificación del tiempo, dificultades para establecer prioridades o una agenda demasiado apretada.

Falta de respeto hacia el tiempo de los demás: En algunos casos, la impuntualidad puede deberse a una falta de consideración hacia el tiempo de los demás, lo que puede ser visto como una falta de respeto.

Falta de disciplina: La impuntualidad puede ser un signo de falta de disciplina personal y de compromiso con los acuerdos establecidos.

Problemas de autoestima: En algunos casos, la impuntualidad puede ser un signo de problemas de autoestima, en los que la persona se siente insegura o teme ser rechazada, lo que le lleva a retrasarse y evitar el contacto con los demás. Iría más del lado de la inhibición, en respuesta a la angustia.

Ansiedad o estrés: La ansiedad y el estrés pueden hacer que una persona se distraiga y pierda la noción del tiempo, lo que puede contribuir a la impuntualidad.

Falta de motivación: Si una persona no está motivada para cumplir con sus compromisos, es posible que tienda a retrasarse y posponer las tareas que tiene que hacer.

Dificultades para establecer límites: En algunos casos, la impuntualidad puede ser un signo de dificultades para establecer límites, lo que lleva a la persona a comprometerse con demasiadas cosas y no ser capaz de cumplir con todas ellas a tiempo.

En general, la impuntualidad puede deberse a una variedad de factores, y para abordarla es importante identificar la causa subyacente y buscar formas de solucionar el problema.

En este caso, la impuntualidad toma la forma de una agresión al otro, acompañada por la frase adversativa "Sé que que es una falta de respeto, pero..." muy propia de las posiciones perversas.

En la tercera sesión, la paciente vuelve a llegar media hora tarde. Cuando el analista le baja a abrir, descubre a la paciente peleándose con la encargada del edificio. Érica había tratado de entrar y ante la negativa de la encargada, se puso a patear la puerta. "Va al choque", piensa el analista. El analista le dice que bajo estas condiciones no podrá seguir tratándola, suspendiendo el tratamiento.

Mucho puede conjeturarse acerca de este caso: ¿Era una paciente en acting-out? ¿Una posición perversa? ¿O una estructura psicótica, teniendo en cuenta el neologismo de la primera sesión? También el analista podría haber insistido en alojarla. El asunto acá es el tema del síntoma: ¿Qué lugar tiene eso que la limita a manejar, el temor a que la choquen? Porque lo que se descubre en todo lo que dijo, es que ella se maneja como quiere (en el trabajo, con la gente) y choca con todos.

Para Lacan, el síntoma es un "Nombre-del-padre" en su obra "El Seminario, Libro 3: Las psicosis". Esta idea se deriva de la teoría psicoanalítica de la estructura de la personalidad, que sostiene que el desarrollo psicológico humano se basa en la identificación con los padres y las figuras de autoridad.

Según Lacan, el síntoma es una formación psíquica que surge en el individuo como resultado de su relación con el lenguaje y la cultura. El síntoma actúa como un mensaje simbólico que transmite algo acerca del sujeto y su relación con la realidad.

Lacan argumenta que el "Nombre-del-padre" es un concepto clave en la teoría psicoanalítica porque es la ley simbólica que da forma a la identidad del sujeto en la cultura y el lenguaje. El "Nombre-del-padre" es la figura de autoridad que encarna la ley y el orden en la sociedad, y es a través de la identificación con esta figura que el sujeto adquiere un sentido de identidad y propósito.

En este sentido, el síntoma puede ser considerado como un "Nombre-del-padre" porque representa la presencia de la ley simbólica en la psique del individuo. El síntoma es una formación simbólica que actúa como un recordatorio constante de la existencia de la ley y el orden en la cultura, y como tal, puede ser una fuente de estabilidad y sentido para el sujeto.

En resumen, para Lacan, el síntoma es un "Nombre-del-padre" porque representa la presencia de la ley y el orden simbólico en la psique del individuo, y es a través de la identificación con esta ley que el sujeto adquiere una sensación de identidad y propósito, lo mismo que delimitar espacios.

En este caso, se ve muy bien el síntoma en estas coordenadas. No es recomendable apresurarse a levantarlo sin cerciorarse de la función que cumple para la estructura.

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