En el seminario 7, Lacan señala un momento crucial en la obra de Freud: el abandono de la noción de representación en su sentido filosófico tradicional, asociada a un sustrato último o referente fijo. Al “arrancar la representación de la tradición”, Freud introduce la falta de referente, describiéndola como un “cuerpo vacío, un espectro, un goce extenuado”. Este desplazamiento se vincula directamente con el aforismo de Lacan: “El inconsciente está estructurado como un lenguaje”.
Dentro de esta estructura, Lacan presenta el concepto de representante de la representación, que no debe confundirse con la traducción literal “representante representativo”. Esta última sugeriría un regreso a la tradición filosófica y a la búsqueda de un fundamento último para el sujeto, algo que Lacan critica abiertamente. Por el contrario, el representante de la representación pertenece al nivel más elemental de la estructura significante, trascendiendo lo efectivamente pronunciado y siendo definido como “lo que tiene la misma estructura que el significante”.
Este concepto puede ser entendido, en retrospectiva (aprés-coup), como precursor del rasgo unario que Lacan introduce en el seminario 9. Este rasgo, ligado a la letra como una marca significante que no se articula en cadena, sostiene lo efectivamente pronunciado. Ambos términos comparten una función común: operar en el nivel de la represión primaria. Así, el representante de la representación no solo anticipa la problemática del Uno, sino que permite a Lacan definir al sujeto como privación, como un -1, lo que reitera la ausencia de un referente para el nombre propio y del sujeto mismo.
Esta ausencia de referente tiene, para Lacan, un carácter estructurante, estrechamente vinculado al sujeto barrado. El seminario 7 representa un punto de inflexión en la obra lacaniana, marcando el paso de un real externo, característico de sus primeros seminarios, hacia un real interno a la experiencia analítica. Este cambio conceptual tuvo implicancias significativas en la concepción del sujeto y en la dirección de la cura.
En el seminario 11, Lacan redefine al representante de la representación como “el lugarteniente de la representación”, destacando su papel determinante en la estructura del inconsciente. Este concepto se formaliza como una estructura de corte que no solo marca, sino que constituye al cuerpo. Aquí se introduce una función topológica del borde, esencial para comprender tanto la constitución del sujeto como del cuerpo que lo sostiene. Este marco topológico, a su vez, redefine las relaciones entre el sujeto y su inscripción en el lenguaje, abriendo nuevas perspectivas en el campo del psicoanálisis.
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